lunes, 19 de agosto de 2013

"HE DICHO", Antología poética de Rafael Mendoza

Portada: "HE DICHO", Antología poética,
Rafael Mendoza, El Salvador.




Personalísima introducción




            Reunimos aquí las más significativas muestras de todo lo que hemos publicado, desde 1970, exceptuando colaboraciones en periódicos y revistas que veníamos haciendo desde 1967. Hemos tratado de ser rigurosos con la selección, empresa en la que ha sido difícil desestimar muchos poemas que pudimos haber valorado más por aspectos emotivos que por los parámetros de calidad que deben dictarnos las claves del oficio poético cuando se realiza con seriedad, así como las circunstancias espaciales y temporales en que dichos trabajos fueron producidos. Pese a tal propósito, es posible que muchos poemas de los que aquí ponemos en manos de los lectores, hayan escapado de esa autocensura.

            Asumimos nosotros mismos la introducción de esta primera antología nuestra, porque consideramos que en su salida no necesita más apadrinamiento que el de la distinción que se nos hace al decidirse su publicación por parte de la institución que nos brinda esa oportunidad. Ya tendrán la suya quienes se interesen en estudiar nuestra obra, tarea que les resultará más fácil porque aquí encontrarán, como suele decirse en corros de intelectuales, “lo que se salva” de todo lo que he escrito dentro de este género. Después de todo, el Rubicón de la responsabilidad literaria como creadores lo cruzamos hace más de 40 años y “la suerte echada” no nos ha sido adversa.

            A falta de lo que pudo haber aportado, acertada o desacertadamente, algún conocedor de esta materia y de nuestra obra para cumplir con esta misión que nosotros nos hemos arrogado, contamos, en abono a lo que fundamenta el párrafo precedente,  con unos cuantos comentarios que sobre nuestra producción expresaron a lo largo de estos años, compañeros mayores y coetáneos del oficio, así como otra suerte de intelectuales (no exactamente críticos) que se refirieron, en su momento, a algunos de nuestros libros. De todas esas opiniones entresacamos los siguientes fragmentos:

            “Los  Muertos y Otras Confesiones, el libro primicial de Rafael Mendoza, muestra a un porta auténtico... Podemos sin equivocarnos situar los poemas recogidos en este libro, como una aportación importante de las generaciones más jóvenes a la poesía escrita por otros poetas de calidad de nuestro país. (...) El valor especialmente notable en las composiciones de ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, es una especie de espontaneidad vivísima que está estructurada en versos rigurosos. Entremezclado a esta aparente efusión lírica, se certifica un acento intelectual que ahonda y aprehende los incentivos que el autor encuentra en la realidad...”

            (Roberto Armijo. “El Universitario”, Año VIII, N° 142. Diciembre de 1970)


            “En la expresión lírica de este escritor hay que señalar dos características especiales: afán de ser sincero ante lo goza o padece, y fina ironía (a veces convertida en amargura) ante lo que no tiene remedio inmediato. (...) Es alentador encontrar en ‘Los Muertos y Otras Confesiones’, la vitalidad y la audacia de un hombre (aún con aspecto de muchacho) que madura sin trabas frente a su destino y su verdad.”

 (Santiago Bairena , seudónimo de Claudia Lars. La Prensa Gráfica. 1970)


            “Hace pensar, de verdad, y lleva el aletazo de la originalidad, este libro de poemas de Rafael Mendoza: ‘Los Muertos y Otras Confesiones’...  El poeta ve la vida primero con ironía, y después con la certera puntería del cazador o del cirujano... Por eso es que en Rafael Mendoza hay madera no sólo de poeta y de escritor, sino también de sociólogo y de político...”
(Matías Romero. El Diario de Hoy. Junio de 1971).

           
            “Sus poemas se parecen a su modo de andar: firmes y solitarios. Están llenos de angina de pecho y cubiertos por la soledad de las catedrales...”

(José María Cuéllar. La Pájara Pinta. 1971)


            “Surgido bajo el signo de los padecimientos, Mendoza tiene el coraje de sacarle partido a la finura de la telaraña social, por lo que en la mayor parte de sus poemas se siente la dosis de ironía. Hay además un empeño universal, productor del despertar anhelante del hombre americano que no se inscribe en camarillas porque aspira a realidades consecuentes, y por eso Mendoza escribe con fe en que asumiendo el dolor de todos y la ironía de todos participa, en la medida de lo posible, en superar el día que no le fue dado por uno que puede pasar lento, o nebuloso, tal vez inadvertido pero firme para lograr el futuro que con amor se espera...”

(Francisco Morales Santos, “La Tarde”, Guatemala. Mayo de 1973).

           
            “Mendoza trabaja su poesía con oficio, con responsabilidad. Busca un mayor ahondamiento en la verdad social, en la vida de nuestro pueblo. Su personalidad es temperamental, de apariencia arrogante, al par que ingeniosa y de mucha sensibilidad para las artes.”                         
                     (Luis Melgar Brizuela, en LITERATURA SALVADOREÑA, 1977)

                                                         
            “Su poesía,  elaborada con inteligencia, y enmarcada en la gran  vertiente de la poesía de Roque Dalton, se destaca por su fuerza expresiva y por el dominio de todos sus elementos:  ritmo, ideas, estructuración. Profundamente creativo, Mendoza tiene ya una larga obra de calidad dentro de la poesía centroamericana.”

 (Manlio Argueta, en POESIA DE EL SALVADOR, 1983)


            “… la vida cotidiana puede estar más próxima a la poesía de lo que podría pensarse. Leo el más reciente libro de Rafael Mendoza, el viejo, “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la Tristeza” (San Salvador, Ediciones Palo Verde, 2004), y lo confirmo: este poeta ha conseguido estar más próximo del asfalto y del desencanto que transpira San Salvador que muchos cronistas en su diario enfrentarse con la ciudad y sus fantasmas.. Construye usando las palabras como ladrillos, la angustia como andamio. No tiene miedo de mirar a la muerte con los mil rostros con los que cruza por la urbe caótica y demente que es hoy la capital. Como un Cristo en pleno Vía Crucis, hay una ternura, inevitable en sus palabras”.

(Carmen González Huguet. Diario El Mundo. Octubre de 2004).


            “Aquí en Panamá muchos recordamos todavía aquella ocasión en que Rafa dijo (no leído, como es la costumbre), ese gran poema titulado ELEGIA A MEDIA ASTA ante un público académico que terminó de pie, profundamente conmovido. Muchos conocíamos la tragedia de El Salvador, pero no la habíamos sentido.  Recuerdo que en esa ocasión, su compatriota Payín Moreno, interpretó otro poema de Mendoza que hablaba de los volcanes y los explotados de su tierra. Eran tiempos de solidaridad con la patria de Farabundo y también con sus poetas y sus músicos.”

(Mariana McPherson. Texto en solapa de “PARTES DE GUERRA”. Panamá, 2005).


            “Rafael Mendoza es un poeta lírico. A pesar de una disposición generacional en El Salvador en contra de toda expresión poética que no se afincara, de una u otra manera, en alguna forma de militancia política, Mendoza, quien nació en 1943, es antes que nada y sobre todo, un poeta lírico (…) Pero Mendoza es un mejor poeta, en un sentido político y en cualquier otro sentido, cuando se acerca a la condición humana desde su propia experiencia. Esta vena personal, más sensible y persuasiva, se manifiesta con mayor seguridad en sus sonetos…”
                                     
 (Jorge Avalos, Periódico Digital EL FARO, El Salvador, 2007)


            “La trayectoria poética de Mendoza ha pasado por la ira, por la rebelión de la poesía, como una necesidad vital de expresar el sentimiento colectivo de un país pequeño, pero con grandes injusticias, que de tan grandes desbordaron todo lo imaginable (...) Esto se puede ver en Los muertos y Otras Confesiones, Los Derechos Humanos y en Los Pájaros, por ejemplo. (...) En su conjunto, Querido Homo Sapiens es una declaración de principios, y al mismo tiempo un poema de amor para ese hombre al cual se dirige —tú, yo, todos los que habitamos el planeta—, capaz de lo más hermoso y de lo más abyecto, al que le pide que despierte y se vea introspectivamente.(...) Por su contenido, Querido Homo Sapiens es un libro necesario para estos días en que el hombre, estupefacto frente al rumbo que ha tomado el mundo y sorprendido por los mercaderes del templo, es presa fácil del conformismo y el palabrerío. En lo formal es un libro donde la palabra alcanza un alto grado de transparencia, se modula y se va abriendo paso como el agua.”

(Francisco Morales Santos. Presentación del libro “QUERIDO HOMO SAPIENS”. 2008)


            “Mendoza, como muchos otros poetas de todos los tiempos y diferentes geografías, sabe limar las asperezas que le dejan los filos de la denuncia y el dolor de sus conciudadanos, cultivando el soneto. (...) Alta muestra de esa práctica es su libro ‘ENTENDIMIENTOS’, con el que Mendoza obtuvo, a una muy temprana edad, la maestría de lo lírico.”

(Constantino Santamaría Plá, Presentación de “CARTÓN DE SONETOS”. 2010).


            “Para algunas personas, ser poeta, hacer  poesía es algo ligero, pues se tiende a desvalorizar la importancia que la poesía tiene, y aquí recuerdo a José Martí, quien  cataloga a quienes así categorizan la poesía como cortos de vista mental y la destaca como más necesaria a los pueblos que la industria misma, ya que en ella está el deseo y la fuerza de la vida. (...) Rafael Mendoza, es de los que luchan no un día sino toda la vida y su obra poética es historia y vida en la literatura salvadoreña para nutrir la memoria  y  el futuro posible que hoy trabajamos”.
 (Marisol Briones. Febrero 2010).


            La atención a que llaman algunas de esas opiniones recae en algo importante para una valoración literaria que a alguien se le antojara hacer: la ironía que hemos usado frecuentemente en gran parte de nuestros libros como recurso estilístico; Manlio Argueta, en el fragmento que de él incluimos, señala además otras características de nuestra poesía que, al menos, valdría la pena corroborar por lo determinantes que son.

            Sin embargo, a pesar de que el tono irónico, sarcástico, demoledor, ha sido constante en nuestra obra y reconocido por diversos escritores, no se registran estudios o análisis dirigidos especialmente al caso “Los Pájaros”, “Los Derechos Humanos” y “Homenaje Nacional”, tres libros nuestros en que ese recurso es aplicado con diferentes “moldes”. En efecto, si en “Los Pájaros” adoptamos la parábola, como composición literaria; en “Los Derechos Humanos”, nos valimos de los postulados que contiene la Declaración Universal de esos derechos para ridiculizar su incumplimiento; y en Homenaje Nacional, nos dejamos dominar por un sarcasmo expresado “a la salvadoreña”, lo cual, aplicado a un libro que trata de nuestra propia realidad, no podía ser de otra manera. El único juicio analítico que, al menos sobre “Los Pájaros”, pasó por una imprenta, es el que Luis Melgar Brizuela hizo como presentación de ese libro hace veinticuatro años. Son relevantes en esa presentación los siguientes conceptos:

            “El Salvador narrado y (d)enunciado como un universo de pájaros: tal es el código poético que guía al lector en el hallazgo de tantas sorpresas como tiene este pequeño libro de alto voltaje (...) La lógica que hila el conjunto de las treinta y dos micro-historias se va develando página tras página, instaurando una significación coherente pero también única. Como en un país redescubierto, de lo viejo conocido brotan sorpresas: las blancas palomas aquí no son símbolos de la paz sino de la explotación; y el grajo es reivindicado como símbolo del trabajo y de la lucha por la libertad (...) Otro lote de sorpresas se encuentra en la ironía, ya señalada por la crítica como un rasgo fuerte en la poesía de Mendoza (...) Resulta sintomático que este “nuevo” libro de Rafael Mendoza haya esperado más de dieciséis años para salir a volar de mano en mano (...) Impacta que hoy, en 1987, tengan la misma frescura e igual o mayor vigencia...”

            Lo que sí suscitó escasos comentarios en tertulias y periódicos fue que los poemas de “Los Pájaros” hubieran sido presentados  como parábolas. Varios de ellos aparecieron en páginas literarias locales impelidos por el triunfo que habían obtenido en el Certamen Permanente de la Asociación de Estudiantes de Derecho (1). En uno de esos comentarios el doctor José Salvador Guandique, se refirió a la discusión que sobre el poemario había él sostenido con el doctor José Luis Escamilla, quien opinaba que no se trataba de parábolas sino de alegorías. En respuesta publicamos una aclaración sobre las características de cada una de esas formas literarias, que en resumen se distinguen por un elemento que ninguno de los comentaristas había analizado: en la alegoría lo que se da es una representación simbólica de la idea que se desea comunicar, por eso se relaciona más con la metáfora, porque su medio de expresión son imágenes, figuras o símbolos. En la parábola ocurre algo muy diferente: hay una intención de llevar al lector una enseñanza moral, pero que debe ser descubierta por aquél en virtud delcontenido mismo. Y esta característica distingue también a la parábola de la fábula, forma ésta a la que también quisieron algunos asimilar  a  “Los Pájaros” por tener animales como personajes, lo cual no viene al caso porque la característica de la fábula es la moraleja que se expone al final de la narración; la enseñanza, por tanto, va incluida. En la parábola, por el contrario, como ya hemos explicado, la enseñanza debe deducirse, evocarse o “adivinarse” para que el sentido de su contenido “se cierre” (de ahí lo parabólico, el rodeo de la idea); pero, ¡cuidado! en el caso de la adivinanza, su sentido sólo se cierra cuando es  revelada la respuesta.

           
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(1) Un año antes obtuvo también primer lugar nuestra obra “Los Muertos y Otras Confesiones”; y
       el año anterior a ese, el poemario “Palabrotas con Dolor”, obtuvo el  segundo lugar en el  
      mismo certamen.




En esa amena discusión –así lo hicimos ver en su momento- apoyamos nuestros argumentos  en  los estudios  de  Lessing (2).  Sólo el gran catedrático que fue el licenciado Saturnino Frances Beroiz, Director de la Escuela de Letras de la UES en aquellos años, la única persona a quien yo había mostrado ese libro antes de que fuera premiado, estaba de acuerdo con nuestra posición. Es más, el nos pronosticó que esas  parábolas con alas tenían todas las probabilidades de ganar en aquel certamen, por representar en ese momento un tipo de expresión poética completamente nueva en nuestro medio.

            No podemos dejar el tema de la ironía que, como señala Melgar Brizuela es “un rasgo fuerte” en nuestra poesía, sin traer a cuenta la relación (no similitud, aclaro) que varios analistas encontraron y siguen encontrando entre la poesía de Roque Dalton y la nuestra, criterio basado obviamente en lo irónico que les caracteriza, pero más propiamente en el tono “jodedor”, típicamente salvadoreño, que es aún más característico tanto en ambas. El escritor y bibliotecario Eduardo Salvador Cárcamo hizo un análisis sobre esa relación en un artículo que se nos perdió entre cajas y paquetes  almacenados  durante   los  años  del conflicto. También  el  poeta  guatemalteco Alfredo Saavedra dejó constancia de lo mismo en un artículo que, lamentablemente, se nos extravió por la misma causa. También  en  la  opinión  de  Manlio Argueta  que  hemos  incluido antes  se  establece esa relación que, obviamente, no se refiere a una “vertiente” de ideas o temas sino de estilo. Sin embargo, aunque se nos relaciona por sarcásticos, el Roque que más admiramos no es el de “Poema de Amor” sino el de aquellos epitáficos alejandrinos suyos que son recordados por todos sus admiradores a la hora de verle como un poeta con la más alta sensibilidad: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre...”  Nosotros lo pronunciaremos siempre con el respeto y el reconocimiento que nos llevaron a escribir los poemas a él dedicados que han sido incluidos en esta obra.

            Así como la crítica local –exceptuando los articulistas ya mencionados- desatendió no sólo la novedad de “Los Pájaros”, tampoco dio cuenta de otros libros nuestros publicados  con  anterioridad,  los  que,  si  bien  no  innovaban  en
cuestión  de estilo, sí lo hicieron  en cuanto a temática y manejo de la versificación. Es lo que sucedió con “Los Derechos Humanos” y, posteriormente, con “Entendimientos”. Que eso sucediera con el primero de ellos, no es extraño, por su contenido y su estilo; pero en el caso del segundo no cabía excusa. Se le ignoró, me parece, porque quizá pareció inconcebible que un autor  acostumbrado a blandir porra o maza en sus libros anteriores, viniera con este poemario esgrimiendo florete.  
           
            A propósito de “Entendimientos”, consideramos que el comentario que de este libro nuestro hace el amigo español Constantino Santamaría (véasele arriba), es demasiado generoso, pero si de alguna opinión especial quisiéramos hacer que emerja el valor de ese conjunto de sonetos, preferimos lo que nos dice en una postal

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(2) Gotthold Ephraim Lessing. (* 1729 , Kamenz (Sajonia); † 1781 ,Brunswick). Poeta,  pensador  
       y crítico  literario. Uno de los más destacados y respetados representantes de  la ilustración  
       alemana. Curiosamente muchos de sus estudios y escritos se caracterizan por un estilo irónico 
       y provocador, propenso al debate.

de 1978 Mauricio Jiménez Larios, escultor salvadoreño radicado en España. Juzgue el lector las palabras del compatriota :

            “Querido Rafael: Este fin de semana he regresado de Soria y estuve recordando tu poema de Machado. Tienes el hilo espiritual profundo. Pareciera que hubieses paseado por aquí y visto el sol iluminar entre los olmos a la ciudad y sus alcores…”

            Tener la capacidad de despertar ese tipo de impresiones con unos cuantos versos, y mas si han sido capaces de captar esencias de otros sitios o sentimientos ajenos, como lo logran nuestros “Entendimientos”, es lo que a mi me permite sentir la satisfacción de que en nuestro peregrinar por “el estrecho camino” de la versificación más exigente no hayamos andado en vano ni caído en lo trivial de la métrica solo por gastarla. Porque si hay algo que siempre nos ha parecido tan importante en un poema como su propio valor literario, es el efecto que causa en quien lo lee.

            Otra experiencia relacionada con lo que acabamos de afirmar, trata de dos compañeros que, según nos lo hicieron saber, se decidieron a escribir poesía después de leer un poema nuestro, cada cual en diferente tiempo y lugar. Y lo curioso de esto es que se trató del mismo poema. Pero la confesión que más nos ha emocionado acerca de ese “efecto poiesis”, es de una compañera que ya había comenzado a cultivar su poesía cuando topó con la nuestra; se trata de Carmen González Huguet, notable sonetista que ha sido premiada en casi toda el istmo centroamericano por su pulcro, sonoro y culto lenguaje poético; ella expresa esa opinión en una nota muy reciente, de la que seleccionamos este fragmento:

            “...Confieso que la primera vez me leí el libro de cabo a rabo y sin respirar. Me encantó. Su autor había sabido captar los rasgos más definitorios de la obra de cada poeta y con ellos armar un soneto nuevo. Me gustaron especialmente los dedicados a Sor Juana y a Miguel Hernández, poetas que ya ocupaban un lugar destacado en mi altar personal a la poesía. Luego, aquel poemario de Rafael Mendoza me llevó a degustar a otros autores. Nada sabía, hasta que él me lo descubrió, de Joaquín Pasos, por ejemplo. (...) nunca olvidé aquellos “Entendimientos” que leyera en mi adolescencia y que, a mi entender, deberían llamarse “Encantamientos”, tal es la magia que encierran”.

            Carmen fue también la única persona que se refirió a nuestro libro “Poemas para Morir en una Ciudad Sitiada por la Tristeza”, como ya habremos podido ver en uno de los comentarios que hemos dejado atrás. Pero no creemos ser los únicos que soportamos la indiferencia de compañeros de oficio y encargados de páginas dedicadas al arte y la literatura. En los últimos años ha sucedido lo mismo con obras de otros compañeros. Y volviendo al caso nuestro, peor suerte ha corrido el libro “Este Mal de Familia” que compartimos con Mezti Súchit Mendoza López y su hermano Rafael Francisco. Siendo ese libro el primero en Centro América y buena parte del continente, en el que un padre  comparte parte de su producción poética con la de sus hijos. Nadie fue capaz de advertir ni de reconocer tal novedad. La crítica literaria, en nuestro país, se quedó en el siglo pasado, registrada en páginas literarias, artículos y una que otra revista de literatura en que metían mano  verdaderos  entendidos.

            Nos parece que esta introducción se ha extendido un poco más de lo que pensábamos que iba a exigirnos. A la fecha en que se preparó esta antología, quedan inéditos tres poemarios nuestros; no sabemos cuando llegarán a publicarse, si es que eso llega a darse por esfuerzo personal o ajeno, ni cuantos más alcanzaremos aún a producir. El puente que nos sostiene sobre la corriente de los años va perdiendo resistencia. Esto de escribir poesía comenzó en nosotros como una necesidad vital. No obstante, la atendimos sin pretensiones de cosecharla en grande, mas con el celo de que al menos unos cuantos racimos se salvaran en la vendimia. Ahora, cuando cobramos conciencia de que estamos aproximándonos a un otoño ineludible, lo único que celebramos como obreros de la palabra es la satisfacción de haber podido realizar este oficio con esmero, exigencia y entusiasmo, pese a lo modesto que pueda parecer o al menosprecio que siga recibiendo de parte de materialistas y consumistas de nuestro tiempo. Selle pues esta antología esa celebración en buena hora y gracias a la buena voluntad de sus editores, con los siguientes versos prestados:

“Llevo este oficio humilde con la hermosa
tristeza de sentírmelo por dentro
como una mano que anudase años.
Cuatro paredes de palabras casi
una celda una cárcel un asilo
monje recluso anciano soy su huésped.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y se sonreirán los que promueven
luces triunfos parábolas azules
los que prefieren mejorar la rosa…”

(“La Poesía”. Leopoldo de Luis. México. Marzo de 1978)


San Salvador, 24 de febrero de 2011.