«Animal
difícil», entre lo prohibido y la transgresión[1],
experiencia
consciente de la vida íntima
o
el Erotic Land de Víctor Hugo Fernández
Pienso
en tu sexo.
Simplificado
el corazón, pienso en tu sexo,
ante
el hijar maduro del día.
CÉSAR
VALLEJO
Dos
cuerpos frente a frente
son
a veces dos olas
y
la noche es océano.
OCTAVIO
PAZ
El
almidón de su enagua
me
sonaba en el oído,
como
una pieza de seda
rasgada
por diez cuchillos.
FEDERICO
GARCÍA LORCA
Un
roce breve, fugitivo
como
el ala de una mariposa
hizo
arder el aire en un instante
entre
tu cuerpo y el mío.
CLARA
DÍAZ PASCUAL
«Bésame
con besos de su boca, porque buenos (son) tus amores más que el vino»[2], así empieza Salomón su
Cantar de los cantares, libro que está precedido por un enjundioso trabajo de
Fray Luis de León que a la sazón expresa: Aquí se ven pintados al vivo los
amorosos fuegos de los amantes, los encendidos deseos… se oye el sonido de los
ardientes suspiros, sentimientos que los apasionados amantes probar suelen.[3] Víctor Hugo en su poema Ausencias,
lo expresa de este modo: «Inmolar el instante donde nos unimos / y todo parecía
confirmar el crimen perfecto.»[4] En esta relación de
erotismo y vida hay una afirmación de continuidad con la vida, un
desbordamiento y complicidad mutuas, cuerpos en un roce fugitivo, desmesura
dramática de la carne y los sentimientos. Es esta biología de la desnudez la
que apertura la exaltación de los amantes, búsqueda infatigable en espejos de
agua.
Miryan
Verónica Pérez Carvajal[5] en su artículo nos habla
del erotismo según lo concibe el antropólogo George Bataille, éste a lo largo
de su obra describe la posibilidad de hacer de la vida sexual del hombre un
acontecer erótico, que no corresponda a un fin biológico, sino hacer de la
desnudez una apertura hacia un momento donde el hombre sale fuera de sí, al
encuentro de lo desconocido en la posibilidad de la carne. El hombre se pierde
en la exaltación del deseo que no muere, al contrario, se renueva arrojando a
los amantes a nuevos encuentros furtivos, donde la continuidad se hace presente
por medio de la embriaguez de la carne. Tal situación toma licencia tal cual lo
describe el poeta en Provocación: «Ella desliza sus calzones bajo
la almohada, / durante mis sueños desea / poder guiarme a través de la perla
negra / que navega entre sus piernas.»[6]
La
desnudez es el signo que indica la apertura del ser cerrado, del hombre que se
arroja al instante furtivo que rompe en su interior todo tipo de seguridad del
mundo, de este modo irrumpe en el terreno de lo desconocido, donde la muerte de
sí parece ser el único destino de los cuerpos palpitantes en el juego del
deseo. Sin embargo, la noción de desnudez no es el único punto relevante que
desarrolla el autor, Bataille y Víctor Hugo, existen otros elementos tales como
el lenguaje de los corazones o la teología negativa que se desarrollan a través
de las formas de erotismo. Éste es un factor enteramente cultural. el erotismo
no es exclusivo del arte y la cultura, sino que forma parte de la vida
cotidiana, en la medida en que los individuos tenemos fantasías, deseos ocultos
y sentimientos propios en torno al hecho sexual, los cuales pueden variar de
individuo en individuo y forman parte del discurso que tejemos en torno al
sexo.[7] Consciente de sí, el poeta
se levanta, mientras la mañana florece en la vid cubierta por los brazos, tal
lo hace el Albatros: «Como entre las vastas olas
oceánicas / la pasión es siempre un comienzo, / adentrarme en tu cuerpo / para
anclar en tus senos / y renacer convertido en el niño / que los ángeles
ignoran.» (Náufragos, pág. 18).
Si
llevamos la poesía de Víctor Hugo al ámbito del dibujo de Andrés Masson «La
Tierra erótica» tal como lo explica Pérez Carvajal, la representación del fluir
violento de la vida a partir de la muerte, Masson (Chagall es más sutil, juguetea;
el culto a lo erótico lo encontramos también en Konstantin Kacev y en el pintor
italiano Amedeo Modigliani), dibuja la desmesura y la continuidad de la
vida, es la figura de la mujer que yace dando a luz, el equivalente a esa madre
tierra creadora. La relación mujer- tierra hace evidente, en ambas, la
capacidad de fecundación, convergiendo en la reproducción como símbolo de vida;
la vagina gigante se convierte en el cauce testigo de la génesis, el tránsito y
la continuidad de la vida. En el caso de Víctor el mar es la vagina, la mujer
que trae consigo el deseo encendido, la materia y el cuerpo son sagrados. El
cuerpo es el canal privilegiado a través del cual se aprehende y se vive el
mundo, y el hombre con su carne mortal, en su «miseria» y su humus, es la
figura de la humanidad trascendente. Para este poeta, los sentidos son
visionarios, perciben la realidad, son capaces de leer la poesía de lo
contingente, de escuchar el zumbido del mundo, de asir la última concordancia
de lo disperso. La unión con el cosmos tiene un carácter erótico y, en medio de
todo esto, como dadora de sentido y motor dinámico, se yergue una figura de
tres rostros: la Mujer-Poesía-Fundamento.[8] La armonía es inseparable
de la unión total de dos cuerpos que se anhelan y se gozan: «Déjame acariciarte
ahora / que el mar reposa entre tus manos / y los pelícanos nos ofrecen sus
buches / para refugiarnos de la luz meridiana. / Ahora que hemos vencido el
miedo al tiempo / y nos recorremos sin rumbo / deteniéndonos en cualquier
recodo del cuerpo / asombrados de los abismos de la piel.» (Déjame
acariciarte, pág. 21).
El
erotismo y sus ramificaciones artísticas no son incompatibles con la idea de
espiritualidad, entendida esta como sentimientos y creencias profundas, la
relación con los otros y las creencias acerca del sentido de la vida. La poesía
contenida en este libro de Víctor Hugo trasciende lo erótico y se adentra en
otros aspectos de la conciencia. Así lo señala Claudio Guillén: «La escritura
erótica que arranca del cuerpo –mujer u hombre- puede conducir al elogio de la
persona amada en su integridad y plenitud; a la más exaltada emoción amorosa,
incluso a la espiritualización y alegorización del amor, es decir, continuar
mucho más allá del cuerpo. Claro que existe algo como un continuum, o un
territorio compartido, entre la simple sexualidad, el erotismo y la pasión
amorosa; o una movilidad, si se prefiere, y unas tendencias latentes, en ambas
direcciones, que conducen de lo uno a lo otro.»[9] la poesía tal como la ve
el poeta es la continuidad del ser y, a ratos, discontinuidad cotidiana,
(Bataille)[10].
Víctor Hugo lo expresa de la siguiente manera: «Así entendida / la luz nunca
entraría / por los linderos del amor / al separarse de los cuerpos, / ni por
las cóncavas palabras, / ni por las yemas de los dedos.» (Así entendida,
pág. 26)
La
importancia que se otorga en este libro al navío como cuerpo se puede apreciar
en la abundancia de palabras relativas al transcurso. El poeta Víctor Hugo
insiste en la idea de navegación, brújula, gemidos y retorno, la vida como un misterio,
«Cerrar el mar» o «el mar entre los labios», esta idea se subraya con el uso de
términos relacionados con la medida del tiempo, como «lanchas que acortan
distancias» o «descenso de los cuerpos desnudos, ya consumada la entrega
unánime», cuya progresión o sucesión habitual se cuestiona o se invierte: «Hace
tiempo / como cosechas incompletas / los encuentros dejaron de ocurrir sobre la
tierra. / Fueron los ejércitos desnudos de violencia / los causantes de la
guerra y sus pérdidas elementales / la última batalla la llevan los pájaros
entre sus picos / los ángeles se disfrazan de obreros / y pierden sus alas para
siempre.» (El vigía, pág. 23).
Para
María Ema Llorente[11], en «Por la carne también
se llega al cielo» Cuerpo, éxtasis y paraíso en la poesía mexicana
erótico-amorosa contemporánea, lo interesante de la idea que vengo
desarrollando es que, si bien es el cuerpo quien padece o al que se le niegan
esas supuestas bondades y posibilidades, a través de ese mismo cuerpo puede
recuperarse ese estado original, mediante el contacto con otro cuerpo en la
unión erótico-amorosa. Según esto, el concepto de corporalidad debería
entenderse en un sentido amplio, y contemplar la posibilidad de incluir, tanto
lo interior o esencial como lo exterior, superando la escisión o la separación
del individuo. Con una tesitura inusual, el poeta hilvana, legítima la defensa,
su discurso de vigilias: «Así entendida / la luz nunca entraría / por los
linderos del amor / al separarse de los cuerpos, / ni por las cóncavas
palabras, / ni por las yemas de los dedos.» (Así entendida, pág. 26).
Según
lo señala Gilbert Durand[12], la cualidad profunda, el
tesoro sustancial no es lo que encierra, sino lo encerrado. No es, en resumidas
cuentas, la cáscara lo que cuenta, sino la almendra. No es el frasco lo que
importa, sino la embriaguez. […] Porque la interioridad superlativa es lo que
constituye la noción de sustancia. […] [Y] el alquimista, como el poeta, sólo
tiene un deseo: el de penetrar amorosamente las intimidades. Y es justamente lo
que hace Víctor Hugo en «Animal difícil». «Después de todo / me acerco a tu
cuerpo a percibir / el aroma con que los amantes / se evaden de la carroña del
deseo, / como si la eternidad se ocultara / de tanta vergüenza que le causan / los
oscuros pensamientos.» (La vida en borrador, pág. 30).
En
opinión de Juan Pablo Patiño[13], lo erótico es
transgresor al proporcionar a los amantes un proceso de liberación que desafía
lo establecido para reafirmar el placer; así el erotismo se convierte en una
expresión de la dimensión del interior del ser humano que refuerza la
sexualidad, donde ese ser se trasciende a sí mismo en el otro, lo prohibido es
transgredido y emancipado. Ya entonces sin nada que perder, pero mucho por
ganar el poeta dueño de sus actos establece en estos textos un diálogo
excepcional e interno, necesario para entender lo que está ahí en sus
pensamientos, la casa, su casa encendida como lo hiciera guardando las
distancias Luis Rosales. Esta su poesía, su voz poética es la memoria del alma,
los trasuntos del espíritu con su capacidad evocadora. En «Animal difícil» se
enfoca para cantar a un sujeto poético, la vida que se va, pero que logra
reafirmar a través de su sexualidad y sus artificios. «Esos días / en que
olvida la proteína, / se le acaba la avena / sin darse cuenta, / lo doblegan
las sentadillas / y los desplantes lo avergüenzan.» (Aging Superman,
pág.27).
La vida del poeta como la de todos los
humanos es un continuo sucederse. Consciente de ello se van acercando las
ausencias que se hacen perceptibles en el tiempo y se singularizan el dolor y
la trascendencia, ese extender el tiempo, lo vital a través de afirmarse en
otro cuerpo. «Se nos acaba el amor / como el verano en las frutas. / En el
molino de las nubes grises, / coronando un cielo que presume de relámpagos / los
pájaros de alas húmedas suspenden el vuelo / y se retraen a sus nidos de ramas
y hojas secas.» (Estaciones, pág. 28). Tras este conflicto del yo frente
a otros u otro, se convierte en un tema ontológico, conforma al hombre que es
en cuanto al hombre que quiere ser. El poeta discierne sobre su dinámica. Y en
ese sentido valora su futuro. Todo ello es la experiencia vital de la
resurrección. Después de todo expresa el poeta: «Después de todo / me acerco a
tu cuerpo a percibir / el aroma con que los amantes / se evaden de la carroña
del deseo, / como si la eternidad se ocultara / de tanta vergüenza que le
causan / los oscuros pensamientos.» (La vida en borrador, pág. 30).
Para María Cristina Quintero,[14] la mujer, instigadora del
deseo, se presenta como el origen o verdadero autor del poema. Pero la mujer es
también el texto que estamos leyendo. De hecho, ella no tiene otra existencia
fuera de lo que se infiere con estas palabras. Esta circularidad es típica de
la poesía petrarquista: el desdén de la dama se convierte, como he dicho antes,
en la condición indispensable para los suspiros —o sea, los poemas— de todos
los amantes petrarquistas frustrados, desde el «Francesco» de Petrarca hasta
Nemoroso y Salicio de Garcilaso. Tenemos la impresión de que la plenitud
amorosa resultaría en el silencio poético. Por ello las implicaciones en este
sentido que tiene el poema «Las buenas costumbres» en el cual destaca esa
especie de fetichismo sexual: «Me pedía que me la comiera / sin morderla / que
le acariciara la mirada / como los gatos se humedecen las patas / con su lengua
de oleajes desconocidos, / que nos encontráramos en cualquier esquina / donde
nunca estuvimos, / aceptando convertirnos en dos extraños / que al primer
contacto /
parecían
conocerse desde siempre.» (Las buenas costumbres, pág. 31). El poema
erótico —de suyo es sabido— rinde homenaje a los sentidos y la voluptuosidad a
través de la contemplación del otro, los versos exaltan el acto de amor o
exaltan los placeres corporales que transforman la conducta sexual en un rito
solemne; Los cuerpos ya no son solo carne y vísceras: son los que se agitan y
mezclan, , se entrelazan, diría Octavio Paz, son barro y arcilla, como la mujer
de barro de Serafín Quiteño, donde se encuentran las manos curiosas y los
manantiales cristalinos que se derraman.
Las fantasías libidinosas de un
público masculino adquieren un matiz dramático, de la conciencia del
autoengaño, el juego amoroso tan vital para el poeta, el coqueteo se convierte
nada más y nada menos que en conciencia de que hay ahí un contrato efímero: «No
puedo jugar a perder tu amor / porque amarnos es simplemente un juego / cuyo
premio es un engaño / para los corazones confundidos.» (Ludopatías, pág.
34). La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar las mareas del silencio
cubriendo un paisaje devastado por el insomnio. El testimonio poético nos
revela otro mundo dentro de este mundo, el mundo otro que es este mundo, los
sentidos sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación
y nos hacen lo inaudito y ver lo imperceptible.[15] El poeta explora en sus
textos al hombre y a la mujer, una escritura interconectada por dos cuerpos, la
metáfora de la proximidad y los hilos emocionales de los amantes, un clímax
erotizante que da como resultado el poema. «No incomoda / el poema sin
terminar, / quizás entre tanto punto final /
uno solo nunca
hemos concluido.» (Quien en vida fue, pág.35)
Si algo destaca en «Animal difícil» es
la totalización de la trascendencia a través de la máscara, la inmediatez
sexual como reescritura y el continuo devenir que a ratos parece incierto como
anquilosamiento de la vida. Venus y Adonis de William Shakespeare, los escritos
del Marqués de Sade, aplican en este razonamiento que he venido construyendo. Consecuentemente
esta actitud de devorar la carne joven parece una postura y cabalgata en el
tiempo, su determinismo de y hacia lo erótico, a la carnalidad refleja cierto
conflicto por extender la vida, esplendor radical para no quedarse en el
letargo. A ratos destaca la
incertidumbre. En este punto nada más contundente que el poema «Lo fatal de
Darío»: «y sufrir por la vida y por la sombra y por / lo que no conocemos y
apenas sospechamos, / y la carne que tienta con sus frescos racimos, / y la
tumba que aguarda con sus fúnebres ramos» … Víctor Hugo por su lado
expresa: «esa forma obtusa que deja el cuerpo sobre el lecho / cuando
regresamos del sueño y sus abismos… Que todo esto es pasajero / incluida la
incertidumbre de tus pasos» … Este conjuro literario del poeta que explora el
sexo y la libertad en el cuerpo, el gozo, los lazos inclusive morales: es la
confesión del deseo; Un deseo de cargar la tensión y la angustia, que emerge a
la superficie materializándose en palabras, y constituye el núcleo de un
discurso amoroso que proviene del inconsciente y las profundidades del ser.
La
literatura erótica y en particular la poesía cuenta con ilustres precedentes en
el ámbito hispanoamericano, su hito es caso ancestral, El erotismo y la
literatura clásica española [1990], los estudios de Amor y Erotismo en la
literatura [1999], el Arte de amor de fray Melchor de la Serna, en edición de
Blasco [2016], esta poesía en consonancia con «Animal difícil» de Víctor Hugo «tiende
a privilegiar los deleites de la unión física, a olvidarse de la dimensión
sentimental del amor, y a complacerse en palabras o expresiones inelegantes que
provocan una impresión de desequilibrio estético»[16] Parece sorprendernos el poeta pues hay toda
una corriente fundacional de poemas eróticos en su obra «Su cuerpo gastado ya
no le permitía / regresar a aquellas posiciones / y sus energías eran una
confusión», aquí, el cuerpo femenino en decadencia, sexualizado ese locus
amoris, valga decir, alusión que atañe a los genitales, ya no la ardiente
cama ni el acero que vence la selva ni la celebrada desnudez sobre la palestra.
Entre los tantos encuentros del poeta, solo queda decir: que desnuda la venció,
abriéndose la piel en el cenit. Me imagino al poeta contemplando la estatua de
Andrómeda desnuda, obra de Francesco Camilliani y resonándole al oído la
esmeralda virginal, lamiéndole los pies sin ningún decoro. «Cronos lo tenía muy
claro / por eso devoró a sus hijos al nacer.» Así, el erotismo se convierte en
una experiencia transgresora, un evangelio de fregaderos calientes.
André
Cruchaga,
Barataria
(El Salvador), febrero de 2025.
[1] Bataille,
George. El erotismo. Barcelona: Editorial Mateu, 1971.
[2] Fray
Luis De León. El Cantar de los Cantares. Buenos aires, Editorial Sopena,
Argentina MCMXLII
[3]
Ibid, pág. 6.
[4] Víctor
Hugo Fernández. Animal difícil, (Poesía, 2025). Costa Rica.
[5] Miryan Verónica Pérez Carvajal. El Sentido
del Erotismo. Revista Ciencias y Humanidades. V. I N. 1. Julio – diciembre 2015.
[6]
Víctor Hugo Fernández. Animal difícil.
[7] https://concepto.de/erotismo/
[8] https://cuadernoshispanoamericanos.com/la-mistica-erotica-de-gonzalo-rojas/
[9] Guillén,
Claudio 1998. Múltiples moradas. Barcelona, Tusquets.
[10] Bataille,
George, obra citada.
[11] María
Ema Llorente
Universidad Autónoma del Estado de Morelos. románica
Silesiana 2019, No 1 (15), pp. 117–129 ISSN 2353-9887 DOI:
10.31261/RS.2019.15.09
[12] Durand,
Gilbert 1981. Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Madrid, Taurus.
[13] PATIÑO
Karán, Juan Pablo. “El erotismo en los cuentos de Azul... de Rubén Darío como
propuesta vital”, 2005, en
http://www.ucm.es/info/especulo/numero31/azulrd.html. consultado el 7 de julio
2007.
[14] María
Cristina Quintero, University of Southern California. ASPECTOS DEL DISCURSO
ERÓTICO EN LA POESÍA DEL DIECISÉIS. Centro Virtual Cervantes.
[15]
García Bermúdez, Andri Yicelt. El erotismo en la poesía de Gonzalo Rojas.
Trabajo de grado presentado como requisito parcial para optar al título de
Magister en Literatura. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias
Sociales, Maestría en Literatura, Bogotá, 2008.
[16] Antonio
Sánchez Jiménez, «Lope reservado: facetas del erotismo en las Rimas (1604)»,
Anuario Lope de Vega. Texto, literatura, cultura, XXV (2019), pp. 311-341. DOI:
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