Ana Escoto, El Salvador
Siempre llueve y las calles se inundan de ojos. Los ojos se esconden en nuestros zapatos. Nos muerden cuando caminamos. Alguien se detiene a ver su pasado. Cierra los ojos. Descansa. Duerme. Los demás abrimos los ojos y vivimos un día más en la oscuridad de su mirada.
Mañana también lloverá.
***
Quiero saber si tendré alas cuando muera esta vezsi en el canto de tus sueños podrás oírme suspirary si podré engañar a estos ojos dispuestos a partir
Quiero saber si cuando mueras, serás el vigía del faro que en medio de las olas y las lágrimas saladas,
conoce donde empieza el horizonte y donde terminan las aguas
Y es que ya no quiero matarme sobre los espejos
ni deshojar margaritas de abrazos olvidadosporque han brotado demasiadas sonrisas al morirme de mares
***
Los amuletos ya no retienen la suerte perdieron su efecto sobre estas manos heridas
hay sangre entre la tierra que separó los cuerpos
cada uno de nosotros enterró sus hombros
y hoy ruedan gritando las cabezas
las distancias merodean los cementeriosse reconfortan llevándole flores a la muerte
porque encontrarnos ya no es cosa de este mundo
El observador
Siempre llueve y las calles se inundan de ojos. Los ojos se esconden en nuestros zapatos. Nos muerden cuando caminamos. Alguien se detiene a ver su pasado. Cierra los ojos. Descansa. Duerme. Los demás abrimos los ojos y vivimos un día más en la oscuridad de su mirada.
Mañana también lloverá.
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Quiero saber si tendré alas cuando muera esta vezsi en el canto de tus sueños podrás oírme suspirary si podré engañar a estos ojos dispuestos a partir
Quiero saber si cuando mueras, serás el vigía del faro que en medio de las olas y las lágrimas saladas,
conoce donde empieza el horizonte y donde terminan las aguas
Y es que ya no quiero matarme sobre los espejos
ni deshojar margaritas de abrazos olvidadosporque han brotado demasiadas sonrisas al morirme de mares
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Los amuletos ya no retienen la suerte perdieron su efecto sobre estas manos heridas
hay sangre entre la tierra que separó los cuerpos
cada uno de nosotros enterró sus hombros
y hoy ruedan gritando las cabezas
las distancias merodean los cementeriosse reconfortan llevándole flores a la muerte
porque encontrarnos ya no es cosa de este mundo
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