Elisabeta Botan, escritora y traductora rumana
ENSAYO
ANDRÉ CRUCHAGA, ENTRE MUNDOS Y SUBMUNDOS.
(COMENTARIO
AL LIBRO POST-SCRIPTUM)
Por
ElisbetaBotan
André
Cruchaga es uno de los poetas que viven
con la claridad de la conciencia y respeto al universo. Eso se refleja de sobra
en sus poemas, sus versos son manantiales de sabiduría que fluyen por paisajes
de una belleza embriagadora.
Posee
el arte de transformar la desolación en belleza y los lamentos en una obra
sinfónica. Hace malabarismo con cualquier conjunto de palabras, jugando con asombrosas
metáforas hasta crear cuadros con
imágenes muy expresivas y a veces sobrepuestas en una multitud de planos. Crea en
el mismo poema una infraestructura de mundos y submundos, entre luces y
sombras, entre espejismos y sueños.
André
Cruchaga se sitúa en la primera línea de los más destacados escritores de la
contemporaneidad que buscan el universo de un paraíso perdido. Pero él no se
retira del mundo, se inventa su propio abecedario secreto y crea un lenguaje
inconfundible, como una ceremonia sacra, con imágenes fantasmagóricas, códigos
y símbolos.
Vive
en la poesía y para la poesía. La poesía es su destino. Y aún así, a veces, la
misma poesía es la que “endurece el alma”, ya que, según el mismo poeta
expresa: “la poesía no sólo está hecha de alas, su ebriedad, a menudo nos hace
tocar fondo”.
El
ojo es la búsqueda del sí, “grito mi nombre”, en un universo que está sumiso a
lo efímero que limita el ser en sus búsquedas. Es evidente el alejamiento del
paraíso perdido y la búsqueda febril de un camino de salida. El paraíso es concretamente
definido como la felicidad, como un último patíbulo de un mundo perdido. El
arrepentimiento y la compasión por la contemporaneidad atávica, ansiosa, le
está causando sufrimiento al poeta.
El
tiempo cobra dimensiones específicas, es parte de lo real, es la propia
historia en su fluidez intolerable con el individuo y la persona lúcida
necesita preguntar y razonar sobre la existencia, ya que el ser humano parece
estar programado para destruirse.
Las
preguntas materializadas o no, quedan en el pensamiento que el lector intuye
como un hilo de esperanza. Y el dolor
frente a este mundo es percibido de una manera metafísica.
Aunque
nunca nombra a Dios en sus poemas, su camino es espiritual. El aliento de Dios podría
entreverse y sentir en muchos otros elementos como “la catedral de la aurora”,
“destellos”, “la urna del aliento”, el incienso, la luz del candil, el
encuentro con lo inefable de la escritura, que podría ser la musa, el don de
escribir, etc.
Las
palabras, no son sólo un instrumento de búsqueda, ellas cobran cuerpo e
identidad, adquieren atributos humanos, laten en el ritmo del corazón, pueden
ser infieles y tiránicas. Tienen el poder de lesionar o incluso de derrumbar muros.
Las palabras ya no son el liante de la comunicación sino un obstáculo para ella.
Eso
me hace pensar en lo que decía Antoine de Saint-Exupéry: “la voz es la fuente
de la discordia “ya que la palabra del poeta aunque se alza con claridad no le
ofrece a su yo la posibilidad de llevar un dialogo con el mundo que le rodea.
La
libertad interior es una fuga tras una larga iniciación “me he gastado los
zapatos en el asfalto”; y “aquel vuelo a
cortas distancias en medio de la barbarie”, señala que el drama está afuera y
el poeta tiene pocos y efímeros momentos para salir de lo cotidiano, de la
realidad, para vivir su felicidad en absoluta soledad.
La
poesía es una lucha contra el mundo, es el esfuerzo de recuperar un paraíso que
se derrumba donde su yo solamente se puede salvar a través de una búsqueda
interior, la puerta es el ojo que vuelve la mirada hacía sí mismo.
El
universo exterior es un acantilado, inhóspito, donde el alma no puede
descansar, el desvelo, en un rincón del inconsciente colectivo auto-destructivo,
vulnerable frente a la “barbaría “contemporánea.
Los
paréntesis son metáforas donde el explica e intenta justificarse frente a sí
mismo y no para un posible lector, porque los grandes escritores escriben para
ellos mismos. Es el placer de escribir, es una manera de salvación, es un
exorcismo "ningún desgarramiento fue mayor a mi
propia escritura, —lo sé ahora (justo ahora) cuando desciendo a la barca de los
muertos". Y la escritura es una “metamorfosis”.
En
este viaje que nos ofrece el libro Post-Scriptum a través de la lectura se puede
disfrutar ese gozoso misterio, entre inquietantes preguntas y descubrimientos,
donde transcurren tiempos y se descifran sueños.
Cualquier
lector, por muy exigente que sea, se encuentra fascinado desde el primer
instante, de viajar a través de “los trenes escondidos de la infancia” para
llegar “recorriendo las calles de la memoria “hasta un camino que tiene como
testigos, sus propios zapatos, y de
rebuscar en el baúl de la infancia.
La
poesía de André Cruchaga se guía por la luz y nos señala más allá de la lectura
el camino hacía “la catedral de la aurora”.
Elisabeta
Boțan, poeta rumana y traductora
3.
V. 2014, Madrid, España
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