lunes, 17 de febrero de 2025

«Animal difícil», entre lo prohibido y la transgresión , experiencia consciente de la vida íntima o el Erotic Land de Víctor Hugo Fernández

 

Imagen pintura de André Masson

«Animal difícil», entre lo prohibido y la transgresión[1],

experiencia consciente de la vida íntima

o el Erotic Land de Víctor Hugo Fernández

 

 

 

 

Pienso en tu sexo. 

Simplificado el corazón, pienso en tu sexo, 

ante el hijar maduro del día.

CÉSAR VALLEJO

 

Dos cuerpos frente a frente 

son a veces dos olas 

y la noche es océano. 

OCTAVIO PAZ

 

El almidón de su enagua 

me sonaba en el oído, 

como una pieza de seda 

rasgada por diez cuchillos. 

FEDERICO GARCÍA LORCA 

 

Un roce breve, fugitivo

como el ala de una mariposa

hizo arder el aire en un instante

entre tu cuerpo y el mío.

CLARA DÍAZ PASCUAL

 

 

«Bésame con besos de su boca, porque buenos (son) tus amores más que el vino»[2], así empieza Salomón su Cantar de los cantares, libro que está precedido por un enjundioso trabajo de Fray Luis de León que a la sazón expresa: Aquí se ven pintados al vivo los amorosos fuegos de los amantes, los encendidos deseos… se oye el sonido de los ardientes suspiros, sentimientos que los apasionados amantes probar suelen.[3] Víctor Hugo en su poema Ausencias, lo expresa de este modo: «Inmolar el instante donde nos unimos / y todo parecía confirmar el crimen perfecto.»[4] En esta relación de erotismo y vida hay una afirmación de continuidad con la vida, un desbordamiento y complicidad mutuas, cuerpos en un roce fugitivo, desmesura dramática de la carne y los sentimientos. Es esta biología de la desnudez la que apertura la exaltación de los amantes, búsqueda infatigable en espejos de agua.

Miryan Verónica Pérez Carvajal[5] en su artículo nos habla del erotismo según lo concibe el antropólogo George Bataille, éste a lo largo de su obra describe la posibilidad de hacer de la vida sexual del hombre un acontecer erótico, que no corresponda a un fin biológico, sino hacer de la desnudez una apertura hacia un momento donde el hombre sale fuera de sí, al encuentro de lo desconocido en la posibilidad de la carne. El hombre se pierde en la exaltación del deseo que no muere, al contrario, se renueva arrojando a los amantes a nuevos encuentros furtivos, donde la continuidad se hace presente por medio de la embriaguez de la carne. Tal situación toma licencia tal cual lo describe el poeta en Provocación: «Ella desliza sus calzones bajo la almohada, / durante mis sueños desea / poder guiarme a través de la perla negra / que navega entre sus piernas.»[6]

La desnudez es el signo que indica la apertura del ser cerrado, del hombre que se arroja al instante furtivo que rompe en su interior todo tipo de seguridad del mundo, de este modo irrumpe en el terreno de lo desconocido, donde la muerte de sí parece ser el único destino de los cuerpos palpitantes en el juego del deseo. Sin embargo, la noción de desnudez no es el único punto relevante que desarrolla el autor, Bataille y Víctor Hugo, existen otros elementos tales como el lenguaje de los corazones o la teología negativa que se desarrollan a través de las formas de erotismo. Éste es un factor enteramente cultural. el erotismo no es exclusivo del arte y la cultura, sino que forma parte de la vida cotidiana, en la medida en que los individuos tenemos fantasías, deseos ocultos y sentimientos propios en torno al hecho sexual, los cuales pueden variar de individuo en individuo y forman parte del discurso que tejemos en torno al sexo.[7] Consciente de sí, el poeta se levanta, mientras la mañana florece en la vid cubierta por los brazos, tal lo hace el Albatros: «Como entre las vastas olas oceánicas / la pasión es siempre un comienzo, / adentrarme en tu cuerpo / para anclar en tus senos / y renacer convertido en el niño / que los ángeles ignoran.» (Náufragos, pág. 18).

Si llevamos la poesía de Víctor Hugo al ámbito del dibujo de Andrés Masson «La Tierra erótica» tal como lo explica Pérez Carvajal, la representación del fluir violento de la vida a partir de la muerte, Masson (Chagall es más sutil, juguetea; el culto a lo erótico lo encontramos también en Konstantin Kacev y en el pintor italiano Amedeo Modigliani), dibuja la desmesura y la continuidad de la vida, es la figura de la mujer que yace dando a luz, el equivalente a esa madre tierra creadora. La relación mujer- tierra hace evidente, en ambas, la capacidad de fecundación, convergiendo en la reproducción como símbolo de vida; la vagina gigante se convierte en el cauce testigo de la génesis, el tránsito y la continuidad de la vida. En el caso de Víctor el mar es la vagina, la mujer que trae consigo el deseo encendido, la materia y el cuerpo son sagrados. El cuerpo es el canal privilegiado a través del cual se aprehende y se vive el mundo, y el hombre con su carne mortal, en su «miseria» y su humus, es la figura de la humanidad trascendente. Para este poeta, los sentidos son visionarios, perciben la realidad, son capaces de leer la poesía de lo contingente, de escuchar el zumbido del mundo, de asir la última concordancia de lo disperso. La unión con el cosmos tiene un carácter erótico y, en medio de todo esto, como dadora de sentido y motor dinámico, se yergue una figura de tres rostros: la Mujer-Poesía-Fundamento.[8] La armonía es inseparable de la unión total de dos cuerpos que se anhelan y se gozan: «Déjame acariciarte ahora / que el mar reposa entre tus manos / y los pelícanos nos ofrecen sus buches / para refugiarnos de la luz meridiana. / Ahora que hemos vencido el miedo al tiempo / y nos recorremos sin rumbo / deteniéndonos en cualquier recodo del cuerpo / asombrados de los abismos de la piel.» (Déjame acariciarte, pág. 21).

El erotismo y sus ramificaciones artísticas no son incompatibles con la idea de espiritualidad, entendida esta como sentimientos y creencias profundas, la relación con los otros y las creencias acerca del sentido de la vida. La poesía contenida en este libro de Víctor Hugo trasciende lo erótico y se adentra en otros aspectos de la conciencia. Así lo señala Claudio Guillén: «La escritura erótica que arranca del cuerpo –mujer u hombre- puede conducir al elogio de la persona amada en su integridad y plenitud; a la más exaltada emoción amorosa, incluso a la espiritualización y alegorización del amor, es decir, continuar mucho más allá del cuerpo. Claro que existe algo como un continuum, o un territorio compartido, entre la simple sexualidad, el erotismo y la pasión amorosa; o una movilidad, si se prefiere, y unas tendencias latentes, en ambas direcciones, que conducen de lo uno a lo otro.»[9] la poesía tal como la ve el poeta es la continuidad del ser y, a ratos, discontinuidad cotidiana, (Bataille)[10]. Víctor Hugo lo expresa de la siguiente manera: «Así entendida / la luz nunca entraría / por los linderos del amor / al separarse de los cuerpos, / ni por las cóncavas palabras, / ni por las yemas de los dedos.» (Así entendida, pág. 26)

La importancia que se otorga en este libro al navío como cuerpo se puede apreciar en la abundancia de palabras relativas al transcurso. El poeta Víctor Hugo insiste en la idea de navegación, brújula, gemidos y retorno, la vida como un misterio, «Cerrar el mar» o «el mar entre los labios», esta idea se subraya con el uso de términos relacionados con la medida del tiempo, como «lanchas que acortan distancias» o «descenso de los cuerpos desnudos, ya consumada la entrega unánime», cuya progresión o sucesión habitual se cuestiona o se invierte: «Hace tiempo / como cosechas incompletas / los encuentros dejaron de ocurrir sobre la tierra. / Fueron los ejércitos desnudos de violencia / los causantes de la guerra y sus pérdidas elementales / la última batalla la llevan los pájaros entre sus picos / los ángeles se disfrazan de obreros / y pierden sus alas para siempre.» (El vigía, pág. 23).

Para María Ema Llorente[11], en «Por la carne también se llega al cielo» Cuerpo, éxtasis y paraíso en la poesía mexicana erótico-amorosa contemporánea, lo interesante de la idea que vengo desarrollando es que, si bien es el cuerpo quien padece o al que se le niegan esas supuestas bondades y posibilidades, a través de ese mismo cuerpo puede recuperarse ese estado original, mediante el contacto con otro cuerpo en la unión erótico-amorosa. Según esto, el concepto de corporalidad debería entenderse en un sentido amplio, y contemplar la posibilidad de incluir, tanto lo interior o esencial como lo exterior, superando la escisión o la separación del individuo. Con una tesitura inusual, el poeta hilvana, legítima la defensa, su discurso de vigilias: «Así entendida / la luz nunca entraría / por los linderos del amor / al separarse de los cuerpos, / ni por las cóncavas palabras, / ni por las yemas de los dedos.» (Así entendida, pág. 26).

Según lo señala Gilbert Durand[12], la cualidad profunda, el tesoro sustancial no es lo que encierra, sino lo encerrado. No es, en resumidas cuentas, la cáscara lo que cuenta, sino la almendra. No es el frasco lo que importa, sino la embriaguez. […] Porque la interioridad superlativa es lo que constituye la noción de sustancia. […] [Y] el alquimista, como el poeta, sólo tiene un deseo: el de penetrar amorosamente las intimidades. Y es justamente lo que hace Víctor Hugo en «Animal difícil». «Después de todo / me acerco a tu cuerpo a percibir / el aroma con que los amantes / se evaden de la carroña del deseo, / como si la eternidad se ocultara / de tanta vergüenza que le causan / los oscuros pensamientos.» (La vida en borrador, pág. 30).

En opinión de Juan Pablo Patiño[13], lo erótico es transgresor al proporcionar a los amantes un proceso de liberación que desafía lo establecido para reafirmar el placer; así el erotismo se convierte en una expresión de la dimensión del interior del ser humano que refuerza la sexualidad, donde ese ser se trasciende a sí mismo en el otro, lo prohibido es transgredido y emancipado. Ya entonces sin nada que perder, pero mucho por ganar el poeta dueño de sus actos establece en estos textos un diálogo excepcional e interno, necesario para entender lo que está ahí en sus pensamientos, la casa, su casa encendida como lo hiciera guardando las distancias Luis Rosales. Esta su poesía, su voz poética es la memoria del alma, los trasuntos del espíritu con su capacidad evocadora. En «Animal difícil» se enfoca para cantar a un sujeto poético, la vida que se va, pero que logra reafirmar a través de su sexualidad y sus artificios. «Esos días / en que olvida la proteína, / se le acaba la avena / sin darse cuenta, / lo doblegan las sentadillas / y los desplantes lo avergüenzan.» (Aging Superman, pág.27).

          La vida del poeta como la de todos los humanos es un continuo sucederse. Consciente de ello se van acercando las ausencias que se hacen perceptibles en el tiempo y se singularizan el dolor y la trascendencia, ese extender el tiempo, lo vital a través de afirmarse en otro cuerpo. «Se nos acaba el amor / como el verano en las frutas. / En el molino de las nubes grises, / coronando un cielo que presume de relámpagos / los pájaros de alas húmedas suspenden el vuelo / y se retraen a sus nidos de ramas y hojas secas.» (Estaciones, pág. 28). Tras este conflicto del yo frente a otros u otro, se convierte en un tema ontológico, conforma al hombre que es en cuanto al hombre que quiere ser. El poeta discierne sobre su dinámica. Y en ese sentido valora su futuro. Todo ello es la experiencia vital de la resurrección. Después de todo expresa el poeta: «Después de todo / me acerco a tu cuerpo a percibir / el aroma con que los amantes / se evaden de la carroña del deseo, / como si la eternidad se ocultara / de tanta vergüenza que le causan / los oscuros pensamientos.» (La vida en borrador, pág. 30).

          Para María Cristina Quintero,[14] la mujer, instigadora del deseo, se presenta como el origen o verdadero autor del poema. Pero la mujer es también el texto que estamos leyendo. De hecho, ella no tiene otra existencia fuera de lo que se infiere con estas palabras. Esta circularidad es típica de la poesía petrarquista: el desdén de la dama se convierte, como he dicho antes, en la condición indispensable para los suspiros —o sea, los poemas— de todos los amantes petrarquistas frustrados, desde el «Francesco» de Petrarca hasta Nemoroso y Salicio de Garcilaso. Tenemos la impresión de que la plenitud amorosa resultaría en el silencio poético. Por ello las implicaciones en este sentido que tiene el poema «Las buenas costumbres» en el cual destaca esa especie de fetichismo sexual: «Me pedía que me la comiera / sin morderla / que le acariciara la mirada / como los gatos se humedecen las patas / con su lengua de oleajes desconocidos, / que nos encontráramos en cualquier esquina / donde nunca estuvimos, / aceptando convertirnos en dos extraños / que al primer contacto /

parecían conocerse desde siempre.» (Las buenas costumbres, pág. 31). El poema erótico —de suyo es sabido— rinde homenaje a los sentidos y la voluptuosidad a través de la contemplación del otro, los versos exaltan el acto de amor o exaltan los placeres corporales que transforman la conducta sexual en un rito solemne; Los cuerpos ya no son solo carne y vísceras: son los que se agitan y mezclan, , se entrelazan, diría Octavio Paz, son barro y arcilla, como la mujer de barro de Serafín Quiteño, donde se encuentran las manos curiosas y los manantiales cristalinos que se derraman.

          Las fantasías libidinosas de un público masculino adquieren un matiz dramático, de la conciencia del autoengaño, el juego amoroso tan vital para el poeta, el coqueteo se convierte nada más y nada menos que en conciencia de que hay ahí un contrato efímero: «No puedo jugar a perder tu amor / porque amarnos es simplemente un juego / cuyo premio es un engaño / para los corazones confundidos.» (Ludopatías, pág. 34). La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar las mareas del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio. El testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo, los sentidos sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen lo inaudito y ver lo imperceptible.[15] El poeta explora en sus textos al hombre y a la mujer, una escritura interconectada por dos cuerpos, la metáfora de la proximidad y los hilos emocionales de los amantes, un clímax erotizante que da como resultado el poema. «No incomoda / el poema sin terminar, / quizás entre tanto punto final /

uno solo nunca hemos concluido.» (Quien en vida fue, pág.35)

          Si algo destaca en «Animal difícil» es la totalización de la trascendencia a través de la máscara, la inmediatez sexual como reescritura y el continuo devenir que a ratos parece incierto como anquilosamiento de la vida. Venus y Adonis de William Shakespeare, los escritos del Marqués de Sade, aplican en este razonamiento que he venido construyendo. Consecuentemente esta actitud de devorar la carne joven parece una postura y cabalgata en el tiempo, su determinismo de y hacia lo erótico, a la carnalidad refleja cierto conflicto por extender la vida, esplendor radical para no quedarse en el letargo.  A ratos destaca la incertidumbre. En este punto nada más contundente que el poema «Lo fatal de Darío»: «y sufrir por la vida y por la sombra y por / lo que no conocemos y apenas sospechamos, / y la carne que tienta con sus frescos racimos, / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos» … Víctor Hugo por su lado expresa: «esa forma obtusa que deja el cuerpo sobre el lecho / cuando regresamos del sueño y sus abismos… Que todo esto es pasajero / incluida la incertidumbre de tus pasos» … Este conjuro literario del poeta que explora el sexo y la libertad en el cuerpo, el gozo, los lazos inclusive morales: es la confesión del deseo; Un deseo de cargar la tensión y la angustia, que emerge a la superficie materializándose en palabras, y constituye el núcleo de un discurso amoroso que proviene del inconsciente y las profundidades del ser.        

La literatura erótica y en particular la poesía cuenta con ilustres precedentes en el ámbito hispanoamericano, su hito es caso ancestral, El erotismo y la literatura clásica española [1990], los estudios de Amor y Erotismo en la literatura [1999], el Arte de amor de fray Melchor de la Serna, en edición de Blasco [2016], esta poesía en consonancia con «Animal difícil» de Víctor Hugo «tiende a privilegiar los deleites de la unión física, a olvidarse de la dimensión sentimental del amor, y a complacerse en palabras o expresiones inelegantes que provocan una impresión de desequilibrio estético»[16]  Parece sorprendernos el poeta pues hay toda una corriente fundacional de poemas eróticos en su obra «Su cuerpo gastado ya no le permitía / regresar a aquellas posiciones / y sus energías eran una confusión», aquí, el cuerpo femenino en decadencia, sexualizado ese locus amoris, valga decir, alusión que atañe a los genitales, ya no la ardiente cama ni el acero que vence la selva ni la celebrada desnudez sobre la palestra. Entre los tantos encuentros del poeta, solo queda decir: que desnuda la venció, abriéndose la piel en el cenit. Me imagino al poeta contemplando la estatua de Andrómeda desnuda, obra de Francesco Camilliani y resonándole al oído la esmeralda virginal, lamiéndole los pies sin ningún decoro. «Cronos lo tenía muy claro / por eso devoró a sus hijos al nacer.» Así, el erotismo se convierte en una experiencia transgresora, un evangelio de fregaderos calientes.

 

 

André Cruchaga,

Barataria (El Salvador), febrero de 2025.



[1] Bataille, George. El erotismo. Barcelona: Editorial Mateu, 1971.

[2] Fray Luis De León. El Cantar de los Cantares. Buenos aires, Editorial Sopena, Argentina MCMXLII

[3] Ibid, pág. 6.

[4] Víctor Hugo Fernández. Animal difícil, (Poesía, 2025). Costa Rica.

[5]  Miryan Verónica Pérez Carvajal. El Sentido del Erotismo. Revista Ciencias y Humanidades. V. I N. 1. Julio – diciembre 2015.

[6] Víctor Hugo Fernández. Animal difícil.

[7] https://concepto.de/erotismo/

[8] https://cuadernoshispanoamericanos.com/la-mistica-erotica-de-gonzalo-rojas/

[9] Guillén, Claudio 1998. Múltiples moradas. Barcelona, Tusquets.

[10] Bataille, George, obra citada.

[11] María Ema Llorente

Universidad Autónoma del Estado de Morelos. románica Silesiana 2019, No 1 (15), pp. 117–129 ISSN 2353-9887 DOI: 10.31261/RS.2019.15.09

[12] Durand, Gilbert 1981. Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Madrid, Taurus.

[13] PATIÑO Karán, Juan Pablo. “El erotismo en los cuentos de Azul... de Rubén Darío como propuesta vital”, 2005, en http://www.ucm.es/info/especulo/numero31/azulrd.html. consultado el 7 de julio 2007.

[14] María Cristina Quintero, University of Southern California. ASPECTOS DEL DISCURSO ERÓTICO EN LA POESÍA DEL DIECISÉIS. Centro Virtual Cervantes.

[15] García Bermúdez, Andri Yicelt. El erotismo en la poesía de Gonzalo Rojas. Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de Magister en Literatura. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Sociales, Maestría en Literatura, Bogotá, 2008.

[16] Antonio Sánchez Jiménez, «Lope reservado: facetas del erotismo en las Rimas (1604)», Anuario Lope de Vega. Texto, literatura, cultura, XXV (2019), pp. 311-341. DOI:


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