miércoles, 16 de diciembre de 2009

poemas de teresa andrade

Teresa Andrade, El Salvador



Pasillo para gatos





Nos encontramos cinco calles abajo
y la cocina dejó de ser el refugio de las ratas.
Nos encontramos para cruzar las calles
y desperdiciar el cigarro a la vuelta de la esquina,
el comedor dejó de ser el lugar perfecto para esconderse
tras los manteles que nunca han de mover.
Nos encontramos para esconder el laberinto de los ojos
y cargar las compras de la semana.
El espejo dejó de robarnos personalidad
y el televisor dejó de ser el centro de atención de los miedos y los quejidos.
Nos sentamos en el parque de la esquina
ha construir murallas al lado de nuestros pies
porque los zapatos viejos estorban en el closet
y dejamos que la ropa se fuera acumulando en el sillón.
Ya para qué seguir con el calvario de los gatos maquillados.
Dejaremos de encontrarnos
y tal vez la próxima semana nos tomemos un café.





Amor, hay días en que vigilo el pasto desde aquí
Y se me da crecer en la tierra
Como un parásito orgulloso de su baile.

Hay días en que respirar se me hace constante
Y me parece una molestia para el vecino,
Pero él no sabe que padezco de estas perversiones,
Ignora que he dejado de ser artificio de colmena
Y que he construido un plano bajo el suelo
Donde ni él cabe ya.

Amor, desde hace días he visitado las plazas públicas
y el comercio se me hace molesto
pero suelo encabezar las filas de las tiendas al dos por uno para no perder
la costumbre,
como cuando vaciábamos el bolsillo izquierdo llorando de culpa
y temblando de orgullo.

Está vez me he cansado de caminar,
De tomar el autobús,
De esperar que alguien me lleve en su carro,
Me he aburrido de ver el cielo
Amor, la crisis de la vida normal se acumula en el ojo
Mejor busquemos un poco de tierra
Y comenzamos a independizarnos del humus subterráneo
Y crecemos como parásitos robustos
En la boca de los gatos.
Amanece al borde de la calle
Pasiva,
Respira la humedad de planta subterránea
Con las ojeras más grandes que la culpa.
Asemeja una pregunta bajo el brazo.

Deja de silbar, pequeña conciencia.

Deja que el norte camine un poco más al sur.

Hay noches en que velar a los gatos es lo único que parece sostenerte,
Pero también los basureros guardan tesoros oxidados.
Olvidas que los perros te salvaron la vida
En el dibujo de aquel ocaso metamorfoseado.

Deja de olvidar,
El olvido solo mata 27 neuronas por hora
Y ya no puedes perder menos del doble.

Camina pequeña conciencia en los ojos del escarabajo de oro
Y restaras las horas de las arrugas que te dejaron los sueños.

Ya no queda más que volver a la inconciencia
Y desdibujar la cara
Volverse 1igual a 1
Y la suma vuelve a dar lo mismo,
Pero ya dejó de molestarte la comida fría.

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