miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuarenta años de labor literaria


Alfonso Velis Tobar, El Salvador-Canada





Cuarenta años de labor literaria




Alfonso Velis Tobar: Marco Histórico Generacional de los 70s

1970. Surge una Primera Promoción literaria con: Eduardo Sancho (1947) o Cmdt. Ferman Cienfuegos, Alfonso Hernández (1948-1988), Roberto Monterrosa (1945), Reyes Gilberto Arévalo (1949), Emiliano Androsky Flamenco (1945), Mauricio Marquina (1945), Rigoberto Góngora (1955-1983), Víctor Ayala (1948), Manuel Sorto (1948), Salomón Rivera (1947), conforman el grupo llamado de “La Mazacuata”, de Usulután, editan una revista con su mismo nombre. En forma independiente se oyen los nombres de Francisco Andrés Escobar, Pedro Cumas, Francisco Bertrand, Lil Milagro Ramírez, Alejandro Masis, Heriberto Montano, Salvador Silis (1954-1983), Ricardo Lindo, Rafael Rodríguez Díaz, Víctor Hugo Mata (1945), José Antonio Velis (1946), Salvador Juárez (1946), Gilberto Santana, otros como Ulises Masis (1925-19), Luis Galindo.

1975. Surge una Segunda Promoción literaria con: Miguel Hueso Mixco (1954), Horacio Castellanos Moya, Mario Noel Mejía, Alfonso Velis Tobar (1950), Carlos Velis, Joaquín Meza, Miguel Ángel Chinchilla, David Hernández, Jaime Suárez Quemain, Mauricio Vallejo (1958-1980), Sofía Acosta, Humberto Montoya Ibarra, Mario Santos, Ciro Molina, Armando Rivera, Nelson Brizuela. Además las voces de Ernesto Mariona, Delfy Gochez (19-1979), Roger Lindo, Mauricio Saballos, Carlos Santos, Roberto Quezada, Ricardo Guevara, José Luis Valle, Víctor Valle, Octavio Martínez, Paul Fortis, Sonia Miriam Kury (1948), Claudia Herodier(1950), Francisco Saldaña(1954), Andre Cruchaga, Mextly Suchitl Mendoza, Jacinta Escudos, Daniel Eguizábal, Publicaciones de la época: “La Cebolla Púrpura”, “La Pasarraya”, “La Golondrina”, “El Papo Cosa Poética”, “La Universidad”, “Abra” de la UCA, Páginas Literarias del Diario Mundo, “La Salamandra de oro”, Sábados de Diario Latino, Letraviva de la Universidad Nacional, Revistas Neruda, Cultura, La Piscucha, Taller, Taller literario “Francisco Díaz”, La Prensa Literaria Centroamericana.


Notita sobre la poesía del hermano Alfonso Velis Tobar.

El hermano poeta Alfonso Velis Tobar, pertenece a la generación de los 70s, en la promoción que surge y que empieza a publicar en los 75s en adelante. En cuanto a la poesía de Alfonso Velis Tobar es de protesta, con un hondo sentido de los problemas sociales. En algunos de sus poemas, trata la experiencia revolucionaria vivida en El salvador; reflejan la psicosis de guerra de una sociedad en crisis, la constante lucha de clases frente a la denuncia de un sistema dictatorial, militarista, injusto y opresor. En cuanto a su temática y estilo que lo caracteriza en su práctica poética, habla de la vida cotidiana, toca los de la revolución, el amor a su patria y a la mujer; usa la estructura del verso libre, sus poemas manifiestan un dejo de ironía, sarcasmo y cierto sentido del humor. En sus poemas amorosos usa un lenguaje lirico, coloquial y canta a la mujer con mucha ternura, pasión, erotismo y sin vulgarismo alguno. Canta la soledad la esperanza, la tragedia, el miedo, la lucha y el coraje del pueblo contra el terror de un sistema de desigualdad social, económica y hostil. En síntesis, su poesía tiene un sentido muy sensible a los problemas del hombre y la sociedad, es decir, poesía comprometida, militante y de un espíritu liberador dentro de una época de pasiones y de luchas por alcanzar el sueño de la felicidad con la justicia social. (Contraportada Plaqueta: “Desde un cuerpo de mujer” (1983 y 2005)
Alfonso Hernández.
Santa Tecla, Noviembre, 1983.

Alfonso Velis Tobar. Nació en Apaneca, El Salvador, 1950. Profesor de educación Física, atleta nacional en la especialidad de Kodokan Judo, Japón con Segundo Dan. Académico de las letras, poeta, escritor e investigador de la Literatura Salvadoreña e Hispanoamericana. Pertenece a la generación que empiezan a publicar en la década de los 70s. Profesor de Literatura (Universidad de El Salvador, 1984) y Máster en Artes (1996, Literatura Hispánica, estudios de Historiografía Literaria y métodos de investigación, Carletón University, Ottawa, Canadá donde fungió como profesor e investigador. Ha publicado poesía, ensayo y crítica literaria en Revistas literarias nacionales y extranjeras. Ha obtenido mención de honor con “Las Estaciones y otras cosas” en los “Juegos Florales de Zacatecoluca” (El Salvador) en 1981. Acreedor a “Moneda de Bronce Dorada y Diploma al Mérito” como triunfador en tercer lugar en la “The North American Open Poetry Competition”, patrocinado por “The Nacional Library of Maryland”. Forma parte de la Antología “Beyond the Horizon” (“Más allá del horizonte”) titulada “The Sound of the Silence”, editada en 1998. Otras plaquettes de poesía: “Desde un Cuerpo de mujer” (1983 y 2006), “Poesía colorada” (1985, junto con el poeta Joaquín Meza), “Los días y la Guerra” (Poesía 1979-1990). “Poemas de exilio” (1987), “Diario de un poeta desesperado” (1990-92), “Palabra Ardiente” (2007-2010), “Poemas en prosa” (2005) Inédito “Prodigiosa Blasfemia” (2010-2011) Su poesía ha sido traducida al ingles por Tamara Crespín, Phd. Western Ontario University. Director de la Página Literaria “Los Cinconegritos” del Diario El Mundo en los 80s, con los poetas Joaquín Meza y Rafael Mendoza. Fundador y coordinador del Taller Literario “Alfonso Hernández” en London, Ontario. Escribe su novela “Un sábado después de la guerra”, una obra de teatro y poesía. Un conocido crítico de la Literatura Salvadoreña, don Luis Gallegos Valdez, dice que: “Alfonso Velis Tobar es otro joven en El Salvador entregado a las letras con indudable vocación, poesía, narración y crítica literaria animan sus preferencias” (Citado en “Panorama Literario Salvadoreño (Universidad Católica Centroamericana “José Simeón Canas”, UCA, 1979, p. 460, El Salvador) El autor tiene inéditos, poesía y otros estudios críticos sobre literatura hispanoamericana y Española. Actualmente trabaja muy duro sobre el proceso histórico crítico de nuestra Literatura Salvadoreña, sus problemas. Verbigracia: “Una Contribución al Problema de la Historiografía Literaria Salvadoreña” (Tareas y Propuestas)





POEMAS INEDITOS DE Alfonso Velis Tobar




Expatriado de tu geografía


Mi país a la distancia de miles de kilómetros
Tierra de esmeraldas corazón de América
Vivo en esta inmensidad de territorio
¡País mío tú de tan diminuto ejemplo!
¡Pequeña castañuela de amor!
Abrigado por el puño de mi mano
Pero es que no encuentro serenidad
En cuanto tus peligros y encantos
Es que un día cualquiera
Puedes morirte de muerte muerte
De nostalgias pero es hermoso mi país
Tierra prometida de ensueños y quebrantos
Diminuto garbanzo semillita de mostaza
Luna llena resplandece en el horizonte
A lo lejos mi país de codiciosos amos
Con su pequeñez de mar y lágrima
Es que la presencia de tu fuerza opresora
Está ahí aguaitada solita esperando
lo mejor hubiera sido
Borrón y cuenta nueva
Imagen de dolor mi gente sencilla
Mi pueblo reguero de hormigas laboriosas
Que llevo a flor de piel
Estremecido en mi palabra
Temblor eterno temple de roca
Transido por la magnitud de tus tragedias
Hemos de muchos muertos
Sembrado de cruces tú historia
Expatriado yo de tu geografía
Tu pura ausencia me mata
Vivo y sé que existes
Por hoy el sueño me bota
AVT/03/11






Espejo roto en sus detalles



En esta tarde
Cómo lamento que estés ausente de mí
Mi reloj sus agujas giran al revés
Correr atrás el tiempo quisiera
Que cuando sean las doce de la noche
Sin angustia soledad entre mis sueños
Quisiera que fueran las seis de la tarde
Es locura o sueño de Quijote
Me contagia su locura genial
Encojo mis rodillas, estiro todo mi cuerpo
Hombros y brazos como todas las noches.
Cómo lamento que tú estés ausente
Mi perrito Toby juega mis rodillas
Interrumpo la meditación
Me rasca los pies, sacude su cola
Me huele lame suavemente mi cuerpo
Habla quiere salir a orinar la noche
Sigo lamentando tu ausencia
Miro el reloj y son las siete
Oigo el estridular de ese grillo
Podrías aparecer de repente
Lanzarme diatribas infernales o caricias
El abrazo fuerte de tus calores
Tú con el silencio de mis ojos
Creo que tu espacio hace falta
Cómo lamento que estés ausente
En mi reloj ya la madrugada cayó
Extraño La ausencia de tus humores
Solo en desesperada memoria
No tengo más que la noche ausente
¡Mira mujer estás mordiendo mi ternura!
AVT/2/04/11






DOLOR DE PATRIA DISTANTE



Al poeta Joaquín Meza por los exilios del alma.



Pese a las nieves a los fríos del alma es lindo recordar
A nuestros seres queridos que se sueñan.
Uno se pone melancólico deambulando
Junto al trajinar de la nieve, el trafago, el lenguaje
Las calles cantan a las mujeres hechas poesía.
Es esta una inmensidad
De pequeños y grandes recuerdos
De circunstancias atroces y bellas
El poeta Kabafis dice que por donde
Quiera que deambules cada paso significa
Como un nudo corredizo que te aprisiona
Hasta el alma (algo así refiriéndose
A una fascinada ciudad del norte)
¡Cómo quisiera tus ojos mirándome los míos!
Y como siempre nos encontraremos
Un día al mismo sitio regresaremos
¡Aquí donde distante pienso en ti Madre mía!
Tú entre los cruentos vientos de la guerra
Que por todos los aires de la tierra
Cunde pánico y sangre por las glorias
De un mañana armonioso
Unos heroicamente se juegan la vida
Por la vida de otros
De la locura a la esperanza
Los pueblos como el nuestro
Trágicamente cantando
Se entregan a las luchas.
¡El Salvador en mi corazón!...
Paisaje primaveral
¡Que hermoso el futuro que nos espera!
¡Dentro de un par de días!
¡Nuevos prados cantaran!
Ottawa, Winter. A.v.t. /1990.





Si muriera mañana




Si por casualidad muriera mañana.
Quizás este mismo instante
Que escribo este poema
No llevo ni dejo joyas de valor, nada dejo
Ni petate en que caer muerto dejo
Ni seguros de vida en dólares dejo
No dejo herencias de familia
No llevo cargos de conciencia
Libre estoy de pecados concebidos,
Que bañan de maldad el alma
Si muriera mañana lejos de mi patria
Mis huesos piden mi tierra
Mis cenizas echadas al viento de las tardes
La voz desaparece la palabra queda
Vida que aprendiste a enfrentar
El poeta jamás deja la página en blanco
Ni se lleva la gloria que un día soñó
No todos los sueños han sido soñados
Soy el espejo roto de los sueños
Siempre fui un soñador al fin de cuentas
Deja solo su sonrisa, la huella de sus besos,
Deja sus libros que ama
Deja en herencia su poesía
A quienes de su vino quieran beber
Y en su corazón felizmente recoger
Lucecita que siempre supo alumbrar
Cual candilito con mechita de trapo y gas
Que desparrama humildes pocitos de luz
De tan gran sabia humanidad. Avt. /09





Irrealidad del sueño




Yo que a veces blasfemo de mi mismo y pienso en ese gran mito, ¡Dios! Invento de la humanidad. Puedo detenerme, amar, hacer el bien. No se me prohíben sonreír, mientras camino cada día. Puedo disfrutar de Beethoven, elevándome a la nada de mi alma. Puedo gozar más que ayer los juegos de esos niños. Sucede que pienso en mis juguetes de la infancia. Encierro en botecitos de vidrio la luz de las luciérnagas. Puedo aprisionar los ronrones tornasol con un cordón entre sus patas. Puedo puyar las cuevas en el patio ahogando gusanos peludos, matando lagartijas, ratones con mi honda de David. Puedo elevar mis piscuchas al viento de las tardes, entre los cielos y la tierra. No puedo renegar al silencio, gritar y gritar al horizonte y contra la injusticia debo gritar, aquí se tortura en las cárceles de la dictadura, sofrena nuestra libertad. Puedo contemplar la lluvia que derrama frescura en los montes, para irnos metiendo en las sombras del miedo y mantenerme firme en mis morales convicciones. Puedo huir a cualquier parte a refugiarme en el rincón ausente de la patria que amo en la timidez hambrienta del pánico y la gloria. Puedo contemplar este ramo de jazmines florecido de mariposas tras el patio de mi casa. Puedo hacerme un lugarcito en mi corazón, volverme niño pensando en mis barquitos de papel, ver o tirar mi trompo zumbador, luego girar el tiempo con el cordel de la vida. No puedo creer que todo el mundo sea bueno. Donde quiera encontramos ratas del mismo piñal. Puedo buscar la risa para que busque a los demás con alegría. Puedo despetalar por ti hermano una margarita para ver si ella te quiere o no te quiere. Aunque eso es niñerías. Puedo recordar los besos de todas las novias que ame y a quienes recuerdo con cariño. Puedo mirar las estrellas siquiera una vez cada noche y soñar con ellas; más y más cuando esté despierto, debo luchar por lo que quiero. Y asombrarme de la punzante realidad de cada instante. A veces puedo gastar mi precioso tiempo en cosas vanas. Puedo con mi mente flotar en el aire de la noche. Despertar en el corazón de la madrugada para oír el viento del verano crujir de soledad en las horas que cuajan de reposo el corazón. Puede que mi energía deje de flotar en mi cuerpo. Y mi actitud no puede ignorar a quienes aprecio tanto. Puedo aprender del más humilde campesino, del peón, como del obrero panadero, que amasa las harinas para hornear el pan de cada día. Me puede importar lo que la demás gente piense de mí. ¡Me vale verga! Eso no es de mi incumbencia. Puedo gritar a los cuatro vientos que te amo. Llamar a familiares a mis amigos y decirles que estoy pensando en ellos y en ti amor mío. Puedo pensar que la vida por muy jodida que esté es bella y hay que vivirla en todos sus instantes. Puedo pensar que debo a plenitud disfrutarla en igualdad social con los demás hermanos y al lado tuyo “dulce amada mía”. No me está prohibido pensar entre la vida y la muerte pero me está prohibido decir una sola palabra contra los males de este mundo y contra los que sofrenan la democracia y el sueño de la justicia y la libertad. No puedo dejar de amar infinitamente a mamá y edifico un monumento imaginario a los enormes sacrificios de mi padre. Me está prohibido quedarme en el silencio cuando no debo callar. No me está prohibido admirar a poetas y profetas mártires que sufrieron o están patriotas sufriendo en otros lados persecución o exilio soñando a lo lejos la patria que amo y amamos, debo amar la grandeza humilde de Jesucristo el revolucionario, que con el amor de su corazón combatió el poder imperial de los Cesares. Puedo luchar por vivir dentro de una justa armonía social y más humana para todos, pero imposible ante el egoísmo, la envidia y la ambición de los que manejan la corrupción, gozo y poder. Puedo desechar los demonios de estos infiernos de la tierra. Buscar mis ángeles y mis duendes sobre todas las cosas. Me está prohibido llorar, maldecir, condenar ese descuaje inmisericorde de árboles. Los animales huyen del miedo el hombre destruye, devora los bosques. ¡Los ojos de agua y el ropaje verde de mi tierra se esfuman! o ¿qué inesperadas cosas están por venir…? Eso no lo sabemos, de que vendrán es posible de que vendrán. Pero puedo pensar en el futuro, soñar que el mañana de luminosas primaveras para mi patria El Salvador está por venir o quizá empezar de nuevo otra historia como siempre más violenta.(avt09/09)

martes, 15 de noviembre de 2011

“ALFONSO HERNANDEZ” CDT. “GONZALO” POETA MARTIR Y MILITANTE DE LA RESISTENCIA NACIONAL SALVADOREÑA”


Alfonso Velis Tobar, El Salvador-Canadá


ALFONSO HERNANDEZ” CDT. “GONZALO” POETA MARTIR Y MILITANTE DE LA RESISTENCIA NACIONAL SALVADOREÑA”



Alfonso Velis Tobar. MA
Carleton University
Ottawa, Canadá.



Gran conmoción causó dentro de los círculos intelectuales del país y Latinoamérica la muerte del poeta y escritor revolucionario “Alfonso Hernández”, acaecida el 10 de Noviembre de 1988, el poeta, cuyo nombre de guerra Cdt. “Gonzalo” cayó junto a dos de sus compañeros en un enfrentamiento en la Quinta Girasol, Cantón el Bambú en las faldas del volcán de San Salvador, a unos 15 kilómetros de la capital. Para ese entonces, la máxima dirigencia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), denunció a través de la voz guerrillera Radio Venceremos: “Que el cadáver del poeta fue decapitado…Este acto inhumano y cruel pone de manifiesto que el reciente cambio en el mando de las Fuerzas Armadas traerá como consecuencia inmediata el recrudecimiento de las violaciones a los Derechos Humanos, agrego”. (Salpress-Notisal, 1988)

El quehacer poético de Alfonso Hernández, proviene de esa raíz histórica en la tradición de crear una literatura patriótica, de compromiso y de testimonio de la realidad nacional. Alfonso Hernández es de esa talla de intelectuales, poetas como Roque Dalton, el guatemalteco Otto Rene Castillo, Eduardo Sancho (CDT Fermán Cienfuegos), quienes llegaron a la revolución a través de la poesía. Poetas consecuentes con su militancia y creatividad artística; que tomaron la literatura como arma de combate al servicio del pueblo, en apoyo y conducción de la revolución salvadoreña. También hay otros poetas que han militado en esa línea de combate jugándose la vida, como: Miguel Huezo Mixco, Octavio Martínez, otros caídos en esa línea, Amílcar Colocho, Arquímedes Cruz, Delfy Gochez, Amanda Libertad, Lil Milagro Ramírez, Mauricio Vallejo, Nelson Brizuela, Saballos,, Jaime Suárez Quemain, Salvador Silis (caído en combate) También otros poetas, a través de su obra literaria han sido militantes, consecuentes con el movimiento revolucionario, como: José Roberto Cea, Manlio Argueta, Roberto Armijo, Chemita Cuellar (militante del PC), Alfonso Quijada Urias, otros poetas de la década de los 70s a los 80s jóvenes para entonces, andamos en el bregar de la literatura. Caso admirable y trágico es el de Roque Dálton, con el craso error de ser asesinado por la misma retrograda, sectaria ultraizquierda de entonces, poeta ejemplo, que dejó en muchos jóvenes de nosotros, profundas huellas creadoras, para empuñar el arma y el canto siempre por la patria, patriotas que murieron bajo el sacrificio de su gloria como combatientes, creando una literatura que conforma una conciencia nacional de participación liberadora con afán de búsqueda y rescate de la identidad cultural dentro de nuestra tradición nacional.

Alfonso Hernández, nació en San Vicente en 1948, desde temprana edad fue militante de las organizaciones estudiantiles, reportero de periódicos, como “El PUEBLO”, El Independiente de don Jorge Pinto, y de la “Revista Revolucionaria TALLER” en colaboración con Alfonso Quijada Urías y Alfonso Velis Tobar. Estudia sociología en la Universidad Nacional de El Salvador, carrera que no culminó, porque se tituló como un poeta revolucionario en las luchas del pueblo. Es decir, al integrarse a la lucha por la liberación nacional de nuestro pueblo. Pertenece a la Generación de esa primera promoción de jóvenes escritores, que surgen en el llamado “Grupo La Mazacuata” del Departamento de San Vicente, cuyo principal animador fue Eduardo Sancho, allá por los años de 1967 a 1970, según me contaba Alfonso, en una de las tantas tertulias. Otros de sus miembros animadores del grupo fueron: Roberto Monterroza (1947), Mauricio Marquina, Eduardo Rico, Emiliano Androsky Flamenco, Salomón Rivera, Manuel Sorto, Reyes Gilberto Arévalo, Víctor Zelaya y Rigoberto Góngora, caído en combate. En nuestras estancias familiares Alfonso me contaba, que fue una época de grandes lecturas políticas y literarias, con Lizama Lima, el llamado BOOM Literario Latinoamericano, Salarrue, la Pájara Pinta, Faulkner, Quevedo, Francisco Urondo, Otto Rene Castillo, Los Cinco, Lautramont, Rimbaud, Roque Dálton, Joyce, Nazin Hitmet, Henry Miller, etc., etc. Así como: Lenin, Mao Zetum, Sánchez Vásquez, Marx. De ahí, que a través de Eduardo Sancho, conocieron a los poetas revolucionarios, el guatemalteco Roberto Obregón y los nicaragüenses Leonel Rugamas, Edwin Castro y Jorge Eduardo Arellano, en su paso por El Salvador, poetas preocupados e integrados a la lucha revolucionaria en Centroamérica, a algunos de ellos les costara hasta la vida. La generación que surge en “La Mazacuata”, se caracteriza, por manifestar un pensamiento literario, donde el símbolo del “Che Guevara” fue su máxima inspiración antiimperialista. El mismo Alfonso me recalca en cierta ocasión que hablábamos de poesía y revolución que: “Los días gloriosos de la Mazacuata, contrastaban con un momento histórico de crisis en las organizaciones políticas tradicionales -por ende la crisis misma del Partido Comunista de El Salvador- en 1969, al apoyar la guerra de Honduras y El Salvador- y en el surgimiento de una nueva perspectiva con la gesta del Che en torno a la lucha armada que se discutía y maduraba en América Latina”, con ese pensamiento luchaba y militaba con valentía el poeta Alfonso Hernández, CDT. “Gonzalo” del FMLN.

En lo personal me consta, que Alfonso Hernández, dedico toda su vida entera, desde muy joven a preparar, junto a otros compañeros como Carlos Menjívar, Sancho, las bases de la revolución en sindicatos de obreros y campesinos, organizaciones estudiantiles, al mismo tiempo dedicarse al proceso organizativo del “Frente de Acción Popular Unificada”(FAPU). Alfonso Hernández, ante todo poeta, llega a la revolución a través de la creación poética, amándola intensamente en su vida y utilizándola como arma revolucionaria. Su poesía refleja lucha, heroísmo, poeta responsable de su oficio, pues le cabe el mérito de ser uno de los miembros fundadores de las “Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional” (FARN), por ello siempre me decía entre el bregar de la militancia, que no hay ninguna diferencia entre las actividades de ser un combatiente revolucionario y un poeta guerrillero al mismo tiempo, eso lo lleva a vivir años muy sacrificados en la clandestinidad, arduo trabajo que vivía a diario. Pero su espíritu nunca decayó y con la disciplina que la revolución misma exige siempre lo distinguió. Ya dijimos que su crimen se condenó internacionalmente, pues la cabeza del poeta nunca apareció, ya que fue decapitado por los esbirros de la asesina Policía de Hacienda. Hasta hoy lamento llorando con mucha tristeza el martirologio de su muerte. Valga hacer memoria, éramos como dos hermanos, junto a nosotros el otro hermano, Alfonso Quijada Urías, editor del periódico Guazapa, a quien también rindo mis respetos como poeta militante de la Resistencia Nacional, organización en la cual intensamente colaboraba, coordinador de la Editorial Atlántida junto con Terezón (desaparecido por los escuadrones de la muerte), con la ayuda de Emmita, Editorial allanada por el enemigo. Alfonso siempre me designaba bajo estrategias y cuidados algún trabajo a realizar. Como eso de investigar y recopilar poemas, las putiadas y pensamientos políticos, escritos en los inodoros públicos que formarían parte de su libro “León de Piedra”. Aquella enorme amistad compartida en el diario trabajo revolucionario clandestino. Así lo regían las reglas de la coyuntura del momento en días de guerra, con el animo de subsistir ante el resguardo de la vida misma, en momentos de acechanzas de escuadrones de la muerte en busca de lideres de organizaciones democráticas, subversivos sospechosos, dias de intensas represiones y cateos militares en contra del pueblo, momentos de sangrientas luchas populares. Éramos inseparables “Los Tres Alfonsos”, llamaban los “compas” amigos. La poesía nos había encontrado en el camino de la vida. Era admirable la confianza que nos teníamos, que me tenían en lo personal confiándome delicada información, amistad que tantas veces compartimos en familia (en compañía de nuestras esposas Julita, Celia y Emmita, quienes también pasaban grandes angustias al lado de nuestros hijos), amistad compartida pero esto ya es historia. Julita esposa de Alfonso “Gonzalo” murió de cáncer en México, las tensiones emocionales de vivir la clandestinidad ante la persecución del enemigo le afectaron. Con humildad lo digo, al hermano Alfonso Hernández, le debo mucho de mi formación intelectual, quien me enseño disciplina al estudio de la poesía, fue mi escuela de orientación ideológica y teoría política, pues no había libro que yo no tuviera en mis manos, que no me fuera dado por Alfonso, mi maestro. Lo mismo hacia el otro Alfonso Quijadurias y en mis andanzas poéticas también Roberto Cea grandemente colaboraba.

Alfonso era gracioso, risueño, claro a la par de esa seriedad y claridad como dirigente revolucionario; era un personaje a la manera de Rabelais o un picaresco Quevedo. Con sus anécdotas y esa manera muy suya de reír, bromear e inventar a veces tantas mentiras. Quien conozca de sus narraciones gozara de sus risotadas que se vivían a la par de las grandes comilonas y “talahuashtazos” de ron o chaparro, con un cusuco de boca y hasta nances y manguitos tiernos. Lo tengo muy presente en esas bohemias que algunas veces compartimos con sus grandes carcajadas de taberna, era un bagre para tomar cerveza, Gargantúa y Pantagruel nos llamaba en son de broma Alfonso Quijada, además Alfonso era alegre y me consta era una “chuchacuta” para bailar cumbias, boleros, salsa, merengues y tangos de Carlos Gardel con las orquestas Palavicini y los hermanos Flores de San Vicente, en las fiestas de mi pueblo, allá en Apaneca, gozos que en medio del trabajo de la revolución compartíamos. En una de sus narraciones cuenta, que con otros amigos, muy jóvenes en los bosques por el Balneario de Chanmichen, con pistolas de palo, jugaban a la guerrilla imaginándose al enemigo. Y cuando me contaba que no iba a la escuela, porque prefería quedarse con su espejito sobre las tejas para vigiar a escondidas la desnudez en pelota a la Chismuya, la Changandaya, la Culo de Oro o la Quiebracanutos del Barrio San Juan de Dios, una mujerona de nalgas pachas que se creía la Greta Garbo del pueblo. Así también en su infancia se enroló, con personajes como: Chepe Chimbolo, Paquito Avión, Chepón, Chacalín, Chico Ejote, Cutacha y Patarisca. En fin Alfonso, tenía esa maravilla agradable, mágica ante el humor, la sana picardía y la valiente manera de guerrear por el pueblo hasta jugarse y entregar su vida con heroísmo por la revolución, por la justicia social y por el sueño socialista de nuestro pueblo.

En su quehacer literario, a la par de su militancia obtuvo algunos premios en poesía. Hasta la hora de su muerte había publicado los siguientes libros: “Poemas” (1974). “Cartas a Irene y otros poemas” (1975). “Del Hombre al Corazón del mundo” (1976). “País Memoria de muerte” (1978) “Poesía en armas” (1979) y en el frente de guerra en Guazapa, escribió: “La Cruzada de los niños” (1981), “Escrivivir” (1982), “Viaje a la humedad” (1983), “León de Piedra” (Ensayo testimonio de la lucha de clases en El Salvador, 1982). Este es un libro que ayuda a comprender el proceso de la lucha revolucionaria dentro de la lucha de clases en el país. Un año después de su muerte se publico una antología póstuma: “Esta es la Hora”(Selección de Alfonso Quijada Urías y Alfonso Velis Tobar, Ediciones Roque Dalton, México, Managua, 1989) En sus escritos, deja la labor de investigar más sobre su obra, rescatar alguna poesía y narrativa inédita (incluyendo su novela extraviada en Nicaragua, la que venia trabajando, de la cual ando en su búsqueda: “Vamos a la Vuelta de Toro Toro Gil”, Uno de sus capítulos se publico en LetraViva del periódico universitario, 10th. Octubre 15 de 1979. También la editorial Izote con presentación de Mauricio Marquina y Reyes Gilberto Arevalo, publicaron “Viaje a la humedad” en 1997…

Pienso como es de sabia y profética la poesía – como milagro trágico de la vida- pues entre algunos poemas y cartas que hacía llegar por ciertos conductos desde donde se encontrara y desde el frente mismo de guerra, poco antes de su caída ya se le siente ese presentimiento de la muerte misma que lo andaba persiguiendo pero con heroísmo, como despidiéndose de mi, su hermano como decía que yo era, oigámoslo en sus versos: “Mañana quizás estaré muerto/ y sobre mi tumba perdida en la montaña/ la lluvia caerá con mis recuerdos” (Despedida). ¿Dónde estará mi tumba?… Ah mi tumba/En el ojo derecho o izquierdo/Está junto a mi sombra” (Dolor Cotidiano). “La patria nos dio su corazón y emprendimos la lucha/ Yo di mi vida, para que entre todos construyamos su futuro” (Escrito en una culata de fusil).

Hermano mío otros seguirán con sangre luchando, porque es la de no acabar estas injusticias, muertos como tú, siguen cada día más cerca de nosotros, dando ánimo, coraje y esperanzas a seguir en el camino de la justicia, testimonios de nuestra historia ya que diste tu vida con heroísmo para que entre todos construyamos ese “futuro luminoso” que soñaste para vivir en una patria feliz. Y ya no lo vieron tus ojos, pero lo vieron tus hijos este grandioso triunfo del FMLN, hecho histórico de conquistar un gobierno revolucionario el cual tú también ayudaste a forjar. Aunque se navega sin rumbos con afanes esperanzadores para el pueblo. Para que un día se pueda gozar un sistema de justicia social. Creo que en este momento histórico que vivimos, de post guerra, tú serias aquel ejemplar conductor, orador de gran elocuencia en torno a la misma construcción de ese futuro luminoso que tanto anhelaste junto al pueblo. 10/11/011.




Poemas Inéditos de Alfonso Hernández, entrega personal por conducto desde el Frente de Guerra en Guazapa. Poemas dedicados a sus hijos Essenin y Rocío Lídice y a los niños guerrilleros combatientes que cayeron cumpliendo alguna misión.




El NUEVO DIA




En los primeros albores
El día luce radiante como una quinceañera
leo un poco de la vida,
le doy su lechita al niño para que no llore,
me baño, desayuno y parto nuevamente
a luchar con mis compañeros.





POSTALITA A MI HIJO ESSENIN



I

Las veraneras han crecido en los últimos meses,
en el jardín el sol juguetea con las flores,
hay amarillas rosadas y multicolores,
A la sombra del platanar madre te arrulla
mientras escampa el sueño en su regazo
Y los pollitos pían desgranando tu sonrisa de
cipote travieso.

II

Yo haré de cada pétalo un poema,
de cada canción un estanque de luz
para que naden los pececillos del pensamiento,
en cada hoja volaré hasta la luna
para pedirle un charquito de su brillante espuma.

III

CANCIONCILLA DE LOS NIÑOS DE CABAÑAS

Los niños estamos tristes
porque ha muerto nuestro hermano,
Cayó enfrentando al esbirro
que tiene pezuñas de odio.
Los niños estamos de luto
porque murió nuestro hermano,
los frutos que recogemos:
fusil arpegio guerrero.
En cada pueblo una luz,
una trinchera de flores,
los niños estamos tristes
porque murió el guerrillero.




CORREO AEREO




Por la noche animales nocturnos rondan
tubérculos y flores silvestres.
No he dormido durante varios días,
y soy un cazador de pensamientos.
El río serpentea a lo lejos,
es como el trencito de tu infancia
no tengo papel ni lápiz para escribirte,
pero es justo el tiempo para enviarte
un correo de sueños con el viento…




REGRESO A CASA




Cuando llego a casa después de la jornada
extiendes tus manitas
como los frutos de la tierra al sol,
veo tus cuatro dientes: casitas blancas de arrebol
Mañana los niños como vos modelarán la historia,
no habrá salarios míseros,
ni cuarteles de odio,
la paz será como un dibujo de infancia
púrpura los arrozales, sustento el nuevo día.
Cuando llego a casa veo en el fondo de tus ojos
a los niños construyendo su futuro.




CANCION DEL CARACOLITO




Caracolito, caracolito,
quiero subir a tu escalerita,
para contarte mis secretos
bajo vergeles de agua y luz.
El invierno me regaló tu sombrerito,
la luna me baño de rocío,
los pajarillos me trajeron
una canasta de trinos.
Caracolito, caracolito,
Vamos juntos a bailar,
Un corro de niños te esperamos
En el corazón de Claudia Lars.

Alfonso Hernández

lunes, 31 de octubre de 2011

POEMA DE ROGER GUZMÁN


Roger Guzmán, El Salvador.




EL HIJO DEL HOMBRE




El hijo del hombre anuncia que ha descubierto el antídoto contra los infiernos.
Atraviesa la muralla de los abismos que se expanden al ritmo de los dragones.
Revela el misterio de las lágrimas en sus márgenes interminables,
La fisura del interruptor entre las neuronas y la sangre
Arropada por los crepúsculos de las albas y el silencio.
Predice al bermejo portador de la espada de ojos amarillos,
Al duro espectro de la balanza de la guerra de los cuerpos,
A los náufragos archipiélagos atados por el insomnio,
Por el inmolado pan de las naciones del trueno
De los profetas de cabellos blancos y caminos desmembrados
Que se aferran con más fuerza al hueco de una estrella lejana
Diluida en el despiadado acertijo de las encrucijadas.

La raza de los dioses vencidos viste con cilicio el entrecejo de sus puños.
El impacto de la lluvia fue el que grabó su nombre en mi lóbulo frontal,
El que conspira con constancia sus continuos suicidios
Y pone en nuestros párpados el preludio de las catástrofes,
A pesar de las tijeras que nos unen a la historia
De los atáxicos océanos sumergidos en mis tendones.
Más allá de los huesos y las entrañas,
De la sonrisa y la congoja de un eco desaforado,
Tendido desde las ventanas de la niebla enfurecida
Moradora del temblor del murmullo del invierno
Del sonido de las ciudades de los nombres de la noche.

El dios de este mundo sigue siendo él mismo,
Que fue concebido en el lecho del espíritu santo
Y condenado a ser esclavo del todopoderoso.
Y rompe sus rodillas por una caricia,
Esconde el pan para inmolarse la sangre,
Se masturba, exprime, sangra a puñetazos contra los espejos
Que odian la expresión de su endeble inmensidad.

Un animal y un hombre se desangran mutuamente.
Un niño duerme en la garganta de un astro con alma de animal.
Un mendigo se raja las venas para tejer su manto.
Un animal sin remedio.
Un manto sobrepoblado de manchas amarillentas.

El hijo del hombre ha sido desterrado del mundo de los hombres,
Con la sequía de los heridos con el corazón de las piedras
Que habitan en el desierto de un Neptuno lascerante
Con cada gota de polvo sobre las cruces de tierra
De los poderosos estruendos de la espada y el cañón
Contra las desoladas voces de solitarios pasos,
Cada vez más solos, con una sola inquietud
Despojada y golpeada por la furia del instinto
Nacido del espanto de visiones nocturnas,
Convertido en el goce de caricias iracundas
Entre los habitantes del planeta hundido en el abismo
De los dragones, los infiernos y las cruces
Y el incorregible insomnio de los gritos del trueno
Y la ennegrecida luna de las hojas que caen.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Carmen González Huguet recibe premio


Carmen González Huguet, El Salvador [Fotografía El Diario de Hoy]




CARMEN GONZÁLEZ HUGUET RECIBE PREMIO



Por DIANDRA MEJÍA Martes, 30 de Agosto de 2011
EL DIARIO DE HOY DE EL SALVADOR



La escritora salvadoreña Carmen González Huguet recibió el lunes el premio de cultura "Licenciada Antonia Portillo de Galindo", en la especialidad de poesía, otorgado por el Centro Cultural Salvadoreño Americano.
Dicho reconocimiento tiene el objetivo de estimular y premiar el trabajo científico y artístico que se realiza en El Salvador.
Huguet fue homenajeada con la lectura de fragmentos de algunos de sus escritos y la entrega de una placa por su trayectoria, méritos profesionales y personales, así como por sus destacados aportes para promover y difundir la poesía.
La placa fue entregada por los miembros de la junta directiva de dicha institución.
Según Herlinda de Moras, rectora del Centro Cultural Salvadoreño Americano, este premio se entrega cada año a distintas personalidades en el ámbito de la cultura y la ciencias.
"Este reconocimiento es muy importante porque nos permite estimular y reconocer con justicia a muchas personalidades, que tienen méritos para ello, y que están haciendo aportes en la cultura y la educación", expresó de Moras.
Además, la rectora añadió que para entregar el reconocimiento los candidatos son seleccionados por un jurado calificador, quien se encarga de analizar y conocer las propuestas.
"Me siento profundamente agradecida con la institución, en donde yo hace 40 años tuve la oportunidad de aprender inglés y de acceder a buen material bibliográfico que me inspiró en mi carrera", puntualizó Huguet.
El premio "Licenciada Antonia Portillo Galindo" tiene 25 años de otorgarse y bajo sus fundamentos han recibido homenaje destacados personalidades.
Este reconocimiento también se lo otorgaron al ingeniero Adolfo Araujo Romagoza, docente de la Universidad Tecnológica de El Salvador, por su trabajo en la educación.

TRABAJO POR LA POESÍA
Carmen González Huguet es licenciada en Educación, escritora e investigadora. Fue directora de Publicaciones e Impresos del ex Consejo Nacional para la Cultura y el Arte de El Salvador.
Su obra comprende los poemarios: "Las sombras y la luz" (1987), "Mar inútil" (1994), "Testimonio" (1994), "Palabra de diosa" (2005), así como, el libro de cuentos "Mujeres" (1997), (ganador del II Certamen Centroamericano de Literatura Femenina) y la compilación antológica "Poesía completa de Claudia Lars" (1999).
Su poemario "Locuramor" fue galardonado con el primer lugar en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, en Guatemala.
Sus trabajos de investigación incluyen el libro "San Salvador en las alas del tiempo, en coautoría con Carlos Cañas Dinarte, "Compilación, notas y estudio introductorio de los dos tomos de la poesía completa de Claudia Lars", entre otros.
Actualmente se desempeña como catedrática en la Universidad Dr. José Matías Delgado.

martes, 9 de agosto de 2011

DOS POEMAS DE MAURICIO DE LA SELVA


Mauricio de la Selva, El Salvador.
Fotografía scaneada de Panorama de la Literatura Salvadoreña,
de Dn. Luis Gallegos Valdés





ENTREGA





Quiero entregarte,
la piedra inmemorial temblando en mi agonía
que hasta esta hora última
en que aúno mi verso en tu recuerdo
me ha rodeado la frente con su corona inmensa.

Voy a entregarte, patria,
los labios palúdicos del campo
que absorben la aurora y los claveles
cuando hay un recodo en la esperanza.

Quiero entregarte
lo que era y lo que soy cuando te canto;
atrás voy a dejar lo que en tu oído
no sea musical para tus hijos;
atrás ha de quedar como flor chisporroteante
caída hasta la lengua de la hoguera;
atrás, para que entre limpia a tu regazo
esta humilde canción que es el intento
de aprovechar la fuerza de mi origen
y encaminarlo al rostro tuyo, que tando
y tanto
Ha vaciado mi sed de amarte cerca.
atrás voy a dejarlo porque si no dirían
que esta suave bandera naciéndome en las manos
no alcanza para envolver tu cuerpo.
ENTREGA





POEMA PARA DECIR A DISTANCIA
-RUEGO




Me tiembla el párpado de presentir tu lágrima
y el beso de recordar tu cielo.
Devuélveme la palabra
que se rasgó en la ausencia.
No le enseñes al día mi amanecer llorando
ni la pupila espesa en que subí a la tarde
donde la flor se ahoga de saberme lejano.
Patria,
¿Qué haces si necesito algún poema
que escriba este dolor tras los recuerdos
y el pecho gris por la nostálgia herida?
Dame la mano para subir a tu ángel.

Puedo morir en cualquier letra del canto
y no volverme a sentir bajo tus alas.
Mañana, en cualquier parte del mundo
me tomarán las huellas digitales
comprobarán de nuevo mi estatura
y creerás que el viento me zurcido la boca.

Dame la mano....Devuélveme la palabra.....
Bien valgo, patria, la verde sonrisa del paisaje
y el cálido beso de mi ausencia retornada.
Concede que al expresar tu nombre,
mis ojos en tu suelo rieguen
acuáticas y mínimas estrellas.
Permite al menos quitarme esta camisa
para que veas más claro entre mi pecho
como guardo tu amor y tu reflejo.


*Poemas tomados de “POETAS JÓVENES DE EL SALVADOR”, de José Roberto Cea. El Salvador, 1960.

lunes, 1 de agosto de 2011

“Un Sábado después de la guerra”- ALFONSO VELIS TOBAR


Alfonso Velis Tobar, El Salvador-Canadá


“Un Sábado después de la guerra”







Taller Literario
“Alfonso Hernández”
El Salvador- London, ON. Canadá





“Un Sábado después de la guerra”



Capitulo Primero



Desde el patio de mi casa


En este patio de mi casa cuando yo era niño me trae muchos recuerdos. Ahora todo ha cambiado, hasta este patio que nada más ayer fue muy hermoso, hoy está desolado y triste sin aquel jardín cubierto con flores de margaritas, gladiolas, claveles, cartuchos, crisantemos, Rosas blancas y amarillas, begonias, flores de Izote, ante la presencia de una amplia casa que poco a poco con las intemperies del tiempo mismo se ha venido desvencijando, con sus mapas de moho en las paredes. Todo en la vida desaparece, se termina para el olvido eterno o la historia. Y todo se renueva, cambia, se transforma o desaparece, todo termina con la muerte y no sé, si para gozar de la otra, si es que la hay, la otra vida en el más allá de nuestra existencia humana...

Así se quedaba Alfonso Garibaldi, como ido, como cuando a uno le dicen, que se le ha ido el pájaro o la piscucha, quien era muy contemplativo de todos los detalles y pormenores de la cotidianidad, niño de entonces, muy vivaz. La verdad que para Alfonso “Garibaldi” todo había cambiado, más después de la sangrienta guerra revolucionaria a muerte que el pueblo salvadoreño ha vivido durante estos recientes largos doce años, entre los 80s y los 90s. Entre esta sierra de montañas, a cien kilómetros de la capital Alfonso Garibaldi se quedaba y estaba meditando en el patio. Sabía que allá en la capital ahora hay mucha algarabía nacional, congregaciones de toda la comunidad internacional. Se celebra en el pueblo el fin de la guerra con la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México, 1992. Revolución que la hizo el pueblo, consciente para ver si así mejoraba la situación tan jodida, en la que siempre el pueblo salvadoreño ha vivido, ha sufrido con el engaño, la muerte, la opresión de gobiernos corruptos, la represión militar al pueblo a lo largo de toda su historia.

La guerra nos trajo esperanzas, aunque nos trajo un encuentro triste o doloroso con el alba de todas las mañanas. Y aunque nos traerá quizás más esa desintegración e injusticia social más profunda. Los buenos resultados se verán después y será historia de la postguerra. Pero las futuras generaciones deben saber que se luchó por la esperanza y por el pan. Por la paz y la justicia social, la democracia y el respeto a los Derechos Humanos. Hay en las calles mucho movimiento, miles de banderas de la “resistencias del pueblo”, hay gran alegría, regocijo de gentes que marchan con vivas y consignas, marimbas en las esquinas, música revolucionaria, borracheras recordando a los héroes, danzas, canciones revolucionarias en honor a los héroes caídos en la lucha, poesía, mucha poesía en la calle, las canciones populares, hay mucho rojo y negro lleno de banderas del Frente Farabundo Martí, se menciona a los curas revolucionarios que tomaron el fusil y se fueron para el monte. Y se mencionen todos sus héroes caídos en la lucha y ya no lo vieron sus ojos.

La cultura popular manifestándose muy alegremente por las calles que revientan de gente y de mucha algarabía, discursos políticos, predominan las grandes pancartas en manos de los obreros con mensajes de esperanza, hay bastante poesía en las esquinas, pancartas colgantes, en las paredes y en los muros. Y en algunas se ve la figura de Farabundo Martí en una pañoleta de un compa que viene de la guerra y sobrevivió a ella durante doce años de derramamientos de sangre, de emboscadas, guindas y sobreviviendo entre los “tatúes”, los triunfos y dolores con la muerte y sus asombros. Esos sí que algunos tienen también vidas de gato. ¡Qué alegría!.. Emergieron de nuevo los rostros, saliendo a flote, que hace doce años se fueron a la lucha a la montaña o en la ciudad para vivir clandestinamente haciendo la guerra al enemigo, por la liberación nacional. Como si los peces hubieran salido del agua. Ahora se cree que sí habrá más respeto a la dignidad humana. ¡ Eso se espera, justicia, respeto a la vida humana! y no se le mate porque pide sus derechos, para sentir que vivimos en un país civilizado, con ánimos de prosperar en todo sentido y con la esperanza de vivir en paz, con felicidad, para hacer de este querido pueblo, una sociedad más justa y más humana. Sin dictadores militares ni retrógrados vende patrias, explotadores, corruptos, estafadores de la voluntad del pueblo y formadores de los escuadrones de la muerte que sembraron pánico, odios, tristezas y lágrimas de dolor como siempre. Aunque hay que salvar del olvido, por lo menos sus nombres de los buenos militares que se fueron con el pueblo, quienes con huevos en un momento dado de la historia, se pasaron del Ejército Nacional y se fueron al Ejército Guerrillero, a esos se debe registrar en la historia, ejemplos de militares patriotas y ejemplos para los militares asesinos, necesitamos depurar más el Ejército Nacional, enjuiciar a los asesinos de tantos crímenes impunes en el pasado, militares de escritorio, matadores, algunos como jamones del Diablo, que todavía allí se encuentran. Pero los militares patriotas tuvieron huevos y moral para hacerlo y ahí están guardados sus nombres en la historia misma. Así todo esto pensaba Alfonso “Garibaldi” y ese había sido su pseudónimo clandestino durante los días de la guerra, colaborando para la Resistencia Nacional junto con su esposa.

Ahora lejos de la algarabía de la capital, desde su patio miraba todo, la situación ya no le parecía lo mismo, ahora que había regresado desde su obligado exilio desde Canadá, un lejano y bello país del norte que lo recibió muy generoso con todo para su familia, en todo caso Alfonso Garibaldi, pensaba, que la revolución lo necesitaba vivo y no muerto, desde donde quiera, colaboraba de una u otra manera a la revolución integrándose a una red de solidaridad internacional a favor del pueblo y con otros compas del exterior siempre estuvieron trabajando en apoyo a la lucha revolucionaria, representante del Frente allá en Canadá, bello país pero lleno de nieve, de hielo, de fríos intensos calando hasta los huesos durante los crudos inviernos, que como que congelaran con melancolía tu espíritu, montañas de nieve, los árboles, las calles, en contraposición, a aquellos calores tan intensos del verano, en Julio y Agosto, queman más, aquellos calores del verano a mas de 40 grados y que te desesperan, pero Alfonso amaba más el calor que la nieve, derramando a mares los sudores del tiempo y la nostalgia de recordar en el exterior lo tropical de su país ausente que se lleva en el corazón y en el alma. Todo es alegría en este día, en la capital se oye esa música, esos bailes hasta en el amanecer, encuentros y abrazos a viejos amigos, poetas guerrilleros, cantando, haciendo honor a héroes y los combates, fotos del Che Guevara y Farabundo Martí y Sandino, Miguel Mármol, Roque Dalton, Lil Milagro Ramírez, Alfonso Hernández, algunos ya no lo vieron para contarlo, y en las calles y en las paredes los retratos alusivos a Chafick Handal, la Cdt Ana María o Cayetano, a él, le gustaba que le dijeran, el “Ho Chi Ming de América”. Todos los líderes que han hecho posible el manejo de esta revolución durante todos estos años de guerra a muerte, en mí querida patria El Salvador. El “Pulgarcito de América” como tan tiernamente le llamara la inmortal poetisa chilena Gabriela Mistral. Se recuerdan en las pancartas los versos escritos de Roque Dalton que penden de la multitud: “Llegue a la revolución a través de la poesía”...

En aquellos instantes todo eso pensaba Alfonso y había caído como en trance, parecía desdoblarse en sí mismo en el tiempo y los recuerdos, como si el tiempo mágicamente regresara y empezara segundo a segundo a recordar su vida platicando por si solo en voz alta. Se recuerda a sus tres años en este patio de su casa, se recuerda aun ya viejo que de niño este patio era su lugar favorito para imaginar sus incansables juegos y correrías por todos sus rincones de la casa. Siguiendo a su mamá la “niña Margarita”, Alfonso Garibaldi, corría como una gacela en aquel ancho patio lleno de vegetación, como venadito silvestre corría agarrado, prendido de sus faldas, pues es su mamá a quien idolatra con el alma, como todos los hijos que soñamos en la memoria de las almas a su mamá. Y ella, quien imitando en el patio, el canto de los gallos y las gallinas, aparecía por lo general como a eso de las cinco de la tarde y en las mañanas como a las seis y media, se levantaba muy temprano; y lo bien que su mamá imitaba el canto de los animales, el del gallo lo hacía más arrogante en su acento y el cacareo de las gallinas, a veces cambiaba de otro ton a son, cuando llamaba los polletones; y a los pollitos los llamaba con mucha ternura, como si fueran niños en sus arrullos. Aquella dulce mamá, hablaba a los pollitos, bajo un tono muy delicado, un tono rítmico musical, cantando, llevando arroz en las bolsas de su decorado delantal de manta blanca, la delicada voz que tenía su mamá, a quien Alfonso esta imaginando y viene en sus recuerdos de estos momentos en el patio frente a su casa vieja y hermosa que se ve y se la imaginaba, con sus característicos y eternos lentes, tirando desde su blanco delantal el maicillo, el arroz y el maíz desgranado por su abuelito paapa Manuel. Patio donde las parvadas de palomas del palomar de la niña Clarita Rivas, la vecina de al otro lado del cerco y las bandadas de negros Clarineros, como la noche misma, bajan por cientos y cientos que casi oscurecen con la sombra proyectada de sus cuerpos volando en el patio, bajan en bandadas al centro del patio para picotear frescos alimentos granos y tantos otros bichos que abundan en este fresco patio de la casa, que son la comidilla del día de las gallinas, los patos, el pishishi traído de la lagunita o de la Barra de Santiago o de aquí por estos rumbos de Apaneca en Ahuachapán, en la mera sierra, entre las montañas y las colinas, y los valles verdes llenos de cafetales en flor; grandes fincones que pertenecen a familias oligarcas de este país, pero toman Apaneca como su paraíso de todos sus bacanales burgueses, como los Cristiani, los Borja Nathan, los Magaña Borja, los Mancia, los pocos oligarcas originarios de por aquí de Apaneca y que todo lo quieren manejar a su manera y no le dan nada al pueblo, Alfonso Garibaldi como ido de nuevo empieza a recordar, quedándose atónito, ido en sí mismo, porque Alfonso “Garibaldi” niño es muy amante de estar pensando siempre, imaginando cosas ilusorias a su edad, la fantasía de sus recuerdos y entonces se queda, como hablando solo, como “loquito”, le diría la gente si lo observaran que además de la sagacidad que tiene para todo, también es muy soñador y lo travieso que es, como siempre, así lo considera, su mamá en comparación de los otros hermanos y primos de su camada querida. Luego se quedaba monologando solo y hasta haciendo gestos con las manos:

Me veo ayer de niño en este patio casi como en una película que pasa en segundos, me veo correteando a lo largo y ancho con mi caballito de madera que Beto Zétino “El Patarisca”, maravilloso campesino que tiene que ver mucho en el transcurso de mi vida, quien con mucho cariño me lo había confeccionado con una vara de café y en cuyo extremo un molde de cartón con una cara de caballo muy arrogante, muy bien dibujada, un caballo retinto, al que yo me imaginaba piafando y dando saltos por todo el patio de la casa o camino del cerrón de Oro, del cerrito Texizalt, de la Huerta o de la finquita de Nejapa, camino a la laguna Verde. Mi caballito era muy brioso, le llamaba “Relámpago”, por lo arisco que era, yo lo imaginaba más veloz que la luz y al ruido de los cuetes saltaba relinchaba, pataleaba, retozaba, cuando se le acercaban los camiones o cuando oía las notas marciales de la banda musical de Sonsonate y la “Marcha de Gerardo Barrios”, hasta pedos marciales le salían y la gente gozaba la broma del caballo, chorrera de pedos le salían a propósito sobre todo cuando miraba a esos “culeros” de la policía de los choriceros, de la Guardia Nacional o la “Chichera” de la Policía de Hacienda, mi caballo, como que le tenía odios a esa clase de uniformes con botones dorados, que no son pieza buena, que en vez de cuidar atemorizan a la gente con su presencia; mi caballo se volvía así como bailarín, saltarín e inquietos relinchos, moviéndose de un lado para otro muy coqueto de su pecho, lo estiraba o lo sacaba muy arrogante mascando el freno con sus boca. Desde muy pequeñito los caballos fueron mi gran pasión, al grado que a manera que fui creciendo siempre me soñaba galopando con ellos y tuve tiempos de emoción montando buenos caballos y casi me escapo a matar o quedar todo desquebrajado más de alguna vez y admito que varias veces me pelé hasta el culo cuando los montaba a nancas o en pleno pelo camino de la lagunita de las Ninfas o de la gran laguna Verde en el mero corazón alto de la cadena de montañas que rodean como una corona de cordilleras y valles floridos, de cafetales, bosques y maizales a este pueblito de Apaneca con sus siete calles empedradas, que se mira desde aquí de lo alto de la cumbre, allá por donde don Fausto Valdivieso, ese que dicen que tenia pacto con el Diablo. Hacia esas montañas galopaba mientras el viento chocaba contra mi cara y los árboles parecían correr junto a mí, a lo largo de la sierra montañosa poblada de pinares, grandes árboles de bellotas y tempisques. Pero también los caballos me recuerdan a mi primo Luis Tobar, el “Canecho”, cariñosamente le llamaban de apodo, no sé porque le decían así, y quien, y eran dos Canechos y los dos se llamaban “Luis”, pero Luis mi primo era muy diferente, compartíamos con mucho entusiasmo muchas convivencias de nuestra juventud y hermandad familiar, que hasta verga nos dábamos; yo a propósito me dejaba pijiar de él para que me ganara, porque así era feliz, que él creyera que me ganaba, hoy me da risa querido primo, que me estás oyendo, recordando, así como nos queríamos como hermanos de sangre, que vivimos la vida en los instantes de nuestra infancia y juventud; y las aventuras de jóvenes pendencieros, parranderos, bochincheros, jugadores del tahúr y de las hermosas serenatas a las novias; y que hubo un tiempo que éramos busca pleitos y los juegos de pelota en el Camino del Paso allá por el cementerio o camino a los Ángeles para ir a jugar Futbol con los de Pretoria, o en el campo de futbol cuando ellos perdían hasta el machete nos ofrecían, corríamos por esos grandes fincones de los Borja y los Salaverria, eran tan fanáticos que ya con el aguardiente te podían volar hasta la cabeza. O del futbol en el campo del “niño Nushito” y los grandes agarrones con Armando Rivas, Marcial Gallardo, Armando Flores, hermano de Arturo, que le decían de apodo “Ñucurina”, Por eso les digo que cuando vienen a mi mente aquellos años, y me recuerdo del sueño a los caballos, hasta para ir a traer a Santiaguito, vestido de General en la peregrinación cada ano a Chalchuapa, galopando de felicidad con ellos, entonces venga la imagen del primo Luis, curiosamente; y solo compartía muy alegres días con mis primos Tobares Cuellar y los Mata Tobar y el primo filosofo Ricardo Matamoros, alias “Makiavelo”, junto con Julio Padilla, eran nuestros ruiseñores de las noches con la guitarra en la mano, y Chobeto Guerra, otro amigo de farra y cantor, bajo aquellos vientos frescos, bien a verga, dando serenatas a las cipotas. El primo Luis y mi otro primo Julio Tobar y “el negrito” Pedro Ruiz, destazador y corralero de don Napo Márquez con quienes todas las tardes después de la escuela, nos íbamos al “Camino del Paso” allá por el barrio de “la Bolsa” pastoreando las vacas, los terneros y vacas lecheras de mi tío Luis Tobar, hermanito de mi mamá, solo por parte de paapa Nancho Tobar, el tío Luis a quien yo quería mucho, me prestaba caballos y monturas, galopábamos con Luis, a veces bajo los chaparrones, hasta allá por la finca del “Chilamate”, esas grandes finconas de la niña Paz Borja, abuela de uno de mis gratos amigos queridos el gran Chobeto Guerra, “El Bundolo”, cariñosamente le decían, nos íbamos cabalgando a lo largo de aquel boscoso y barroso camino a todo trote, a veces debajo de los grandes cachimbazos de agua que bajaban como rio abajo de las nubes y corrían por colinas y quebradas de los Zapotes; ahí merito donde dice Beto Zetino, que le salió un día la Siguanaba, entre las hondonadas de los valles, las cuestas, las bajadas, las colinas y los chilamatales, junto a los tapavientos que vestían los verdes cafetales.

A veces habían tardes bajo plenos rayos del sol o tardes oscuras de neblinas que flotaban sobre los montes bajo aquellos grandes aguaceros, que parecía un diluvio de hasta siete días sin parar, tormentas vociferando rayos y truenos que rugían sobre el pueblo, mientras las caudalosas correntadas de agua llenaban las calles como ríos embravecidos que arrastraban muchas cositas por las calles empedradas de nuestro bello pueblito, que visto desde la lagunita o el cerrito cuando no lo habían poblado de cafetales, aquellos recuerdos de dejarnos ir de deslizón desde arriba debajo de la cruz y volver a regresar y repetir una y una vez más. Sudando hoy por hoy los recuerdos de todos los niños mis amigos del pueblo que vienen a la mente, aquí vamos todos los del pueblo yendo al cerrito a deslizarnos en palmeras de coco. Si hablamos de las lluvias, cuando aquí en este pueblito dice a llover, que lo aguante solo San Nicolás porque se vienen unos grandes temporales donde el agua corre a cantaros por las calles, corriendo el agua de extremo a extremo. En la calle y en el patio cantando las rondas “Que llueva que llueva la virgen de la cueva”. La gente que tenía que poner grandes bancos de madera para pasar de este al otro lado de la calle porque hasta las aceras se cubrían de agua. Apaneca es el pueblito de los diluvios de quince días lloviendo noche y día que parece que no se termina nunca de llover y llover siempre llover, aunque también hay tardes de hermosos soles y juegos de pelota en las calles y los campos aledaños al pueblo donde a veces voy y me junto con la barriada a volar barriletes que tan voladores los podía hacer mi compañero de cuarto grado Abel Calderón.

Al menos desde que tengo recuerdos, en este patio de mi casa de infancia, allá en aquella esquina cerca del árbol de “anono” que ya murió y que por cierto eran muy ricas, dulces sus anonas ya maduras, junto a los izotales siempre vi amarrados, un caballo, una o dos vacas con sus terneritos que papá tenía para ir a las finquitas de café y para que nos dieran la leche que diariamente tomábamos. Mi caballo un día se llamaba “Relámpago”, otro día “Jasan”, “Negro’, ‘lucero’, “Chispa” “Ventarrón” y otro y otro día ‘Rayo’, ‘Tormenta”, ‘Centella’, ‘Silencio”, “Estrella”, hermano, en fin cada día le cambiaba nombre y lo comparaba a los caballos de Alejandro el Grande, al del Cid, Rocinante de Don Quijote, o de Alejandro Magno quien a los veinte años había conquistado casi todo Europa montado en aquel negro caballo Árabe, llamado Bucéfalo o como el Babieca del Cid Campeador luchando contra los moros en España, allá por 1115. Mi caballo como yo le llamara cada día el parecía entender cuál era su nombre de cada día, porque siempre estaba presto a obedecer mi orden, pues lo “maiceaba” bien, pues bien me lo imaginaba saltando de una montaña a otra, rompiendo cercas, baches, hondonadas y ojos de agua, en fin en mi fantasía que vivía en mis años de infancia, me lo imaginaba a mi caballo sobre una larga calle corriendo sobre una nube que yo mismo en mi imaginación inventaba con subidas y bajadas hacia el cielo, con sus altos y bajas colinas de cirros, luego me paraba súbitamente en dos patas, imitando relinchos como lo hacia el Llanero Solitario y Toro el indio su fiel amigo, que lo seguía. para emprender de nuevo al trote como lo hacía Roy Roger y Gene Autry o Tarzan de la Selva montando las cebras de la jungla de África, como en las películas o las tiras cómicas, los “paquines”, las historietas, que me prestaba mi primo Tulito Mata y Miguel Rodríguez, y con mi caballo bayo vivía espantando así en el patio hasta los chuchos, las gallinas con su bandada de pollitos y los patos con su manadita de patitos chapoteando agua y merodeando granos de maíz o rascando la tierra por todos los rincones en los alrededores de la casa, atrapando gusanitos, orugas y lombrices de las cuevitas húmedas de fresca tierra en la que tristemente estoy parado en estos momentos.

A esa inocente edad de tres años Garibaldi, miraba que la niña Margarita Tobar, quien es una señora muy querida y apreciada en el barrio, por su buen corazón, con la gente pobre de estos alrededores del barrio, la niña “Margarita”, le dicen también la niña “Yita”, toda una dama del pueblo, a quien toda la gente muy cariñosa, y es muy apreciada en el vecindario del pueblo por su buen corazón con la gente pobre de este vecindario, lo mismo don Toño Velis, su esposo, la niña ‘Yita’ cuenta que Alfonso Garibaldi era muy inquieto, “perverso”, un niño tremendo, atrevido, buscador siempre del peligro. No pensaba, no escatimaba según las consecuencias, no había momento que su mamá, quien lo adoraba tanto, estuvieran buscándole o llamándole la atención o vigilando sus pasos para ver si hacía más de alguna travesura no debida y en medio también como niño que era, de aquellas inocentes fantasías y adversidades de su vida. Añorando los dulces de leche, cuando se juntaba con el otro primo Ismael Castaneda y juntos andaban siempre, ya vigiando las cipotas, visitando a la Xenia, Gladis, a quien amaba tanto, también él jodiendo, hurgando en las alacenas los chocolates, el pan de dulce de la niña Trine Morales, los pastelitos de carne, las empanadas de leche, de esas que dan en los desayunos, junto con los sabrosos tamales, cuando se celebran la Primera Comunión, las Pirujas de Chico Chino, las tortas de guineo de don Rafael Castaneda, las tortas de miel y las “leche burras” que hacía su tía Chabela Castaneda, dulces envueltos en papel de china de todos los colores, que eran hasta de chuparse los dedos y que dilataban un montonazo de tiempo para que uno nunca se las terminara de chupar en su boca muy jugosa. Su tía Chabela y los primos Ismael y Héctor, aunque convivía más con Ismael, Héctor era mayor y tenía su propia camada el “Pichirilo”, Toñito Velis, Chepito Santana, Tin Guerra, Carlos Saz, Ricardo Mendoza, primo que le dicen el “Chonte”, el “chele” Hugo Mata, Lito Rivas el curita arrepentido, porque al llegar la birriondera dejo la sotana, aunque con quien más convivía Garibaldi, en sus vivencias más cercanas de su casa, era siempre con Ismael y otros del barrio, como el “Negro Oscar”, el primo Julio Tobar, René Cadenas, Orlando Menjivar, todos del barrio, pero era con su primo Ismael inseparables, desde el barrio, la escuela, del colegio, ambos y casi todos de la misma edad.

Mamá solía decir esta común expresión acerca de mi: “que yo era el puro caite de Judas y que no tenía ningún juicio, quien lo aguanta, tanto que me fastidia y hay que andar encima, encima de él, porque al ratito anda viendo que picardías y travesuras hace o ver qué cosas inventa, un muchachito muy tremendo pero eso si un chipote de buen corazón y a veces que jode hasta las cosas y todo anda trasteando, quizás va a ser investigador en el futuro” y le gusta solo jugar a las guerras y de peleas bruscas que hasta desnarizado y chorreando sangre aparecía de vez en cuando.

También ya cuando supo Alfonso Garibaldi comer mucho, pues comía quizás como tres en uno, su madre solía exclamar: “Que muchachito cómo come! ¡Como si tuviera hambre canina, come como los diablos, no se llena pero ni con los aldabones del infierno...Dios me guarde que cipotio”! y su mamá no se quejaba por la comida, ésta abundaba en casa, ella quería que también “Toñito el primogénito” para todos, el hijo santo comiera igual, pues había que rogarlo y verguiarlo para comer, por ello era muy delgado y ñequecito como fideo, humilde hasta en el hablar, pero no humilde pendejo como se dice, sino jodión, inteligente y muy pero muy religioso, cristiano de verdad que mejor hubiera sido cura, escritor de artículos muy espirituales y morales, vivaz, buen futbolista cuando venía del seminario a pasar vacaciones y tenía que por huevos ir ayudarle o servirle de acolito y en los rosarios al cura Cea, ¿ por qué nó? fue cura mejor, ese era su camino, así le decía Monseñor Romero en una carta que le había mandado y aunque Uds. no me crean. Toñito Velis, sí que es un alma de Dios, desde muy niño muy devoto de Cristo y hasta hoy que lo sigue siendo, en cambio Alfonso Garibaldi, aunque tampoco era el diablo mismo, no le importaba la religión, tenia desconfianza del mismo cura Cea y a quien trataba de no acercarse mucho, Alfonso era muy fornido, vozarrón, saltarín de caballos, peleonero, comelón, bochinchero y jugador del barrio con otros vecinos, cuando ya salió a la calle y no se dejaba joder por otros vecinos del barrio, por eso su madre hacía la broma que de tanto que comía y no se enfermaba había que emparentarlo con el famoso “Tragaldabas” del pueblo, era como dicen un barril sin fondo, y ya después en el futuro seria como otro ladrillo seco, cuando se hartaría cerveza, pues Alfonso Garibaldi comía y comía pero jamás se llenaba. “Come por libras y caga por arrobas”, decía en son de bromas la tía Mary, la sirvienta de años y casi actuaba con ellos, y los cuidaba como su otra Mamá para todos ellos, los había visto nacer y crecer. . Y como siempre encontraba a Alfonso merodeando la cocina a ver qué hallaba y qué comer y ella exclamaba:

__“¡Y Dios mío, a este muchachito hay que emparentarlo con el mismito Gargantúa o Pantagruel! Su madre gozaba y a grandes carcajadas se llenaba de mucha gracia cuando miraba que comía y comía, así como jugaba y jugaba, o permanecía horas enteras leyendo en el jardín las poesía de Alfredito Espino, ese poeta bello pero naco y llorón al cantarle tan líricamente a la naturaleza, al campo, al cantarle bucólicamente con mucha ternura y color musical, entonces su madre caía en la cocina y casi como por encanto la cocina se llenaba de sabores, de alegrías de olores a guisos que su mamá preparaba, una maestra de los platos de la comida cotidiana, gracias de su paladar gustoso y parabienes en la mesa alimentando aquella bandada de pollos, todos en familia gozaban con esa algarabía de los cipotes que eran entonces...

domingo, 17 de julio de 2011

POESÍA INÉDITA DE LOS TRES ALFONSOS


Alfonso Quijada Urías, Alfonso Hernández, Alfonso Velis Tobar,
Imagen proporcionada por Alfonso Velis Tobar





POESÍA INÉDITA DE LOS TRES ALFONSOS





POEMAS INEDITOS DE ALFONSO VELIS TOBAR (1950)




¡Somos como la otra parte de tu sombra quijotesca!
Al hermano Quijadurias…




¡OH poesía la cantora de mi pueblo de mi vida y de la tuya! Fue bello aquel gozo de los Tres Alfonsos entre aquellos peligrosos días de poesía compartidos, en los momentos más difíciles, de zozobras, y angustias, trabajando por el pueblo, son tiempos de los escuadrones de la muerte, quienes como sabuesos perros Vivian merodeando hasta la misma sombra. Siempre supimos burlarlos con la muerte al acecho. Aquí estoy escribiendo de las cosas maravillosas y trágicas de la espada y la pólvora. ¡Del esplendor de la hierba de la rueca y el molino! De los misterios, del hartazgo, del detritus viviéndome a pedazos. ¡Cantando están en Guazapa y Morazán! ¡Que linda es la escabrosa y abismal vida que llevamos! ¡Demencial! ¡Torbellinica! ¡Y de muerte infernal! en estos cruentos días de guerra que enfrentamos! Ni el cofre apolillado con tus libros. Ni tus poemas perdidos. Ni tu vieja guitarra que trinas, ni tu vieja barba en el barrio de siempre. ¡En el Valle del Señor en Quezaltepeque morada a la que se regresa siempre! Tu espacio sin medida en su interior no hay quien lo rente. No hay nadie que lo habite. Solo más que tú sombra quijotesca, solo ella reflejada en el patio, entre la luz. Ni la tristeza misma. La Casa vacía. La sombra de la floreada Veranera llena de colores brillantes. Los pájaros que saludaban todas las mañanas. Escuchando tus canciones, la lluvia misma con sus tormentas y nieblas trazadas en tu pincel de colores abstractos y rostros humanos en tu eterna memoria. Entre los ecos del tiempo y los rugidos del viento. Entre las risas inocentes de niños correteando en el patio, sus hermosos ojos verdes. Que llevan el nombre de maravillosos poetas Nazin, Essenin, Fayad, Manlio, Alfonso, nombres de honor de poetas amigos. Aquí viene la ternura de Celia de Alfonso, Emmita Esperanza de Alfonso, Julita Deysi de Alfonso, tres mujeres, cuadros de valentía, jugándose una vida clandestina, junto al peregrinar de la Resistencia del pueblo que se enfrentaba contra el enemigo imperialista, enemigo que acecha con dólares de muerte. Sin olvidar jamás a la abuelita Carmen, al igual que la ejemplar “Madre” de Máximo Gorki correteando entre el enemigo, escamoteándose entre las manifestaciones, repartiendo y llevando el manifiesto a escondidas entre sus pechos. En el patio de la casa de infancia, el ladrido del perro. Que sale a tu encuentro, quien fiel te ladra, meneando la cola, se enrosca cariñoso entre tus piernas y zapatos mientras el aguaje nos baña. La brisa viene hacia mí. Desde la vegetación abundante del patio. También fueron bellas las horas rodeados de nuestros hijos, en una tarde de vinos con sus dedos frescos y entre la gran comilona del “Cusuco” a lo Gargantúa y Pantagruel y aunque somos bagres de la cerveza, pero eso sí, habladores, celadores de poesía y hablando y trabajando, aunque sea trabajo de hormiguita, con los anhelos de apoyar a como se pueda la revolución popular, es de jugárselas con el enemigo de hoy. Fueron momentos de novela que vivimos escribíviendo en el país que amamos con el alma en la mano que nos vio nacer. Gozando momentos de poesía, de libros, de vino y paladares de avestruz. Pero eso sí, primero siempre al pie de la lucha revolucionaria cada día, siempre trabajando. Pero cumpliendo las tareas encomendadas sin justificación alguna, contra vientos y mareas. ¡ Puesiesque Hermano!, donde te encuentres o donde nos encontremos, cada quien en su labor encomendada y aunque la guerra misma nos mantenga a la deriva de la muerte o de la victoria, para presencia y suerte de la vida. Como tú mismo dices. Aquí en este Pulgarcito de América todos estamos viajando regresando, como el escarabajo a su mismo hoyito. Pero aquí estamos con el ausente dolor de “Gonzalo” y para siempre en la memoria escribiendo y escribiviendo hasta lograr la fama (infame) del famoso apátrida. ¡OH poetas malditos y maravillosos!
Avt.1985. (De: “Poemas en prosa”)




Regreso al lugar natal




No seré el eterno extranjero en mi propia casa
Casa de infancia donde surgió el universo del sueño
Llena de sombríos recuerdos
Humores que desaparecen con el tiempo,
Solo quedan sus resplandores
Casa derruida abandonada vieja por el tiempo
Todos nos fuimos un día
Hasta aquel viejo árbol de anono testigo ocular
de la familia que habitamos esta vieja casa
Luego venir a contemplar por última vez
Está enferma morada ya cansada de llorar
Con sus mapas de moho en las paredes
Ocho ombligos enterrados en el patio
Bailando su son de niños locos,
Terribles huracanes y ventarrones
Aun ni el agua que corre
Torna hacia su manantial
Todo llega a su término
¡La vida de los hombres se pierde!
¡Como dejan huellas las aguas!
¡Que pasan a perderse en el mar!
¡OH que cosas! nacemos para morir
Es el tiempo el que nos consume
En todo caso salir un día es regresar
Al mismo sitio.
De: ¡Prodigiosa Blasfemia!




Diario de un poeta (II)



Hacia donde me llevas angustia henchida de pesares
Así me desespero en todos mis inviernos
Con sus árboles gastados por la nieve
Que a mares soportamos
Fiebres hasta en mi alma
Es que salgo a la calle el tiempo acosa
Una sirena paraliza el tráfico de emergencia
Entro al bar para libar unas dos cervezas a matar el tiempo
Recuerdo a papa escuchando canciones
De Lucha Villa y Pedro Infante allá en mi pueblo
Escucho unas cuantas melodías de Selena
Una muchacha sale al paso de repente
Se queja que no tiene comida para su gato.
Me compadece y doy lo único que tengo
Y pienso allá en mi país una madre se queja
No tiene leche para amamantar a su hijo
Ni el pan de la mañana para los otros que piden
Es cuando la noche trajo un encuentro triste con el alba
Así nos encontramos en la vida
Bajo los asombros diarios de toda mala noticia
Inviernos como estos tan duros, de muerte
Terremotos tempestades y grandes huracanes
Cegando tantas vidas los mares escapándose de su cause
Los ríos derrumbando hasta los puentes inundando ciudades y bosques
Yo no me quejo pájaro o ángel malvado que soy
Feliz vida para unos desdichada para otros
No me siento ningún desdichado por ahora
Pero ante estos perennes golpes
Que da esta perra vida.
Y al decir del hermano Alfonso Quijadurias:
“El hombre está condenado a soportar
Las piedras que le arrojan”.
¡Esta manera de soportar tantas pedradas!
¡Y del enemigo sí que saber esquivarlas ¡…
DE: “Prodigiosa Blasfemia” AVT/04/1





Si muriera mañana





Si la muerte viniera…
Y que me haga una espera
Ni he desempolvado los libros
Ni he silbado la canción preferida.
Miguel Huezo Mixco





Si por casualidad muriera mañana.
Quizás este mismo instante
Que escribo este poema
No llevo ni dejo nada
Ni petate en que pude caer muerto dejo
Ni dejo seguros de vida en dólares
No dejo herencias de familia
No llevo cargos de conciencia
libre estoy de pecados concebidos,
Que bañan de maldad el alma
Si muriera mañana lejos de mi patria
Mis huesos piden mi tierra
Mis cenizas echadas al viento
La voz desaparece la palabra queda
Vida que aprendiste a enfrentar
El poeta jamás deja la página en blanco
Ni se lleva la gloria que un día soñó
No todos los sueños han sido soñados
Soy el espejo roto de los sueños
Siempre fui un soñador al fin de cuentas
Pero deja su sonrisa, la huella de sus besos,
Deja sus libros que ama
en herencia su poesía
A quienes de su vino quieran beber
en su corazón felizmente recoger
Lucecita que siempre supo alumbrar
Cual candilito mechita de trapo
Que desparrama pocitos de luz
De su gran sabia humanidad. Avt./09


Entre Poemas inéditos de Alfonso Hernández
(1948- caído en combate, Nov. 1988)




DESPEDIDA



Al hermanazo poeta Alfonso Velis Tobar por enterrar las cenizas de mi Julia Daisy…




Nací en la ciudad donde el pabellón del rió flamea sobre el cielo,
El vuelo de los pájaros dejaba su huella,
Sueños escarchados en el dintel de la ventana
Y ella sonreía mientras las grullas bailaban en su cabellera.
Su esplendor me cautivaba
Sobretodo cuando acariciaba mi sombra
Que proyectaban las claraboyas del río.
Pero entonces vino la guerra y todo cambió,
Era el tiempo en que los lotos se yerguen con todo esplendor,
La luna mecía los bambúes,
Los plátanos silbaban la canción del guerrero,
Me despedí y el tiempo cayó con su tonelaje sobre los crepúsculos.
Pasaron los años, desde la montaña le escribí numerosas cartas
Que nunca supe si llegaron a sus manos.
El verano abrió sus persianas,
El tiempo pasó como un velocípedo,
Y me acostumbré a mirar entre el humo de la pólvora: el aire,
Los días, los calendarios de luna que volaban con su carromato.
La aurora recrudeció sus fulgores,
(¡Estás detenida en el tiempo!)
Los guijarros se metamorfoseaban hasta alcanzar la luz,
¿Dónde estarás cuando marche al próximo combate?
Nos queda la edad necesaria para cantar queridísima mía,
Como aquella noche en el abrevadero de caballos
Cuando la hierva sorbía el aire brevísimo de nuestra canción
Y desnuda corrías a paso de cigüeña sobre el agua
¿Qué puedo decir de tus ojos si ahora se me agotan en este banco
Donde escribo el poema ?…
En invierno como panecillos de arroz
Con castañas de aguas frescas,
Árboles de hierro circundan el paso del guerrero.
Mañana quizás estaré muerto
Y sobre mi tumba perdida, en la montaña,
La lluvia caerá con mis recuerdos.
Por el jardincillo de kioscos pasarás con el alba en tus ojos,
Los niños con sus flautas de agua recorrerán las callejas
En la fiesta del Tet, sin dejar huella del verano
Ni de la estación de los sauces…
Cuando los combatientes descendieron la montaña,
También emigraron las aves
Y dibujé tu rostro sobre el agua;
Al otro lado del puente vi. tu silueta junto a los bambúes,
Era tu mano en la mía Ano Nuevo Lunar
En la plenitud de los años
El día que nos despedimos…





POSTALITA A MI HIJO ESENIN




I

Las veraneras han crecido en los últimos meses,
En el jardín el sol juguetea con las flores,
Hay amarillas rosadas y multicolores,
A la sombra del platanar madre te arrulla
Mientras escampa el sueño en su regazo
Y los pollitos pían desgranando tu sonrisa de
cipote travieso.



II

Yo haré de cada pétalo un poema,
de cada canción un estanque de luz
Para que naden los pececillos del pensamiento,
En cada hoja volaré hasta la luna
Para pedirle un charquito de su brillante espuma.




III
CANCIONCILLA DE LOS NIÑOS DE CABAÑAS



Los niños estamos tristes
Porque ha muerto nuestro hermano,
Cayó enfrentando al esbirro
Que tiene pezuñas de odio.
Los niños estamos de luto
Porque murió nuestro hermano,
Los frutos que recogemos:
Fusil arpegio guerrero.
En cada pueblo una luz,
Una trinchera de flores,
Los niños estamos tristes
Porque murió el guerrillero





Poemas de Alfonso Quijada Urias (1940)




El Viajero




También he visto el polo donde los ventisqueros terribles y caóticos
Se lanzan a la altura rodando unos sobre otros.
Holderlin.




Estos ojos son de un muchacho que no ha viajado nunca,
Pasó en la casa solariega cuidando el viejo polvo,
Las flores de la abuela, la aventura del padre.
Este muchacho que no ha viajado nunca
Solo en el ancho océano suspendido en las hojas,
Ha tocado en su mundo de soledad y miedo
Viejos países, comarcas misteriosas que no ha tocado,
ni tocara viajero alguno.
Ha ido por el mar, por muchas islas,
Tocando las gaviotas y las focas;
Ha ido infortunadas mujeres lamentarse por los hijos perdidos;
Anclo en riveras cargadas de aromas,
En medio de la noche que dejaba en la piel un ardiente recuerdo.
El agua del mar despellejo su rostro; vio a sus compañeros
Morir uno a uno con los ojos bajos. Sus cabellos malvados
Señalaron las piedras donde duermen. Se dio por muerto
Junto a los cargamentos de cereales.
Despertó muchas veces junto al candil fatigado,
De noche se albergo en grandes malolientes.
Espero con Ximena que el coro de los gallos rompiera
el vidrio de la madrugada.
Estos ojos son de un muchacho que no ha viajado nunca,
Que no ha encontrado el sueño,
Otra vida más allá del cristal
Y las columnas trágicas,
Y escribe las mismas cosas amenazado por sus nervios
Que afilan un cuchillo de luz y de tinieblas.





Manchas de ruidos antiguos...




Manchas de ruidos antiguos en los rincones del patio: sombras
de la mentira tomando la forma de tu cuerpo y su lugar.
La luz te hace creer en todo lo que alumbra
o devela la sombra del monstruo que habita la penumbra.
Toda palabra quema,
ceniza será después, rescoldos de aquel fuego. Ruinas del
tiempo, escombros, hollín y polvo,
la efímera materia que fue la eternidad.
Pequeña llama inmóvil, rememoración de la desaparición de la
fe en la sorpresa.
Del aire impuro del mundo están hechas las palabras, su
círculo vicioso, toda pregunta es una piedra
que se lanza al agua cuyas ondas alejan la respuesta.
En corregir lo incorregible se te fue la vida, en buscar el error
y al tratar de borrarlo,
volverlo a cometer y la culpa otra vez de provocarlo.
Palabras, resplandores inéditos buscando su sentido
en lo sentido. En la ventana el rostro de la dulzura pensativa:
una sonrisa ciega, en toda ella las frases y los gestos que nos
son elementales. La fuerza que guía la mano en selva oscura, a través de la
página, hasta encontrar la máxima potencia. El ojo que descubre
lo invisible mientras crece la historia durante el sueño, la bestia echada
junto a la ropa triste del amor consumado,
todo aquello que amamos y por eso matamos lo más vivo
en nosotros.





Confusión (iii)




Te sorprende esta mañana la vejez, egoísta en tu pureza,
obligado a ser y estar,
a estar de pie en el centro de tu pecho con la boca cerrada,
abierta hoy por ensueño o ansiedad.
Un hombre no hace nada si no se aniquila a sí mismo
y vuelve al aire mismo de su honda raíz,
a la raíz que su nariz defiende con jubilosa audacia,
al origen donde el mundo es una sílaba que nadie aún pronuncia.
Respira, respira hondo hasta sentir el hambre en la boca del estómago.
Avanza evocando y convocando el antiguo ordenamiento,
lejos del torrente del cinismo cotidiano.
En silencio repasa el nombre de las cosas, las copas y las frutas,
más todo aquello que nos devuelve del tiempo, su excesivo imperio, su misterioso agravio,
el olvido que humilla la tentación de armar una obra maestra y su rostro de espanto.
Alguien en el jardín tan medioevo, crucifica la rosa de su razón,
otro mastica una cereza cuya sangrienta gruta dispersa la pasión.
Lejos de los negocios y la cátedra, del banco y la religión, lejos del mundo
y en el mundo, fiel nada más al temblor de tus manos ociosas,
miras correr los días como caballos que el miedo enloqueciera,
mientras repites a tientas la misma letanía de quien ha visto
cara a cara la desesperación y ganado con ello su propia salvación.
Nada somos sino la conciencia que se mantiene de pie
sobre la grata sensación que llámanos pasado.
Libertad e inocencia se alzan como vapores al alba,
Al tiempo como a los muertos le ha crecido las uñas y la barba.
Ahora que regresas a rescatar tu pasado y cumplir la promesa de escribir la historia de tu viaje,
sabiendo de antemano que la vida, es uno mismo y uno mismo los demás
Quien no se reconozca en el amor lo harán en la muerte,
en el amor que nos permite vernos en los otros con los ojos de Dios.

De “Confusión y otros poemas”