miércoles, 31 de enero de 2024

Invención de la Espera o Tejiendo expectativas y ausencias mientras pasa el tiempo

 

Carátula del libro «Invención de la espera» 2024


Invención de la Espera o Tejiendo expectativas y ausencias mientras pasa el tiempo

 

José Siles

Catedrático de la Universidad de Alicante. Facultad de Ciencias de la Salud. Alicante, España

 

 

El poeta salvadoreño André Cruchaga (Nueva Concepción, Chalatenango: 1957), cuya singladura por el mundo de la poesía se inició allá por la década de los noventa compatibilizando su faceta lírica -que acabaría convirtiéndose en algo fundamental en su vida- con su actividad docente y la gestión en instituciones educativas; ha sido capaz de dar a luz una vasta e impresionante obra cuyos ecos han trascendido fronteras geográficas, lingüísticas y culturales (sus poemarios han sido editados en diferentes países de distintos idiomas y variopintas culturas). Entre su amplia producción poética se pueden destacar: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996), “Roja Vigilia” (1997), “Rumor de pájaros” (2002),” Oscuridad sin fecha” (2006), “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (2009), “Viajar de la Ceniza” (2010), “Cielorraso” (2017), “Vacío habitado” (2020), “Estación Huidobro” (2021),  “Lejanías rotas” (2022), “Noción de la extrañeza: Antología poética (1988-2018)” (2022),  “Metáfora del desconcierto”(2023), “Camino disperso” (2023), etc.

A estas alturas tengo claro que Cruchaga es uno de los autores más prolíficos que conozco (su amplia obra lo corrobora), pero, además, el salvadoreño acostumbra a dotar a sus poemas con una hondura poco habitual en el panorama poético actual y que en alguna ocasión he llegado a calificar de “radical”[1]. Su originalidad, tan natural que deslumbra casi sin querer, confiere a sus versos (y a su prosa poética) la trascendencia desnuda en sí misma, sin abanderamientos tendenciosos ni artificios baldíos, de los grandes escritores que no necesitan mutilar la realidad para hacer más fácil la comprensión de las contradicciones de la vida. Así, en su dilatada obra, nos damos de bruces con poemarios que, respondiendo a diferentes temáticas, mantienen con atino y severa pertinencia el rumbo de una nave lírica cuyo patrón tiene claras las coordenadas que tiene que seguir para alcanzar siempre el mismo destino, un puerto conocido de antemano solo en el plano onírico, pero revelado durante el proceso de escritura que ha dado lugar a tantos vástagos poéticos. De ahí la necesidad de escribir de Cruchaga: no puede vivir sin reiniciar, una y otra vez, el mismo periplo que le ha de llevar siempre a la misma dársena, un fondeadero donde pueda, al fin, anclar su existencia navegante.

He tenido la inmensa suerte de leer con profusión a Cruchaga. Sus poemas, casi siempre escorados a la prosa poética, jamás me han dejado indiferente y a estas alturas he de confesar que mi creciente interés por su obra estaba vinculado al hecho de que me resultara imposible quedarme impasible ante la lectura de una poesía en la que me sentía como en mi propia casa; sí, una lectura que reflejaba en gran medida lo que yo siempre he intuido que constituye la esencia de la poesía. Tal vez por este seguimiento contumaz de la obra de un poeta como Cruchaga al que he calificado en otras ocasiones como referente de la poesía “humanista sensorial”, y tras diferentes interpretaciones sobre la misma, creo que por fin, con la lectura de “Invención de la Espera”, he llegado a descubrir, al menos en parte, la nucleogénesis que constituye su proceso creativo. Pero vayamos en primer lugar al sugestivo título de este nuevo poemario.

La espera —su invención— como título que preludia una temática, supone un reto a la imaginación de los lectores: ¿Qué es la espera y qué o a quién se espera? El irlandés Samuel Becket (secretario de James Joyce) a mediados del siglo XX, escribió Esperando a Godot, un personaje que nunca llega a presentarse mientras sí que hay otros personajes que lo esperan con más o menos paciencia, a la vez que se agranda la sombra de una ausencia (lo que no acaba de llegar) (Becket, 2015). No se sabe para que lo esperan ni parece importar, pero mientras el tiempo pasa, la espera -y por tanto la ausencia- va adquiriendo protagonismo y, al mismo tiempo, perdiendo sentido. Cruchaga propone la Invención de la espera para que esperemos algo, tal vez aguardando la llegada de la felicidad, el amor, un amigo, la enfermedad o la muerte (que sería el final de la mencionada espera). Analizando algunos de los poemas integrados en Invención de la espera podemos hallar algunas pistas sobre el enfoque del autor respecto a la espera.

En He abierto los ojos, la espera es sumamente incómoda y se evidencia a través de la autocontemplación: “(…) Es torpe el frío frente al espejo degollado de la espera (…)” (Cruchaga, 2024.114); por otro lado, en Todo pasa, Cruchaga parece advertirnos sobre la futilidad de toda espera: “(…) La vida supone una espera desheredada (…)” (Cruchaga, 2024, 115); Asimismo, en Casi comedia este pasado, se nos advierte de las bajezas y pobreza de la espera:” (…)  la espera, al cabo, es infame embriaguez, indigencia (…)”.  (Cruchaga, 2024, 118); por último, en Infructuosidad, el poeta nos previene de que, en realidad, todos somos víctimas de la espera: “(…) De alguna manera fuimos «víctima de la angustia, del que espera de súbito que todo se haga luminoso» (…)” (Cruchaga, 2024, 125). En definitiva, Cruchaga nos dice que hay que abrir los ojos para percatarse de que todo pasa, todo…menos la espera.

En reseñas previas sobre su obra he sostenido que el cruchaguismo se caracteriza por el mantenimiento de unas constantes o líneas maestras que se manifiestan, por un lado,  en cuanto a recursos propiamente literarios: la sinestesia (polisensualismo), la metáfora, el simbolismo, la sensorialidad transversal, etcétera; y, por otro lado,  persistencias derivadas de su particularismo literario que incidían en el anclaje de su poesía en diferentes caladeros estéticos[2]: creacionismo (Ahí están sus reiteradas referencias a Huidobro e incluso su poemario titulado “Estación Huidobro”)  o ultraísmo (aunque no de forma epidérmica, pero en el sustrato de la obra cruchaguiana aparecen vetas borgianas y, sobre todo, urgencias por innovar para erradicar cualquier obstáculo que se interponga en el advenimiento del futuro y en la sensorialidad poética empleando la metáfora como arma principal), surrealismo (la propia sinestesia es una declaración de surrealismo en cuanto hace hablar materia inerte y subleva el orden y organización funcional de los sentidos, tal como ciertos ecos de la etapa surrealista de Alexandre que se dejan translucir en parte de la obra cruchaguiana), absurdismo (al igual que sucede con Huidobro, César Vallejo es otro gran referente en la poesía cruchaguiana que fluye sin pausa entre la angustia y el absurdo) (Matas Moreno, 2007). Podríamos seguir estableciendo diferentes vínculos con otras tendencias, pero resultaría redundante y poco práctico porque con lo expuesto hasta ahora es suficiente para obtener una imagen o impresión de la complejidad y magnitud de la obra de André Cruchaga; además, en esta poesía el autor respira una libertad hermenéutica tan abierta al holismo experiencial y sensorial (el todo del poema no es equivalente a la suma de sus versos) que resultaría casi imposible que el sugestionado lector no se “contaminara” y acabara identificando paralelismos y perpendicularismos entre la obra cruchaguiana y diferentes (y tal vez aparentemente incompatibles)  coordenadas estéticas.

Volviendo a la nucleogénesis, al análisis de la motivación esencial de André Cruchaga, aquello que le impulsa a escribir de la manera que lo hace, creo estar en condiciones de lanzar algunas hipótesis que, aunque no descabelladas, sí que emanan tanto de mi subjetividad, una subjetividad socializada,  habitus o conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales puedo percibir, sentir  y actuar en una realidad dada tal como es el caso del mundo representado en la poesía cruchaguiana y particularmente en “Invención de la Espera” (Bordieu, 2012). A nuestro entender, son tres las líneas maestras sobre las que se vertebra la obra y el auténtico leitmotiv de André Cruchaga: las limitaciones perceptivas del ser humano, las limitaciones y potencialidades del lenguaje para interpretar y describir la realidad, y, por último, las dificultades para entender de forma clara y definitiva el sentido de la vida.

ü La percepción de la realidad como primera limitación del ser humano

Cruchaga también percibe, siente y actúa según su propia subjetividad, una subjetividad consciente de la incapacidad del ser humano para percibir el mundo en su enredada integridad, dado que estamos limitados a un reducido catálogo de posibilidades sensitivas: colores, sabores, olores, tactos y sonidos. En “Invención de la Espera” (2024) (por supuesto, también en su obra anterior), Cruchaga vuelve a insistir en la necesidad de pulverizar las limitaciones sensoriales mediante el recurso poético:

Sobre el olfato:

En Eventualidades nos damos de bruces con un poema donde las parábolas   tienen cierta fragancia: “(…) Nada inventamos después del hedor del aroma de las parábolas (…)” (Cruchaga, 2024, 87); Asimismo, en Única conquista, el lector se encuentra con el dolor que le provoca al poeta la inodora naturaleza de los recuerdos  “(…) y ya no hay sed en el pecho, ni olor en el recuerdo (…)”(Cruchaga, 2024, 31).

Respecto a la vista:

 En el poema que da lugar al título del poemario: Invención de la Espera, el poeta refleja la necesidad de percibir visualmente el alma en toda su magnitud: “(…) Para darle sentido a la propia defunción, intento sin vaciar mis ojos, otras maneras de ver el absoluto de su alma (…)” (Cruchaga, 2024, 7).

En Petición, Cruchaga deja constancia de su anhelo de visualizar la sangre tras la batalla y los temblores del mañana: “(…) luz para ver el hilo de sangre de la batalla, el temblor de mañana (…)” (Cruchaga, 2024, 91).

En el poema En la distancia: el poeta barrunta que solo se ve lo que no se puede ver: “(…) supongo que solo nos quedan los ojos para ver la penumbra (…).” (Cruchaga, 2024, 117).

Acerca del Tacto:

En el poema Ventana de entresueño el poeta ahonda en la sensualidad sinestésica: “(…) Hay días en los que mis pies no tocan el alba (…)” (Cruchaga, 2024, 71).

Asimismo, en Eventualidades, el autor expresa sus sospechas sobre la veracidad de lo que se percibe a través de los sentidos: “(…) Acaso clamor en el falso tacto de los sentidos (…)” (Cruchaga, 2024, 87).

Mientras en Viajeros impertinentes y Un Hombre camina, Cruchaga se centra en el tacto para volver al recurso polisensorial: “(…) A través del ramaje de la ropa sudada, el pecho toca la cabeza del lenguaje desvelado (…)” (Cruchaga, 2024, 131);  “(…)A mi alrededor pasan los ciegos con el aroma de un flor en sus manos y tocan la felicidad de mi tristeza(…)”. (Cruchaga, 2024, 74).

Sobre el oído:

En los poemas Certezas y Juego extraño el poeta retorna de nuevo al abordaje sinestésico combinado con dosis ajustadas de absurdismo: “(…) Un túnel sordo oye mis cansancios, la piedra con la que tropiezo, la falsa sonrisa con la que espera el alma (…)” (Cruchaga, 2023, 20); “(…) El rastro que dejan las máscaras de agua y que usted oye (…)” (Cruchaga, 2024, 28).

En Semblante de la ira, el poeta se lamenta y revuelve ante el acechante cerco que la existencia, en forma de enfermedad, depresión, infortunio, va estrechando, tal vez, en torno a una joven a la que correspondería vivir una fase de esplendor: “(…)  Jamás entendí el río de sombras en su joven carne, ni qué moría en su pecho, al escuchar el ojo de agua tibio en su ingle (…)”. (Cruchaga, 2024, 44).

En torno al sabor:

En el poema Solo este tiempo, el autor se queja levemente respecto a la fugacidad de la vida y el tiempo que se nos pasa dejándonos un sabor a fruta inmadura que repercute en el lenguaje: “(…) En realidad no hay otro tiempo sino este que se escapa y nos deja un sabor tetelque en las palabras. Un sabor de sintaxis desfigurada (…)”(Cruchaga, 2024, 85).

 

ü Las limitaciones y potencialidades del lenguaje para interpretar y describir la realidad: el reto asumido por André Cruchaga

Es lógico pensar que, si no se dispone de capacidades perceptivas para interpretar la verdad, la realidad (Lyotard, 2000)[3], el lenguaje, que es el principal instrumento mediante el que el hombre fue catalogando el entorno a su alcance perceptivo para poder pasar del caos (desorden) al cosmos (orden), también estará afectado por esas limitaciones.  Ante esta situación de impotencia, la poesía en general y la lírica de André Cruchaga en particular, empoderan al lenguaje revistiéndolo con una fuerza que trasciende lo perceptivo: la imaginación creativa y el mundo onírico como medios para superar las limitaciones sensoriales, aunque sea mediante quiméricos espejismos surgidos de una inspiración creativa febril donde el instinto, la hermenéutica desnuda de dogmas y la genialidad conforman el triángulo de una transgresión presentida.

Para Siles, Cruchaga, consciente de que el lenguaje es dependiente de las percepciones, de los sentidos, se revela contra las limitaciones transitivas del lenguaje explorando formas expresivas que superan la capacidad de lo sensorial (Siles, 2019). De ahí la importancia del polisensualismo, la sinestesia y de enfoques poéticos como: absurdismo, creacionismo, ultraísmo, surrealismo, etc. Uno de los recursos esenciales para la poesía cruchaguiana ante las restricciones del lenguaje es el empleo de metáforas que hacen fluir las palabras y dinamizan las expresiones mediante idas y venidas de una a otra parte explorando el universo poético para establecer puntos de balance comparativo, una especie de cotejo que evidencia el carácter proteico de su obra. En invención de la Espera se pueden encontrar diferentes referencias a la labor infructuosa del lenguaje:

La zozobra lingüística -en cuanto a su incapacidad para superar las limitaciones del tinglado perceptivo- también es productiva en este caso para Cruchaga: Así, En Ebriedad del ahogo, vemos como: “(…) Se abren al polvo los miembros absortos. Vómito que nunca deja mancha. Desprendidos trozos del cuerpo (…)” (Cruchaga, 2024, 25).  Mientras en Solo tengo presente: “(…) Todo me habla desde el lenguaje arrancado a los muertos (…)” (Cruchaga, 2024, 35); o en Búsqueda del olvido  “(…) la lluvia del oprobio elevada a lenguaje (…)” (Cruchaga, 2024, 43). En Cábala irreal dota a los pájaros de lenguaje y sentimientos “(…) Entonces valen la pena los pájaros sobre el estanque de la rosa. Vale la almohada en su lenguaje de ternura (…) (Cruchaga, 2024, 77). En Instantes del sopor, Cruchaga explicita la ineptitud rancia del lenguaje: “(…) Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los peces, confuso, para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el moho (…)” (Cruchaga, 2024, 100).

Otra de las estrategias del poeta para superar las limitaciones del lenguaje y las contradicciones existenciales estriba en el uso de la dialéctica. Así, por ejemplo, podemos observar en Invención de la Espera como proliferan expresiones contrapuestas que despiertan sentimientos que tienen su parte de yin y su porción de yang. Uno de los ejemplos de esta dialéctica poética la encontramos en dos poemas que tratan sobre el olvido: Búsqueda del olvido y Resistencia al olvido.

En el pensamiento de Nietzsche hay una valoración del olvido que se refiere a una reflexión sobre los seres vivos y su funcionamiento: el olvido es una condición para el buen funcionamiento de la vida en tanto el peso del recuerdo puede transformarse en algo aplastante (Nietzsche, 1999). Borges en su “Funes el Memorioso” describe la vida de una persona que está tan atribulada por los recuerdos (lo recuerda absolutamente todo) y que no tiene tiempo en todo el día para nada, ni siquiera para dormir, sólo puede dedicarse al ejercicio evocatorio (Borges, 1988). Cruchaga, poeta cuya vida andará colmada de evocaciones, se siente atraído por la memoria y la necesidad de recordar…al menos tanto como por la desmemoria y el salvífico recurso a la amnesia y al olvido. Es este, el del olvido o la evocación, un tema especialmente delicado para los poetas. El poeta salvadoreño afronta el olvido de una forma dialéctica en “Invención de la Espera”, tal como se ha señalado anteriormente, nos topamos con dos poemas complementarios que sintetizan la sustancia de un cruce: Búsqueda del olvido y Resistencia al olvido.

En Búsqueda del olvido, Cruchaga explora la sensación de querer olvidar y dejar atrás ciertos recuerdos o experiencias dolorosas. El poeta expresa su anhelo por encontrar pequeños fragmentos de memoria que sean inalterables, como muros que puedan protegerlo del frío emocional. El verso "esa suerte de plegaria en la sangre cuando ya fenece" muestra la búsqueda de consuelo o alivio en momentos de desesperanza. El deseo de una mirada y la imagen del "trompo de girasol maullando sobre el pasto de los ojos" sugieren la necesidad de conexión y afecto en medio de la desolación. El poema continúa describiendo la sensación de quedarse en los rincones de algún bostezo, lo que podría significar una sensación de estancamiento o monotonía. Los "recovecos de espina de mi casa" y los "estrépitos de gato en celo" crean una imagen de cierto desasosiego.

Búsqueda del olvido: Alguien desde el olvido, añora pedacitos imperturbables/ de memoria, muros abruptos para preservar o detener el frío, /esa suerte de plegaria en la sangre cuando ya fenece/ el aire en el umbral de la puerta y solo queda el deseo/ de una mirada, el trompo de girasol maullando sobre el pasto de los ojos (…) /  Después solo me quedo en los rincones de algún bostezo:/nada nuevo en los recovecos de espina de mi casa/ y sus estrépitos de gato en celo (…)” (Cruchaga, 2024, 45).

En Resistencia al olvido, el poema presenta una actitud de entereza ante el olvido. La referencia a la resistencia de rodillas sugiere un esfuerzo constante por no dejar que los recuerdos se desvanezcan por completo. La noche en ascenso y la claridad extraña del desencanto evocan sentimientos de desilusión y confusión. El poema continúa con una imagen de agua confundida y meses desbocados, lo cual podría simbolizar el paso del tiempo y la sensación de estar atrapado en una corriente caótica.

Resistencia al olvido: “(…) De rodillas aquella resistencia al olvido/ La noche en ascenso, como la claridad extraña del desencanto, /como el agua confundida de los meses desbocados:/aterido me pierdo en los vagones del ansia/de una esperanza de aullidos, /en vagones de ojeras que cuelgan, lánguidos, /de un grito de garlopas fruto del viento enloquecido (…)” (Cruchaga, 2024, 9).

Ambos poemas exploran la temática del olvido y la búsqueda de consuelo o resistencia frente a la pérdida de recuerdos o experiencias significativas. Presentan imágenes evocadoras y emotivas para transmitir la complejidad de estos sentimientos. Tal vez la obra de Dalí “Los relojes Blandos o La persistencia de la memoria” (1931) expresa de alguna forma la dialéctica poética de Cruchaga sobre la memoria y el olvido mediante la pintura metafórica: Mientras que los relojes se derriten, no perduran (el olvido); el paisaje marino, la rama de olivo o el mueble sí resisten el paso del tiempo (la persistencia del recuerdo).

Pero el lenguaje no solo tiene limitaciones, también posee potencialidades; es decir recursos que son desarrollables en determinadas condiciones para superar, por ejemplo, la caducidad del lenguaje científico ante nuevos hallazgos como el fenómeno cuántico o la inteligencia artificial. El lenguaje poético tiene potencial para superar el lenguaje científico dada su funcionalidad no pragmática, sino estética y se mueve como pez en el agua con la eclosión del absurdo dado que como señala Cohen (1973) se trata del absurdo creador de un sentido diferente, extraño que rompe la cadena causal y juguetea incesantemente con lo ilimitado. En el mismo sentido se expresa Michel Houellebecq (2006) afirmando que el lenguaje poético es un recurso especialmente pertinente que supera al lenguaje científico para describir conceptos abstractos y complejos.

En la poesía de Cruchaga encontramos desarrollada esa potencialidad del lenguaje poético que le permite que sus poemas siempre vayan más allá de lo predeterminado como lógico. Así, en el poema Levedad, Cruchaga nos avisa de la proteica naturaleza del lenguaje que es, simultáneamente, esclerosis de la palabra y torbellino avasallador: “(…) Lo que tenemos en las palabras es una especie de esclerosis como fuerza plural de un torbellino avasallador. A ratos somos solo un enloquecido minuto de la muerte, ese polvillo del lenguaje que se enreda en los dedos y que nos opaca los pensamientos (…)” (Cruchaga, 2024, 88); o el poeta confiesa su esfuerzo por transgredir las limitaciones del lenguaje en Instantes del Sopor: “(…) Uno tiene que inventar ventanas para desarmar la niebla en los ojos (…) Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los peces, confuso, para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el moho (…)” (Cruchaga, 2024, 100).

 

 

ü La dificultad para entender de forma clara y definitiva el sentido de la vida.

 

Por último, vamos a tratar una temática universal en el mundo de la poesía: el sentido de la vida. Ya Heidegger recurrió a la poesía para lamerse las heridas provocadas por su hiriente afirmación sobre lo absurdo de la vida en El ser y el tiempo: “El hombre es un ser arrojado a la vida para la muerte”; lo que provoca una desesperanza  lacerante que quizás solo tiene remedio mediante los meta-relatos religiosos y,  sobre todo, a través del absurdismo e incluso el creacionismo poético (Siles y Solano, 2007).  

André Cruchaga comparte con Heidegger esta preocupación existencial (lo ha testimoniado a lo largo de su obra poética) y en Invención de la Espera, como no podía ser menos[4], presta gran atención a la muerte, pues es este un tema recurrente que nunca ha rehuido y sobre el que ha mostrado siempre gran interés; así en Campana sumergida: “(…) Alguien desde su muerte desdeña la ternura, mientras muerde la cueva de larvas de la mudez (…)” (Cruchaga, 2024,8), describe como la muerte despoja de sentimientos y voz al difunto. Asimismo, en Al punto de la nada, el poeta explora las posibilidades del descanso o el nirvana que nos regala la muerte: “(…)  No quiero esta eternidad de abismo,/ni la reiteración de la fosa./No el miedo a la noche que empieza a hacerse negra,/no al frío amargo que se posa sobre el césped o la piedra,/no a los ojos abatidos,  arrodillados en el vacío de lo desandado,/no al silencio hundido en las manos./No a este césped de oscuridad que cubre el cuerpo./Aquí el preludio de un pájaro sin alas, al punto de la nada./Una muerte infinita que se recuesta en el pecho./Una fosforescencia negra que rompe de tajo los relámpagos (…). (Cruchaga, 2024, 14).

En Porción de mi sangre el poeta confiesa que la espera de su fin ocupa buena parte de su vida y su pensamiento: “(…) Ayer y ahora, la espera viva de la muerte. Sus huesos. / El retrato cerrado sobre la carne helada de las fechas. / La espera sombría en este cuarto donde los perros cada día, /estrenan su aullido, o su inalterable servidumbre (…)” (Cruchaga, 2024, 26). Por último, para no prolongar más este apartado dedicado a la preocupación más universal del ser humano: el paso de la existencia a la nada, el poeta salvadoreño nos presenta en Después de todo, una visión panorámica desde el féretro: “(…) Permanezco con mi garganta raída de llagas. / Pienso en laúd abisal de huesos en lo profundo de la muerte de una lágrima. / Bajo la tierra estaremos rotos en la asfixia de un féretro (…)” (Cruchaga, 2024,111).

Como conclusiones tras la lectura de este nuevo poemario, lo primero que se puede afirmar es la pertenencia o parentesco de “Invención de la espera” con la obra anterior de André Cruchaga, pues se mantienen los aspectos más significativos que distinguen la poesía del poeta salvadoreño. Estos pilares sobre los que se erigen los poemas cruchaguianos responden a unas características estilísticas y temáticas que el autor domina con una genialidad que puede llegar a resultar desconcertante para quien no esté familiarizado con su obra. Una obra que no nos atrevemos a incluir exclusivamente en una sola tendencia, pues Cruchaga dinamiza su poesía de tal forma que lo mismo encontramos en el sótano de sus poemas yacimientos de corte surrealista, que estratos de puro absurdismo o creacionismo. En todo caso, la poesía de André Cruchaga es transgresora y su lenguaje mantiene una rebeldía que lo aleja de los remansos donde fluyen la poesía autocomplaciente y los estereotipos fijados por las diferentes tendencias o modas poéticas cómodamente establecidas y reconocidas.

Sí podemos constatar, además, que la poesía que Cruchaga nos presenta en “Invención de la Espera” es dialéctica (pues está cómoda, o aparenta estarlo, con las contradicciones), sinestésica (dota a los sentidos de un cierto caos ordenado) proteica (su dinamismo confiere una vivacidad vertiginosa a los poemas), metafórica (el autor reincide en el empleo generoso de las comparaciones), y, por supuesto, simbólica (pues los poemas cruchaguianos respiran símbolos).

En definitiva, en Invención de la espera Cruchaga trata sin condescendencia la condición humana y las complejidades de las relaciones interpersonales. Sus versos exploran la fragilidad de la vida, el paso del tiempo y la búsqueda de significado en un mundo efímero y casi siempre perdido en la confusión. Se trata de una exploración que recorre el paisaje donde se ubican los temas más universales y existenciales. Además, la musicalidad y el ritmo de la poesía de Cruchaga son notables. Sus versos fluyen con armonía y cadencia, creando una experiencia poética que va más allá del significado literal de las palabras y que, sin duda, provocará resonancias emocionales en los conmovidos lectores que vayan a tener la fortuna de leer este poemario.

 

 

 

REFERENCIAS

Becket, S. (2015). Esperando a Godot. Barcelona: Austral.

Bordieu, P. (2012). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.

Borges, J.L. (1988). Funes el memorioso. Buenos Aires: Arcadia.

Vallejo, C. (1973).  Obra poética completa. La Habana: : Casa de las Américas.César Vallejo, 2ª ed. México/Madrid/Buenos Aires: Siglo veintiuno.

Cohen, J. (1973). Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos.

Cohen, J. (1982). El lenguaje de la poesía. Madrid: Gredos.

Cruchaga, A. (2014). Viaje póstumo/ Viatge pòstum. El Salvador: Imprenta Rilcadone.

Cruchaga, A. (2020) Vacío habitado. El Salvador: Teseo.

Cruchaga, A. (2024) Invención de la espera. Miami (USA): Editorial Dos Islas.

Houellebecq, M. (2006). El mundo como supermercado. Madrid: Anagrama.

Lemaítre, J. Monique (2001), Viaje a Trilce. México: Plaza y Valdés.

Lyotard, J.F. (2000). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra.

Matas Moreno, J.Mª. (2007). César Vallejo entre la angustia y el absurdo. Salina: revista de lletres, 21, 127-136.

Meo Zilio, Giovanni (2002), Estilo y poesía en César Vallejo. Lima: Universidad Ricardo

Nietzsche, F. (1999).  Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Madrid:  Biblioteca Nueva.

Siles González, J. (2015). Viaje Póstumo/ Viatge pòstum (Reseña). Cultura de los Cuidados, 19, (41), 171-172. Disponible en: http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2015.41.21

Siles, J. & Solano, C. (2007). El origen fenomenológico del “cuidado” y la importancia del concepto de tiempo en la historia de la enfermería, Cultura de los Cuidados, 21, 19-27. https://doi.org/10.14198/cuid.2007.21.04.

Siles, J. (2017). Cruchaga,Cielorraso, la poesía sinestésica de André Cruchaga [Cruchaga, André (2017). Cielorraso. Colección Palabra de Alto Riesgo. El Salvador: Editorial Otoniel Guevara]. Cultura de los Cuidados, 21(48), 245-246. Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2017.48.27

Siles, J. (2019). Reseña de “Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda de un lenguaje aprehensor del sentido/ sin sentido de la existencia”. Cultura de los Cuidados, 23(55), 305-312.  Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2018.54.27

Vallejo, César (1975), Obra poética completa.  La Habana: Casa de las Américas.



[1] “(…) Una radicalidad (de raíz, de profundidad, de ignota trascendencia) que confiere un gran calado al conjunto de la obra. Efectivamente, leyendo cualquiera de estos poemas al azar, el lector podrá confirmar tras su detenida lectura la persistencia de una estética que trasciende y aglutina la diversidad temática en cualquiera de ellos. Tal como afirmamos cuando escribimos la reseña de Cielorraso: “(…) Cruchaga no se ampara en la supuesta sencillez del fenómeno sujeto de su acción poética, sino que su indagación profundiza en las raíces siguiendo todas las vías posibles del ser poético…,ser que observa, siente, huele, ama, odia, toca, disfruta, sufre y, sobre todo, respeta la esencia del sentimiento (Siles, 2019).

[2] “(…) Etiquetar a los poetas según las características de sus obras no es tarea sencilla y, muchas veces resulta artificioso, pero en el caso que nos ocupa es aún una tarea mucho más ardua. También es posible escudriñar las influencias de otros poetas y otros movimientos: modernismo, surrealismo, creacionismo, ultraísmo, etc. En este sentido, Cruchaga admira y ha leído a muchos poetas y seguramente tendrá influencias de muchos de ellos, pero es difícil que se reflejen en su poesía de forma evidente. Vicente Huidobro es uno de los poetas cuya influencia sí se puede atisbar nítidamente en el trabajo de Cruchaga. Huidobro equiparaba el arte poético al ejercicio divino pues éste rezumaba la libertad y la pulsión creadora (…)” (Siles, 2019, 307).

[3] El posmodernismo que ha hecho caer a la ciencia en un relativismo radical rechazando no solo los grandes mitos, religiones y fábulas que explicaban los grandes misterios para mantener al hombre con una mínima dosis de certidumbre sobre la tierra: cosmogénesis, antropogénesis, enfermedad, dolor, guerra, muerte, vida, etcétera (Lyotard, 2000); sino que también, desde estos presupuestos posmodernistas,  se refutan los logros científicos colocando a la ciencia en el núcleo de la impotencia del ser humano para observar e interpretar la verdad. Ante esta fragmentación y disipación cultural y científica, el lenguaje, además de sufrir las limitaciones derivadas de las sesgadas capacidades perceptivas, debe asumir la descomposición abocado al relativismo posmodernista.

 [4] En “Vacío habitado” encontramos múltiples referencias a la muerte: “Así, en “Féretros” el poeta vislumbra con el sosiego de los sabios cautos la irreversible llegada del porvenir: “Siempre me ha cautivado la madera al poniente de mis zapatos. /En el callejón sin salida de la tumba, /las honras fúnebres del océano. /Y la turbiedad de los espejos (…)” (Cruchaga, 2020: 54).

En “Cada día la muerte”: “Sube a la memoria el prensapapel de los ataúdes. / Todo está escrito, allí, después de todo en la respiración (…)” (Cruchaga, 2020); se aprecia la preexistencia del final desde el primer aliento vital, pero no como un drama, sino más bien como la constatación de una realidad que todo el mundo necesita soslayar para seguir su camino con cierta higiene diaria (Siles, 2019).


jueves, 22 de junio de 2023

REALIDAD Y SUEÑO: San Salvador en su pecho. Desolación y sentido de la sospecha.

 Prólogo a «UMBRAL DE LA SOSPECHA»



«UMBRAL DE LA SOSPECHA»


REALIDAD Y SUEÑO: San Salvador

en su pecho. Desolación y sentido de la sospecha.

 

Gladiator in arena consilium capit ─El gladiador toma su decisión en la arena─, máxima con que André Cruchaga Chalatenango, El Salvador, 1957, desguarnecido ante la acción de quienes tienen el control en el pulgar, pareciera acometer el desafío de la aridez que para él constituye esterilidad en la quimérica trama del devenir de un territorio que no le es ajeno: «San Salvador en mi pecho», declara como título en uno de los poemas. Su palabra más que armadura, es lanza arrebatada al tiempo adversario y a las visiones antagónicas y advenedizas que se burlan del duelista apiñadas en las gradas del coliseo de la vida, mientras el sueño de un país, San Salvador en su pecho, se proyecta de principio a fin en Umbral de la sospecha y así lo vuelca en una de las proverbiales endechas de la obra, “Días infames”: Vivimos días de cruces y espejos infames: siempre tuve claras/ mis premoniciones sobre el país que tenemos.

 Asidua espectadora, incluso pertinaz hermeneuta, asisto en cierta largura al tiempo de este gladiador apostado en la arena de las páginas que lo embisten; desnudas, pero temibles como miríada de adversos imponderables en las que se hace menester plantar batalla al menos con el fervor de las palabras, con la exaltación, la vehemencia que exhibe nuestro émulo. Y en este UMBRAL el sentimiento de impotencia encarna la arena regada con sangre, sangre que previene su compatriota Dalton: “Mis venas no terminan en mí, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos.” Yacen también allí las venas de Cruchaga, su poesía de vuelcos que no son otra cosa más que un revelarse al mundo: la sospecha ante el auditorio, la misma a la que podría referirnos Ramón Ferrera: “el fantasma que debía ser yo vuelto de espaldas a la luna”[1]. Pero un poeta es siempre un fantasma que se desdobla entre el ser y la palabra. Tal vez el primer poema del libro “Eternidad de la sospecha” en que el autor desgrana versos como Nunca sé si es el agua o la piedra en el tobillo/ la que muerde la última eternidad de las equidistancias, conduce por veredas de esa misma dualidad; senderos que se ampliaban en un tremor de hojas mecidas por la borrasca del tiempo que ha servido de cobijo a la observación, y esta mascarada que pareciera acecharle cuando intenta descubrir al contendiente milenario que expone el cuerpo teñido con sangre de rémoras ante el coliseo; cuerpo poético, cuerpo fantasma, coliseo país; país que le estremece y le conmina a la contienda, esa en que Nadie puede resistirse a los cuchillos de fuego de este mundo, ni al sollozo que nos aprieta en su extenso vientre, como señala en “Experiencia mortuoria”.

 Múltiples las ocasiones en que, en el intento de descifrar a Cruchaga y otras en las que decidida al deslizamiento por los canales de su metáfora incisiva, profunda y avezada (a mi modo de ver, comando para toda su misión escritural), presiento que en gran suma su obra viene a dar fe de una profusa saga (defiendo mi tesis: toda ella) hospedada bajo el título de uno de sus libros: Oscuridad sin fecha. Porque un creador lleva en los hombros el peso del enigma, de todos los enigmas, y el autor que aquí procuramos en franca batalla, les carga como armazón invisible que, en Umbral de la sospecha, palpable despliegue de madurez, no sólo como escritor, sino como avezado observador de las quimeras que en la diligencia de su discernimiento para auscultar el duelo entre la sangre y el alma, adquieren fuerza de una renovada representación:

 

La desnudez es incurable frente a un país de alambradas

constantes y a una tierra febril, incurable, petrificada. (Tierra febril)

 

Podría citar versos y versos como estamentos; casi concatenaciones que, dispersos por el cuerpo del libro, van dando cuenta del trágico entorno: En la ciudad ciega, mis ojos que orean las aceras del despojo. (Solo mi palabra); El miedo rechina en la boca igual que el olvido. (Imaginario oscuro); Esta tierra que ennegrece mis ojos (Parpadeo prolongado); En los zapatos, aquel oleaje de muertos, la sal derretida en la ropa (Esencia de la carcoma); Nunca he olvidado aquella antigüedad de la luz y el ocote/ cerca de las rodillas y los ojos mitificados de lo sombrío. (Sedición de la locura); Hoy meto el mundo en mis ojos, el mundo crudo del barniz/ de los almacenes de la hojarasca y sus ventrílocuos / y sus esquinas de aserrín. Y su miserable desvelo. (Exaltación externa); Este tiempo de sombras del país,/ muerde el poniente y disgrega la respiración sin reparo (País vivido); Uno pretende evitar las conjeturas,/ también la pérdida de la brújula y su bitácora desgreñada. (A veces la fatiga). De esta manera desgranándose en todo el poemario la inquietud que con la espada filosa de su pluma, más que el umbral de una sospecha, ha pasado a ser perforación en el vientre de “su país” en un coliseo de luto y de brumas:

 

Hoy es tan

triste el país como lo fue antes: al borde del precipicio se

rompe la respiración, nuestra fugaz vida, —pulsa el luto con su

sonido apocado, en la garganta nos arañan las piedras o las

espinas.          (Vivir el día)

 

Después todo será holocausto, o pañuelos.

(Después, la deshora)

 

Hay un país

triste que gime marchito de alas.

(Alegría fenecida)

 

En un rapto de dolor dice: “desde la carne que me sostiene”, y se desliza por los avernos “en forma de bulto”; más adelante declara que lo humano del dolor habita ininterrumpidamente. Entre su descubierta desazón, se amplían las visiones y le acomete el umbral del asombro, porque ha llegado a visualizar la detención de la palabra como un cadáver y la desolación que provoca tal cese cuando “no se es peregrino”. La sospecha ya no es tal, una vez se adentra en los argumentos a un mejor destino, según declara, nunca fueron extraños a sus ojos. Desvivido en el espejismo, continúa en el tiempo en que se confunden la juventud y el otoño en una realidad en que parece ya nada importa y su país, “país de saliva pétrea” y vasto ejército, se va convirtiendo en algo “invisible y huraño”:

 

San Salvador con sus bestiales juegos de palabras

y ritos feroces. «El país contra el que pide pan.»

San Salvador enclenque en las cunetas del sueño,

desteñido en los ojos de la infancia,

en los callejones donde está la muerte.

(San Salvador en mi pecho)

 

Dice Novalis que el camino misterioso va por dentro (Nach innen geht der geheimnisvolle Weg), y es en verdad un camino misterioso el que nuestro gladiador antes escalda y luego baña de matices; camino que, aún ante quienes nos preciamos de conocerle, se presenta prácticamente delirante, caprichoso, inasequible. No bien André Cruchaga es hombre de despliegues insondables, señala también la disposición de ir revelando los escombros entre la bruma bien tramada de sus fabulosas metáforas, porque si algo le caracteriza es el vislumbre de lo universal en el dolor, y el dolor en este UMBRAL, permite interiorizar esa partida que a veces pareciera perder ante lo nomotético: El país nos duele con su profético cuaderno de cadáver: (Precipicio) y Nos muerde la ruindad de las viejas consignas. (Abatimiento).

 Entre picoteos de aves de carroña que parecieran ávidas del fin de la batalla, palabras tiradas como dardos, contraste entre realidades concebidas tanto como “blanco y negro en los ojos de los funcionarios”, todo parece derivar en frustración ante un augurado fracaso. Hombre de sueños genuinos, pero más que nada del auscultamiento de lo grave y lo profundo, el riesgo de perder no se hace extraño y “parece un suicidio a perpetuidad en las ojeras”.

 El gladiador no se detiene y sabe, como hemos dicho en principio, que la decisión ha de tomarse en la arena; así con tal determinación, supone “que no es necesario firmar autógrafos ante matrona de lavabos” porque el país, su país, ahora “es un país poco resplandeciente”.

 Queda, así se presenta, invitar al lector a traspasar el Umbral de la sospecha que, no sólo se gana el pan de la exegética de quienes se animen a internarse en cárcavas y meandros, en ramales y ramblas, en las galerías y recodos de un país cuya ciudad, San Salvador, se halla pirograbada en el pecho del desafiador del coliseo país, sino que además expone el arduo quehacer de este maestro del desafío dirigido a su propia capacidad para equilibrar el discurso, a su insistente batalla con la palabra, a su madurez en vuelo desplegada.

  

María Eugenia Caseiro

En Miami, a los 21 días del mes de abril,

aún en guerra el mundo, aún en catastróficas vueltas climáticas,

en turbadora resaca de pandemia, Año 2023 del Señor

quien desde su ostracismo, mira con piedad ignorada por sus hijos.



[1] Camino de donde

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María Eugenia, narradora, poeta, ensayista, prologuista, incursiona en la reseña crítica. Ha sido distinguida con premios literarios en ambos géneros: poesía y narrativa, y obteniendo reconocimientos especiales, y diplomas por talento artístico y labor en beneficio de la difusión de la cultura. Ha participado como jurado en certámenes literarios de poesía y narrativa. Es miembro colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y de la [[Academia de la Historia de Cuba en USA]], en que ostenta el cargo de Presidenta del Círculo de Amigos de la AHC.

Integra la Muestra Permanente de Poesía Siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía; The Famous Poets Society; FLAC (Foro Internacional para una Cultura y una Literatura por la Paz). Integra el colectivo de trabajo de La Peregrina Magazín (Miami, USA). Colabora activamente con diversidad de publicaciones digitales, y en papel, actividades y programas de su comunidad. Asimismo, participa en la divulgación de eventos culturales y difusión de la obra de sus contemporáneos como el Programa Dos Orillas de la antropóloga cubana Dra. Mercedes Cros Sandoval. De próxima publicación, Nueve cuentos para recrear el café (edición bilingüe castellano-francés), salió a la luz en marzo 2010.

Sus poemas han sido traducidos a diferentes idiomas, incluyendo lenguas como el euskera, el japonés y el árabe. Participa en Agonía.net y Radio Agonía. Delegada en USA, del grupo LCeeE. Sus textos están difundidos en la Web, donde colabora con revistas y diarios digitales.

 

Premios:

Ha sido premiada en certámenes literarios nacional e internacionalmente.

 

Antologías Famous Poets Society, 1997, 2000.

Hollywood Diamond Hommer Trophy 1998.

Obtuvo 3 años consecutivos el premio "Famous Poem" por su poesía La Calleja. Antología Nueva Poesía Hispanoamericana 2004, 2005 y 2006.

Antología “Paseo en Verso” México 2005.

Finalista del Concurso Internacional de Poesía Pasos en La Azotea, del Certamen Puente Azul y otros.

Mención de Honor en el Concurso Internacional de Poesía Mis Escritos Lanuz, Argentina y otros.

Premio Publicación La Porte des Poetes 2005, París, Francia.

Primer premio Artesanías Literarias 2007 de relato, Israel.

Mención de Honor en el Certamen de poesía César Vallejo, Londres, Inglaterra. Y otros.

 Fuente: https://www.ecured.cu/Mar%C3%ADa_Eugenia_Caseiro



miércoles, 14 de junio de 2023

ANTONIO ARROYO SILVA, UN VIAJE A LA POESÍA DESDE GÁLDAR, VOZ QUE LE DA SENTIDO A SU ÍNSULA.

 

Antonio Arroyo Silva, poeta


ANTONIO ARROYO SILVA, UN VIAJE A LA POESÍA DESDE GÁLDAR,

VOZ QUE LE DA SENTIDO A SU ÍNSULA.

 

 

Y, en medio de la mar, tu jeometría surje de pronto, te sitúa, corta, mide, precisa, relaciona conmigo

y en tu barco que vijilo; barco que parte en tres mi vida: una vida en el este, otra en el sur, 'otra en el norte;

y yo sereno enmedio de la mar de oeste, lleno de amor, el centro de rosa de las lluvias del amor.

Lleno de amor, el mío, un barco y yo, el amor enmedio del amor, de tanto amor que necesita el mar

para medirse, dios. Y enmedio de la mar yo estoy midiéndote, enmedio de la mar

y en este barco, éste, estoy midiéndome contigo, dios.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

 

Y sueñas con las nubes puras sobre tu isla, cuando el alba verde crece

lúcida en el seno de las aguas misteriosas.

Es la noche sobre tu Isla y en su contorno, aquí y allá, dondequiera se

curva el impecable vaso del mar; es la noche color de párpados, sobre los

caminos entretejidos del cielo y del mar.

SAINT JOHN PERSE

 

 

Antonio Arroyo Silva,[1] una voz hispana obligada para quienes transitamos el camino ineludible de la poesía. Vive en Gáldar en perfecta armonía con el mar, una realidad que le da sentido a su propia existencia. Lector infatigable de lo clásico y lo moderno, Garcilaso, Góngora, San Juan de la Cruz, Lorca Aleixandre, Huidobro, Char, Daumal, Sartre, Eluard, Vallejo o Joyce y de tantos poetas latinoamericanos. Un poeta creciente que rompe con las líneas del tiempo, su poesía impregnada de intuiciones y existencialidad, tiene en el centro al ser humano y su drama. Su accionar poético y humano es circular, encuentro necesario con la superrealidad. Dos libros cruciales en su poética (más adelante nos referiremos a otros) son: «Sísifo sol, 2013» y «Química del error, 2020.» Significativo, digo, porque en éste hay un poema clave: «EL MISMO VIAJE» en el que plantea lo siguiente: «Estamos condenados al inicio del mismo viaje. / Estamos condenados porque la meta es el punto de partida / y el río que brotó de un naciente allí ha de volver / para morir de nuevo y comenzar el círculo que nadie ha definido. / Siempre el mar en la orilla que con el río sube a la montaña / El mar sangrando corazones sobre la faz del hambre / que brotó hace mil años en la esquina de un sauce / junto con los delfines y la voz desolada / de los escarabajos. / Estamos condenados al inicio del mismo viaje. / …»[2]

La poesía de Arroyo Silva emerge del fragor por la vida; nunca un lenguaje excedido o afectado, sino mas bien vital, próximo al ser humano. Pero también un pensamiento clarividente. Suele decirse que «Una obra, sólo existe como tal en el acto mismo de ser realizada en el interior de un perceptor que la recibe, pero también adquiere su esencia en los momentos anterior y posterior al acto creativo; la obra nace del silencio, en él se configura y toma cuerpo, a partir de él se genera la levadura de su consistencia. Sólo el tiempo es ahora el trazador de su destino y el encargado de convertir en acto sus potencias.» En esencia el poeta es eso. Desde luego añadimos en este punto, la mesura en su verso, el equilibrio, jamás el derroche vacuo e innecesario. Su pensamiento poético conecta muy bien entre lo que conocemos como lenguaje hablado y lenguaje escrito. Aspectos de por sí difíciles de manejar. Algo de esto lo podemos observar en el poema: «POR EL CAMINO DONDE HOPPER»[3]  «se tropieza con Proust, hay un reguero / de soledad. Un hombre, una mujer / se toman el café sin magdalenas. // La pobreza es la paz sin magdalenas, / la paz de lo que nunca fue, que estuvo / delante de los ojos y no vimos / y por eso no existe—la paz / y la pobreza de los avestruces. // No solo el hambre o la negrura: el olvido / del color, el matiz, la turmalina / de un ocaso diluyen / al hombre en esa taza— ella es la taza, / ella sin rostro frente a la esquina / donde Hopper se cruza con Proust / y no se reconocen.»

Arroyo Silva es un poeta al que no se le puede encasillar. En él está siempre el germen de la renovación; conoce muy bien la estética clásica, modernista, simbolista hasta entroncar con las vanguardias. Sus medios expresivos le han permitido conciliar e interrelacionar todas esas poéticas. Cada estética supone repercusiones como lo supuso aquella época de Apollinaire y Pierre Reverdy con «L’esprit nouveau et les poètes» o sea El espíritu nuevo de los poetas. He traído a colación lo anterior porque la poesía se Silva representa justamente eso: espíritu moderno, diferente claro, a lo moderno de aquella época de 1913.  Apollinaire refiere cómo la poesía estuvo sujeta a los convencionalismos del verso clásico, entiéndase, rima, métrica, para luego pasar a una etapa de exploración a través del verso libre.[4] Aquél concibe la «poesía moderna» como una búsqueda de formas, las que confluyen en el poema a modo de síntesis.[5] En trece mirlos, poesía, reseñas, entrevistas, el poeta ha dejado su impronta: «Mejor que respirar, ser respirado / por la flor moribunda que traes en ofrenda / no sé por qué ni a quién, si por la muerte, / por el amor a un ser que resucita / o simplemente en aras de la belleza. / No sabes cuánto añoro lo imperfecto / del error. Esa química que trae / el poder de sentir de otro modo. / La cabeza de Yorik sobre el tallo / de la vida y una mano cortándola / solo por preguntar.»[6]

Montserrat Tarrés Picas[7], siguiendo la pista de Lorca nos dice que un poeta tiene que ser un profesor en los cinco sentidos corporales: vista, tacto, oído, olfato y gusto. Para poder ser dueño de la imagen tiene que abrir puertas de comunicación en todos ellos y con mucha frecuencia ha de superponer sus sensaciones y disfrutar de sus naturalezas. Antonio Arroyo Silva, sabe, además, que la inspiración no es el estado formidable para escribir un poema (Válery). La inspiración es recogimiento, pero no dinamismo creador, apuntada Lorca. Esto seguramente tiene que ver con la vocación y el recurso literario (Cortázar). Ambas aristas están presentes en este poeta consumado de la lírica, íntima armonía en su carga afectivo-intelectual, aunado al uso particular del lenguaje que deviene en su estilo y consecuentemente n su compromiso literario irreductible. En el poemario «Bahía Borinquen», Idea-Aguere, Santa Cruz de Tenerife, 2019, del cual tomo este poema en prosa, lo que hemos dicho al inicio de este párrafo: «en el sueño o quizás en otra realidad vi esas flores suspendidas de un gancho en macetas de arcilla  rojo de carne contra rojez del deslumbramiento los geranios me hablan de una sed que no es mía una sed de salitre alojada en el límite del verdor de sus hojas que me incita a la seda de pensar más allá del propio pensamiento // érase entonces un muro blanco de cal con macetas de geranios encendidos érase una visión tan simple que iba más allá de la pura abstracción //  érase un rojo intenso que fue tomando la forma de geranios extendidos al canto del gorrión // conste para la gloria efímera de quien percibe el código secreto de lo que se muestra ante los ojos // en la vigilia o en el duermevela los geranios semejan bestias de fábula que despojan la mirada del objeto de su miraje»[8] En estos poemas en prosa advertimos ausencia de puntuación, pero la compensa con ritmo y musicalidad. Interesante. El poeta llama a las cosas como son evocando sensaciones claras y frescas.

Antonio Arroyo Silva es todo lo que hemos dicho y más. El mejor ejemplo de que vida y poesía se funden entrañablemente es él. Es decir, concebir esa unidad le da un único sentido al poeta y a su obra. Diría, retomando la idea de Bajtin en cuanto a lo dialógico en la novela de Dostoievski, que en la poesía se establece un diálogo entre contenido y lector. El poeta también polemiza e intenta plasmar puntos de vista. Rescato de la obra poética completa de Antonio Colinas, dada su pertinencia para estas digresiones los siguiente: «Es cierto que cada poema responde a una anécdota, a un hecho más o menos profundo o circunstancial; o a un estado de ánimo dichoso o grave, importante o ligero, pero no cabe en definitiva sino la visión global de la obra traspasada por la experiencia vital. Aun así, los versos no siempre revelan el mundo que los ojos ven, y no caben por tanto las interpretaciones literales, aparentemente fáciles cuando no engañosas. La poesía, pues, estando profundamente enraizada en el proceso de vivir, no responde a una visión «fotográfica» de la realidad, sino que surge siempre para metamorfosearla. Éste es uno de sus grandes dones.»[9]    En la poesía de Antonio Arroyo Silva, no solo están presentes la referencialidad a lo cotidiano sino en un mismo nivel lo universal, las materialidades del mundo más allá de su entorno, pero también la imagen que en el poeta deja su función tradicional de ser mero elemento de comparación o símil. El gran mérito es usar la disonancia como recurso retórico. En la mirada del poeta se construyen varias realidades ventanas abiertas por donde entra el ojo. Algo de la técnica del pintor hay en los versos del poeta, una figuración común para una visión nueva. En algunos de sus libros «el lenguaje se vierte desde un despojamiento que quisiera entablar un paralelismo entre la belleza como hecho cotidiano y mínimo, por un lado, y la transparencia y la precisión de su sintaxis, por otro.» Algo de lo dicho lo podemos observar en el fragmento siguiente del libro, «Las horas muertas.»: Nos secuestran, / nos dejan en un hoyo con las manos / atadas, un revolver apuntándonos / a la sien, el machete casi a punto / del corte decisivo. Nos secuestran, / nos ponen de puntillas, boca abajo, / en pie, fusilamiento pelotón / nos amagan, nos desdoblan, nos revuelven / la lengua, nos deslenguan las palabras. // Nosotros le cantamos al abandono, / le cantamos al mal para espantarlo / aunque vaya la vida en ello, aunque / la vida nos la quite el sicario de turno / o esa desolación de vernos solos / cuando el depredador llega / en el crudo silencio de una nota.[10] Su poesía siempre nos habla del mundo desde el interior.

Sí, en la poesía de Antonio Arroyo Silva encontramos un sentido de totalidad, a veces con la sorpresa de alguna irreverencia, de humor como parte del sentido que le impone la palabra. El poeta nunca pierde el poder del asombro. Desde sus razones íntimas y afectivas nos invita a profundizar en las cosas, la vida desde una sintaxis multidimensional que le es propia. Su escritura nos revela a un poeta con virtudes y cualidades nada frecuentes. Los ecos de su tiempo, anécdotas se difuminan en sus versos, altos como los grandes clásicos españoles, omnipresentes en su ya dilatada obra. Y más interesante aún, sin posturas afectada o maniqueas, llama a las cosas por su nombre, sin alarde; escribe sus versos desde un alma sensitiva, acariciando las cosas vulgares para darles sentido y frescura. Es decir, todo un trabajo de orfebrería; nada sombrío, claro, más bien cálido y vigoroso como lo es toda su poesía. No sé si la vida de un poema dependa de la duración de su carga eléctrica, (Marinetti); claro que podemos extrapolar este enunciado y elucubrar sobre el mismo. Al respecto solo puedo decir que, si el contenido posee una buena carga de revelación, perdurará en el imaginario del lector. Sí creo y valga la analogía: «El poeta es un motor de alta frecuencia espiritual», espiritualidad que construye y redimensiona la palabra.

Según Jacobson,[11] «es el estilo el que transforma un objeto en un conjunto de sinécdoques.» Lo importante en la poesía como en general en el arte, es jugar con la ficción y la realidad mediante los recursos que la misma provee. En respuesta a la pregunta: «El arte crea humanidad», realizada por Ángela Molina Calzadilla, el poeta reflexiona: «Considero la poesía como una química del error, como si fuera ese estado primigenio de Big Bang en que todo se ordenó a partir del caos. El pensamiento humano es precisamente un error de la naturaleza, pues el hombre con él le pone límites, clasificaciones. El poeta con su química intenta buscar su lugar en la Creación a través de su propia creación y alejarse de ese sentido antropocéntrico de la sociedad humana. Por eso el poeta ha de estar entre la razón y la crítica a la razón. Y esto lo lleva alejarse de su propio yo.»[12] Luego agrega de manera contundente: «El poeta no puede ser terapeuta, porque su función no es la de dar certezas, sino derramar sus propias incertidumbres, que es el caso de Pizarnik. Pero como la mente del lector actúa a la inversa del poeta, al conocer las dudas de la poeta ve una luz y se guía en esa oscuridad. Como también el caso de San Juan de la Cruz. Desde luego estos dos poetas que nombramos son más eficaces que todos los libros de autoayuda que nada ayudan. Un ejemplo, si yo con mi poesía intentara ayudar a alguien a cruzar un barranco seguro que se caería a los pocos minutos. El poeta expresa todas las formas de caída, ¿me explico?» El resultado de estas reflexiones reviste suma importancia en tanto confirma algunas de las situaciones que he dejado sobre el papel. La función del poeta «es elevar lo mundano, de manera que esas pequeñas cosas que nos rodean parezcan caídas del cielo.»

La poesía a menudo puede verse como permutación de imágenes, mediante una cadena de analogías. Algo de esto hay en la respuesta que Antonio Arroyo Silva da a Albertine Orleans[13], a la pregunta: «¿ES POSIBLE LA POESÍA COMO LIBERACIÓN?» El poeta responde: «Por supuesto que sí. De hecho, yo creo que no hay liberación posible sin poesía. ¿Cómo es posible liberarnos de algo externo si no lo hacemos desde nuestro interior? ¿Cómo liberarnos si usamos el mismo lenguaje de lo que nos oprime? Vernos hacia adentro supone el primer paso para la liberación porque tomamos conciencia de que no sólo tenemos dos sentidos (vista y oído), sino cinco, o más. Esta conciencia hace en el poeta que el lenguaje se subvierta y desde ahí cambie la apreciación del mundo que el sistema tradicional nos ha inculcado a todos. Y aquí el papel de la poesía: aunque no se hagan programas ni pancartas. Digamos que veo la poesía en el epicentro del terremoto de la liberación. Imagina que todos y todas empecemos a expresar sencillamente lo que sentimos sin temor, es decir, lo que vemos, oímos, tocamos, olemos, gustamos. Llegaremos a eso que yo llamo poesía. Entonces no hará falta escribir poemas, sino seremos nosotros mismos un gran poema libre.»

Pienso que en la poesía y en la literatura en general, en el arte, existe una lucha permanente con respecto a la realidad, se hiperrealiza o reinventa. La decisión es de cada artista según sus perspectivas y recursos expresivos con los que cuenta. Lo cierto es que, en este caso, el poeta tiene absoluta claridad con respecto a este menester. El poeta se reinventa porque hay conciencia del mundo que lo rodea por su peso y filtración en el momento de la creación. El poeta no es el mundo, pero está dentro del mundo, es receptor y coexiste con esa simultaneidad; luego, todo eso lo traslada al poema, a través de una visión totalizante de las cosas, fenómenos, visiones, aunque como decía Apollinaire, «la realidad rebasa las posibilidades del poeta.» Cada libro es mundo, sentencia el poeta. Y este mundo es palpable en «Symphonía[14]»: «yo que tenía una caja llena de palabras todas de primera mano todas sin ver la luz de la primera aurora // y ellos me dijeron respira transmuta la realidad // y ellos me  dijeron respiración para la mirada del pensamiento la realidad como objeto pensado por la mente de Wallace // tú que respiras la inmanencia del otro te quedaste perplejo con mi luz de minotauro // tú que ves la ceguera y la asfixia cuando las palabras llegan del páramo sin tus huellas de leopardo doméstico tú que dejaste la nave en el escollo y te fuiste en el bajel a surcar el vacío que no es vacío sino el nombre de la nada // tú que llenas la oquedad de adorables cadáveres»

Ante la exquisitez y profundidad de la poesía de Antonio Arroyo Silva, la aprehendo como si ese acto íntimo, le diera certezas a mi propia sensibilidad y creación poética. Y me disculpo con el poeta por mi osadía en pretender en estas líneas descubrir su misterio. A fin de cuentas, lo mío es mero espejismo, un acto si se quiere de exacerbada existencialidad.

 

 

André Cruchaga,

En la hora undécima de la democracia salvadoreña.

De Barataria a Gáldar, a doce de junio de veinte 22.

 

 

 



[1] Su obra, trayectoria, pueden leerse en estos enlaces: https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Arroyo_Silva; https://diariodeavisos.elespanol.com/2021/05/antonio-arroyo-silva-el-poeta-que-se-precie-siempre-ha-de-estar-aprendiendo-siempre-en-movimiento/

[2] http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/espanha/antonio_arroyo_silva.html

[3] El poema citado pertenece al libro «Las horas muertas», y ha sido publicado en: https://www.revistaaltazor.cl/antonio-arroyo-silva-2/

[4] Benko, Susana. Vicente Huidobro y el cubismo. Monte Ávila Editores Latinoamericana, C.A. Venezuela 1991.

[5] Arnason, H.H. Historia del arte moderno. Barcelona, Ediciones Daimon, 1972.

[6] Puede leerse aquí el resto de los poemas: https://www.13mirlos.com/post/antonio-arroyo-silva-6-poemas

[7] Tarrés Picas, Montserrat. Las vanguardias literarias y «el Grupo del 27»

[8] En esta revista electrónica, se publica un haz de poemas de dicho libro. https://ablucionistas.com/poemas-de-bahia-borrinquen-antonio-arroyo-silva/

[9] Colinas, Antonio. Obra poética completa. Siruela; 1er edición, 2016.

[10] Otros poemas de este libro se pueden leer en: https://projectzudotcom.wordpress.com/2019/04/02/5-poemas-del-libro-las-horas-muertas-premio-hispanoamericano-de-poesia-juan-ramon-jimenez-2018-de-antonio-arroyo-silva/

[11] Jacobson, Roman. Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos, Fundamentos del lenguaje. Editoria Ayuso-Editorial Pluma, 3ª. Edic. Madrid, 1980.

[12] Estas reflexiones se pueden leer en: https://www.tagoror.es/cultura/entrevista-a-antonio-arroyo-silva.html

[13] Esta y otras reflexiones se pueden leer en: http://anghelmorales.blogspot.com/2013/11/entrevista-antonio-arroyo-silva-poeta.html

[14] Este y otros poemas se pueden leer en: https://www.laotrarevista.com/2021/10/muestra-poetica-de-islas-canarias/

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Biografía de André Cruchaga
Nació en Nueva Concepción, Chalatenango (El Salvador), en 1957. Tiene una licenciatura en Ciencias de la Educación. Además de profesor de humanidades, desempeñó la función de director y docente en Educación Básica y Superior. Poemas suyos has sido traducidos al francés por Danièlle Trottier y Valèrie StGermain; al Idioma vasco (Euskera), Miren Eukene Lizeaga; griego, lia Karavia; holandés, Michel Krott; rumano, Elena Liliana Popescu, Alice Valeria Micu, Elisabeta Botan, María Roibu, Tanase Anca, Ioana Haitchi, Andrei Langa, Costel Drejoi (George Nina Elian), Ion Calotă, Daniela Toma; catalán, Pere Bessó; portugués, Tania Alegría; inglés, Grace B. Castro H. y Dumitru Ichem; italiano, Norberto Silva Itza; al albanés, Fahredin Shehu; sueco e inglés, Cándida Pedersen; y, al Serbio, Marija Najthefer Popov. Ha obtenido el Premio de poesía en los VIII Juegos Florales de Zacatecoluca, El Salvador, 1985; PREMIO ÚNICO en los VI Juegos Florales Chalatecos, Chalatenango, El Salvador, 2001; y, el XII, en los Juegos Florales de Ahuachapán, El Salvador, 2005, Primera Mención de Honor, Juegos Florales de San Miguel, San Miguel, 1988. Primera Mención de Honor, Juegos Florales de San Vicente, San Vicente (2001); Finalista. Primer Concurso Internacional de Poesía “Paseo en Verso”, Editorial Pasos en la Azotea, Querétaro, México, 2004, entre otros. Parte de su obra se encuentra publicada en revistas electrónicas y en papel de América y Europa; así también, ha recibido varias distinciones por su obra literaria. Entre sus libros editados podemos mencionar: “Alegoría de la palabra” (1992); “ “Memoria de Marylhurst”, (Interface Network, Beaverton, Oregon, 1993); “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (Plaquette,1996); “Roja vigilia” (Plaquette, 1997); Rumor de pájaros” (2002); “Oscuridad sin fecha│Data gabeko iluntasuna”, edición bilingüe: castellanoeuskera, (El Salvador,2006); “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados”, (México, 2009), “Viajar de la ceniza│Voyage à travers les cendres”, edición bilingüe: castellano-francés,(El Salvador, 2010); “Sublimació de la nit│ Sublimación de la noche”, edición bilingüe: castellano-catalán, (El Salvador, 2010); “Poeta en Barataria”, (La Habana, Cuba, 2010); “Tablou de cenuşă│Cuaderno de ceniza”, edición bilingüe: castellano-rumano, (El Salvador, 2013): “Balcón del vértigo”, (El Salvador, 2014); “Post-Scriptum”, edición bilingüe: castellano-rumano,(El Salvador, 2014); “Viaje póstumo│ Viatge pòstum”, edición bilingüe: castellano-catalán, (El Salvador, 2015); “Lejanía│Away”, edición bilingüe: castellano-inglés. (El Salvador, 2015); “Vía libre│Via lliure”, Edición bilingüe: castellano-catalán. (El Salvador, 2016); “Cielorraso”, Editorial La Chifurnia, (Colección palabra de Alto Riesgo), El Salvador, 2017; “Calles│Carrers”, edición bilingüe: castellano-catalán, (El Salvador, 2017); “Ars moriendi”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2018); “Motel”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2018); “La experiencia de vivir”, Chile, 2018; “Cuervo imposible”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2019); “Viaje cósmico”, Editorial 2.0, Chile, 2019; “Espejos funerarios”, Editorial La Chifurnia, (El Salvador, 2019); “Ráfagas” Editorial 2.0, Chile, 2019. “Vacío habitado”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2020); André Cruchaga, Poesía reunida. Tomo 1, Enciclopedia universal de la poesía. Editorial Författares Bokmaskin, (Stockholm, Suecia, 2020); “Ecología del manicomio”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2020); 398 “Firmamento antiguo │ Old firmament”, edición bilingüe: castellano-inglés. Teseo Ediciones, (El Salvador, 2020); “Cementerio atávico │ Cementiri atàvic”, edición bilingüe: castellano-catalán. Editorial EdictOràlia Llibres i Publicacions, (València, España, 2020; “Sepulcro de la tierra”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2021); “Antípodas del espejo”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2021); “Estación Huidobro”, 2ª. edición, Editorial 2.0, Chile, 2021; “Invención de la espera”, Laberinto Editorial, (El Salvador, 2021); “Oficio del descreimiento”, Teseo Ediciones, (El Salvador, 2022); «Noción de la extrañeza», (Antología poética 1988-2018). Editorial Dos Islas, Miami, USA, 2022; «Travesía de la muerte», Editorial BGR, Catálogo de Literatura Digital (Versión Kindle), España, 2022; «Lejanías rotas», Editorial Dos Islas, Miami, USA, 2022, «Precariedades», Editorial Dos Islas, Miami, USA, 2023; «Camino disperso», Editorial Dos Islas, Miami, USA, 2023; «Metáfora del desconcierto», Editorial Dos Islas, Miami, USA, 2023.