lunes, 27 de enero de 2020

Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda

Vacío habitado, André Cruchaga (El Salvador)






Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda de un lenguaje aprehensor
del sentido/ sin  sentido de la existencia

José Siles1

1 Narrador, poeta y catedrático de Universidad. Universidad de Alicante (España).


            André Cruchaga es un poeta salvadoreño que nació en Nueva Concepción (Chalatenango, 1957). Cruchaga se inició en la poesía allá por la década de los ochenta empezando a compatibilizar su actividad lírica con su trabajo como docente y gestor educativo. Su amplia obra ha sido traducida a varios idiomas llegando a obtener un importante reconocimiento internacional: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996), “Roja Vigilia” (1997), “Ru­mor de pájaros” (2002),"Oscuridad sin fecha” (2006), “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (2009), “Viajar de la Ceniza” (2010), “Cielorraso” (2017), etc.
            André se incorporó al universo poético ante la necesidad de dar rienda suelta a su humanismo sensorial…, una faceta que explica en gran medida la insaciable  transversalidad sensitiva de sus poemas; tal vez eso tenga que ver con su infatigable actividad creativa y con la repercusión internacional que han tenido sus poemas que han atravesado fronteras geográficas, lingüísticas y culturales. Sin duda, una muestra de esta proyección internacional la constituyen la aparición de “Memoria de Marylhurst” en Estados Unidos, “Caminos cerrados” en Méjico y “Poeta en Barataria” en Cuba.
             El poeta salvadoreño nos vuelve a sorprender con una nueva y extensa obra: “Vacío habitado” editada por Teseo e integrada por nada menos que 112 poemas. Una de las características primordiales de esta nueva entrega consiste, de nuevo, en una radicalidad (de raíz, de profundidad, de ignota trascendencia) que confiere un gran calado al conjunto de la obra. Efectivamente, leyendo cualquiera de estos poemas al azar, el lector podrá confirmar tras su detenida lectura la persistencia de una estética que trasciende y aglutina la diversidad temática en cualquiera de ellos. Tal como afirmamos cuando escribimos la reseña de Cielorraso: “(…) Cruchaga no se ampara en la supuesta sencillez del fenómeno sujeto de su acción poética, sino que su indagación profundiza en las raíces siguiendo todas las vías posibles del ser poético…,ser que observa, siente, huele, ama, odia, toca, disfruta, sufre y, sobre todo,  respeta la esencia del sentimiento. Respeta porque ante todo se esfuerza por mantener la complejidad de su naturaleza. Cruchaga es un poeta sinestésico abierto al polisensualismo y esto lo convierte en alguien que busca casi obsesivamente la trascendencia de cada acto perceptivo yendo siempre al mismo fin: despertar la conciencia del ser humano ante la fatal incomprensión de una realidad tan confusa y aplastante como la misma muerte” (Siles, 2017: 246).
            Etiquetar a los poetas según las características de sus obras no es tarea sencilla y, muchas veces resulta artificioso, pero en el caso que nos ocupa es aún una tarea mucho más ardua. También es posible escudriñar las influencias de otros poetas y otros movimientos: modernismo, surrealismo, creacionismo, ultraísmo, etc. En este sentido, Cruchaga admira y ha leído a muchos poetas y seguramente tendrá influencias de muchos de ellos, pero es difícil que se reflejen en su poesía de forma evidente. Vicente Huidobro es uno de los poetas cuya influencia sí se puede atisbar nítidamente en el trabajo de Cruchaga. Huidobro equiparaba el arte poético al ejercicio divino pues éste rezumaba la libertad y la pulsión creadora que le permitía escribir poemas como “Ella”[1] en cuyos versos, como en una barrena que atraviesa las paredes de habitaciones donde todo es “Vacío habitado”…, se aprecia el  potencial sintetizador de la sinestesia[2]

“Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas”.

            Ya en la Biblia y en la  poesía clásica se encuentran antecedentes del enfoque poético sinestésico: Cantar de los Cantares (oleum efusum nomen tuum), Homero (voces color lirio), Platón (oscuro oír),  Virgilio, los barrocos españoles, el simbolismo francés decimonónico  los románticos ingleses y alemanes, los  modernistas, especialmente Rubén Darío y Juan Ramón (Schrader, 1975; Ynduráin, 1969; Córdoba, et al, 2012). Pero la amplitud del enfoque sinestésico desborda los límites de los ismos y las generaciones. Así podemos ver como Vicente Alexandre, representante de la generación del 27, integra en su universo poético la visión “fundidora” de los sentidos tanto a través de la mística de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León como en los románticos decimonónicos ingleses. En definitiva, como Cruchaga, se trata de un poeta afincado en la necesidad de fusionarse con el cosmos para huir de la soledad, de la condena a la mortalidad. Por eso Alexandre también está influenciado por la sinestesia de los románticos ingleses que buscan una trascendencia emocional que los rescate de la nimiedad del ser: “Yo en estas tardes leo  Shelley, hermano cuya luminosidad me deslumbra. ¿Qué naturaleza dorada, melancólica o estática, ebria de luz o de tristeza y de amor (…)” (López Martínez, 1991: 284). 
             En Cruchaga encontramos esa misma poesía saturada de dinamismo y síntesis en la que el cosmos, la naturaleza y el ser humano aparecen simultáneamente tan luminosos, ebrios de luz y amor como melancólicos,  dorados por atardeceres declinantes y profundamente hundidos en una amarga y triste melancolía, tal como se muestran los sentimientos del poeta en “Transparencia”: Mirar la gota en el ojo que la ansía./La gota solamente en lo profundo./—Pero, no mires la claridad, en la claridad misma,/sino en la salida de los rostros y los nombres;/todo tiene su ritmo, el fuego y la muerte, el tiempo que nos alcanza y nos deja, el grano de mostaza en la estatura, la roca fiel al río/en su propio espejismo./No mires los colores volcados en el arcoíris,/sino en la rama disuelta del designio,/que la palabra compartida es silencio (…)” (Cruchaga, 2020:37).
              Esta estética pan-sensorial y sinestésica en la que el poeta traspasa el límite impuesto por la lógica ordenada de la realidad transformándose en un creador (creacionismo) sin ambages a imagen y semejanza de un dios, se aprecia en muchos de los poemas de Cruchaga y en “Vacío habitado” nos encontramos con varios poemas en los que la visión fractal de la realidad se viste de poesía como en “Invocación a la saliva” (Cruchaga, 2020: 169).

“En la boca, la saliva brama sus litorales.
¿De qué estás hecha para morder los crepúsculos
el pulso claro de las palabras,
los peces del fuego?
Gira alrededor la ráfaga de los minutos
Deambula la ebriedad de los sótanos,
los superhombres de la ficción (…)”.

            En definitiva, se encuentran en Cruchaga, algunas reverberaciones esenciales del creacionismo que lideró el poeta Chileno Vicente Huidobro,  que consideraba la poesía como una divinidad creadora de realidades dinámicas que fluyen a través del tiempo en un inaparente  y desconcertante equilibrio en el que la muerte juega un papel organizador crucial. En este sentido, André Cruchaga dedica varios poemas de su “Vacío habitado” a la muerte y a sus manifestaciones: Cada día la muerte, Fosa, Féretros,  Cada día nuestra fosa, Cadáver; porque conoce la sórdida necesidad de muerte que tiene la existencia para que prevalezca cierto orden, tal como afirma Siles en Paradoja: La muerte/ esa fulana maldita/con fama de puta/es la asalariada peor retribuida/ por la vida/ causa y fin de su existencia/…y su principal explotadora  (Siles, 2014:16).
           Así, en “Féretros” el poeta vislumbra con el sosiego de los sabios cautos la irreversible llegada del porvenir: “Siempre me ha cautivado la madera al poniente de mis zapatos. /En el callejón sin salida de la tumba,/las honras fúnebres del océano. /Y la turbiedad de los espejos (…)” (Cruchaga, 2020: 54).
            En “Cada día la muerte”: “Sube a la memoria el prensapapel de los ataúdes./ Todo está escrito, allí, después de todo en la respiración (…)”(Cruchaga, 2020:22)  se aprecia la preexistencia del final desde el primer aliento vital, pero no como un drama, sino más bien como la constatación de una realidad que todo el mundo necesita soslayar para seguir su camino con cierta higiene diaria.
            Pero sería poco ajustado a la realidad centrar la estética de Cruchaga en el creacionismo porque, en el fondo, lo que busca el poeta no es sino el entendimiento de la realidad, el tan traído y llevado “sentido de la vida”. El problema para Cruchaga como para otros grandes poetas, es la enorme impotencia que el ser humano tiene para detectar el auténtico sentido de la existencia, tal vez porque, en el fondo, no existe tal  sentido…, al menos dentro de los límites del lenguaje convencional que sigue subordinado a una realidad ordenada con una lógica incontrovertible. Sí, el lenguaje y sus limitaciones para expresar la complejidad contradictoria y múltiple de la realidad constituye una de las constantes y obsesiones de Cruchaga que, como Sísifo, emprende una y otra vez la fatigosa tarea de empujar la enorme piedra  de la poesía montaña arriba en una búsqueda incesante de sentido…a pesar de que tal vez es una tarea imposible; así lo expresa en “Césped en el ansia”: Nunca supe,/ qué cosa es el destino;/ y sin embargo, entendí los tiestos de ceniza alrededor de los zapatos,/ sobre la joroba de la pesadumbre,/ en la voz desmembrada de la espuma con toda su pureza de sal,/ salmos galopantes de las sombras (…)” (Cruchaga, 2020:20).
           En esta pundonorosa y continua búsqueda de una nueva forma de expresión, de adaptación del lenguaje a las raíces ignotas de la realidad, hay que interpretar el denominado lenguaje fractal en cuyo territorio se adentra el poeta salvadoreño. En este sentido, Jiménez Simón (2018) sostiene que Cruchaga concilia su obra en un universo ético donde impera el caos, pero solo aparentemente, porque en el fondo de su poesía persiste una geometría matemática cuyo orden es tan fundamental como inaparente.
           Con los descubrimientos de la física cuántica se reconoce, por fin, la impotencia del lenguaje para conciliar la realidad emergente con una nueva lógica diametralmente opuesta a todo lo preexistente, a todo el entramado previamente interpretado. Y se llega admitir que la existencia de una realidad y su contraria (el famoso gato que puede estar vivo y muerto simultáneamente según vengan dadas) forma parte de una verdad tan esencial como inaccesible al entendimiento y a su expresión mediante el lenguaje neopositivista. Emily Dickinson escribió un poema a mediados del XIX, Posibilidad, “(…) que bien podría haber sido esgrimido por Bohr o Heisenberg para ilustrar lo esencial de la realidad cuántica (…)” (Durán, 2017): “(…) Habito la posibilidad,/una casa más bella que la prosa,/más numerosa de ventanas/y más rica de puertas (…)” .
            Así Cruchaga sostiene en “Trama” la incidencia del cromatismo en la plasmación de una realidad que tan sólo es una muestra diminuta de todas las opciones, de todas las situaciones posibles: “Realidad,/ —¿Cuántas bocas encantadas en tu nombre?/¡Cuánta saliva en tu cuerpo?/(…)/—La realidad, ¿es sólo una aventura del cromatismo, acaso la oscuridad/enardecida, o la polea que nos provoca los sueños,/o el estatuto del caos que se rearma en el horizonte?” (Cruchaga, 2020: 108). No en vano poetas y hasta narradores como Michel Houellebecq ya se han posicionado sobre esta cuestión y en “El mundo como supermercado” el novelista francés apuesta por la necesidad de que la ciencia acepte la poesía como herramienta imprescindible en la construcción de un nuevo lenguaje que asimile y facilite la digestión intelectual de las contradicciones propias del universo cuántico (Cervantes, 2013). Leer los poemas de Cruchaga facilita, sin duda, una gestión diferente de la percepción del mundo y esto, en sí mismo, creo que transgrede el ámbito poético; así, en “Fermentos”, nos encontramos con el carácter invertebrado de toda certidumbre: “(…) En la pira del extravío,/ lo fugitivo de las certezas,/el hilillo del ansia como huella de piedra mientras existimos./Algo quedará en las estrofas del horizonte,/quizás el horizonte mismo/con sus aguas revestidas, el barullo o la muerte de nuestras horas,/el lindero o el obelisco de la espuma… (Cruchaga, 2020:69).
            Pero más allá del lenguaje fractal, los avances de la ciencia cuántica, el creacionismo o la sinestesia empleada por diferentes ismos a los que ya hemos aludido, tal vez lo crucial en la poesía de Cruchaga radique en algo que es mucho más elemental y compartido por el universo poético:  la falta de sentido de la vida. Ya Heidegger recurrió a la poesía para lamerse las heridas provocadas por su lacerante afirmación sobre lo absurdo de la vida en “El ser y el tiempo”: El hombre es un ser arrojado a la vida para la muerte (Siles y Solano, 2007). En El salto, Heidegger reincide en su desesperanza por hallar un significado a la existencia: Toma, arroja y abriga/ Y el salto sea/Desde el más amplio recuerdo/Hacia un infundado circuito (…)” (Heidegger, 2008).
           Cruchaga anda envuelto en una búsqueda existencial donde aparece una y otra vez el salto hacia el absurdo, calificativo que ha dado lugar a un “ismo” que va más allá del creacionismo: el “absurdismo” que surge como toma de conciencia del poeta de la imposibilidad de encontrar un sentido a la vida y que acaba convenciéndose de que la postura menos indecorosa consista en asumir ese hecho. El absurdismo hunde sus raíces en el existencialismo donde destacan Sartre y Camus, pero tal como afirma Cohen la poesía, aunque rompe la cadena causal para aprovechar el impacto desintegrador de la irracionalidad, no es en absoluto absurdo (solo es un absurdo en apariencia), porque mediante la creación poética vinculada al absurdismo se construye el sentido de la existencia que resulta inalcanzable por otros medios. Soní Soto (2009) analizando el absurdismo del peruano César Vallejo sostiene que el absurdo es la consecuencia de la reacción contra el orden normal para transmitir la propia concepción de la realidad que deviene de sus vivencias y sensaciones. ¿Nos suena esto en la obra de Cruchaga? En definitiva, siguiendo a Jean Cohen,  los esfuerzos de Cruchaga se centran en lograr una convergencia entre la criptica realidad y el lenguaje: “La misión propia de la poesía es ofrecer a lo más sólido del lenguaje y a lo más misterioso del mundo un lugar para una misteriosa coincidencia” (Cohen, 1973; Cervantes, 2013).
            En definitiva, en “Vacío habitado” el lector encontrará los hermosos, intensos y dramáticos poemas de un poeta irreductible en su complejidad que resulta difícil de etiquetar, y que utiliza la sinestesia para cruzar a nado la existencia…, una existencia poética en la que Cruchaga transita sin renunciar en ningún momento a su sensualismo sinestésico  desde un creacionismo “sui géneris”, en el que la percepción de la realidad es tan radical como la raíz de una secuoya milenaria,  a una poética insurgente creadora de un metalenguaje que se rebela pacíficamente desde el absurdismo lírico contra el absurdo de la existencia; y en medio de todo, los versos como instrumento para cambiar el mundo…, aunque sólo sea en la entrañable e irrenunciable  órbita del universo íntimo.
Referencias

Cervantes, J. (2013). El absurdo creador (por Michel Houellebecq en ‘El mundo como supermercado’). Recuperado de https://amanecemetropolis.net/el-absurdo-creador-por-michel-houellebecq-en-el-mundo-como-supermercado/

Cohen, J. (1973). Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos.

Córdoba, M.J. (et. al.) (2012). Sinestesia. Los fundamentos teóricos, artísticos y científicos. Granada: Ediciones Fundación Internacional Artecittà.

Cruchaga, A. (2020) Vacío habitado. El Salvador: Teseo.

Durán, A.J. (2017) Poesía del mundo cuántico (Emily Dickinson). Píldoras. Recuperado de https://institucional.us.es/blogimus/2017/04/poesia-del-mundo-cuantico/

Heidegger, M. (2008) Meditación. Madrid: Biblos.

López Martínez, M. I. (1991). Sinestesias en la poesía de Vicente Aleixandre. Anuario de Estudios Filológicos, 14, 283-299

Martínez Simón, J.R. (2018). El realismo fractal de la palabra. Recuperado de Schrader, L. (1975). Sensación y sinestesia. Madrid: Gredos.

Siles, J. (2017). Cielorraso, la poesía sinestésica de André Cruchaga. Cultura de los Cuidados, 21(48), 245-246. Recuperado de http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2017.48.27

Siles, J., & Solano, C. (2007). El origen fenomenológico del “cuidado” y la importancia del concepto de tiempo (…). Cultura de los cuidados. 11(21) 19-27

Ynduraín, F. (1969). Sinestesia en la poesía de Juan Ramón. Madrid: Gredos.

Soní Soto, (2009). Trilce, la poética del absurdo.  Revista, Casa del Tiempo, II-IV,  (22-23), 13-28. Recuperado de https://aracelisoni.wordpress.com/2009/08/23/trilce-la-poetica-del-absurdo/



[1] Fuente: https://www.zendalibros.com/5-poemas-vicente-huidobro/
[2] Se puede interpretar la sinestesia como la fusión de diferentes sentidos en la percepción de diferentes estímulos.



José Siles González, (prologuista, España)



José Siles González
Biografía
Su infancia transcurre en su ciudad natal, Cartagena, donde cursa sus estudios de primaria en el Patronato de Cartagena (1962-1969), y de secundaria en el Instituto de Enseñanza Media Isaac Peral. Tras un breve periodo en la Marina inicia su periodo universitario en Murcia (licenciado en historia y pedagogía, ATS), gracias a esta última titulación, lo que hoy se conoce como “enfermería”, trabaja en ciudades andaluzas como Cabra, Córdoba y Almería. A finales de los ochenta recala en Alicante, donde realiza su doctorado en historia y comienza a impartir clases en la Universidad de Alicante, en la cual ocupa actualmente un puesto de Catedrático en la Escuela de Enfermería. Haciendo alusión a su faceta de escritor, el propio autor señala «Desde el principio hasta el final, me he sentido atraído por la literatura, y gracias a ella en general y a autores como: Goytisolo, Landero, Joyce, Faulkner o José María Álvarez, me ha sido más fácil sobrellevar eso que llamamos "las cosas de la vida" ».
Bibliografía
Publicaciones
NARRATIVA
-Resaca estigia. Osario, Cartagena, 1986.
-La última noche de Erik BiKarbonato. Aguaclara, Alicante, 1991. (Premio Café Iruña, Bilbao.)
-El hermeneuta insepulto y otros relatos. Ayuntamiento de Villajoyosa, 1992. (Premio ciudad de Villajoyosa, 1991).
-La delirante travesía del soldador borracho y otros relatos. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 1995.
-Incluido en la antología: Nueva narrativa Alicantina, con la obra "La Utopía Reptante". Eediciones Tucumán, Alicante, 1997.
-El latigazo. Huerga & Fierro, Madrid, 1997. (Finalista en premio de novela Ciudad de Barbastro).
-La Venus de Donegal. Libertarias Prodhufi, Madrid, 2012.
-La Utopía Reptante y otros relatos. Verbum, Madrid, 2015.
POESÍA
Poemarios Protocolo del hastío. Vitruvio/ Colección Covarrubias, Madrid, 1996.
El sentido del navegante. Instituto de Estudios Modernistas, Valencia, 2000.
Incluido en la antología: Poetas Valencianos del 90. Antología y Diccionario (Editor Ricardo Llopesa). Instituto de Estudios Modernistas, Valencia, 2000.
La sal del tiempo. Huerga & Fierro, Madrid, 2006. Los Tripulantes del Líricus. Editorial Devenir, Madrid, 2014.
Poemas en diferentes revistas literarias de España e Hispanoamérica
Ladridos de agua. Revista Perito en Lunas nº 10, p-23; 2006.
La metamorfosis del mercader. Letralia nº 291, 2013 La loca. Letralia nº 291, 2013. Fuente: 
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Siles_Gonz%C3%A1lez