sábado, 22 de febrero de 2025

VIGENCIA DE LA MUERTE. UNA RELECTURA DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN

La Mort et le Bucheron (1859) de Jean-François Millet.


VIGENCIA DE LA MUERTE.
UNA RELECTURA
DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN


 

La vida es proyecto y espera. El término debiera ser fruición, goce

y reposo. Pero jamás se llega a este término. La muerte irrumpe

desde el exterior la propia realización. Estamos condenados a

unas conquistas sin sentido y a unos anhelos sin cumplimientos.

La vida es una pasión inútil

JEAN PAUL SARTRE

 

… Y en mi sangre confundida,

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

XAVIER VILLAURRUTIA

 

Si agradable descanso, paz serena,

la muerte, en traje de dolor, envía,

señas de su desdén de cortesía:

más tiene de caricia que de pena.

FRANCISCO DE QUEVEDO

 

 

Si «La muerte es la negación de todas las posibilidades.» ¿Dónde queda la trascendencia? ¿Basta con poetizarla para entender la vida? Si la vida es espera y esperanza, la muerte nos quita todas esas posibilidades, nos inhibe del devenir. En realidad es un territorio que nadie conoce no obstante ser parte de los misterios de la vida. Para algunos es un paisaje de irrealidades, encandilante, zona tórrida, núcleo de una cruz que se extiende en la espalda, un torbellino humano, para otros, un río delirante, algo así como un abismo, pero un abismo en la belleza y el sueño; niebla del alma a la cual uno se puede aferrar porque el fenómeno posee su propia metafísica, infierno o paraíso intangible, un mundo quizás de ahogos y pesadillas que se abre a la cotidianidad de la vida. «Espero alegre la salida y espero no volver jamás», escribe Frida Kalho previo a su deceso. De hecho, quien sufre por las razones que sean «ve a la muerte como liberación, y no quiere volver jamás a repetir lo mismo, a no ser que de lo que se trate es de volver a repetir los momentos buenos, plenos, felices; si el "repetir" es entendido como recuperar lo perdido gratificante de la vida, abundante, generoso, como Kierkegaard relata en el caso de su “pensador privado” Job, estamos hablando de otra cosa. (Pero Nietzsche habla de repetir lo mismo, y él era alguien que sufrió mucho, pero quería reprimir dentro de él todo sentimiento en contra de la vida. Su querer volver a repetir lo mismo implicaba al amor fati y a la voluntad de poder que crea al superhombre, en un momento preciso; después de la muerte de Dios, y más allá de un nihilismo pasivo imperante.» (Andrea Díaz: Nietzsche y el pensamiento de la muerte).

La muerte acompaña al ser humano desde un pretérito remoto porque belleza y horror van de la mano, se le admira y se le teme; en este punto convenimos que la muerte es poesía materializada; a través de la palabra damos cuenta  del dolor sintiente de sí mismo o del prójimo. Pero todo es elucubración, inferencia, según cómo se entienda esta dialéctica vida-muerte. Lo cierto es que no podemos entenderlas separadas, vida y muerte forman parte de lo mismo: la vida humana. José Emilio Pacheco en su poema «Caverna», expresa: «Es verdad que los muertos tampoco duran/ Ni siquiera la muerte permanece/…» Algo hay de fatalidad en este tema y de ambrosía que no escapa a escritores: poetas, ensayistas, narradores. La muerte es una constante, a menudo embiste como una fiera. La muerte se presenta como algo terrible y fatal. Lo cierto es que quien se muere lo hace para siempre y ella nos produce diferentes sentimientos. La poesía es un «commentatio mortis», una meditación sobre la muerte al igual que para Platón y Cicerón lo fue la filosofía.

Todo vuelve a ser polvo, tierra, desecho. «La muerte nos causa gran curiosidad. Nos mantenemos cerca de ella pero nos alejamos con premura si vemos que está demasiado cerca. Es un gran tema romántico porque suicidarse es la expresión máxima de la crueldad del ser amado; es un tema heroico porque los más valientes caballeros pierden la vida para salvar a su pueblo y es un tema de horror porque lo desconocido detrás de ella hace que pensemos que los que ya están del otro lado puedan regresar.» A veces la muerte es la fuga del mundo vil y horrendo en el que vivimos, tal como quería Shakespeare; Víctor Hugo, por su parte la consideraba belleza y enigma, cosas profundas; una vida centrada en sí misma, encerrada entre cuatro paredes es a su vez una especie de muerte, quien no arriesga nada, según lo vemos en Neruda. Para otros, acaso sea, alzar el vuelo, sin alas, sin ojos y sin cuerpo, como propopía Elías Nandino. Xavier Villaurrutia, llega al punto de describirla como algo cóncavo, tibio y silencioso, «es dura en el espejo y tensa y congelada, el hueco que queda en el lecho»…Digamos que la muerte tiene su propio peso en lo espiritual, sicológico y emocional. La muerte y el dolor es, finalmente la victoria del dolor.

La muerte, dice José María López Sevillano, asumida por la persona humana, viene a coronar las distintas opciones de nuestra existencia. Es situación límite que ilumina el sentido de la vida: desde la intramundanidad como quiere el ideario agnóstico y ateo (Heidegger, Sartre); o desde la transmundanidad, como confiesa el ideario cristiano (Marcel, Lavelle). Una visión materialista y pragmática del vivir humano, agrega, reduce la preocupación por la muerte al estado de una sociología del débil que puede desembocar en dos actitudes enfermizas: moral, la desesperación; siquiátrica, la depresión. Para Epicuro, la muerte es un obstáculo por cuanto impide la felicidad del sujeto en y de la sociedad.

Siendo por lo general el tema de la muerte una representación de la existencia humana, conviene ahondar en tal menester de la mano de Mijaíl Málishev: «La conciencia de la muerte introduce, entre el animal y el hombre, una ruptura más profunda que la capacidad del segundo para fabricar utensilios, hablar y pensar. Quizá el hombre se convirtió en hombre desde el momento en que empezó a enterrar los cadáveres de sus congéneres, inventó el ritual funerario y elaboró las creencias en la supervivencia o en la resurrección en el más allá de los fallecidos. En todo caso, el hombre es el único ser vivo que sabe que tarde o temprano va a morir y, por tanto, piensa no sólo en cómo va a vivir, sino también en cómo va a morir. Ante la amenaza del arribo de la muerte, el hombre identifica al hombre y se identifica a sí mismo como ser humano. Podemos suponer que el hombre primitivo sabía ya, cuando enterraba a sus congéneres, del sentido de la muerte, pues en caso contrario difícilmente hubiera inhumado a sus cadáveres.»

La experiencia de la muerte sobre la vida supone también un vínculo entre poeta y poesía que solo trasciende a través del lenguaje. En la poesía de Odalys Interián, la muerte ocupa lugar privilegiado entre los temas recurrentes de su poesía. Como otros poetas predecesores y contemporáneos ella sufre la sombra, la angustia, la soledad y la muerte. El tiempo, el amor y la muerte se manifiestan de manera singular, múltiple, reiterativa y, desde una perspectiva íntima, objetiva, experimental, vanguardista, simbólica y meditativa va revelándonos su lucha interior. Miedo, luz, sombra, se juntan en el latido para luego convertirse en ceniza: poesía reveladora, de batallas interiores en la que la poeta desde la conciencia del sujeto lírico alcanza la esencialidad de la palabra y la comunión humana.

 

El ojo en su víspera Eunice

 

el párpado tranquilo de la muerte

posándose aquí.

Esta es la hora en que besamos

los crepúsculos

la imagen de la lluvia

el salmo

el sitio /un sitio

desde donde saltamos

para vernos

la ilustre orfandad.

El ojo peligroso que nos mira.

La vena de Dios

estallando

sobre el hueso real de las oscuridades.

Evitamos decir este es el miedo

Este es el cortejo huérfano de la luz.

Este el pájaro de Emily

con su pata golpeando

gritando

danos razón /danos -vida-

razón.

Dónde poner el cuerpo

el trazo de desnudez que arde.

Alza y Alza la flor sobre la espuma

quédate como un mirlo ondeando

en la blancura de la noche.

Alza y alza el pistilo del Reino mayor

los pájaros del futuro

acógelos en su marcha.

Ven recoge el mástil rompiente

de las mismas estrellas.

Aquí se junta el latido

todos los ojos del amor.

Qué cielo batirá el cerco de polillas

que inundarán lo vivo.

Quién andará encubriendo los adioses

el golpe

la angostura que viene de esa chispa

que escapa de la muerte.

 

Ante la presencia de la muerte, se revelan una serie de arquetipos que se vinculan a la espiritualidad, la otredad en un escenario propio de la metafísica: finitud e infinitud, en definitiva el ritual del adiós transfigurado en presencia viva, doliente como el latido que se rompe en la marcha. Odalys Interián es consciente de que «La noche vierte sobre nosotros su misterio,/  y algo nos dice que morir es despertar.» El miedo de ser solo un cuerpo vacío, la angustia y la duda en su vastedad. «La interioridad es la ciudad en la que se despliega la muerte, es el territorio en el que funda sus ciudades.» La ciudad como cuerpo donde se forjan las huellas del ahora, el territorio donde se reza en agudo sacrificio y tortura.

 

Porque miras muerte con estos ojos míos

qué rememoras

diluye estos andrajos que visten el amor

dilúyeme la luz que duele

los escombros pasivos que acobardan el aire.

Contémplame casta

en el charco tremendo de la luz

donde se contemplan las bestias del silencio.

 

Porque hablas muerte con mi boca

y enciendes la parábola 

porque callas al ángel

y vas minando al hombre

con un residuo de memorias fatales

con un gesto de agonía final.

Que lastre tu lastimadura

que poca tú 

que tanta muerte en la muerte

tu victoria.

 

Este momento absoluto de desdoblamiento y espejo dulcifica en cierto modo la contemplación y no puede ser comparado más que con la muerte. Sin embargo, la muerte no es aquí por momentos lo negativo de la vida; es la medida misma de lo eterno opuesta a la fragilidad de la existencia pasajera carcomida por el tiempo. La vida suele ser siempre una llama atizada por múltiples incendios. La muerte de algún modo es una rutina vitalicia, un dolor vario con sus aristas desvencijadas, un pie aquí y otro allá, las municiones de la noche, un duro sonar de campanas que cuaja en el fruto de la carne. «Como quien lee en un renglón tachado», eso es la muerte, no reflejo sino imagen, arenilla en medio del eco del escombro. Al ojeo profundo y maduro, Odalys Interián, apunta a todo eso y lo hace afincada en el ala de la luz y escucha y siente al corazón que tiembla como un arado.

          Importante destacar el artículo de Damodar Peña Pentón: «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Importante, digo, porque estas indagaciones sobre la poética de Odalys Interián, tiene una estrecha conexión de contenido: «El arte y la muerte han mantenido una estrecha vinculación derivada de la significación esencial que paradójicamente ella tiene en todos los aspectos de la vida; su representación ha sido una constante a lo largo de la historia. Primero fue abordada como la muerte del héroe, del dios o del santo y luego tuvo su mayor exponente con la figuración de “la danza de la muerte” acompañando los tiempos de las grandes epidemias. Desde entonces no ha dejado de ser un tema o género artístico. Héroes y grandes personalidades de la antigüedad, reales o imaginados, fueron trasferidos a alguna manifestación artística, fundamentalmente a las artes plásticas. Muchos se representaron en el momento de su muerte natural o trágica. Es el caso de José Martí, el héroe nacional de Cuba, quien tuvo una especial relación con la vida y con la muerte, esperada por él siempre como consecuencia lógica de los constantes riesgos a los que se exponía.» La muerte es una interrogante que la poeta desde su escritura se propone resolver. Desde «De Anima» de Aristóteles,  la poeta con su capacidad intelectiva procura conocer la naturaleza de la muerte y entreteje con infinito entusiasmo, esa asunción como totalidad final de la vida.

          Pese a ser un tema de suyo escabroso, Odalys Interián, voz anhelante, muestra y configura esa totalidad caótica y simbólica. Su lenguaje con diversos matices conlleva pulsiones órficas en cuanta pérdida que se sucede en el sujeto. Por supuesto la muerte no es espejismo, le gana a la realidad mientras avanza a condición de conformar otro conocimiento o realidad. En este punto es importante la mención a Vallejo. «Vallejo experimentó el dolor, el desgarramiento por los afectos perdidos frente a la muerte, la fe y la esperanza de un mundo más humano.»  El camino de la poeta por esta vía alcanza la fusión del «yo poético» con el mundo real hondamente acumulado en sus vísceras. Al desdoblar sus pensamientos estos se convierten como un espejo retorcido por los espasmos.

 

Este dolor Vallejo no es uno

 ni es un dolor de jueves

 es un dolor de espanto

 abierto en su víscera

 un doler en todos los latidos

 y las corrientes

 un dolor hermano

 en su intemperie

 en su grito mayor

 en su fábulas de mañanas muertas

 y persiste en su ronda

 en su cíclope lluvia

 y lame las palabras

 en su costra y poder

 este dolor hermano

 retorcido en su espasmo

 de quebrantos veloces

 quedándose en mí

 como un amante

 poblándome

 con su mal deseo

 circulando en su plaga

 y tormenta

 en su torbellino de rotos silencios

 

Ese juego y escisión del yo, explica en alguna medida explica y alude al desdoblamiento interrumpido solo por esa condición de vacío, inmaterial después de la muerte física.        Ese quebranto de realidad atroz únicamente comparable con la imagen romántica y amatoria de un amante. La percepción de la realidad es vista como un inventario de entidades descuajadas. En su percepción de la realidad está presente una atmósfera deformada, surreal si se quiere donde transitan cadáveres vivientes: uno adquiere la conciencia de la propia existencia al entender la muerte que nos rodea como algo real. El resultado es un poema de simultaneidades derramadas en la mente, en los ojos, en el cuerpo ahogándose como compañera del sueño. Ante esta concepción de la muerte de Odalys Interián, existencia y conocimiento la acompañan otros poetas que seguramente la ven, la intuyen como presentimiento. «Aquí cualquier silencio habla de la muerte/ mira cómo se hunde la visión de la vida», nos dirá la poeta. «Cuánto candor de muertos/ en su tierra dolorosa», nos enfatiza.

No podían negarlo

estúpido era creer

tratar de convencerme.

No podían decir en el último minuto

esto es una verdad.

No podían saber

qué músculo infértil de la luz soportaría

la vieja estrategia del destino.

Nada podía borrar esa aberración.

La muerte y su silencio.

La muerte y tú:

una fotografía.

            Como en Los heraldos negros, la muerte es el «Idilio muerto». Pero a diferencia de Vallejo, en la poesía de Odalys Interián, no «…llorará en las tejas un pájaro salvaje», porque ni la vida ni los pájaros se agotan, aun cuando en ocasiones el ensimismamiento parece absoluto. En la poeta hay una búsqueda constante e incesante. «La poesía moderna —apunta Depetris, Carolina —se define no tanto por su concreción sino por la búsqueda que inspira.» No es una realidad fantástica a la que la poeta se enfrenta, sino a una imagen real que nos borra del mapa; y ello, es posible solo a través del lenguaje. Desde luego  éste (el lenguaje) sólo tiene lugar en la representación y a través de signos precisos y determinables, y «representar», recordemos, tiene filiación semántica con «encarnar», «figurar», «fingir», «hacer de», «ir de», «personificar», «simbolizar». La poeta explícitamente encarna en su escritura la dislocación que ella (la muerte) supone. En suma, desde su metafísica intuye que la muerte no es apariencia, en tanto está en el espejo como un torrente que baja con su barbarie íntima:

 

El tiempo es otra irrealidad

un pájaro

un temblor que sabe de la muerte.

Pero tú duermes el sueño sin lápida

ni epitafio

que sigue prolongándose

al fondo de un cielo inaplazable.

             En otro de sus textos nos dice, nos da cuenta de esa realidad interior. la soledad asociada, acaso, la muerte, elementos de la realidad que referencian la conexión emocional con el mundo en que vivimos. Los sentidos alcanzan su agudeza para explicarnos, decirnos sus posibilidades mágicas.

 

He recibido el disparo de gracia

que dan las soledades.

Como libélula estancada en el humo

como una tormenta de mariposas blancas

que agoniza en el lodo

vi mi mortalidad

la ciudad que llenaba el abismo

y vi la oscuridad que incubaba

como una mala semilla

desplomarse.

 

             «Las cosas que mueren jamás resucitan,» en palabras de Alfonsina Storni, los días que fueron tampoco retornarán. ¿Por qué entonces nos asedia como un mal y sin embargo acudimos a ella con fruición y embeleso? Sobre el tema existen diversas contradicciones; está claro que depende en gran medida a la sensibilidad del poeta, conmueven porque son testimonio de vida, testimonio, seguramente de un conflicto interior arraigado en nuestras sociedades, ineludible, inquietante, angustioso aunque haya quien, como el poeta Xavier Abril que expresó: «Solo la muerte morirá» No estoy seguro de tal afirmación, pero es poesía. Tampoco estoy seguro que la misma se circunscriba únicamente a lo negativo. La poesía en todo caso es una tramitación de misterios. Nuestra poeta, Odalys Interián, se asoma con su poesía con pálpitos alucinantes, un pozo que se sucede en el decurso del tiempo sin principio ni fin. Diríamos entonces que es una especie de angustia creadora. La poeta con sus propias ansiedades metafísicas asume  con estoicismos ese anhelo primigenio, el de las tempestades que vive el vigía. En ese ventarrón de fuga, el tema de la muerte es en mi opinión un acercamiento sensorial de eternidad y desasosiego. En este sentido de eternidad dialéctica, tenía razón Vallejo cuando escribe: «Para sólo morir, tenemos que morir a cada instante.» Y sucede también como en Elías Nandino: «…que despertamos con una muerte a cuestas, maternal, indolora, acariciante,»… Ahora bien la poeta Odalys interián, la asocia a menudo con la soledad como certeza última, al respecto nos dice en este fragmento: «que es un dolor espigado sobre los vértigos.»

 

Adónde vamos compañero

La soledad es la única certeza

y nos desampara.

La soledad será esta ceguera que exhibimos

la ingravidez

los desmayos amontonados

los candores de la vieja vigilia

regando el lado absurdo de la muerte.

 

             En al poeta Odalys Interián el silencio es una constante, su entorno de distancias, rupturas y de acercamientos, digamos el extramiento de la poeta con el mundo; y así da cuenta de lo inefable, de sus exploraciones del yo con la realidad vivida o deseada. Solo así es posible el esclarecimiento, la paridad sujeto-objeto de la poesía y su desdoblamiento. Este juego de soledad y muerte que la poeta advierte como una jaula, anquilosa, aunque a la postre fluya como «el gua renovándose«, tal sus palabras. Tal «ilusión» nos permite y acerca al yo contemplador, el que mira, infiere, intuye, se fusiona o deslinda.

 

Y el silencio siempre

y la luz como un cuchillo y la palabra.

Páramo y más páramo la oscuridad.

Siempre la noche      

y la muerte siempre

un pupilaje sereno

sobre la luz insomne de los peces.

 

Es importante señalar que en la tradición poética y, la moderna no escapa a ello, la presencia de la muerte como finitud y parte de la negación de la vida, está presente y lo seguirá estando, es parte de la metáfora perpetua, esta metamorfosis plural de la realidad del mundo y del lenguaje. La poesía y la literatura en general harán presente este encuentro del ser con esa otra realidad. Y, así como en Baudelaire, a través de «imágenes abisales» y «el paso del tiempo», tendremos siempre poesía que nos hable «La muerte de los amantes, La muerte de los pobres, La muerte de los artistas, El fin de la jornada, El sueño de un curioso y El viaje. La muerte se muestra como la última salvación frente al sufrimiento, como un paso a un mundo mejor.» La poeta desde su autoexploración nos conduce a diferentes reflexiones, a la nada existencial y a la realidad vital que nos impulsa, nos empuja a la configuración de un universo poético privativo a fin de cuentas en cada poeta.

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 16.10.2022

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA:

 

1.      Díaz, Andrea: Nietzsche y el pensamiento de la muerte. Puede verse el artículo en: http://www.actio.fhuce.edu.uy/images/Textos/9/Diaz9.pdf

2.      López Sevillano, José María. (Artículo).  El tema de la muerte en la poesía de Fernando Rielo. Se puede ver en el siguiente enlace: https://www.arsmedica.cl/index.php/MED/article/view/356/286

3.      Málishev, Mijaíl. El sentido de la muerte. https://www.redalyc.org/pdf/104/10410106.pdf

4.      Rühle, Volker La insistencia de la muerte en la vida: Hegel después de Heidegger. file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/6995.pdf

5.      Jiménez Burillo, E. Del miedo a la muerte. Universidad Complutense de Madrid. https://www.uma.es/media/files/02._Miedo_a_la_muerte.pdf

6.      https://www.crearensalamanca.com/diez-poemas-de-odalys-interian-dedicados-a-alejandro-romualdo-y-diego-de-torres-villarroel-xxi-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/

7.      http://www.crearensalamanca.com/odalys-interian-poemas-para-tocar-a-dios-comentario-y-seleccion-de-jose-hugo-fernandez/

8.      Medina Alcántara, Esteban. La poesía previa a Muerte sin fin. Tesis doctoral. Veracruz, México, 2019.

9.      Villarreal Acosta, Alba Roxana. La representación de la muerte en la literatura

10.   mexicana. Formas de su imaginario. Tesis doctoral. Madrid 2012.

11.   Connor, P. Stevenson. La presentación de la muerte física y psicológica en obras poéticas de Federico García Lorca. Mayo 2019.

12.   Murciano Maínez, Jorge. TIPOLOGÍAS DEL AMOR, DEL TIEMPO Y DE LA MUERTE EN LA POESÍA DE CARLOS MURCIANO (1970 -1983). Tesis. Universidad Autónoma de Madrid, sf.

13.   MENDOZA RIPAZ, Rosa Luz. Visión de la muerte en la prosa de César Vallejo. Tesis. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad del Perú. Perú, 2017.

14.   Peña Pentón, Damodar. «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Cuba 2018. Puede consultarse en el siguiente enlace: file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/Dialnet- LaMuerteYElArteCuatroVisionesDeLaCaidaDeJoseMartiE-7320986.pdf

15.   Medina, Raquel. El surrealismo en la poesía española de posguerra (1939-1950). Visor Libros, Madrid, 1997.

16.   De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. La agonía del cristianismo. Editorial Porrúa, México, 1999.

17.   Depetris, Carolina. Aporética  de  la  muerte:  estudio  crítico  sobre  Alejandra  Pizarnik. Fondo editorial de Acceso Libre. UAM Ediciones, Universidad Autónoma de Madrid, 2004.

18.   Cruchaga, André. Visión de la muerte. 1ª. Edición Suplemento Cultural Tres Mil de Diario Latino, El Salvador, 1994.

 

viernes, 21 de febrero de 2025

CALIGRAFÍA ÍNTIMA EN LA POESÍA DE ODALYS INTERIÁN, VIAJE A SU GEOGRAFÍA ONÍRICA.

 YVES TANGUY


CALIGRAFÍA ÍNTIMA EN LA POESÍA DE ODALYS  INTERIÁN, VIAJE A SU GEOGRAFÍA ONÍRICA.


«Hablar de un poeta —expresa Elizabeth Azcona Cromwell, en torno a Poemas completos de Dylan Thomas—, es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.» Hablamos, entonces, de una poesía sustancialmente lírica, ateniéndonos a la muy atinada y clara definición que nos da Cioran: una fuerza que surge de lo más hondo del ser, «del centro sustancial de la subjetividad». Es según sus palabras «la prueba de una gran profundidad interior». La poesía en algún punto se convierte en sospecha de algo, en vértigo, la metáfora que nos salva de las realidades y los tiempos, así lo expresa la poeta: «Me quedé en la sospecha/ en el vértigo de la llama/ de esa lluvia que fluye horizontal y benévola.» Un poema es la unión de muchos pedazos de vida, y a veces la destrucción de la sintaxis, como proponía Marinetti. Algo en lo que coincido plenamente.

          En la creación poética de las mujeres cubanas se observan regularidades y rupturas que han hecho del proceso de la escritura un acto de continuidad, donde, a pesar de las evidentes diferencias formales instituidas por generaciones y movimientos literarios, es posible definir una noción de cubanidad y a la vez de feminidad que funden, sin que sean necesariamente visibles, las raíces de la identidad con las de la espiritualidad femenina. El hilo conductor se mantiene invariable en autoras de diferentes estilos o etapas y en las que el pasado y el presente históricos, la pasión, la nostalgia, la política, y sobre todo, sus vivencias humanizadas en cada realidad, resultan la génesis de temáticas comunes que apuntan hacia el doble reconocimiento de quiénes son como mujeres y escritoras americanas. (Álvarez Amargós, Michelle María., et al. (2014)  Si bien prevalecen muchas de estas características, también es cierto que existe un desarraigo más acentuado en las poéticas del exilio: el pasado, el presente y el futuro no son momentos diferentes, sino que se encuentran como éxtasis (salidas de sí mismo) esencialmente entrelazados, pero con un dejo de añoranza, desgarramiento, desarraigo, a veces de impotencia dado que la poesía, insondable e inasible, solo nos expresa la condición del ser desde el yo poético. «El yo poético es el mediador del poeta, pues a través de éste, manifiesta sus sentimientos, deseos, sueños, razones y experiencias; es la voz a través de la cual los pensamientos del escritor o escritora adquieren sentido. El yo poético dialoga, propone, sugiere y seduce a lectoras y lectores.»

 

Este dolor no es aire

está en su espasmo

en su garra y metal

golpea.

Pero las palabras jamás se ponen de rodilla.

Sería más fácil pasar la muerte

por el ojo de la aguja

el óxido sufriente del dolor

que despoblarlas

de su preñez sagrada

y luminosa.

Sería mejor una sola tumba

como un gran trapecio.

Si no saltas te pudres como el mar.

Del libro: «Bienaventurado el odio con que me odiarán»

             En poesía como en cualquier otro texto literario, existe la posibilidad y necesidad de reintegrar lo extralingüístico, es decir, que excede o supera el ámbito de lo lingüístico, que comunica por un medio diferente al lenguaje hablado o escrito. Ya veremos cómo  a partir del ejemplo de los deícticos, que en ciertos casos es imposible describir adecuadamente los comportamientos verbales sin tomar en cuenta su contexto no verbal. Dicho más generalmente, no se puede estudiar el sentido sin considerar su correlato, el referente; no se puede analizar la competencia lingüística dejando de lado la competencia ideológica sobre la que se articula; no se puede describir un mensaje sin tener en cuenta el contexto en el que se inserta y los efectos que pretende obtener.  La voz adoptada por Odalys Interián, es la que le toca a los miles de personas del exilio que viven en carne y hueso otro mundo.  De ahí el llamado casi imperativo de la poeta, el clamor: «Que nadie hable de un país», de su país cundo se carece de la vivencia cotidiana.

 Que nadie hable de un país,

si no ha visto su entraña íntima

el hambre a raudales

el germen totémico y crepuscular

de la tristeza alzándose

la grotesca irrealidad de la memoria

en sus viejas simulaciones.

 

Porque un país puede ser un abismo

crecer en ese aire silencioso y amargo

de las despedidas…

 

Los deícticos son las rendijas que nos conducen a lo connotacional como matriz del verso o enunciado. La metáfora de la existencialidad del ser mistérico prueba su plena conciencia de una poética con sucesivos eslabones que bien puede llamarse «poética de la plenitud.» La poesía de Odalys Interián suscita varias inquietudes, por los supuestos teóricos que encarna cada poema, así como por la temática varia y versátil, pero siempre en el centro, cierta circularidad y  tesitura que encaja con las teorías poéticas de la posmodernidad. En sus poemas podemos encontrar una dialéctica simbólicamente parecida al también poetizado dinamismo respiratorio, una armoniosa concatenación de elementos descritos, una especie de geometría del sentido que va generando metáforas de índole circular donde caben binomios como éstos: razón-corazón, luz-sombra, noche-día, serpiente-camino, ceniza-música o muerte-vida, presencia-ausencia, pasado-memoria, etc. La muerte, el recuerdo, la memoria, morada de la nostalgia, trazos que nos anuncian el aguacero de la soledad existencial, crepitan en su balbucir, adentro, el regresar y sentir la losa como una lucecilla que se apaga.

 

Siempre y después de la oscuridad

fulge el nuevo día

la inconmovible sorpresa de la luz

los álamos abiertos a la frescura

milenaria de la vida.

Siempre el árbol

contra un cielo emboscado y el pájaro

y la vigilia

y la nochecita que venía alzándose

junto al pote de escarabajos

y el aire limpio de la infancia.

Las manos que regaron la semilla

de la muerte

la aurora total del mundo.

El ruido de las manos y las voces.

La palabra ofrecida

en su honda matriz de lluvia renovada.

Un sol madurando lentamente en el lenguaje

poesía y silencio.

La casa es la estación más larga.

La tarde que termina

es una hoja de lila

al revés.

Y nosotras Emily

– somos los Pájaros – que se quedan

que siempre se quedan.

Del libro: «Aunque la higuera no florezca»

 

En el terceto anterior podemos constatar: luz-sombra, muerte-vida. Los fenómenos literarios y síquicos— se fundamentan en el lenguaje, en el lugar que ocupan en el proceso psicoanalítico los sueños y fantasmas también considerados como materia prima de la literatura. Jean Bellemin Noël (1978).   En razón de esto, «El poeta sería a este respecto un soñador y sus poemas —de los que una lectura psicoanalítica podría destacar el llamado “mito personal” o fantasma recurrente— pura revelación de su inconsciente, en la medida en que la combinación y matización de palabras pertenecientes al habla ordinaria adquieren bajo su pluma la capacidad para apuntar a cosas imprevisibles, a mundos misteriosos, a la muerte llamada Misteriosa y a lo mistérico, que engloba todo cuanto escapa al conocimiento del ser humano.» Guy Merlin Nana Tadoun (1992-2002). Veamos este fragmento, justo como acercamiento al tema que estamos tratando, aunque no siempre se trate de anulación, sino como renacer:

 

Aquí estoy halando la sombra de la muerte.

Halando la catástrofe /el grito de socorro

de la ciudad a orillas del desastre. 

Hilando con los ojos

las brevas maduras del porvenir.

 

El desmoronamiento de los discursos hegemónicos de la modernidad ha sido uno de los oráculos del fenómeno postmoderno. La heterogeneidad y la hibridez pasan a ser pilares de esta nueva era, apoyadas, a su vez, en la fragmentación. La visión unitaria y el afán abarcador que caracterizan la modernidad se suplantan por el estilo fragmentario que deviene uno de los rasgos principales citados por los críticos. Se habla así de un sujeto fragmentario comparándolo con el Hombre moderno, de discurso fragmentario frente a los discursos totalizadores y los Grandes Relatos (y las narraciones abarcadoras como en el boom, en el ámbito hispanoamericano), de «minorías en creciente fragmentación», añade Enrique Anderson Imbert, y sobre todo de arte fragmentario. Para Alberto J. Pérez lo postmoderno aparece como un momento de fragmentación y de dispersión de las tendencias del arte internacional, según Djibril Mbaye, de la Université Cheikh Anta Diop de Dakar (Senegal). Esta visión retrospectiva sobre el período aludido es apasionante y, más, si tratamos de cruzarla con la posvanguardia «caracterizada por la aparición de movimientos de escritores que coincidían en la búsqueda de la novedad desde una postura radical.

En general, sus propuestas e inquietudes fueron plasmadas en manifiestos en los que se planteaba su espíritu de renovación del arte, en un intento de ruptura o reacción contra las formas tradicionales de la literatura, y procurando la libertad en los contenidos y en el lenguaje.» Frente a la poesía canonizada, la poeta sigue otra línea del discurso poético: la ausencia de puntuación, a menudo, le da otro sentido a la segmentación semántica del verso. «Dado que en su poemas faltan señales gráficas (la puntuación, excepto el punto) de la segmentación sintáctica, para nuestra percepción es decisiva la segmentación y la entonación versal», es decir, al suprimir la puntuación la entonación versal se pone «al desnudo» de un modo muy llamativo, y a la vez se recalca su función estructural. (Bělič, 2000). Ello implica una lectura signada por la incertidumbre que es una manera de explicar el mundo y un mecanismo para derribar barreras.

La poesía de Odalys Interián, al igual que la de Eliseo Diego, guardando las distancias de una y otra persona, es que tienen un tono personal inconfundible así como una peculiaridad para abordar los temas diversos de su poesía, aun aquellos que política e históricamente atañen a la política de su país. Y lo hace de manera decorosa, sin contaminarlos de consignas. Desde su postura esencialmente lírica hace referencia a la pérdida de su patria que es, como perder de nuevo la inocencia, aunque en la poeta la inocencia es perdurable. Los libros de Interián no se quedan en la convencionalidad, sino que guardan entre sí, la necesaria unicidad, lo que conlleva a entender su vida, su mundo, emociones, sentimientos y sentido de realidad. Su voz poética es una voz cristalina, emocionada y emocionante, con sueños afincados en ese lugar mítico, la memoria. También hay que destacar que su actitud frente al hecho poético, ideológico y político, contrasta con aquel grupo de poetas cubanos que se autodenominaron «los novísimos», entre los que sobresalieron Miguel Barnet y Nancy Morejón, poetas que proclamaron su adhesión al proceso revolucionario de aquella época, según, Salvador Bueno, «Apuntes sobre la poesía en la Cuba del siglo XX», en «Con un mismo fuego, POESÍA CUBANA», Litoral/UNESCO, 1997. En este sentido, el poema que a continuación transcribo tiene ese aire revelador del que venimos hablando en líneas anteriores:

 

A media asta Celan

a media asta hoy y siempre

la memoria.

Nos separaron el no del si.

Nos dieron sombra y sombra

sin ningún sentido.

Nos arrullaron en su nana

nos llenaron las arterias de vocales vacías.

Ellos eran la anulación

marcaban con hierro candente

golpeaban y golpeaban

querían que callásemos.

Habrá un final.

Habrá para ellos un final.

Ahora somos un susurro

que crece.

Lo que viene por nosotros

irá devastándolos

hasta su propio exterminio.

Habrá respuesta

habrá para ellos respuestas. 

Qué dirán cuando digamos

no tendrán paz.

Cuando rompa el silencio

la sílaba airada de Dios.

 

Ottmar Ette, de la Universität Potsdam, en su ensayo: “vanguardia, postvanguardia, posmodernidad. Max Aub, Jusep Torres Campalans y la vacunación vanguardista”, plantea que «La fina separación entre la Vanguardia —que pertenece a la Modernidad—, y la Posmodernidad se representa mediante una línea de rotura: la de la existencia o encubrimiento de un metalenguaje. La Posmodernidad —dice Eco— ha tomado conciencia del hecho de que el procedimiento de la destrucción, como lo había practicado la Vanguardia —y al decir esto el novelista y semiótico italiano tenía presente la de los años sesenta, a la que él mismo perteneció—, ya no sirve. Sin embargo, la explicitación de Eco evita irónicamente la separación hecha entre Vanguardia y Postmodernidad gracias precisamente a la existencia de un metadiscurso inseparable que hace que el discurso amoroso se intercale o se transforme en un metadiscurso.» Esto a fin de superar los límites tradicionales como lo hicieron, entre otros, Rimbaud, Lautréamont; implica a su vez, un estado de liberación.

Lo admirable para mí en la poética de Odalys Interián no está solo en su capacidad de retórica, sino en la dramática conciencia de la vida, la expresión estética de sus sentimientos; este estoicismo que la hace peculiar le ayuda a superar los miedos, la angustia, la rebeldía y la reconciliación frente al desgarramiento que le produce su tierra y su gente. De hecho, en su libro «Esta es la oscuridad» Ed. Dos Islas, 2021, expresa respecto a esta obra en particular: «Poesía intensa, visceral, descarnada. (…) Testimonios de angustia, de situaciones límites, de nostalgias y mucha imposibilidad.» En otro, «Los que no sueñan más que con la luz», Ed. Dos Islas, 2022, el escritor y filósofo Dn. José Hugo Fernández, (prologuista de esta obra) con atinada enjundia manifiesta: «Por aquí discurre la muerte en orgánica cohabitación con los efluvios amorosos, de un modo parecido, aunque no igual, a aquel con que les convocaron a coexistir los grandes poetas románticos y también los medievales. La diferencia, para el caso, podría radicar tal vez en el hecho de que tales antecesores abordaban el amor vinculado, sobre todo, al sufrimiento y a otras tribulaciones, motivo por el cual la muerte era propuesta generalmente como un desenlace liberador.»

 

No/yo no me escondo.

Yo hablo del innombrable

sin sentir vergüenza

que puede importarme un pobre mirlo

el verdadero gorjeo de un mirlo

que agoniza

él sólo puede tocar la niebla

el silencio en su errática penumbra

él solo estará vaciando su nombre

sus ojos / sus propios ojos

al final del terror.

Pero yo amo mi beatitud de bestia

en su ronda y rumor

en su ternura empujando el verbo

en vía crucis contra el tiempo amargo

de las revelaciones.

Ondeo y ondeo junto a montones de sílabas

quiero estar lejos de la pulsión

del gesto hipócrita

y no me callo /con mi voz de poeta

sigo pariendo un árbol a mitad de la noche

un racimo de astros imperturbables

con que golpear la muerte.

Me quedé en la sospecha

en el vértigo de la llama

de esa lluvia que fluye horizontal y benévola.

Miren estoy castrada en el silencio

lustrando mis heridas con palabras

pegada al polvo

como una semilla en su pulido esplendor

y dinamismo.

 

La poeta, sin titubeo alguno, nos introduce en su mundo, una visión de realidad que alberga lo vital, la condición humana, escruta todo ese territorio para darle sentido a la realidad visible. Su poesía es un adentrarse a la existencia, sin clichés, en sintonía con el ideal de su conciencia. La soledad, la dualidad pasado-presente, el motivo de la muerte, la noche, el tiempo cíclico, las ruinas, están presentes en su poesía. «La poesía, como lo apunta Selena Millares Martín, en La génesis poética de Pablo Neruda, Madrid, 1992más que tratar sobre la realidad, quiere ser la realidad, se trata de una poesía orgánica, viva;» es en cierto modo, la dialéctica de la naturaleza como lucha y sucesión de contrarios, donde la muerte está íntimamente imbricada con la vida. También implica liberar a la imaginación de los límites fijados por la lógica y por las leyes del utilitarismo, ya que «tan sólo la imaginación permite llegar a saber lo que puede llegar a ser» (André Bretón). Es aquí el punto crucial, desentrañar las entrañas toscas de los grises u oscuros pasadizos del tiempo. En el resplandor oscuro de la tierra de ganancias y pérdidas que nos empuja al sueño.

El desarrollo del poema —expresa José Luis Martínez, en la reseña que escribe del libro: Tres, dos, uno... jazz, de Luis Artigue, Fundación Jorge Guillen — es otro aspecto de interés. En determinados poetas, el primer verso está cuajado como una perla y es como un golpe de aldaba para el lector. Él verso de inicio parece resumir un mundo, como un precipitado químico que ha resultado de reacciones íntimas previas (por ejemplo: “Me he sentado en el centro del bosque a respirar” verso con que Colinas inicia uno de los poemas de Noche más allá de la noche); no es así de ordinario en los poemas de Odalys Interián, que suelen comenzar con versos de talante narrativo para ir contrapunteando el poema con ritmos rápidos y pausados, desarrollos más o menos extensos con versos fulgurantes o afilados como estiletes, creando huecos entre los versos o escalonándolos para que se vea el poema como un cuerpo material también que alterna ritmos y parece ofrecer una guía de lectura tanto rítmica como semántica; y de igual manera, en el poema se suceden fragmentos narrativos, reflexivos, evocadores para terminar, generalmente, con un golpe de efecto que no cierra emocionalmente el poema, sino que lo deja vibrando, resonando. Valga como ejemplo el poema titulado «Esto no es un poema»:

 

ESTO NO ES UN POEMA

es un fragmento de metralla

un hueco de eternidad

labrándose en el humo

en la marcha final de las palabras.

Grazna como el pájaro demente

a la orilla del límite

gira y gira / persiste

la poesía es un pétalo cayendo

sobre el azar contemplativo.

Un fragmento de aire

incontaminado

un abierto horizonte

golpea.

 

Sobre mí su ojo desmesurado

su vigilia solemne

su antiquísima flor también abierta.

La luz que ofrece sus migajas

los viejos cantos lustrando el polvo

donde amanecemos.

Ahora la poesía tiene el rostro del futuro

irá llaga a llaga

mostrándose.

 

De: «Pájaro que lleva en su pico la jaula», Ed. Dos Islas,

 

Siempre que abordo la poesía cubana, me toca pensar necesariamente en Vitier, Lezama, Eliseo Diego, García Marruz, porque entrañan en mi opinión, gozo y prestigio y una racionalidad de primer orden. Odalys Interián sigue, ha seguido esa tradición de la palabra, afirma esa cubanía, aun estando fuera de su tierra patria. Su poesía está nutrida de una atmósfera mágica y, sobre todo, del deseo de libertad. Y ello se manifiesta en su aliento y personalidad poética. Encuentro en su poesía un tono más íntimo, diferente a lo que tradicionalmente conocemos como íntimo, una conciencia escindida del ser humano sobreviviente o náufrago; el tema de la muerte, a menudo recurrente como preocupación de existencialidad. Se puede intuir, inferir y luego extrapolar la noche histórica, el dolor que quema y que va gastando a un país día a día. A veces no sabemos sus nombres, los muertos que van naciendo, los muertos que contagian a los vivos.

 

Estabas mutilada

exhibirte querían.

Un frasco de formol para tus ojos

un tramo de piel rota.

Querían deshacerte 

Ellos

en la dispersión de las palabras

solícitos     /aligeran el horror.

Estoy    /estás

bienaventurada en los olvidos

y las oscuridades.

La flor exuberante de la muerte

se lee en ti.

(Fragmento de: «Dónde pondrá la muerte su mirada.»)

 

El mundo exterior es vital en su poesía. Éste nos expresa ese sentimiento de comunión de la poeta con los otros, la intimidad expresiva, es la conciencia de su tiempo. Encontramos, además unos límites dispersos, es decir, desdibujados, recurrentes, la cotidianidad como objeto y sujeto de la esperanza que linda con lo confesional. De hecho, toda poesía lo es en cierta forma. Pero aún más importante el uso de la memoria personal reconstruida como fuente de conocimiento de lo vivido. Pero no es una copia, sino una poetización de su experiencia en su doble condición: mujer y ser humano sintiente. «Hay recuerdos que quedan en nosotros estacionarios y definitivos»; ellos totalizan la vida y le dan su propia vestidura al cuerpo, al corpus poético. La vida implica una lucha constante e impulsa a la conquista de la expresión propia. Algo que la poeta hace, posesa de sus espejos en la gota que cae, transparente desde la palma a la luz de la liberación. La supresión de la puntuación en poesía se suele ligar al versolibrismo, a un intento por destacar el verso como unidad, con independencia de la sintaxis, como ya apuntaba Gili Gaya (1993): «Hasta tal punto el verso libre desborda la sintaxis, que con frecuencia los autores prescinden de la puntuación ortográfica, como indicándonos que en su versículo las unidades de sentido son otras». Y ello tiene un trasfondo: supone el centrar la atención en el mensaje, que en mi opinión es lo que cuenta. Y, es, asimismo, un signo de quitarse las esposas.

 

La palabra que cruza como una gaviota

el ojo frío de la luz y no se detiene 

que cruza el fósforo de esas migraciones 

el horizonte transversal del poema

y sobrevive a los diálogos.

Palabra sangre como espigas

derramando su noche.

Palabra metralla que reparte los ecos

la poesía solidaria.

Palabra plegaria saltando sobre las nubes

y los incontables silencios del lenguaje.  

Palabras (hilván) sonando

un evangelio /un largo versículo

una nana para despertar a los ángeles.

Aquí estoy halando la sombra de la muerte.

Halando la catástrofe /el grito de socorro

de la ciudad a orillas del desastre. 

Hilando con los ojos

las brevas maduras del porvenir.

(Fragmento de: «Los que no sueñan más que con la luz.»

 

Me resulta revelador el verso primero del poema «En mi verso soy libre», de Dulce María Loinaz: «En mi verso soy libre: él es mi mar.» ¿Acaso solo en el verso? El concepto de libertad como temática temporal vertebra parte de la poesía cubana de posrevolución, desplegándose en tres direcciones fundamentales: la intimista o biográfica, muy bien perceptible en la corriente del neo romanticismo; la cívico—política, centrada en los problemas históricos de la sociedad cubana con énfasis, y ejemplarmente representada por la “poesía social”; y finalmente, las poéticas o voces que se fundan desde el exilio, una poesía de inquietud universal o metafísica, que sondea el misterio filosófico del Tiempo histórico como realidad sustantiva donde el sujeto le da sentido real a lo subjetivo. Dicho en otras palabras y cito: «Es a los individuos a los que les ocurren cosas y es en ellos por donde pasa el ocurrir histórico, pero es a los individuos que forman un grupo social y a los que la pertenencia al cuerpo social les afecta intrínsecamente, a los que les afecta el ocurrir de la historia y lo que en la historia ocurre.» El sentido pleno de lo expresado se puede inferir del poema que transcribo a continuación:

 

PORQUE UNO VIVE ENTENDIENDO EL SILENCIO

las paredes huecas que tiene la luz

esas líneas de tiempo incurable

que nos cercan.

 

Siempre frente a la turba

y la palabra inservible.

Siempre frente a la rabia

y la oscuridad del otro.

Cállate el miedo

que tu silueta vaya como un náufrago

borrando el sol.

No estrenes tu piedad con el incendiario

con los que ponen un límite

con los que se ocupan en mentir

y disfrazar la vida.

 

Estrena tu infierno

la sed con las que serán sorbidas

todas las realidades.

La lluvia donde será quebrado

el hueso de flexible oscuridad.

Un triángulo del cielo que se abre

para dejar pasar los pájaros de siempre

 

De: «Flores de Youtan Poluo», Ed. Dos Islas, 2121

 

Las diversas formas de estar en la realidad hacen posible la poesía o la literatura en general. Además, podemos decir que la fuga del tiempo, la precariedad de la vida humana en determinadas sociedades, el anhelo vehemente de libertad y perduración fuera de la temporalidad, es decir, la trascendencia de una escritura, el desgarro emocional de la existencia, la persistencia de algunas experiencias positivas en medio de la desolación, permiten construir una poesía moralmente arquetípica. Por cierto que la poesía construye otra realidad, no como réplica, sino como reflexión con significado y esencia. Así, podemos encontrar en su poesía las particularidades de una realidad enunciativa, humana, con derecho legítimo a la rebelión, misma que conlleva un nivel de redención. El arte poética está condicionada por una zona de lo material, tangible que luego trasciende a la zona de lo humano, como trozos de realidad intrínseca, es partir de aquí que la poesía emerge robustecida por cuanto conlleva un sustrato de reflexión última: el poema. Otro elemento a destacar como es característico en su poesía, particularmente en el ultraísmo y el surrealismo, las imágenes están basadas en la superposición de elementos distantes. A partir de este procedimiento se produce la sinestesia, muy frecuente, fundiendo la dimensión cromática y la sonora e incluso la humanización como forma de darle vida a la naturaleza muerta:

 

Se nos pudrió la boca

de tanto callarnos

se secaron los ojos de ver tanta mentira.

Siempre el miedo.

Ese delirio de la luz que deja al descubierto

tanta podredumbre.

 

Como invocar la claridad

con tanto crepúsculo asesinado.

Nos tragábamos las voces

los diálogos.

Era tanta la carencia

que nos abolieron el deseo.

Qué látigo sobrevuela ahora

qué pájaro /el nido de despojos

que acumula el recuerdo. 

Ahora muerte créele a la ternura

a este ojo que insiste en florecer

aunque lo corten. 

Ahora esperanza

llega con tu caravana de buenas nuevas

y que yo escuche /que yo siga despierta

que la verdad se quede

que vaya acordonándose sobre la vida

con su cerco infinito.

 

Hay que destacar en esta caligrafía íntima de Odalys Interián, tal como lo expresa Blanco, D. (2009). Vigencia de la semiótica y otros ensayos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima: En el caso del texto literario se introducen a través de la palabra «códigos visuales (formas, colores, espacios…), códigos sonoros (ruidos, melodías, gritos…), códigos táctiles (consistencias, rugosidades, lisuras…), códigos olfativos (olores, perfumes…) y códigos gustativos (sabores diversos). Pero no solo ellos aparecen en el texto literario, sino también códigos más sofisticados y de mayor alcance, como los códigos de los gestos, los códigos del comportamiento ordinario, los códigos emblemáticos (banderas, símbolos, logotipos, monogramas, señales de todo tipo), los códigos del relato y tantos otros». No descarto en su poesía, como necesidad ingente, el dinamismo que la luz supone, la sombra y otros elementos que le dan sentido y armonía a sus textos poéticos.

 

Desarrópame

y déjame en el frío

encuéntrame helada

y desconocida

en ese caos

intangible

que es la noche.

 

A lo dicho antes, podemos advertir el deseo de no afectación y la búsqueda de lo sustancial, el gusto por composiciones de verso corto en contraposición al verso largo whitmaniano, el abandono de la complejidad conceptual. La poesía, dice David Cortés Cabán, «La poesía siempre traza sus entrañables caminos, lo que un día vimos o no en una lectura apresurada nos sobrecoge en otra lectura más objetiva sobre lo que revela un poema. Esa gran poesía que tiene que ver con el ser y la vida, es lo que permite que nuestro paso por el mundo tenga sentido.»  Más aún, no puede haber plena experiencia y vivencia de sí mismo, sino en la marcha y continuidad de la vida. La poeta con sus capacidades está en el mundo de dos realidades: la exterior e interior lo cual le permite ser y estar humanamente en la palabra, no en la simple transmisión de sentimientos y valores. Este acercamiento a esas dos realidades le confiere mayor fuerza emotiva y más autenticidad poética. La poeta deja, desde cierto grado de oniricidad, que las palabras hablen sin ataduras ni reticencias. Veamos el siguiente texto a modo de ilustrar lo que hemos venido diciendo:

 

 en la espiral del deseo sin lámpara

en la estrella que florece

contemplativa

la estrella de David

en su surtido polen de maravilla

y fe

en sus cifras idóneas

escondiendo el amor

la vendimia exquisita

y deslumbradora de la vida.

 

Escribo esta es la lucidez

este el hambre

que va como bandera

exhibiéndose.

Escribo mientras el frío es otra huella

y el corazón reboza de ojos

y silencios.

 

El amor que ventaja

resarciéndose

qué impunidad

qué huella malograda en su intemperie

qué rosa sí /qué rosa amarga.

 

Aquí cambia la muerte de rostro.

Aquí el día es un abismo donde todos naufragan.

 

Este dolor es mucho

esta verdad que pesa como un trueno.

Escribo muerte

y muerte es este fruto rodando

sobre el desamparo que es la vida.

De: «Poesía para el único día nuestro, » 2018.

 

Si lo «poético» es lo «valioso» de la literatura, —tal como señala Pedro Luis Pérez en El Lenguaje poético después de la estilística. Cuestiones de historia y materia— y este valor procede de la funcionalidad del «sistema expresivo» del texto, es evidente que el máximo grado de valor, la cumbre de lo «valioso», corresponde a la máxima expresividad, lo que lleva consigo la perdurabilidad de la obra. Si la poesía en su momento evolutivo prescinde del metro y la rima y se opta por el verso libre, no se abandonan los temas eternos de la poesía como lo son: vida, amor, naturaleza, muerte, Dios. En este punto está claro que la poesía de los últimos años, en cualquier país del mundo, no escapa a postulados simbolistas, mismos que enarbolaron Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, Walt Whitman y aun Góngora, maestro este último de una renovación que muy pocos ven en él. Odalys Interián construye un «lenguaje poético» que le es propio y a través del cual transmite todo lo humano: sentimientos, emociones, escepticismos, cansancios sin evadir y romper los vínculos con la realidad.


Qué látigo sobrevuela ahora

qué pájaro /el nido de despojos

que acumula el recuerdo. 

Ahora muerte créele a la ternura

a este ojo que insiste en florecer

aunque lo corten. 

Ahora esperanza

llega con tu caravana de buenas nuevas

y que yo escuche /que yo siga despierta

que la verdad se quede

que vaya acordonándose sobre la vida

con su cerco infinito.

 

Nada es impuro para convertirse en materia de lo poético; la poesía como metáfora, seguirá siendo «la espina dorsal de la vida», quizás una sinfonía que unifique como el Ulyses de James Joyce, lo mítico y no mítico de la condición humana. La poesía es, ante todo, como expresó D. Claudio Rodríguez; «participación que el poeta establece en las cosas y su experiencia poética de ellas dentro del lenguaje.» Odalys Interián le da existencia desde una realidad que es parte de ella. La vida es una multiplicación de la memoria sin la cual no tendríamos registro de nada, por ello, a través de la poesía parafraseando a Henriquez Ureña, hay que devolverle a la utopía sus caracteres plenamente humanos y espirituales, para lograr que el hombre llegue a ser plenamente humano, libre, 'abierto a los cuatro vientos del espíritu'. Mientras me hundo en su polifonía, ella es poeta de la belleza, poeta de la verdad, como lo dejara entrever Apollinaire.

 

Sigue desnudando esos pájaros de luz ciega

acompáñalos tú con tu piedad

aliméntalos con las absurdas vanidades.

 

Sigue sembrando ojos

en la libertad de las palabras.

 

Deja que termine de pasar

la célebre imagen de la muerte.

Todo ese ramaje de muertos

de buenos difuntos

que visten mi país

tú país.

 

Ni siguiera la muerte

nos acercará a la libertad

ni siquiera estar muertos

nos dará una apariencia gloriosa.

 

De: «Nos va a nombrar ahora la nostalgia»

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, octubre de 2022.

 

Bibliografía de referencia:

 

1.      Álvarez Amargós, Michelle María., et al. (2014) Constantes temáticas en la poesía cubana: el tema amoroso en dos colecciones poéticas de Lucía Muñoz Maceo.

2.      Aparicio, Yannelis y Ángel Esteban. El milagro de las cosas, (prólogo) a Nos quedan los dones de Eliseo Diego. Cátedra 2020.

3.      Blanco, D. (2009). Vigencia de la semiótica y otros ensayos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

4.      Becerra Hiraldo, José María,. Comentario léxico-semántico de textos, Madrid, Arco. 2002.

5.      Bělič, Oldrich (2000): Verso español y verso europeo:

6.      introducción a la teoría del verso español en el contexto europeo, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.

7.      Blesa, Túa. «El silencio y el tumulto», en Cuadernos de investigación filológica, T.XVI, Fasc.1 y 2, Publicaciones del Colegio Universitario de la Rioja, Servicio de Publicaciones, Logroño, pp. 89-107. 1990.

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11.   Bustos, Eduardo, Los vanguardistas españoles 1925-1935, Madrid, Alianza. 1973

12.   Claude Le Bigot, « Luis Bagué Quilez, Poesía en pie de paz. Modos del compromiso hacia el tercer milenio », Bulletin hispanique [En línea], 111-1 | 2009, Publicado el 10 julio 2012, consultado el 21 septiembre 2020. URL :  http://journals.openedition.org/bulletinhispanique/976 ; DOI : https://doi.org/10.4000/

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13.   Cortés Cabán, David. La imagen whitmaniana en Contracanto a Walt Whitman, de Pedro Mir. En https://letralia.com/sala-de-ensayo/2019/05/11/la-imagen-whitmaniana-en-contracanto-a-walt-whitman-de-pedro-mir/

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15.   https://www.crearensalamanca.com/doce-poemas-ineditos-de-la-cubana-odalys-interian-finalista-del-premio-pilar-fernandez-labrador/

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