viernes, 20 de abril de 2007

Laberinto de los espejos_Poema de André Cruchaga

Fotografía: André Cruchaga




Laberinto de los espejos



Ocúltate del siniestro pájaro
Que te asedia a las horas más inesperadas…
Enrique Gómez Correa


El aire turba los pensamientos ante el sonido de las piedras,
Mientras lianas de fantasmas nos asisten
Con abrazos de ciegos brebajes.
Las epifanías transcurren oscuramente
Donde el musgo germina sus andrajos.
Entre tanta imagen de la vida:
Imágenes esféricas, atribuladas,
Sombras a la deriva aleteando en la esperanza,
La vida le debe a la vigilia
Y a las leyes del mundo.
En la zozobra salta la altitud de la fe;
Los fieles dibujan un amor invicto,
Pero la carne tañe otros destinos otra luz que se apaga.

Sacrificial es este fuego de todos los días:
Agónico estertor de la demencia humana,
Frágil sueño entre la ceniza de la noche,
Dios ahí como luz errante,
Envuelto en silencio, sobreviviente también,
Del clamor de la vida, viendo los golpes
Desde la transparencia de su omnipotencia.
Estamos expuestos a la congoja,
Sombra del sueño;
Nada es la luz en la doliente herida,
Si no es para desvelarla,
Fragua de un himno desgarrado,
Luto de obstinado terror.
Hay salmos y proverbios para enaltecer la noche:
Huracanes de buitres, ebrias líneas de papel
Profanando las ventanas
Como cadáver oculto en la caverna
De las manos.

Debajo de la vida, la muerte renace cada día,
Con su borrosa porcelana de quebrados vientos:
Sepia es el zarpazo, horrible el tizne
De los tabancos, la presencia desnuda
De las aceras.
Debajo de la piel nombres destejidos,
Demasiada ceniza en las barbas,
Las banderas y el nombre de los santos desteñidos.
Dentro de los poros, los pájaros,
La herida genésica debatiendo
Entre antiguos sonidos, negros soles
Sobre el sonido de glaciales estupefactos.
Aquí la muerte presente en los nombres,
Aquí la muerte entre los dedos de la madera:
Olvida nombres, ruge, martilla como el mar.
Muerde con sus dientes de ballena,
Corta los cabellos con su silenciosa
Lengua de azufre.
La vida pierde sus zapatos. Como tantas cosas,
La cubre un puñado ligero de polvo,
Una losa y, después,
Sólo el silencio del abismo
Y las flores ateridas de la noche…
Barataria, 2007


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