Mario Zetino, El Salvador
Uno dice
Uno dice neblinas, sabe sueños,
oye luces lejanas desde mañanas verdes,
sabe cielos quemados hacia viento y caballos,
pronuncia mariposas de vidrio y lo que
entiende,
lo que cree que entiende del país de su sombra
y lo poco que sabe y lo mucho que siente;
confundiendo palabras con relámpagos negros
que germinan y escapan y no dicen y queman,
que le queman la boca, las pupilas a uno,
que es uno y los que han sido y los que vienen
y no saben que uno no los sabe ni un poco,
aunque nazcan de uno y de sus muertes.
Uno surge huracanes con los dedos
cuando hay lluvia en el mundo y uno llueve.
Uno sabe que saben las palabras
una vida distinta de paredes,
que ya eran sin uno,
que fueron porque uno las habitó de hélices
y que van a quedar cuando uno,
aunque uno no quiera,
no quede.
Uno tiene silencios de fuego.
Uno quiere decir y no puede.
Uno ocurre el Abismo.
Eso es todo.
Uno dice y no entiende.
Eso duele.
Pero eso no importa.
Uno dice.
Eso es suficiente.
Carta de marzo
Hoy que se marchen
todas las hojas de este marzo
tal vez pueda
decirte estas palabras ciegas.
Hoy, cuando partan
todas las calles y las alas,
cuando tus alas
partan y partas tú con ellas.
Este verano tuvo la
luz de mil veranos
y tuvo los
crepúsculos más largos de la tierra.
Y el nombre del
verano fue el mismo nombre tuyo.
Y este verano tuvo
tu claridad de estrella.
Hoy que se quemen
todas las hojas de este marzo
y me quede en las
manos la luz de sus hogueras
te diré que ya
nunca será igual el ocaso,
que nunca será el
mismo verano sin tus huellas.
Me queda tu alegría
de luz volando en risas
en jardines de
tarde que han cerrado sus puertas.
La canción que
escribimos para volver el tiempo
y el eco de tu abrazo
diciendo adiós me quedan.
Diré que este
verano duró lo suficiente
para incendiar los
días del tiempo con luciérnagas.
Diré cuánto te
quiero. Serán estas palabras
cenizas que me
extingan cuando ya no te quiera.
Hoy que ya vuelan
todas las hojas de este marzo
va naciendo con
lámparas la ciudad de tu ausencia.
Y hacia la tarde
arrojo caballos de silencio
y lanzo al
horizonte estas palabras ciegas.
Lloro
Despierto en el
silencio y siento y lloro.
Lloro porque hay
los lejos, por tu rostro
que a los lejos se
fue y extingo y nombro.
Lloro porque mi
nombre no es mi nombre,
porque otro hay que
es yo y yo soy otro.
Lloro porque no
tengo explicaciones
para llorar de este
o de aquel modo.
Lloro porque las
lágrimas son lágrimas
y son para
llorarlas como lloro.
Lloro lleno de
tardes y distancias.
El mar huye dos
olas de mi rostro.
Lloro por nada,
viento, frías hojas;
por hojas frías,
viento, nada, todo.
De pronto soy. No
sé. No me pregunto.
Tu voz voló su voz
de aquí de pronto.
Despierto y son los
lejos
y faltas tanto.
Despierto en el
silencio. Siento. Lloro.
_________________
Mario Zetino. (Santa Ana, 1985).
Ha publicado el poemario Uno dice (Índole
Editores, 2013), que trata sobre el amor sentimental, la separación y la
tristeza. Poemas suyos han sido incluidos en antologías y revistas literarias
en El Salvador, México, Estados Unidos y España.
Perteneció al
taller de poesía de La Casa del Escritor, cuando fue dirigido por el escritor
salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa. Con textos producidos por los miembros del
taller, compiló la antología Memorias de
la Casa. 25 poetas (Índole Editores, 2011).
Ha participado en
festivales de poesía en El Salvador y Colombia, y ha sido escritor residente de
la Hispanic Writers Week, programa de la Universidad de Massachusetts en Boston
para enseñar escritura creativa a estudiantes de secundaria de origen hispano
que viven en dicha ciudad.
Es Licenciado en
Letras, coordina un taller de escritura creativa en Santa Ana y escribe el blog
Uno dice.
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