viernes, 19 de julio de 2019

LA RENOVACIÓN POÉTICA EN LA PLUMA DE ANDRÉ CRUCHAGA







LA RENOVACIÓN POÉTICA
EN LA PLUMA DE ANDRÉ CRUCHAGA




Por Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista



“Creo en ti, alma mía, el otro
que soy yo no debe humillarse ante ti,
ni tú debes ser humillado ante otros”
Walt Whitman




Ver la viga en el ojo ajeno, es querer recoger la cosecha donde ni siquiera sembramos la semilla. En Cuervo Imposible, de André Cruchaga (Teseo Editores 2019), dan ganas de acaparar el fruto y seguir leyéndolo, sobre todo por presentar una serie de aristas que trataré de descifrar, aunque ello implique madrugar para tomar aire y a la luz de una vela hallar respuesta a esas líneas impregnadas de sortilegios, acertijos, parábolas…
José Lezama Lima, al referirse al bregar poético, reseña: “se sabe que hay un camino para la poesía que sirve para atravesar ese desfiladero, pero nadie sabe cuál es ese camino”. (1)
Mientras que Walt Whitman (Citado en la selección hecha por Wolfon Leandro de Hojas de Hierba, palabras dichas por el poeta en 1855), lo dice así: “el poeta señala el camino que va de la realidad al alma”, es decir, “establece un puente entre el mundo de la materia y el de los espacios infinitos del alma”. (2)
Para cuando escribo estas líneas lo hago consciente de que muchos estarán al atisbo de que me deslice, pero aclararé que en mi escrito intento hilvanar todo un aparataje, como lo escribiera Roland Barthes:
“En la poética moderna, la palabra es el tiempo denso de una gestación más espiritual, durante la cual el “pensamiento” es preparado instalándolo al azar, es decir, ninguna palabra es densa por sí misma, sino que es apenas un signo de una cosa y mucho más”, acota Barthes. (3)
Lo que quiero decir es que el auténtico poeta va siempre un paso adelante, encontrándonos con versos oníricos, iconoclastas, herméticos o avezados –según el marco conceptual del lector de poesía–, pues las constantes lecturas logrará que le encontremos similitudes con los escritos de otros hacedores del arte.
Neruda, en Residencia en la tierra, plasma: “¿Ahora bien, de que está hecho este rugir de palomas que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda? Ese sonido ya tan largo”…
En tanto André Cruchaga, responde: “Después de todo/ casi te palpo en la gota de rocío,/ en el sonido invisible de mis pies/ en el silencio, que de pronto/ es el único instrumento que nos sirve/ para desnudarnos”, terminando el poema así: “Para saberlo hay que colgar del alero/ nuestra propia respiración”… (P.18-19)
Haremos un apartado para poner en la ventana al poeta André Bretón, máximo exponente del Surrealismo (escuela surgida entre los años 1920-1940), la cual proviene de la escuela del Dadaísmo, tendencia literaria que propugnaba por el anti–arte, contrario a la visión del vate parisiense que no niega el arte sino que busca la construcción positiva del mismo. (4)
Bretón se decantó por el Surrealismo al considerarlo como el medio para unificar lo consciente con el subconsciente, es decir: unir lo racional con la fantasía (sueños), y la fantasía con una realidad absoluta o “sub–realidad”. (5)
Una de las características de esa escuela es valerse de las imágenes literarias lo mismo que de las metáforas para obligar al lector a hacer interpretaciones que lo lleven a explorar su propio subconsciente, caracterizándose ésta por la yuxtaposición de palabras que no están relacionadas entre sí por la lógica si no por la psicología, o sea que el escritor crea imágenes e historias oníricas que desafían la lógica. (6)
Aquí surge la interrogante: ¿qué tiene que ver Bretón en la poesía de André Cruchaga?, la respuesta es que las influencias literarias son necesarias para crecer en un ámbito donde existen trampas entre los mismos hacedores del arte poético, pero cuando se nace con un carisma no hay Tsunami que nos afecte.
Otros dirían que los escritos de André Cruchaga se perfilan como una poesía anárquica por cuanto dista mucho de las modas, encontrándonos –si se quiere– rasgos del poeta Stéphane Mallarme, uno de los poetas “Malditos”, quien hizo de la literatura un objeto, usando como herramienta las adjetivaciones al centrar su trabajo en la aniquilación del mismo lenguaje”. (7)
Por su parte Arthur Rimbaud –para citar a dos de los “Poetas malditos”– enfoca sus escritos en la modernización de la poética a través del estilo, convirtiéndose en arte sólo por referencia a la intención de la poesía. (8)
En el caleidoscopio literario de André Cruchaga hay una voz acompañando el devenir de los tiempos, tal como lo hizo el poeta cubano Nicolás Guillén, autor del Songoro Cosongo: “En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes/ y el grito se nos sale como una gota de oro virgen”, escribe Guillén.
Roberto Fernández Retamar también aporta a los conocimientos poéticos: “La poesía hispanoamericana de los últimos años se articula en dos goznes: modernismo y vanguardismo; ambos son seguidos por dos grandes momentos en el que andar hacia adelante es sustituido por un movimiento hacia adentro, de ahí que parezcan detenciones (pero) no lo son”. (9)
Tras poner en la palestra escritores de la talla de Lezama Lima, Whitman, Bretón, Rimbaud, Mallarme, Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar y el incomparable Neruda, intentaré hilvanar cada escrito de André, esperando que el lector ponga la vista en el espectro metafórico para que haga sus propias valoraciones.
Iniciaré con la palabra Surrealismo para desmenuzar cada verso en el enfoque central, eso creará un ambiente –no conspirativo– pero tampoco afable para ver los escritos del poeta chalateco, ello sin forzar al lector a quedarse con la idea sino que vaya en la búsqueda de su propio marco conceptual.
Al leer el cóctel de imágenes literarias que nos pone en bandeja André Cruchaga observamos que éstas dejan un sabor agradable a la retina, por eso me traslado al submundo urgido de la pluma del poeta llevándonos a la etapa que salvará la metáfora del olvido.
En Cuervo Imposible hay una obra mesurada, alejada de prejuicios, es decir, aquí se rompe la forma para darnos una voz más atrevida, y aunque a veces se lean versos con un toque apocalíptico –no es pecado hacerlo– nos apoyamos en la misericordia literaria para acceder a cada acertijo oliente a aserrín o al frío que dejan los rieles de la historia.
“Hoy vivimos otras secuelas del mismo rostro:/ …nos limitamos a saltar sobre el peligro en las calles,/ sin volver la vista a los paraísos perdidos de la infancia,/ al ala donde cuelga la ventana del horizonte”, escribe André, y culmina: “Son días funestos:/ en cada acera hay chimeneas de cuervos en busca de carroña…/ ¿Hacia qué bosque debemos dirigir nuestras plegarias y vigilias,/ el escapulario de viaje de la brisa…” (Pág. 24)
Le daremos vuelta al calendario cuyas hojas amarillentas dan cuenta de golpes de estado, terremotos y guerras a las cuales acudimos sin permiso alguno, pero que dejaron hondas huellas, cuya cimiente tardará en sanar.
“¿Qué hacemos con los recuerdos,/ sino suculentas pesadillas,/ pastores eternos de la hojarasca del sepia”… (P.33)
André Cruchaga domina con gran soltura el verso de largo aliento, cuyas formas reflejan su espíritu rebelde (No evade la realidad, aunque para el común de los mortales, lo parezca), donde la voz intuye, explora, se oxigena, sangra, y renace para dar un soplo de esperanza.
Cruchaga nos escribe: “Detesto sentir cadáveres flotando en las entrañas, / y que las termitas/ del tiempo desgarren el sosiego en trocitos; / debajo de los huecos desplomados del polvo, / quizá valga la pena/ escribir una elegía a la hoguera hecha añicos”… (P.38)
Una de las características del trabajo impreso en el libro Cuervo Imposible es que posee una serie de simbologías encerradas en cursivas, paréntesis y guiones que, para el común de los lectores, han sido puestas de forma antojadiza.
“–Hemos vuelto mudo el arco iris:/ de pronto el blanco y negro/ nos representa como fondo de cine mudo,/ como una habitación/ amarga de cadáveres”, escribe André, para después agregar; “–Vos y yo, que sin codicia, creímos en la risa;/ ahora se nos dan/ raciones diarias de desvelos y sollozos...”. (P. 40), plasma el poeta desencantado por haber creído en un proyecto.
Si habrá que poner un calificativo, diré que André Cruchaga es de los poetas exquisitos, de esos seres cuyo canto es un toque de asombro que seduce, pues sus escritos son líneas impregnadas de vida, tanto así que a veces me pregunto si el vate chalateco habrá bebido agua del mediterráneo, pues a veces –no siempre– le encuentro similitud con la poesía lituana.
“(Podría decir otras cosas negando esta ebriedad, / negando el nosotros sobreviviente, / arrojar el nudo de la garganta a los pájaros, / aullar sobre la caligrafía manchada de las paredes…/ pero no puedo./ después de todo,/ sigo habitando el bajorrelieve de la humedad”. (P. 42)
Acotaré que, si las aguas por las que navega André Cruchaga están habitadas por densos cardúmenes que merecen ser estudiadas por aparte, no seré yo quien asuma ese rol, ya que para ser catador de poesía se necesitan millas de vuelo, y mi objetivo sólo es plantear algunas ideas poéticas sin caer en una verborrea que llame al sopor.
“Gritamos cuando la fiebre de la noche puja en la garganta,/ cuando las sílabas han sido cercenadas con hachas,/ cuando para vivir debemos cultivar el oficio de masticar moscas,/… y suponer que los miedos sólo pueden ser clandestinos,/ cuando la boca enmudece/ carbonizada sobre los tiestos inverosímiles del espejo”, dice Cruchaga. (P.47)
La brújula que guía la pluma de André Cruchaga es una ruptura alejada de poses, pues se distancia de la batucada “roba flash”, revistiendo sus escritos con una voz –como coraza- en las imágenes literarias imantadas de ironía:
“Aquí siempre la víctima pierde el honor y la mesa;/ menos mal que se nos ha dicho/ que vivimos en libertad y democracia,/ menos mal que el sistema funciona,/ aunque la parsimonia/ nos dé escalofrío, gangrena, osteoporosis, angina de pecho; / menos mal que todos estos malabarismos son / para duplicar las cuarenta noches que hemos vivido”… escribe el poeta en alusión a los tiempos apocalípticos que vivimos (P. 49)
A veces me interrogo si el poeta habrá pisado alguna vez las sandalias del Nazareno, al recrear versos impregnados de religiosidad con parábolas difíciles de descifrar.
“Nos sonríe la máscara de nuestro nombre, / el del santo patrono/ de los escapularios sacado del vientre de las hostias… Al final, sólo me quedo con esa sensación de vigilia, / el insomnio de lobo frente al quicio de la puerta, /el toque de queda disuelto en el pecado”. (P.51-52)
 Cruchaga pone ante los ojos del lector anónimo un canto y lo vuelve cómplice de sus versos, pues la realidad es un Zoom reflejando un complejo imaginario, el cual va adquiriendo discurso propio, así, erguida la pluma, el sujeto atrapa a la palabra dándole vida, cuyo resultado es un fluir de imágenes:
“Ya no sé qué rumbo deben tomar nuestros sueños y los ajenos. / No hay lugar seguro en las vigas de la luz; / la demencia se apoderó de todo el alfabeto. / Ahora también nos persiguen los murciélagos, / la atarraya enfangada de las lámparas/ el puñado de lava que nos asfixia/ desde los cuatro puntos cardinales”. (P. 54-55), escribe Cruchaga.
 La apreciación justa de una década plagada de masacres, secuestros, luto, dolor… tendrá su valor sólo si nos distanciamos un poco dándole vuelta a la página de la historia y con ojos fríos contemplamos las escenas mortecinas de esos tiempos con la sensibilidad que eso provoca.
“¿Hacia qué suerte de memoria nos llevan estas calles,/ acostumbradas a la carroña,…/ La calle, hoy, tiene su propio rostro:/ nos muerde su bramido de muerte,/ como un nido de hormigas impunes en el despojo”. (P. 55)
En Cuervo imposible, el poeta insufla vida propia a cada palabra, estructura el verso en cuyas líneas hay toda una enciclopedia debido a las múltiples acepciones, y aquellas que faltan las pone el lector, según su marco referencial, volviéndole cómplice de las imágenes tachonadas de acertijos:
“Nada es cierto, después de todo, cuando hastío y desgano/ juntan sus manos,/ cuando la noche está cerca y crecen los coágulos/ de gritos en la orfandad,…/ voy de rodillas y sin ungüento en la piel,/ para hacer menos dolorosa la espera”. (P. 59), plasma el poeta.
Whitman nos interroga midiendo qué tanto sabemos de la historia reciente así como de poesía, haciéndonos partícipes de su canto: “¿Has practicado lo suficiente para aprender a leer?, ¿tan orgulloso te has sentido de captar el significado de los poemas? (10)
Lo anterior encuentra respuesta en la pluma de André: “No se necesita de un oráculo para entender el charco de sal en las pupilas…/ No hay lugar seguro, sólo la carta de hollín pegada al paladar,/ la niebla desparramada en todo el espejo de la calle,/ y el juego peligroso del albur,/ en manos de los prestidigitadores de turno,/ los que rompen con cópula desde la infamia.”, refiere el poeta (P. 69-70) 
En el trabajo poético desarrollado durante varias décadas por el poeta André Cruchaga encontramos una sombra cobijándolo en un arraigo que tiene implicaciones en el subconsciente, vivencias acumuladas que interrogan, pero que responden al compromiso como escritor:
“Sobre el papel, la tinta manchada de las palabras,/ el sorbo de la nada en abandono,/ el largo camino de moscas sobre las piedras./ Siempre volvemos al mismo papel y a la misma tinta:/ las aguas del recuerdo con sus intermitencias,…/ Respiramos con el corazón hecho del mertiolate sobre la llaga,/ y desafiamos el reloj de peces, el fuego del costado”… (P. 74)
Dicho en otras palabras expondré que leer la poesía de André es toda una aventura, ya que su voz toma fuerza a partir de las metáforas muy bien estructuradas, porque es una lírica que escala peldaños en los nudos de la garganta y a través de la imagen va soltando sus cuitas en el propio lenguaje del poeta, alcanzando así el equilibrio que culmina con la publicación de las mismas en un libro cuya voz deja de ser de él para fusionarse con los lectores ávidos de frases nuevas o viejas, pero añejadas con el mejor vino.
“En el fetiche del calendario se disuelven los días,/ aúlla el mar sobre las rocas,/ -juntos el desvelo y el cenicero,/ oscurecen el aliento,/ la sangre derramada en comunión con paredes desfallecidas,/ -a veces la ciudad se vuelve un artefacto peligroso,/ en realidad,/ todo el tiempo hay sombras y suicidios,/ miedos acechantes,/ alcantarillas nos nutren de gritos,/ tropiezos y equivocaciones/ como un alud de aves de carroña”. (P.84)
La escena se completará cuando le añadamos a nuestro intelecto las respectivas interrogantes al espacio que le tocó vivir a Cruchaga, pues guarda muchas llagas en la alacena, ello coadyuvará a hacer menos pesada la carga y a comprender las razones del por qué le canta a esos años nebulosos, pero que en un hecho promisorio le nacen las preguntas que se aprestan a diluirse con el tiempo.
“Por más que lo neguemos, siempre hemos sido escoria del poder,/ extrañas formas de viento en la ventana,/ caminos quemados el uno al otro,/ desconocidos, extraños, sospechosos;/ nuestra caries nos mete en peligrosos designios,/ en causas de agua fatigada”… escribe Cruchaga. (P. 78)
Si queremos comprender los escritos impresos en el libro Cuervo Imposible, debemos hacer una lectura amplia, pues nos encontraremos con una multiplicidad de imágenes con sus raíces que alimentan el acervo del poeta, cuyas líneas nos inducen a no quedarnos con las simples metáforas, sino tener esa sensibilidad que nos despierta, por lo que nos canta:
“Conozco la oquedad que dejan las iglesias en los ojos,/ las palabras agonizantes,/ endurecidas en el agua,/ los designios cada vez mayores/ del cántaro roto de la sinrazón,/ sumergido en la memoria”… plasma Cruchaga (Pág. 86)
Jacques Cousteau, a través de sus investigaciones estudió la vida en los océanos, sorprendiéndose de las maravillas marítimas, eso mismo nos lega el arte poético tras alcanzar cierto clímax con las imágenes que asombran, o como dice Lezama Lima “que logran guiarnos por la precisión de la poesía, colocándonos como en una especie inaudita que nos mantiene en vilo”. (11)
Ante eso, André nos dice: “Hay un río interno de remordimientos que moja el entresueño, / cuartillas impregnadas de habitaciones,/… ¿Qué nos queda, después, de esta piel gastada del agua, de tanto invierno de trabajar ventanas,/de cada rocío/ que se ha ido acumulando como un escapulario/ de campanas mudas?”. (P.112)
En Cuervo Imposible la palabra pareciera ser un arrebato de emociones que proponen ráfagas de luz vinculadas entre sí, y que, bajo su sombra, yace la suerte de lo existencial para devolvérnosla –como en un lienzo de Dalí– una carretera integradora de un todo, en un sentir atávico alimentado –como Kafka– del existencialismo.
¿Quién no ha sentido lo gélido del alma cuando los recuerdos les atizan?, las paradojas nos llevan a disimular el dolor que nos aqueja y vamos por el mundo desnudando la palabra: “Descalzo siento la sordidez de los guijarros/ y la rigidez del suelo en el que camina Antígona/ y el rito ardiente de las hormigas”, nos dice el poeta. (Pág. 115)
Para algunos esa carretera bifurca varios caminos donde el canto está enrumbado hacia la intención misma de un discurso, pero será el consumidor de poesía quien tomará la señal como un todo y descodificará el verso según la respuesta que mejor le talle.
“Debo suponer que no es suficiente el delirio,/ ni tener los dientes largos de lobo,/ ni buenos pedernales de próstata,/ ni apetitos indoblegables,/ por el promontorio de asedios, pesadumbres, dolores,/ errata de equilibrista de crepúsculos: -de pronto, todo fastidia. (Mueca el sexo vendado/ de los embudos, la sospecha”… grita el poeta a deshoras (Pág. 116)
André tiene urgencia por buscar nuevos y mejores derroteros, pues en este país cualquiera se siente desesperado por los vacíos que se quedan en el alma; sin embargo, cuando se puede atizar el fuego de la llama por vivir, está la metáfora cubriendo las vivencias:
“Se ahoga el tiempo y la última ala del paisaje./ Los pies, acaso fugaces/ como las pupilas, como el aliento invisible de todas las huidas./ En medio de la calle nos tortura el pavimento./ Gotea el evangelio”… (P.118)
En Cuervo Imposible, André nos presenta una voz imantada de incertidumbre, de desazón y de muerte… de esperanza, pero, sobre todo, de urgencia por decirlo todo y no quedarse con nada, por eso es que a veces leemos –a manera de aclaración– textos escritos entre paréntesis, con guiones o cursivas, como efectos secundarios que indican al lector avezado o no, que es necesario un descanso.
“Hecha trizas la esperanza se equivoca la carne: es abominable un país con lágrimas, un país que no escupe su flema, ni asombra en los recuerdos que se tienen./ Mi mala crianza me hace pensar sólo en los prostíbulos./ Deseo estallar en tanta mueca vacía.” (Pág. 126)
Invito al lector a no despegar la vista de los poemas de este poeta chalateco, mientras yo me deleito con los versos impresos en la Vía libre, pues debo aprovechar el Cielo raso, antes de irme por las Calles hasta quedarme degustando con sorbos de la mejor chicha los escritos de André Cruchaga en un Hotel.

Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
Julio de 2019

(1) Lezama Lima, Las eras imaginarias, Edit. Fundamento.
(2) Wolfson, Leandro, cita a Whitman en la compilación de Bolsillo de la edición de 1855, (Edit. Crepar)
(3) Barthes, Roland. Grado cero de la escritura. (Editorial Siglo XXI)
(4), (5), (6), (7), (8) y (10): Caro, Laura, Surrealismo literario: características y representantes (tomado de Internet)
(9) Roberto Fernández Retamar: “Situación actual de la poesía hispanoamericana”, impreso en la Revista Hispánica Moderna, año XXIV, No. 4, octubre de 1958, Pág. 325. 
(10) Wolfson, Leandro, notas escritas en la edición de Bolsillo citando a Walt Whitman de la edición de 1855, en la Edit Crepar.
(11) Lezama Lima, Las eras imaginarias, Edit. Fundamento.

RECUADRO
Título: Cuervo Imposible
Autor: André Cruchaga
Editorial: Teseo Editores
Tiraje: 250

jueves, 4 de abril de 2019

LA EXPERIENCIA DE VIVIR: POEMAS COMENTADOS DE ANDRÉ CRUCHAGA

La experiencia de vivir, Chile, 2018





LA EXPERIENCIA DE VIVIR:
POEMAS COMENTADOS
DE ANDRÉ CRUCHAGA




Por César Ramírez (Caralvá)
Intimissimun





          Alcira Teresa Luppi Hang y Elena Muñoz de Latorre comentan poema por poema. El documento fue publicado en Chile, V Región; en Villa Alemana Imprenta 2.0; 2018, 186 pág. En su contraportada visualizamos una imagen de un libro abierto y leemos: Movimiento Literario Cruchaguiano R.A  con una cita  de Alcira Teresa Luppi Hang: “El poema abre su corola de luz, más entre el pétalo y pétalo, entre verso y verso hay humedales de sombras de recónditos aromas. La voz del poeta llega a sus lectores cual rayo fulgurante y atraviesa sus pieles, sus carnes hasta llegar a las entrañas mismas sacudiéndolas con inusitada fuerza. Toda cautela es imposible, hay que expresar lo que bulle en el cerebro antes de que estalle el corazón en mil pedazos, hay que decir lo que siente… Así nace el “comentario” espontáneo, atrevido, ardiente, gozoso”.
          Mientras Elena Muñoz de Latorre anota: “A veces poeta Cruchaga, tus poemas (el del día) es lo que una vive en el momento, cuando se mueren tus MANTRAS y vamos más allá del surrealismo, cuando la vida te muestra el lado feroz del hombre y sus mezquindades. El arte de vivir es tan difícil como el arte de definirlo con palabras, y… sí, hay pesadillas, greñas, digresión, desagües, falacia… cadáveres… náuseas. Tú, poeta, eres como el gran médico antiguo que tan sólo con mirar a un enfermo lo diagnosticaba con precisión divina… el poeta, vive las miserias del mundo, cáncer de las almas, el sida del corazón en una sociedad enferma, tan enferma que ya te faltarán palabras para describirla en tus poemas… ¡y nos aferramos a ti como la raíz en la tierra…! Pág 80. 
         Elena es Poeta-escritora-comentarista, diplomada en Literatura. Filosofía e Historia, Universidad de Concepción; Alcira es Licenciada en Letras e Historia de la Literatura Universal y en Estilística de la Universidad de Rosario, Argentina. Profesora, crítica literaria y escritora.
          Esta nota es mi agradecimiento y acuse de recibo a Elena Muñoz de Latorre, por su generosidad al participarme del magnífico libro, primero la sorpresa del aviso de correo -nadie se tomó la molestia de enviar un libro desde Suramérica- pero a continuación emerge un abrazo, un beso, un profundo sentido de amistad por tan bellas personas, que sin conocerme me invitan a leer, ahora celebro su comunión del verbo... gracias
         André es un amigo, un poeta, comparte La experiencia de vivir… “Importa lo que escribe el poeta en el quehacer de la escritura, pero interesa más el lector porque a fin de cuentas es la persona que desde su experiencia de contacto con el texto hace sus propios correlatos.

El Salvador, 03.04.2019
amazon.com/author/csarcaralv


domingo, 24 de marzo de 2019

ANDRÉ CRUCHAGA EN LA MEMORIA DE LA POESÍA

Miguel Fajardo Korea (poeta y ensayista costarricense)





Artículo

ANDRÉ CRUCHAGA
EN LA MEMORIA DE LA POESÍA




Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
minalusa-dra56@hotmail.com



André Cruchaga (El Salvador)



(Moravia, Costa Rica). El trabajo de difusión cultural de André Cruchaga (El Salvador, 1957) es excepcional.  Las páginas de sus revistas electrónicas, en especial, “Odiseo en el Erebo” están al servicio de la extensión cultural sin distingos de nacionalidades ni ideologías. 

Él se esmera, cada día por ofrecer los mejores y más exquisitos portales de la cultura y la luz intensa de la poesía.  André Cruchaga ofrece espacios de conocimiento  frescos y caminos humanos y literarios, tan vastos y reconfortantes para el espíritu. André Cruchaga ha fungido como jurado en diversos certámenes. Asimismo, ha sido distinguido con  premios literarios. Es un académico y un trabajador incansable de la cultura. Su labor humanística es digna de encomio, en un mundo abierto a la indiferencia y la incomprensión.

La poesía tiene una virtud: es un encuentro y un  desencuentro.  Las posibilidades de convergencia desde la poesía son múltiples.  En este caso, Internet fue el acercamiento; los libros, su fortaleza. Una tercera fase, será conocernos personalmente, en el momento oportuno, en alguno de nuestros países centroamericanos. Este último está pendiente, a pesar de que visité su país hace unos años.

André Cruchaga es profesor de humanidades y Ciencias de la Educación.  Ha sido académico en enseñanza media y universitaria.  Su bibliografía es extensa, con 22 libros publicados en diversos países, tales como El Salvador, México,  Estados Unidos o Cuba, entre (1992-2018). En mi biblioteca dispongo de 12 de sus libros, lo cuales ocupan un sitio especial en ella.

Entre sus títulos editados sobresalen: Alegoría de la palabra, Fantasía del agua, Fuego de la intimidad, Espejo de invierno, Memoria de Marylhurts, Enigma del tiempo, Visión de la muerte, Antigua soledad, Insomnio divagante, Viento, Césped sobre el fuego, Fugitiva luz de los espejos, Fantasía del bosque, Caminos cerrados, Enigma del tiempo, Roja vigilia, Querencia del follaje, Rumor de pájaros, Oscuridad sin fecha, Pie en tierra, Viajar de la ceniza, Cuaderno de ceniza, Sublimación de la noche,  Poeta en Barataria, Balcón del vértigo, Post-Scriptum,  Viaje póstumo,  Lejanía, Vía libre, Cielorraso, Calles, Ars moriendi,  y Motel.

Su obra poética ha sido parcialmente traducida a doce idiomas, entre ellos: inglés por Grace Castro; francés por Dànielle Trottier y Valérie St-Germain; vasco por Miren Eukene Lizeaga; griego por Lia Karavia; holandés por Michel Krott;  rumano por Liliana Popescu y Elisabeta Botan; catalán por Pere Bessó, quien ha difundido, grandemente, la obra del bardo salvadoreño. Varios de sus poemarios son ediciones bilingües, lo cual amplía su circuito de lectura a otras posibilidades y espacios lingüísticos.   

         En la poesía de Cruchaga existe un dossier de antifaces, aunque al hablar de la vida no se debe temer a los fantasmas, sin embargo, las hormigas se mueren al ver los espejos.  La vida nocturnal es un horizonte de soledad, verjas y sombras en la luna.  Es decir, en el mapa lírico de Cruchaga campea  una honda preocupación  por la nostalgia de los espejos, lo inanimado es una respuesta donde “El silencio nos arroja rostros reales”.

         El ánimo del cansancio es un desgarramiento en el espacio corporal.  Mares y noches, bocanadas y desgarramientos. Sus preocupaciones estelares son el silencio que habla y ve, porque “Nos toca morir en un país de gritos”.  Es el grito humano como un vector semiótico de repercusiones en el atardecer de la sonrisa, en el círculo cabalístico, o bien, en las tumbas hambrientas.

         La ubicuidad es otro de los rasgos de este mapa lírico  “Uno se da cuenta de que ya no se es de aquí ni de allá”·  La mirada se comporta, entonces, como uno de los signos del futuro en el ayer, es decir, siempre. “Un corazón donde latía el río” es una imagen plurisignificativa de hondo arraigo expresivo, en el trópico del oleaje, en la hierbabuena del tiempo.

         Existe un acendrado espíritu de búsqueda por los desaparecidos, por sus olvidos “Tan atroces como hablar con las sombras”.  Dice Benedetti que “el olvido está lleno de memoria” y, en esa dimensión, el autor salvadoreño expresa “La tempestad de la ciudad y sus desaparecidos”.  El tópico central de la ciudad, con todos sus contornos y expresiones desangeladas. “Este país fue hecho prohibido para el olvido”, es un verso contundente, restallante.  Es una incisiva reflexión para todos.

         Ironiza cuando aduce “Sé que la vida, de vez en cuando, es un manicomio”.  La vida, el mundo mismo se comportan de esa manera.  Los actos coyunturales son problemáticos, hoy.  A veces, “La vida es un viaje a cero”.  En otro momento discursivo remarca “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, a pesar de ello, “Su sombra es mi ser.  Mi compañía.  El centro de mí”.  Es decir, la fuerza humana es un sujeto activo en este mapa lírico.  Esa condición actancial le permite decir “Un segundo en un vaso es la vida”.

         Pie en Tierra incursiona en un dualismo de entrada “Contemplar es vivir.  Vivir es despertar”.  Es como si el río de las irrealidades sujetaran al poeta y le indicaran otras rutas, aunque “De nada sirve abrir los ojos: todo es sombra”.  Y en esa vastedad de la sombra distinta “La noche tiene un solo ojo ciego”.  La ceguedad del mundo es asombrosa.  Tenemos tanta capacidad  para destruir, que se debe “Descubrir los pasos desgastados en los espejos”.

         Los textos de este poemario de Cruchaga son más extensos, como si quisieran expresarnos todo su dolor, su angustia existencial ante los avatares del mundo, ante los quehaceres de las fronteras, aunque “Nada es posible con ellos para que no se pudran las palabras”.

         El sujeto lírico aboga por los desaparecidos “Luego sobrevienen los exterminios selectivos”.  Las estadísticas planetarias, en ese sentido, son  apabullantes.  Uno se queda incrédulo ante tanta barbarie y eso que estamos en el siglo XXI “Solo me queda esperar noticias / Y asumir la culpa / Y recoger el espejo de mí mismo en pedazos”.  Los poetas no renunciaremos a seguir denunciando ese Apocalipsis.

         “Ahora nadie ve y nadie ha visto” (…) “Comiéndose la vida”.  El dolor como comida es un signo devorador “Por mucho tiempo a los vivos nos come el luto”.  Sus doloridos acentos singularizan una especie de esquema recolectivo de la angustia y los traumas humanos más evidentes, porque “Vivir aquí es una aventura de la sed”.

         En el universo poético de André Cruchaga “Jamás regresaremos al mismo sitio / de donde partimos”, porque “Todos no somos los mismos”.  En ese encontrarse y desencontrarse que es la vida, la voz de Cruchaga es un resquicio para reflexionar sobre la condición vital “Por eso la mayor fatalidad es estar vivo, seguir vivo”.  Las herencias le preocupan al poeta “Partir dejando a otros, espectros de sí mismo”.

         Seguidamente, ofreceré un selecto corpus de versos relevantes de siete de sus libros, publicados entre (2014-2018), para plantear un comentario integral sobre la calidad literaria en la poesía del salvadoreño André Cruchaga, gran y solidario poeta centroamericano.

         De Postscriptum (2014) selecciono versos ineludibles: “Ya solo es memoria el camino andado”, “recomenzar el camino del universo”, “Nunca ha sido fácil tener ojos para tanto mundo”, “el futuro es solo una calle sin ojos”, “Mi memoria es otra cruz semejante a los candiles oscuros de la sed”.

         De Viaje póstumo (2015) muestro el siguiente corpus: “el aliento es el tiempo póstumo de mi mundo”,  “diles que no es pecado el mar en la boca: todo tu mar”, “Quemamos los barcos descreyendo del horizonte”, “Se ha hecho memoria la voz del mar”, “el poema, después de todo, se escribe en las páginas de sangre”.

         De Lejanía (2015): “Cada minuto cuenta para el arcoíris de la sombra”, “Desnudarte, después de todo, quizá sea  la forma de vestir mi rebeldía”, “Las calles siempre tienen la tentación de hablarme: existen”,  “Al final del día, queda el libro sobre la mesa y el fogón ardiendo en secreto”, “¿En qué pedazo de tierra vive el futuro?”, “Ahora libre aunque nade siempre contracorriente”, “el semen como un labio sin sed en medio del hambre”.

         De Vía libre (2016): “Hoy es un día sin sobornos”, “Nunca la agonía deja de ser relámpago o piedra”, “La memoria es una sombra que nos quema la respiración”, “¿Cuántas ausencias hay que escribir para encontrar la memoria?”, “en cada poema me atrevo a tocar el infinito”, “Nunca ha sido fácil tener ojos para tanto mundo”.

         De Calles (2017): “Cuando hablo de laberintos me refiero a ese viaje de flechas de todos los días”, “La vigilia me hace contar los días sin quitar la vista de las llaves”, “La palabra, ese hallazgo definitivo del horizonte”, “¿En qué momento cambió el universo de la alegría por las húmedas plegarias del sollozo, o los funerales?”, “Aunque todo sea transitorio, la tempestad renueva los aullidos”, “Al final, solo me queda el camino de la memoria o del olvido”, “Es inútil la libertad cuando callas o ya has pasado a otra vida”.

         De Ars Moriendi (2018): “Cuando el tren me regrese a casa, habrán escapado las ventanas”, “la piedra sigue ahí, en todas las formas posibles de los puntos”, “Camino alrededor de mi sombra. Oscuras palabras”, “En este lugar quiero morir desnudo como mi país”, “El azadón de la fe no absorbe al enemigo”, “Nada tiene sentido cuando la edad se ha convertido en un vestigio”, “Siempre ha sido difícil ver las palabras en medio de las ruinas”, “Uno nunca sabe hasta dónde es posible arar con las palabras”, “Ahora es la incertidumbre la única certeza para abrir las puertas”, “Con toda esta edad incesante de las palabras, escribo el poema”.

         De Motel (2018), que es un texto de prosa poética, prosema, citamos: “La herida en ráfagas derrama sus augurios”, “La magia del espejo nos vuelve criaturas diferentes”, “¿Quién puede negar los múltiples rostros del poema?”, “Siempre el candelero nos sorprende con su luz a media asta”, “Después de todo, abierto el resplandor se hace poema”, “Toda la marea de las aguas  empieza a ser sonambulismo”, “Solo recuerdo la desnudez ciega que nos mira en la memoria y el vacío a oscuras como la habitación que dejamos”, “Hay algo que siempre está en la conciencia y que no se puede nombrar”.

         Cuando se lee de manera morosa la poesía de André Cruchaga, advertimos una extraordinaria capacidad para construir imágenes, a partir de elementos cotidianos, materiales o abstractos. La inclusión de elementos simbólicos es notable, pues con base en ellos, elabora versos de una señalada calidad y méritos poéticos.

         En su mundo lírico, se advierte una marcada recurrencia a poetizar sobre el olvido, la memoria, el universo, la sed, el mar, el tiempo, la poesía, el infinito, su país, las palabras o, el horizonte, por citar algunos ejes temáticos caracterizadores de su poética.

         En su poesía, el símbolo es uno de los recursos más utilizados dentro del sistema de significados poéticos. Asimismo, hace gala de un manejo pleno de las figuras retóricas como procedimientos que forman parte del valor estético de la creación literaria.

         Entre sus lecturas se advierte una fortaleza en su concepción cosmovisionaria.  Puede observarse en ellas, epígrafes testimoniales de figuras tan relevantes como Antonio Gamoneda, Pablo Neruda, Andrés Sabella, Eduard Jaguer Roque Dalton, Manuel Altolaguirre, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Juan Antonio Massone, César Vallejo, Bertolt Brecht, Pablo Picasso, Walt Whitman, Juan Ramón Jiménez, Dylan Thomas, Aldo Pellegrini, Fayad Jamis, Joan Brossa, André Breton, o Braulio Arenas.

         Al dar cuenta de la alta productividad poética del poeta salvadoreño André Cruchaga, nos regocijamos en disponer de una docena de sus libros en nuestra biblioteca personal costarricense, pues, de esa manera, releemos sus libros y nos acercamos a su acento creativo de gran capacidad poética y de construcciones novedosas que nos ponen a reflexionar acerca del verdadero oficio de un creador holístico como André.

Desde Costa Rica, saludamos a André Cruchaga, un insigne trabajador, y difusor de la poesía sin  latitudes ni banderías, pues él sabe, y muy bien, que cada creador realiza su mejor esfuerzo por ser honesto y transparente, desde su universo creativo, en aras de  alcanzar un mejoramiento, en favor de las mayorías menos favorecidas del mundo.


LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA

Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica
(24 de marzo del 2019)

jueves, 21 de marzo de 2019

ATRIO PARA UN CUERVO IMPOSIBLE

Cuervo imposible (2019) André Cruchaga





Prólogo

ATRIO PARA UN CUERVO IMPOSIBLE




Cuervo imposible se posa sobre el pentagrama de lo inefable para trinar su entropía en las selvas desérticas de lo sublime
Enrique Ortiz Aguirre


No sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Luis de Góngora


Tan imposible como su cuervo, resulta negarse a la petición del enorme poeta salvadoreño André Cruchaga de prologar este intenso y preciosista poemario conformado por setenta y seis artefactos, en el propio decir del vate, cuya estela poética se aleja de las modas en la poesía salvadoreña (ni el coloquialismo típico, ni el cierto simbolismo acartonado, sino una experiencia poética radical) y, en cierta manera, de la poesía latinoamericana, en general; siempre resulta estimulante adentrarse en la espesura de mayólicas de su poesía, un enjambre de significados que conjura la superficialidad y falta de semántica (puro envoltorio, cáscara) en nuestros días. Frente a la alabanza de lo insustancial, André despliega los significados en un pentagrama y les confiere significados profundos e inesperados, como un cuervo que se deja caer sobre las notas para hacerlas sonar profusamente. En realidad, se trata de una salmodia fundacional, de una siniestra melodía que nos reconcilia con lo más ignoto, con el origen de lo mítico. Y ese cuervo imposible (sus alas de gigante le impiden caminar) dibuja la genuina naturaleza del lenguaje poético: colocar las palabras en el umbral de significaciones prístinas, desautomatizar el lenguaje común para dibujar la permanencia de lo primigenio, asistir a lo genésico, percibir el milagro de lo fundacional que aflora desde las alcantarillas de los sentidos, desde lo más familiar reprimido para recuperar, redivivo, a Freud, que nos retira los líquenes y musgos depositarios de tanta impostura e inercia de lo acostumbrado. Las resonancias constituyen un apasionante tejido de intertextualidad, pero hay ciertos órganos que reclaman especial atención desde sus pálpitos ensordecedores: Juan de Yepes (san Juan de la Cruz), Luis de Góngora y Argote, Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe, Rubén Darío, Vicente Huidobro y el Surrealismo, entre los no mencionados literalmente (que son muchos y constituyen un complejo conjunto polifónico inspirado por la entropía, como se dirá enseguida). En todo caso, no pueden diferenciarse por separado ni comprenderse individualmente, pues se orquestan holísticamente para procurar los dominios de lo sublime. Ese eclecticismo genial, al que se aúna una voz personalísima, única, que reivindica la poesía como conocimiento salpicada de cromatismo y sonoridad centroamericana en el abismo de la semántica tradicional, dinamitada tanto desde el extrañamiento de lo irracional como desde la intensificación de lo contradictorio, gigantesco en su devenir, de la antítesis al oxímoron tras la entronización de la paradoja.
         Sin duda, la plétora, la sobreabundancia, constituye elemento esencial de su poética. Algunos críticos, en reseñas, artículos y proemios, han insistido en el carácter sinestésico de la poesía de André, en sus influencias de poetas surrealistas franceses, en el espíritu existencialista de su obra, en la rara habilidad que muestra al ensartar metáforas para alimentar un torrente de imágenes que arrastran a todos los sentidos más a los territorios de las luces que de las sombras. Sin embargo, todo ello parece coyuntural, ancilar de un demiurgo esencial en su poética desde una semilla germinal que se acrece en este poemario para desvelar su hondísimo secreto, su feral arcano: la entropía.
Y es que precisamente esta concepción poética es la que asimila, por antonomasia, la poesía de André a la Literatura, con mayúsculas, obviamente. La naturaleza de escribir desde el desgarro, desde la trágica condición humana de vivir una sola vida y desear miles, desde la tensión del sujeto que lamenta sus cadenas, asume la derrota y, a pesar de ello, sale a batallar. La abundancia poética al concitar la eclosión fundida y confundida de todos los sentidos, la plétora expresiva del preciosismo verbal, y la acumulación de sentidos en la claudicación del significado convencional mediante la saturación significativa persiguen dar cuenta de una genuina revelación: el origen es el caos y el ansia es el desorden mismo, como síntoma de lo que nos habita. Ello nos instala inevitablemente en la categoría estética de lo sublime, incardinada en ese principio atroz que nos mueve y nos paraliza: en el principio está nuestro fin y, en nuestro fin, nuestro principio, en palabras del genial pensador Eugenio Trías, que nos dejo estéticamente huérfanos en 2013. Esta concepción poética enfatiza la noción de límite para diluirla a través del epítome y de la plétora, de la sobreabundancia, y del discurso metafórico, capaz de sustituir la realidad convencional por un artefacto autónomo, independiente de la realidad circundante, que la suplanta en aras de su canto de independencia artística, de su capacidad de respiración autónoma sin los pulmones de la realidad mostrenca. En esa dimensión poética, en la que acontecen simultáneamente el génesis y el apocalipsis, se produce la consunción de los límites y fronteras sublimados en el magma mítico del origen y de nuestra destrucción. Es, pues, una poética tan gnoseológica como ontológica para emparentar el ser con el conocer como corolarios recíprocos en la absoluta acronía de lo ilimitado. Esta destrucción del tiempo cronológico confiere altísimas dosis de lirismo al torrente visionario, ya que privilegia el espacio mítico (sin tiempo) como sucede en el ámbito de lo onírico. Así las cosas, ante la claudicación del tiempo, se erige la ucronía desde la concepción del espacio, el monumento a la prospección, a la pertinaz hipótesis que nos atraviesa. Ese detenimiento de lo ilimitado produce una cristalización efímera de lo eterno, un soplo congelado hacia la atracción de lo que nos destruye.
         Por otra parte, la entropía como demiurgo se convierte también en culpable de la polifonía de esta Comala poética, en virtud de la dilución de los límites por sobreabundancia; lo que explica que convoque la naturaleza simbólica, religiosa y espiritual de san Juan, su equilibrio imposible en el corazón del oxímoron, la mística inefable del origen, el abismo de la significación, con el tamiz de la modernidad baudelaireana, que funde los elementos citadinos, hálito de vidrios y cemento con la simbología natural y que concede la amplia belleza de lo siniestro que conecta la poesía de André con lo sublime. Al mismo tiempo, el espíritu culterano de Góngora insufla el cuidado formal, el gusto por la metáfora y la inclusión de un léxico no considerado a priori como poético, pero que -en virtud de la entropía y del exceso- resulta ineluctable en los designios poéticos de esta dimensión taumatúrgica y esencial que nos propone André, así como el culto a la nada como destino de la condición humana; el exceso verbal, pues, también contribuye decididamente a la eliminación de los límites y a la superación de fronteras; de Baudelaire ya se dijo algo, la extensión de los versos, su cercanía a la prosa, su modernidad y la tenaz crisis del individuo en el ámbito citadino, ese existencialismo enraizado en la nadería, en la poética de la desaparición, en la metáfora de la ausencia. Asimismo, este poemario concita la trágica voz de Poe y su celebérrima obra poética de El cuervo, con su estudiada musicalidad y la atmósfera sobrenatural hecha, aquí, lenguaje y malditismo, canto de lo siniestro que nuestro poeta salvadoreño, desde la existencia humana, extrapola a la ideación de país, de sueño, de tremenda pulsión hacia lo que nos destruye, hacia la nada como feral reverso del rebasamiento del todo, en el que no podían faltar la sensualidad que rezuma profundo erotismo, el exotismo verbal, las esdrújulas, los versos largos, la sonoridad rotunda y el cuidado formal darianos, ni el erotismo como marchamo de la muerte, ni la desarticulación total del lenguaje, el paracaídas de Altazor, las estructuras paralelísticas, la reiteración, la sorpresa, el adjetivo inusual, lo arbitrario o la Vanguardia con el sello indeleble de Huidobro, ni la independencia de la obra artística respecto de la realidad, logro vanguardista que comenzó a gestarse con las corrientes finiseculares y el vuelo autónomo de la metáfora. Y, por supuesto, el surrealismo y su teoría del caos, la verdad de los sueños y de lo incomprensible, de lo irracional como auténtica forma de conocimiento.
         Y, en esa contradanza de lo sublime, lo abstracto se hace concreto y se confunden; lo animado, se cosifica; lo inerte, se personifica; lo humano, se animaliza; lo animal, se humaniza; y la verdad, se hace artefacto. Esta capacidad taumatúrgica que nace de la entropía se articula, entre otros medios, a través de la metáfora, dada su capacidad de transformación, de milagro semántico, de rebasamiento de límites y consunción de fronteras para desembocar en el magma donde todo es indisociable, donde la confusión nos reconcilia con la pangea misma de nuestra existencia, con el desorden gramatical de las palabras primitivas, las palabras de la tribu que crean y que destruyen todo lo que nombran.
         Todo ello es Cuervo imposible, tal y como puede comprobarse, verbigracia, en “Anotaciones para el olvido”:
                   Todo crece hacia el escombro:
la lengua, la oración, el escapulario,
el atrio mordiendo juegos inexplicables,
la plaza con el tormento
de las estratagemas y el chaparrón de ofertas sempiternas.
—Hemos dejado de ser,
para ser Nadie,
fundamos mares y sueños de perenne mutilación,
de escombro y funeral inexplicables
Esa poética de la nada, de la figura de nadie, mediante una técnica de permanente desgarro, de divorcio pertinaz en la metáfora de la devastación y del desprendimiento, el lenguaje de la caída, la creación en el vórtice. Con este poemario, el lector queda sobrepasado por una sensación de belleza lingüística que encuentra su fulcro en lo siniestro y en lo ilimitado, promoviendo la aquiescencia de lo sublime. Una experiencia frenética que nos apresa, víctimas del síndrome de Stendhal, ahítos de metáfora y de extrañamiento, vencidos de hipálages, hipérbatos, aliteraciones y lujos verbales que producen anonadamiento y éxtasis contemplativo.
O, en “Vivencia de la humedad”:
Nos hemos edificado en el abismo de esta materia:
sin posibilidades de hallar la lámpara de los peces,
el vestigio del pulso,
la punta del ala que nos ofrezca una salida.
La eternidad nos vuelve bruma de granito.
Donde el oxímoron final da buena cuenta de nuestro pertinaz anhelo y, simultáneamente, de nuestra efímera y precaria condición, en el abismo de la nada.
O, en “Rostro de la calle”:
 Para mí y para vos, cada calle nos borra la esperanza.
Salvo el laberinto de la muerte,
nada más nos acompaña
en la travesía: cada transeúnte es un grito entre grises.
La existencia concebida, pues, desde la desaparición, desde el reino de naderías de nuestro destino; y esa genial metáfora del laberinto de la muerte que nos encierra en el fabuloso Dédalo del lenguaje, plagado de celadas, construido sin salidas para el lector. Y ese cansancio vital en “Venablos del desvarío” y, en el carácter proteico de la nada, esa poética del crepúsculo, del ocaso como objeto lírico sempiterno (“Rictus del hollín”), del caos (“Áspero patíbulo”), de la desnudez como desahucio (“El poro en el espejo”), del vacío (“Espacio insondable”), de lo oscuro y lo siniestro (“Cuervo”), de la ausencia de signos de puntuación (en la prosa poética torrencial, a modo de caída de “Cuervo del respiro”), de la repetición circular y sin sentido (en el brevísimo “Ciudad mientras camino”), de la demencia y el exceso (“Locura”), de lo grotesco y lo deformado (“Errores involuntarios”), de la esquizofrenia y lo mutilado, hasta la emasculación, (“Agujeros de miedo”), de las sombras, de los tiempos oxidados y de un largo etcétera que conforma el carácter poliédrico de un caleidoscopio del vacío y la pérdida, de la caída como estado permanente.
Así pues, hay verdadero aliento poético en torno a la entropía como mejor demiurgo de la poética de la pérdida, del lirismo del inefable silencio que anuncia nuestro origen y presagia nuestro acabamiento; de esa frenética acumulación para conjurar la nada que nos respira, que nos aguarda y nos crea en ese paradójico milagro del desorden, cuna y sepultura de todos nuestros desvelos. La poesía de André Cruchaga responde, por exceso, a la propia naturaleza del género lírico y vindica su esencialidad desde la perspectiva lúcidamente crítica de Víctor Vich, ya que es una poesía que habla del sujeto y de su trágica condición, de los vínculos y su problemática, y del lenguaje, auténtico alarde, protagonista brillante de este vuelo imposible, logrado desde las raíces.

                                               En Madrid, en las postrimerías de un año más.


Dr. D. Enrique Ortiz Aguirre,
Universidad Complutense