VANGUARDIA:
SURREALISMO EN EL SALVADOR (APUNTES)
Hay quienes escriben para lograr los
aplausos humanos mediante nobles cualidades
del corazón que la fantasía inventa o que ellos puedan tener. Pero yo hago
servir mi
genio para representar las delicias de la crueldad. Delicias ni efímeras ni
artificiales,
sino que, nacidas con el hombre, terminarán cuando él termine.
CONDE DE LAUTRÉMONT
De pronto los arados adquieren importancia para mí. Lo
mismo que los surcos.
Me gustaría arar un campo y que alguien espantara a mi
alrededor las molestas moscas.
ANDRÉ FRÉDÉRIQUE
Empecemos
por decir que el panorama crítico de la poesía surrealista en El Salvador es accidental
por cuanto no existe clara filiación al mismo, no obstante existir una poesía
forjada en los cimientos del surrealismo y la vanguardia. Por ello nos
preguntamos, ¿existe el surrealismo en El Salvador, un surrealismo distinto al
francés con una conciencia centroamericana, ajeno a la gestualidad y al talante
ideológico y corporativo de su predecesor francés, pero no menos auténtico y
ligado a sus inquietudes originales? Es una de las tantas cosas que deseamos
dejar dilucidadas en este trabajo. Si bien el vanguardismo tuvo sus inicios a
finales del siglo XIX con el fin de la Primera Guerra Mundial. A partir de
entonces el movimiento experimentó un auge importante, sus exponentes fueron
muy exitosos hasta mediados del siglo XX, caso de la Generación comprometida en
El Salvador y, cuyo rostro visible es Roque Dalton y Alfonso Quijada Urías; posteriormente,
David Escobar Galindo que no aparece adscrito a grupo alguno, pero que parte de
su poesía muestra una clara tendencia surrealista como en: «El Gorrión en la
catacumba», Ediciones rondas, Barcelona, 1982, «El guerrero descalzo», UCA
Editores, San Salvador, 1990; Piedra y Siglo, grupo en el que sobresale Julio
Iraheta Santos y José María Cuéllar. Aunque este vanguardismo se dirigió
siempre a la lucha política e ideológica (tan necesaria en nuestro país) y no
precisamente a la renovación estética, aunque la hubiese.
En
un ensayo de Alfonso Velis Tobar, intitulado: «Sobre los orígenes y formación
de las «vanguardias literarias en El salvador, Centroamérica», del cual André
Cruchaga fue el mediador para un libro (2013) que estaba preparando Floriano
Martin, «Vanguardias literarias en El salvador, Centroamérica», se repite la
historia, hace una interesante e injundiosa sinopsis del surgimiento del
vanguardismo. Digamos, dice Velis Tobar, «que los vanguardismos literarios aquí
en El Salvador, han tenido según las generaciones hasta hoy, rasgos de esos «ismos»
como, el surrealismo, el existencialismo, el exteriorismo, más que todo en la
poética, la narrativa, también ha prevalecido esa vanguardia del realismo
crítico, del realismo social, o realismo socialista y del «Absurdo», y en el
fondo cierta tradición lirica en el lenguaje. Como en los poetas de la llamada «Generación
Comprometida» (1950), rompen, protestan enérgicamente.»
Ya
sabemos que su nacimiento se asocia con la ferviente oposición de la sociedad
de artistas europeos hacia el sistema burgués imperante en la Europa del siglo
XIX. En realidad, no estamos seguros de
que en nuestros países se haya dado una verdadera Revolution Surréaliste. La poesía de vanguardia está ligada en El
Salvador a la dictadura de Martínez; de la década del 40 en adelante a la época
actual existe cierta pervivencia del surrealismo más como accidente que como
algo pensado, en particular; y, la vanguardia en general. No ha existido un
movimiento como tal, y tampoco podemos constatar que los poetas desde esa época
al presente dirijan su poética alrededor de la teoría de lo inconsciente y de
lo irracional como medio para cambiar la vida, la sociedad, el arte y el hombre
por medio de la revolución. Esto es importante en tanto referente de una poesía
contestataria derivada de las circunstancias sociopolíticas y económicas
(realismo social), pero no necesariamente encaja con el surrealismo, sin que
ello signifique evasión de la realidad.
También
es harto conocido que su aparición en Latinoamérica surgió como producto de los
grandes cambios políticos y sociales derivados de la Primera Guerra Mundial y
la guerra civil española. Sus primeros autores tomaron los postulados y características
de aquellas formas del vanguardismo en el
continente americano que surgió como una respuesta al ascenso de las clases que
se oponían al sistema capitalista en crecimiento, que se mezclaron con las
ideas de protesta de las clases trabajadoras. Esto ha sido más visible en
México y Sudamérica y como íconos tenemos A Octavio Paz, Elías Nandino, Salvador
Novo, Xavier Villaurrutia, César Vallejo, Javier Sologuren, César Calvo, César
Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Xavier Abril, André Coyné; en Chile,
fundamentalmente el grupo que conformó Mandrágora, Jorge Cáceres, Enrique Gómez
Correa, Braulio Arenas y Teópfilo Cid; en Argentina, destacan Olga Orozco,
Alejandra Pizarnik, Aldo Pellegrini, Enrique Molina entre otros de nuestra
América. Pero en El Salvador no hemos encontrado registros al respecto.
El
vanguardismo en Latinoamérica buscaba generar una identidad nueva en la forma
de expresar el arte, producto de la incertidumbre y crisis económica que dejaba
la posguerra. Pretendía manifestar los procesos psicológicos y las inquietudes
que experimentaban los artistas de la época en cuanto a su lugar dentro de la
sociedad. En este punto, Panorama de la Literatura Salvadoreña de don Luis
Gallegos Valdés, Estudios sobre poesía, de Matilde Elena López, Antología
General de la poesía en El Salvador, (antología poética) de José Roberto Cea y
otras micro antologías que se han publicado, constituyen importantes aportes, pero
dejan de lado el surrealismo, no parecen producto de una exploración completa y
nueva. Lo que tenemos en muchos casos es un romanticismo metafísico (exceptuando
los casos de radicalización de la poesía en el contexto de la lucha político
social), hay que señalarlo, de elementos tomados del coloquialismo, es decir,
el lenguaje hablado. Agrego a los libros señalados arriba, «Roque Dalton: la
radicalización de las vanguardias», Editorial Universidad Don Bosco, El
Salvador, 2011, «La teoría literaria de Roque Dalton», Editorial Universitaria,
El Salvador, 2009 y, «Las brújulas de Roque Dalton, Una poesía del mestizaje
salvadoreño», Dirección de Publicaciones e impresos, El Salvador, 2016, tres
libros capitales para comprender la obra del poeta Dalton, aunque no abordan en
concreto los aportes surrealistas contenidos en su magna obra, al menos no de
manera puntual.
Tampoco
lo hace el Dr. Ricardo Roque Baldovinos en sus diversos trabajos, en especial
«La rebelión de los sentidos. Arte y revolución durante la modernización
autoritaria en El Salvador.» Aborda, aristas del arte nuestro como «Poesía
revolucionaria y vanguardia», pero no hay un apartado donde se aborde con
especificidad el surrealismo en El Salvador. ¿Ha habido algún tipo de
experimentación en el campo de la poesía? Sin duda que sí, pero no en la especificidad
que nos ocupa: reivindicación de la renovación de la expresión poética, de los
temas como la superación de la poesía contestataria y el panfleto. Sin embargo,
Giuseppe Bellini, (Notas sobre la evolución de las vanguardias en Centroamérica),
en El Salvador, la poesía continúa en la huella del Modernismo y luego pasa a
la interpretación localista e
intimista, hasta llegar al nerudismo del «Grupo Octubre», que capitanea, hacia
1940, el nicaragüense Juan Felipe Toruno. La rebelión contra el academicismo y
el conformismo la realizan en la poesía salvadoreña, hacia final de los años
60, poetas como Manlio Argueta (1936) y Roberto Armijo (1937). Sin dejar fuera
A Alfonso Quijadurías con «Los estados sobrenaturales y otros poemas», (San
Salvador, 1971); «La fama infame del famoso (AP) atrida», Editorial
Universitaria, (El Salvador, 1979).
En
«Pedro Geoffroy Rivas precursor de la vanguardia poética en El Salvador»,
(Tesis Doctoral, Universidad de El Salvador, 2010) hay un acápite sobre el
surrealismo, se limita a una descripción breve de sus antecedentes y algunos de
sus representantes. Tenemos, pues esa falencia en nuestra literatura. La
vanguardia es un concepto amplísimo y tiene muchas aristas. Y aunque en Geoffroy
Rivas, podemos encontrar muchos textos surrealistas, los autores de la tesis no
lo abordan ni siquiera de manera periférica. A tal propósito puedo mencionar:
«Los nietos del jaguar», publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y el
Arte, 1996.
El
surrealismo busca romper con la estética de la narrativa tradicional,
modificando la linealidad y el carácter lógico y haciendo uso de recursos como
el contrapunto, el trasloque o flashback, la narración múltiple y
el humor negro, como el caso de la Narrativa de Miguel Ángel Asturias en el
Señor Presidente, el surrealismo penetra en la obra poética de Luis Cardoza y
Aragón. Pero que también se dan en la poesía. Tampoco como se dice en el libro:
César Vallejo y el surrealismo de Juan Larrea, se trata de producir anarquía en
la literatura, bajo el pretexto de novedad, porque es incurrir en el
sinsentido, pese a que el fantaseo y la disociación forman parte del imaginario
surrealista. El fantaseo por una poesía comprometida políticamente anquilosó la
robustez de la poesía y otras búsquedas estéticas. Si bien esta tendencia
coyuntural es importante, no lo es cuando se convierte en catecismo. Ver con la
mirada surrealista es no volcar la vida como sentimiento trágico, sino como transformación
del absurdo y lo obsceno, no sólo con la intención de desestabilizar el orden
simbólico, sino con el objetivo de destruir el mismo lenguaje.
En la poesía surrealista destacan
(aunque no como regla) el uso de versos libres, los caligramas y el collage,
siendo percibidas estas obras como creaciones experimentales. El versolibrismo se extiende y desarrolla con la llegada de las
vanguardias literarias, hasta llegar de forma definitiva a la destrucción del
concepto de verso. Así mismo, el vanguardismo
latinoamericano adoptó y combinó los ismos propuestos por la vanguardia
europea, dentro de los cuales encontramos principalmente el creacionismo,
el ultraísmo, el simplismo, el estridentismo y el nadaísmo. A continuación,
explicaremos las características principales de dichos movimientos:
creacionismo, ultraísmo, estridentismo, nadaísmo. Sus tenas frecuentes fueron:
desigualdades económicas, intervencionismo político, pobreza, exclusión social.
Desde luego no todo poema escrito en verso libre pertenece a esta arista de la
vanguardia.
Destaca
la vertiente rebelde, revolucionaria y rupturista. En las poéticas surrealistas
tanto el verso libre como el poema en prosa se entienden como formas más
cercanas al inconsciente y la verdad personal. Visiones subterráneas y las
zonas abisales. El surrealismo, tal como lo apuntan algunos estudiosos, es
esencial en el desarrollo del verso libre y en su aproximación al poema en
prosa. Pero no todo poema en prosa o verso libre cabe en la poética
surrealista. El surrealismo conlleva el retorno a las fuerzas primitivas, que
destruirían todo orden racional: Creación primitiva de un alma atentísima de
hoy [...]. Aquí se quiebran los frenos de la lógica, y el lector, desde la
primera página hasta la última, vive en continuo sueño, en ininterrumpida
visión.
Esta
poesía surrealista que presentamos está «más o menos emparentada con el
surréalisme francés y su pretendido automatismo» implica que su forma nada
tiene que ver «con la forma clásica», ya que exige una nueva expresión, «una
forma vital, individual e individualizante, necesaria para hacer resaltar
superficialmente la profunda unidad del poema». El efectismo de la escritura
automática es fascinante, aunque poco entendido y digerido, más bien
controvertido: las yuxtaposiciones lexicales incompatibles, la sintaxis
liberada de normas lógicas, la libre asociación de palabras. Para el lector es
comprensible la dificultad por cuanto éste racionaliza: «El lector busca
explicar un texto surrealista atribuyendo los elementos extraños e ilógicos a
la inspiración onírica o a la imaginación del autor.» En este punto es importante acotar que el
poeta «nunca explica la realidad en que vive, sino transmite en su lenguaje
peculiar la percepción poética de esta misma realidad. El dolor, la sociedad
violenta y hostil como la nuestra dominada por el poder económico de la elít de
turno, la indignación y la impotencia que se enfrenta a todos esos valladares
de la vida signada por la pobreza, la represión, la vulneración de los derechos
individuales.
La
estética surrealista parte de una peculiar concepción de la realidad artística
que, tratada de una manera estéticamente adecuada, dará nacimiento a la obra de
arte, sea en el campo de la plástica sea en el de la literatura. Esta
concepción de la materia estética se basa en la identificación entre lo bello y
lo maravilloso. El surrealismo es una «búsqueda necesariamente
utópica y a la vez ucrónica. Es decir que el surrealismo se sitúa en una
encrucijada aparente: si por una parte pone su mirada sobre los acontecimientos
que lo rodean, por la otra vislumbra el más allá de la existencia. En una época
como la que nos ha ha tocado vivir, la actitud de los surrealistas luce, por
tanto, fuera de lugar. Sartre lo vio así, mientras que los marxistas
tradicionales no se quedaron atrás en la valorización que hiciera el autor del
“Ser y La Nada”». Para Breton lo
maravilloso es siempre bello y no hay nada fuera de lo maravilloso que sea
bello. Y aunque no hay nada que exprese manifestación contraria en tal sentido,
de muchas observaciones hechas por Breton en los Manifiestos y en el
resto de su obra podemos deducir que para él lo maravilloso era, a su vez,
identificable con lo insólito, lo extraño, lo inesperado, lo fuera de lo común.
Los surrealistas emprenden en busca de lo maravilloso una exploración
fascinante, que los lleva fuera de la realidad circundante, objetiva y
concreta. Tal viaje desemboca en el descubrimiento de una superrealidad más
allá de la realidad que nos rodea diariamente; se trata, en realidad, de un
procedimiento psíquico, porque más allá de lo circundante, de lo cotidiano,
existe una superrealidad, maravillosa, bella, y cuya naturaleza es puramente
mental, una realidad absoluta, fuente primaria de todo arte.
Entre
los procedimientos estilísticos surrealistas ocupa la posición central la «escritura
automática», proclamada como definición esencial en el Manifiesto de 1924 que
para Breton es realizable. En cuanto a la recepción del texto, el famoso «automatismo
psíquico» puro no importa, y sobre todo no importa la pureza: lo que importa
son los efectismos que produce el estilo automático, que resulte éste de un
estado inconsciente o de una expresión hecha adrede. Cualquier automatismo,
como por ejemplo las yuxtaposiciones lexicales incompatibles, la sintaxis
liberada de normas lógicas, la libre asociación de palabras, etc., será igual y
tendrá el mismo efecto, sea o no sea producto de mecanismos inconscientes.
Algo
parecido ocurre con la supremacía de la imagen o metáfora (las vanguardias
prefieren el término «imagen» a «metáfora»), característica tomada de la
estética surrealista y elaborada de un modo particular por Federico García
Lorca. La imagen se convierte en el instrumento que aproxima la antinomia
realidad-sueño: «La imagen es una creación pura del espíritu. La imagen no
puede nacer de una comparación, sino del acercamiento de dos realidades más o
menos lejanas. Cuanto más lejanas y justas sean las concomitancias de las dos
realidades objeto de aproximación, más fuerte será la imagen, más fuerza
emotiva y más realidad poética tendrá…» (Bretón).
En
la nueva realidad que propone el surrealismo y revelada por la imaginación e
inspiración poéticas, rigen otras normas, otros postulados, allí gobiernan las
emociones más puras: «Se trata de una realidad distinta, dar un salto a mundos
de emociones vírgenes, teñir los poemas de un sentimiento planetario. Evasión
de la realidad (que en modo alguno significa ignorarse, ni comprometerse) por
el camino del sueño, por el camino del subconsciente, por el camino que dicte
un hecho insólito que regale la inspiración.» En la poesía surrealista destaca
el problema de la doble visión de la realidad poética: «primeramente nos
topamos con una visión plástica de carácter onírico y, en un plano más
profundo, se halla el mundo de los símbolos, que ordena el caos aparente de la
primera visión.»
Según
nos explica Manuel Antonio Arango, el uso de los sueños y la visión onírica y
lo que reflejaba en el mundo poético y a nivel de ideas: «La transformación de
ideas latentes del sueño en el contenido manifiesto es muy importante, porque
el sueño no parte jamás como nada que no sea digno de ocupar el pensamiento
sereno. La analogía, o la coincidencia, son aceptadas por su mecanismo de
elaboración del sueño, el cual sirve de punto de apoyo para la condensación,
reuniendo todo esto que señale la coincidencia. Lo bien fundado del contenido
onírico proviene de la percepción del sueño y su función es por consiguiente la
de ordenar los componentes para formar un todo, una composición onírica.» (Símbolo
y simbología en la obra poética de Federico García Lorca, Madrid, Espiral Hispana, 1995, p. 334). Por su parte Martha
Canfield, «Poesía onírica y sueños contados en la obra de Álvaro Mutis.» Expresa
que en el espacio del sueño se produce la obra alquímica de transformación de
los materiales de desecho de la existencia en el oro puro de la poesía. En
síntesis, el sueño y la vigilia son dos mundos separados, aunque estrechamente
conectados, tanto que uno remite al otro; y el acto poético nace de la
transformación de los materiales existenciales residuales, operación posible en
el ámbito del sueño.
Johannes
Pfeiffer, la metáfora poética logra fundir en unidad convincente imágenes que
en la experiencia están separadas, y hasta son incompatibles. Y esto significa
que, en la comparación y por medio de ella, hasta el último resto de la
objetividad estáticamente espacial, de cosa cerrada, es arrebatado en ese
movimiento que lo liga y lo invade todo. Damos por sentado el hecho de que hay
variedad de metáforas, Las más importantes y de las cuales pueden surgir otro
grupo de metáforas son las que se expresan en formas gramaticales (nombres,
verbos, adjetivos, etc.) y también las que se acercan a diferentes realidades
para presentar otra completamente distinta de una forma lo más innovadora
posible (al fin de cuentas la metáfora le da ese sabor de invención radical,
por medio del autor, que permite que el lirismo haga pulir a la poesía); las
sensoriales; las afectivas; la metáfora por perífrasis (consiste en citar por
medio de una frase célebre explicativa lo que se podría decir con otras
palabras o viceversa); la de permutación sintáctica (cambian de lugar los
núcleos de una oración, tanto del sujeto con el del objeto directo; también
permutan con cambios radicales las acciones verbales y adjetivas); las
metáforas en función circunstancial de tiempo, espacio y o modo con tanto un
sintagma nominal, adverbial o preposicional marcado sobre alguna circunstancia
de espacio, modo o tiempo en que se emplea el verbo; también se emplean para
causa, cantidad, finalidad o posibilidad (estas son ahí, aquí; cerca, encima,
etc., «para lugar»; hoy, ya, todavía, etc., «para tiempo»; bastante, poco,
mucho, etc., «para cantidad»; así, también, además; etc., «para modo»; las
metáforas en función del predicado (en el verbo ser se radica la transferencia al
relacionar significados distintos).
La
metáfora visionaria o surrealista, tal como se señala en «La metáfora al
servicio del surrealismo, (Mundo poesía)»: sumamente empleada por los
surrealistas ya que su lógica y semejanza aparente se desvanece por completo
sólo quedando visible su grado emocional. Su fórmula sigue siendo la de la
metáfora impura o simple; en lo único que cambia es en su relación (tenor y
vehículo) con su fundamento. Este punto no puede ser lógico o racional. El
fundamento se sustituye por lo emocional, sugestivo, íntimo, haciendo sentir en
el lector una variedad inexplicable de sentimientos como puede ser la angustia,
el miedo, la tristeza, la alegría, etc. emociones emitidas fuera de una
semejanza fundada.
Buena
parte si no es que en la mayoría de los poemas de André Cruchaga guardan
—describen— una amalgama de exterminios previos y sucesivos, gracias a una
enumeración simbólica que reordena el caos a través de unos núcleos que se van
explicitando de menor a mayor extensión lingüística creando clímax o atmósfera
cada vez más inquietante: sombras, telarañas, olvidos, de clara valoración
negativa, pero también trinos, que pudiendo ser denotado por su oposición a
aullido, se carga de negatividad semántica merced a su estructura adjetival,
del mismo modo ocurre con «Transparencias rotas» y «entrañables litorales»:
sombras como
cascos, (A1)
húmedas telarañas enredadas en las manos, (A2)
olvidos que el hambre ha ido mordiendo hasta el punto de
borrar toda
reminiscencia, (A3)
trinos cuya avidez hace cárcavas, A4)
transparencias rotas en el paladar, (A5)
entrañables litorales donde no se pueden izar
barriletes, ni jugar a las canículas
del estertor.
(A6).
El poema en cuestión se cierra de broche de oro de una metáfora que
une referencias al paraíso perdido de la infancia con el preludio de la muerte
(jugar a las canículas —en clara asociación a las canicas por similitud
fonética y morfológica— del estertor).
Al
respecto de la imagen, podemos reafirmar lo siguiente: «La imagen es una
creación pura del espíritu. La imagen no puede nacer de una comparación, sino
del acercamiento de dos realidades más o menos lejanas. Cuanto más lejanas y
justas sean las concomitancias de las dos realidades objeto de aproximación,
más fuerte será la imagen, más fuerza emotiva y más realidad poética tendrá…»
(André Breton)
El surrealismo, lo señala BODINI, Vittorio:
Poetas surrealistas españoles, trad. Carlos Manzano, Barcelona, Tusquets, 1982,
p.105), es una infusión de adormidera, hay oscilación confusa de los sentidos
entre vigilia y sueño, en el ir y venir de las imágenes por las abolidas
fronteras entre lo real y lo irreal. Para E. S. Speratti, el tema de la muerte (si
bien ha sido abordado por la poesía de todos los tiempos) abordarla desde el
surrealismo implica: descodificar la frustración que destruye proyectos y
deseos, ya sea por causas externas o basadas en la raíz más íntima del
personaje. El poeta se mueve al margen de un mundo hostil, marcados por la
frustración y la muerte (no sólo física). El concepto de la evasión según nos
lo explica Paul Ilie, consiste en un entramado básico de asociaciones, muy específicas
casi naturalistas, que parece dislocada de la realidad a causa de las imágenes
ilógicas que evocan. La imagen se convierte en un centro de desequilibrio entre
la realidad y la fantasía.
Es
importante destacar la dislocación asociativa como técnica surrealista, porque
ella permite la subversión de las secuencias realistas de las imágenes, los
conceptos. En el surrealismo se expresa lo inexpresable. Para «los surrealistas
el poeta es poeta- revelador, el poeta profeta, y su función es presenciar y
recrear en palabras una nueva ordenación de la realidad.» El poema, a fin de
cuentas, es la disgregación voluntaria del ser. Por eso la devoción de la
imagen surrealista porque borra todas las fronteras de la lógica. Según Carlos Marcial
de Onís, «en la imagen surrealista el pasado se confunde con el presente y el
porvenir, alguien puede ser diversas personas u objetos a la vez. Los objetos
pueden reducirse de tamaño y parecer diminutos o bien adquirir proporciones
desmesuradas. Se puede vivir bajo el agua, o encima de una nube, o flotando en
el aire. Se producen en la fantasía onírica las transformaciones o metamorfosis
más imposibles y los objetos, personas o animales pueden tener propiedades de
las que carecen en realidad.»
Veamos
lo que nos dice Aldo Pellegrini, en el estudio preliminar de la poesía
surrealista de la lengua francesa: El surrealismo no acepta, pues, el arte como
un fin en sí, tampoco el arte comprometido en el sentir habitual (en función de
la defensa de intereses particulares de cualquier género). El arte sólo se
comprende en función del hombre en su acepción más lata, de la unidad hombre
que necesita realizarse como hombre. Todo lo que el surrealismo piensa del arte
se resume en su concepción de la omnipotencia de la poesía. La poesía
constituye el núcleo vivo de toda manifestación de arte y ella le da su
verdadero sentido. Pero la poesía no es para los surrealistas un elemento
decorativo, o la búsqueda de una abstracta belleza pura: es el lenguaje del
hombre como esencia, es el lenguaje de lo inexpresable en el hombre, es
conocimiento al mismo tiempo que manifestación vital, es el verbo en su calidad
de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre… Por cierto, que en ella, y pese
al título, aparece César Moro y Salvador Dalí.
En
El Salvador históricamente se ha primado cierto discurso poético: el blanco y
el negro y si no se estaba en el bando preeminente, no solo se cuestionaba el quehacer,
sino que al poeta se le marginaba. Es de suponer, como dice Pellegrini: «La
importancia acordada a la imaginación, al mundo fantástico y al de los sueños,
pudo hacer creer que el surrealismo significaba un modo de evadirse de la vida.
Todo lo contrario; acabamos de ver cómo el surrealismo constituye una voluntad
de penetración en la vida, de confundirse con ella, de explorar todas sus posibilidades
y liberar todas sus potencias» … Solo después de los Acuerdos de Paz, se
produjo una escisión en este sentido y lo prueban las diversas propuestas de
esta generación hacia acá. «Poetas por El Salvador» (Poema paseo coral) de
María Poumier, Editorial Delgado, 2008, constituye una muestra exquisita sobre
este particular. El caso de Alfonso Fajardo y su poemario «Los fusibles
fosforescentes»; de «Peces en la boca» de Elena Salamanca, y Fredy Tato Mejía
con poemarios: «Esclaramonde», 2021 y «Piélago», 2022; aunque hay matices,
desde luego, el surrealismo está presente en sus poéticas más allá de la
realidad, de la vida y del lenguaje. La construcción del surrealismo de estos
jóvenes se da, también en medio de otra crisis sociopolítica en El Salvador, la
instauración de un régimen autoritario que también implica una ruptura de la
vida y ello también impone límites en la expresión. La esencia es «destruir la
realidad para reconstruirla a través del lenguaje, el sueño y el deseo.» Para
el surrealismo tal como lo advierte Blanchot, «el lenguaje no es discurso, sino
la realidad misma, sin dejar no obstante de ser la realidad propia del lenguaje,
en el que en definitiva el hombre roza lo absoluto».
Un
elemento sustancialmente visible en estas poéticas es el absurdo. Al respecto René
Alejandro Espinosa Casanova, acota lo siguiente: El absurdo, entendido como
aquello que escapa al orden de la razón, actúa como una sugerencia procedente
del sueño o del deseo que teme expresarse, que en un momento de distracción o
extravío toma la realidad. La importancia del absurdo reside en que reconcilia
elementos que aparentemente no tienen conexión, es decir produce imágenes que
por su naturaleza irracional son todo proceso, es decir, continuarán generando
sentido a falta de una reconciliación con lo explicable.
Todos
los poetas salvadoreños mencionados expresamente y algunos ausentes en estos apuntes
comparten cada uno con sus individualidades el carácter impetuoso, exaltado,
perturbado de la «evidencia surrealista»; hacen uso de la libertad ofrecida por
el surrealismo para redimir los caudales subyacentes en el inconsciente. En
otras palabras, la expresión sin inhibiciones.
André Cruchaga,
Barataria, 2024
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA:
1.
http://laberintodeltorogoz.blogspot.com/2013/06/sobre-los-origenes-y-formacion-de-las.html
2.
Gallegos Valdés, Luis. Panorama
de la literatura salvadoreña, 3a. edición. San Salvador: UCA Editores, 1981.
3.
Cea, José Roberto. Antología
General de la poesía en El Salvador, (antología poética), 1971.
4.
López, Matilde Elena. Estudios
sobre poesía, El Salvador, (ensayo, 1973).
5.
Roque Baldovinos, Ricardo. La
rebelión de los sentidos. arte y revolución durante la modernización
autoritaria en El Salvador, UCA Editores, 2020.
7.
Nolasco Díaz, Juan Ramón y René
Humberto rosales chinchilla. “Pedro Geoffrey Rivas precursor de la vanguardia
poética en El Salvador.” (Tesis), Universidad de El Salvador, 2020.
8.
https://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/09/09_409.pdf
9.
Bodini, Vittorio: Poetas
surrealistas españoles, traducción. Carlos Manzano,
Barcelona, Tusquets, 1982.
10.
Pellegrini, Aldo. Antología
de la poesía surrealista de lengua francesa. 1961
11.
Pellegrini, Aldo. Antología de la poesía viva latinoamericana. Seix
Barral, 1966
12. Navia Velasco, Carmiña. Poetas Latinoamericanos. Antología
crítica. Universidad del Valle, 2009. Puede verse en: https://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstream/handle/10893/20235/Poetas_latinoamericanas.pdf?sequence=1&isAllowed=y
13. Pfeiffer,
Johannes La poesía. Fondo de Cultura Económica. México: (2005).
14. http://www.mundopoesia.com/foros/temas/la-metafora-al-servicio-del-surrealismo-primera-parte.573550/
15. Blanchot,
Maurice “Réflexions sur le surréalisme”, en La Part du feu (París: Gallimard,
1949)
16. Espinosa
Casanova, René Alejandro. (Tesis). Alejandra Pizarnik: un surrealismo propio.
(Programa de Maestría en Estudios de la Cultura Mención en Literatura
Hispanoamericana), Universidad Andina
Simón Bolívar, Ecuador, 2015.
17. Luis,
Carlos M. Horizontes del surrealismo, primera edición 2024, Agulha, Brasil.
18. Paz
Manzano, Carlos Roberto. La teoría literaria de Roque Dalton, Editorial
Universitaria, Universidad de El Salvador, 2009.
19. Alvarenga,
Luis. Roque Dalton: La radicalización de las vanguardias. Editorial Universidad
Don Bosco, El Salvador, 2011.
20. Melgar
Brizuela Luis. Las brújulas de Roque Dalton: Una poesía del mestizaje
salvadoreño. Dirección de publicaciones e Impresos, El Salvador, 22016.
21. Salamanca,
Elena. Peces en la boca. Editorial Universitaria, Universidad de El Salvador,
2011.
22. Poumier,
María. Poetas por El Salvador (Poema paseo coral), Editorial Delgado, El
Salvador, 2008.
23. Rivas,
Pedro Geoffroy. Los nietos del jaguar. Consejo Nacional para la Cultura y el
Arte, El Salvador, 1996.
24. Escobar
Galindo David. El Guerrero descalzo. UCA Editores, El Salvador, 1990.
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