sábado, 6 de marzo de 2010

Viajar de la ceniza. Nuevo libro publicado por André Cruchaga con prólogo de María Eugenia Caseiro

Carátula de: Viajar de la ceniza

Ilustración de la poeta y pintora Susana Giraudo, Argentina
Edición: Español-francés








Prólogo






“Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos, sin que ello, necesariamente linde con lo trivial.”
André Cruchaga



André Cruchaga, orfebre de la poesía, posee una extensa trayectoria en este arte que practica desde los catorce años. Ha participado en diferentes certámenes nacionales y eventos literarios en su país natal, El Salvador, y publicado más de una decena de libros. Cruchaga, es poeta de la experiencia, sabe observar desde dentro, percibir emanaciones, respetar los cánones de la estética y encontrar esencia aún en lo mortecino o lo apagado. Su poesía intimista, llena de encrucijadas, es discurso persuasivo en que emergen espontáneamente una gama de impresiones, de sentimientos que unidos al desasosiego y la impotencia para subvenir a las aves quejumbrosas por la sed bajo las frondas del camino, nos sumergen en un mar de poesía distintiva tras la huella de su propia voz, elocuente voz que sale de la concepción inmediata de la idea, y que en la memoria, intenta escudriñar más allá del entendimiento, hacerse parte de cada perspectiva, mano que se extiende a palpar la textura de la conciencia para acarrear sobre sus espaldas el peso de la incertidumbre y volcarlo en elucubraciones que terminan por desbordarse en cataratas de imágenes y de buena poesía retórica.


“Su voz tiene la proximidad del horizonte
Y la geometría circular del espejo;
La ternura se hizo en ella con nombre y apellido,
El tiempo le dio las lecciones del sueño
Y el diáfano rumor de su vocación materna.
Todo fue luz; y el hábitat, una parábola.
De la angustia supo hacer un jardín;
Del hambre, un viaje de entendimiento.
Ahora, sin embargo, está en el umbral
De su propia sombra:
Sólo ella sabe, despierta o dormida
Del leve cielo de los cirios…”



“Viajar de la ceniza” trabajo que certeramente comienza su autor con una cita de Hugo Lindo, es un cuadernillo, como él mismo le ha nombrado, de poemas elegíacos que rayan la hipocondría del ser que vive encadenado, un viaje al interior de la conciencia germinando en un proceso de deslumbramiento de ésta (el yo poético), ante la percepción de una muerte que no da tregua, y una vida en la que ya no puede vivirse sin sentirse aprisionado por la angustia de sus corolarios. Es todo un vía crucis de sacudidas por las que atraviesa el ser golpeado y zaherido, un abatirse y debatirse en presencia de la muerte, esa muerte materializada, cuando nos habla especialmente de su madre, y que “será siempre, ráfaga del viento en sus sienes” y ha de moverle a plantearse continuas interrogantes que articulen la garra de un espectro sobre su garganta.
“¿Qué fue del arco iris? ¿Dónde está la memoria?
¿Acaso el olvido borra la historia?”


Es a veces esa muerte, la que camina con zapatillas de seda y ronda el misterio en cada paso, quien le intimida en continuo acercamiento y aún sabiendo que ha de imponerse con el beso eterno que nada ni nadie puede detener, siente incontenible, la frustración de no haber podido predecir.


“Era la muerte la que venía;
Soplaba entre la rama de los árboles,
Golpeaba con su nudo las ventanas,
Besaba con su frío la carne.”



Poeta de recursos, Cruchaga encuentra la frescura de la imagen a pesar de lo exhausto que puede parecer el tema tratado, y como buen artesano de la palabra que sabe utilizar los elementos líricos y afinarlos en cada transcurso en el poema, hace de éste un aliado con la misma destreza conque repercute el carácter de sus conmovedoras reflexiones.

“En la puerta del pecho, la madera suelta su voz;
Sin detenerse, el espejo de los pájaros…”

En este viajar de la ceniza, nuestro autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos, que a veces se convierte en arenga recriminatoria en un continuo germinar de imágenes que le obliga a mostrar, partiendo de tantas miradas como espejos tiene su alma horadada, no tanto lo nefasto de la muerte, sino las estrías de su propio pensamiento, desde una atmósfera fatigosa de sobrellevar, y donde el sujeto lírico es voz insistente o rayo que no cesa, y llegado a este punto me viene a la mente el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: “¡cuánto penar para morirse uno!” Quizás haya otro denominador común en estos pasajes de Viajar de la ceniza y “aquel rayo”, y es el gusto del autor por el lenguaje depurado sin el abuso de las figuras léxicas, pero esto sería entrar en materia de comparaciones y no ha sido otra mi intención que la de acercar un poco la lámpara sobre el pozo de mis propias elucubraciones al entrar en un pequeño análisis del trabajo poético de Cruchaga en estas elegías que han traído a mi memoria las penas hernandianas.

Entonces, el hombre que fluye en el tiempo, atado a ese tiempo y entre las divergencias que conciben lo indefectible y lo cotidiano, sabe que su destino es ciertamente la inexistencia, que sus trabajos son de un fruto que no ha de prevalecer en lo particular…

“Toda la vida fue para este fin de áspero pantano.
Todo el fuego para este desvelo
En que, al fin, mudas de semblante”


...y que su luz de pensamiento ha de terminar en la total ignorancia.

Mañana seré lámpara enterrada”

Lo hemos visto en este verso, que podría ser la columna de todo el poemario, y que forma parte del poema Lamentaciones de mi madre, donde hábilmente el poeta pone en boca de esa voz (ya memoria) de su madre, las palabras adecuadas para mostrar su propia frustración ante la muerte (aquí vuelvo a recordar, ahora a Calderón con los admirables monólogos de Segismundo), poema que dado el orden cronométrico que el autor ha querido conferirle al cuadernillo, se encuentra como el número once, pero que bien puede encabezar el trabajo. Aquí otra muestra del mismo texto:

“Incierto es el amor en la intemperie.
Es la noche o el día creciendo en espejismos.
La vigilia del azogue me impide la sonrisa.”


Y termina esa voz de su madre, que es su propia consciencia diciendo:

“Si la desolación es una aljaba con saetas,
Esta muerte es más atroz que cualquier tortura.”


Sin embargo, y a pesar de que la inconsciencia es el enemigo más temido, por ello el colocarla en voz de la madre muerta, la falta de conocimiento del futuro, que hablando de la muerte es todo un hecho, no cuenta con suficiente eficacia para detener la esperada continuidad, y en esa urgencia de sosiego, mientras encuentra la esperanza, el poeta sondea el dolor y lo va sombreando a base de códigos, de mecanismos que lo develan a partir de su lírica proverbial con la que nos arrastra:

“Uno se queda siendo dueño de nada.
No sirven las ventanas ni las manos”

“De la vida a la muerte sólo hay un paso:
Un goce sutil con muchas estaciones,
Un estar y olvidar que se ha vivido”

Cruchaga se aleja constantemente de lo habitual y simple para escuchar con el oído pegado la intuición y articular el poema con limpieza, concediendo un sagrario a sus estrategias semánticas que son consecuentes y muy variadas.

“Ella jamás duerme fuera del ámbito humano;
Lo que es su vida lo irradia en la noche:
Impone su dominio en la luna de los huesos”

Atisba en cada metáfora y parece trasponerse y sobrepasar el sosiego sin interrupciones, encontrar la elipsis y revelarla.

“Casa sola ya. Sombra callada;
Sin ningún habitante, salvo el silencio”


Esa cognoscencia de lo sagrado de la escritura le anima en los intervalos en que pareciera caer desde las cumbres de sus pensamientos, donde pudo ser muy probable que se apagara la voz y se notase el cansancio de ese aletear en lo mismo, y hasta bajar la guardia y perder la partida, pero se sabe cierto, conocedor de cada torcedura, por ende hábil y consciente, entonces echa garra a la esperanza, a la evocación de un anillo de continuidad.

El sujeto lírico resurge a pesar de la muerte. De lo contrario, ¿qué objeto tendría una poesía como la suya, que se convierte en facultad y planteamiento del dilema?. Si no hay disyuntiva, y solamente un plano en que morar mientras la vida pasa y la razón nos ha de abandonar, si por mucho que luchemos, todo ha de ser en vano, entonces, ¿por qué la insistencia en el concepto cíclico de la vida? Aquí estos versos que nos devuelven, con gran sutileza, a lo simbólico del reemplazo.


“Parte de ti se queda en las vigas de esta casa;
En la faz del dintel;
Tu voz viva en la memoria, aunque estés muerta.
Aquí dejas tu alma que nos mira
Como la llave íntima de la conciencia.
Tu adiós tiene la dulzura de la espera”

André Cruchaga tiende un puente en donde estuvo colocada una barrera, y en estos últimos versos, pareciera vivir en la clave de la idea del retorno, motivo por el cual no se entrega totalmente a la desesperanza….

“En este mundo donde los brazos acarician
La piedra oscura de la muerte.”
“¡Hoy estás toda de nuevo, como un surtidor
De la caricia!”

Finalmente, el arraigo, el apego, imperan en el tierno corazón del hombre con toda su raigambre, y la voz del poeta triunfa, se deja escuchar con nuevos arpegios y ocurre el rescate milagroso de la fe, la imagen que elude la apostasía y se aferra de nuevo la raíz en una suerte de epitafio en donde la madre, a pesar de su partida, sigue siendo ese eje que mueve el mundo.

“Mi madre mira desde arriba,
La propia emancipación del calendario.”

*****************



Viajar de la ceniza de André Cruchaga es un trabajo digno de consideración a la hora de una lectura reflexiva. Sus poemas son poemas nacidos de la experiencia, brotados desde el dolor íntimo, como el propio autor expresara al ponerlos en mis manos, y nombrarme la primera depositaria de los mismos.

Innegablemente he disfrutado tanto de su valor literario como humano, y quise corresponder a su confianza y a su gran autenticidad como poeta, hombre sensible y luminoso, devolviendo con estas líneas que ciertamente brotaron de la admiración causada por la lectura de sus versos, una pequeña fracción de la emoción y el sentimiento impregnados a todo lo largo de su obra.


María Eugenia Caseiro
Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española,
Miembro de la Academia de Historia de Cuba












Préface

« Tout poème authentique naît de l’émotion, des sentiments et des valeurs exprimées par le poète au moment de matérialiser sa vie intérieure, ses joies et ses déchirements sans que cela ne devienne banal. »
André Cruchaga


André Cruchaga, véritable orfèvre de la poésie, a effectué un long parcours dans cet art qu’il pratique depuis l’âge de quatorze ans. Au Salvador, son pays d’origine, il a participé à différents concours nationaux et événements littéraires et il a publié plus d’une dizaine de livres. Cruchaga est un poète de l’expérience, il sait observer de l’intérieur, percevoir les effluves, respecter les canons de l’esthétique et même dévoiler l’essence qui gît dans l’inerte ou les choses éteintes. Sa poésie intimiste, à la croisée de tous les chemins, est un discours persuasif duquel émerge toute une gamme d’impressions et de sentiments qui, unis au désarroi et à l’impuissance ressentie face aux oiseaux qui paillent assoiffés sous la frondaison, nous submergent dans une mer de poésie à la recherche des traces laissées par sa propre voix. Une voix éloquente qui, dans la mémoire, essaie de scruter au-delà de la compréhension pour se fondre dans toutes les perspectives, telle une main qui s’ouvre, palpe la texture de la conscience et porte tout le poids de l’incertitude pour la transformer en rêveries dans une avalanche d’images et de poésie rhétorique.



Sa voix approche des confins de l'horizon
Et possède la géométrie circulaire du miroir;
La tendresse en elle a pris nom et prénom,
Le temps lui a donné les leçons du sommeil
Et la rumeur diaphane de sa vocation maternelle.
Tout a été lumière; et l'habitat, une parabole.
De l'angoisse elle a su faire un jardin;
De la faim, un voyage de compréhension.
Maintenant, cependant, elle est au seuil
De son ombre :
Elle seule sait, éveillée ou assoupie
De la légèreté céleste des cierges


L’auteur de «Viajar de la ceniza» commence son ouvrage sur une fine citation de Hugo Lindo. Son œuvre est, selon ses propres mots, un recueil de poèmes élégiaques qui effleure l’hypocondrie de l’être qui vit enchaîné, un voyage au centre de la conscience qui germe dans un processus d’éblouissement (du moi poétique), devant la perception d’une mort sans répit et d’une vie qui ne peut désormais se vivre sans être prisonnier de l’angoisse de son inévitable corollaire. C’est un chemin de croix que traverse, secoué, l’être malmené et mortifié qui parfois se laisse abattre et parfois se débat face à la mort, cette mort qui se matérialise, surtout lorsque qu’il nous parle de sa mère, et qui toujours sera « la rafale, le vent qui bat contre mes tempes » et qui le pousse à s’interroger sans cesse, telles des tenailles spectrales qui enserrent sa gorge.

Qu’en est-il de l'arc-en-ciel ? Et la mémoire, où est-elle ?
L'oubli efface-t-il l'histoire ?


C’est parfois cette mort chaussée de ballerines de soie, semant le mystère à chacun de ses pas, qui l’intimide de sa présence ─ qui se fait pressante ─, et même s’il sait qu’elle s’imposera par son ultime et irrémédiable baiser, il ne peut réprimer la frustration de n’avoir pu la prédire.

C’était la mort qui approchait :
Elle soufflait dans les branches des arbres
Frappait les fenêtres de ses bras noueux
Embrassait la chair de sa terrible froidure


Poète de ressources, Cruchaga sait trouver, malgré l’austérité d’un tel sujet, la fraîcheur des images ; et comme tout bon artisan des mots qui sait manier les éléments lyriques pour en affiner chaque poème, il s’en fait un allié avec l’habileté dont regorgent ses émouvantes réflexions.

Au seuil de la poitrine, le bois libère son chant
Sans s'arrêter, le miroir des oiseaux dans la poitrine


Dans ce voyage à travers les cendres, l’auteur déploie sa peine par le biais de réitérations tout au long du texte, répétitions qui parfois se transforment en douleureuse exhortation créant ainsi des images qui l’obligent à dévoiler – à partir des multiples facettes et miroirs de son âme trouée – non seulement le visage délétère de la mort mais les stries de sa propre pensée. Dans une atmosphère lourde et éprouvante, le sujet lyrique devient voix insistante, éclair sans fin. Rendu à ce stade, le sonnet 6 de Hernández me revient en tête, sonnet dont la fin résume bien les tourments qui affleurent dans ce travail d’André Cruchaga : « Combien d’efforts pour finalement mourir ! ». Il existe peut-être un autre dénominateur commun entre ces extraits de Viajar de la ceniza et cet « éclair », et c’est le goût de l’auteur pour un langage épuré qui serait exempt de figures lexicales trop abondantes. Mais mon intention n’est pas ici de m’aventurer sur le terrain des comparaisons mais plutôt d’éclairer le puits de mes propres divagations en amorçant une brève analyse du travail poétique de Cruchaga à travers ses élégies qui m’ont rappelé les déchirements de la poésie de Hernández.

L’homme qui vogue à travers le temps, attaché à ce temps, et qui traverse les divergences qui donnent naissance à l’indéfectible et au quotidien, sait que son destin ne peut être que la non existence et que son œuvre est issue d’un fruit qui ne pourra subsister sous sa forme particulière…

Toute une vie tendue vers ce limon ultime
Tout ce feu pour cette âpre veille
Où, finalement, tu changes d’expression


...et que sa pensée lumineuse s’achèvera dans l’anonymat total.

Demain je serai lampe sous terre

Ce vers tiré du poème « Lamentations de ma mère », qui pourrait être la colonne vertébrale de tout le recueil et où le poète reprend habilement la voix de sa mère (devenue mémoire) afin d’exprimer sa propre frustration face à la mort (je me rappelle ici Calderón et les admirables monologues de Segismundo), ce poème est le onzième dans l’ordre chronologique que l’auteur a voulu donner au recueil mais il aurait aussi bien pu être placé au début de l’œuvre. Un autre exemple tiré du même texte :
Incertain est l'amour sous l’intempérie
C'est la nuit ou bien le jour qui se gonfle de mirages
La vue du parc me garde de sourire

Et c’est avec ces mots que s’achève la voix de sa mère, qui se trouve à être sa propre conscience :

Si la désolation est un carquois de flèches
Cette mort est plus atroce que toute autre torture

Cependant, malgré le fait que l’inconscience soit l’ennemi le plus craint, la transposer dans la voix de la mère décédée n’arrive pas à mettre fin à l’espérance, sans doute à cause de l’ignorance de ce que nous réserve l’avenir, en particulier face à la mort. Dans cette urgence d’une trêve, alors qu’il retrouve l’espoir, le poète sonde sa douleur et la nuance en recourant à des codes et des mécanismes qui la révèlent avec sa lyrique proverbiale.

Au bout du compte, nous ne sommes maîtres de rien.
Inutiles sont désormais les fenêtres et les mains :

De la vie à la mort il n’y a qu’un pas :
Une jouissance subtile garnie de saisons
Exister et oublier ce que l’on a vécu

Cruchaga s’éloigne sans arrêt du coutumier et des choses simples pour prêter une oreille attentive à l’intuition et ainsi articuler le poème avec clarté, sacrifiant l’autel à ses stratégies sémantiques variées.

Elle ne dort jamais ailleurs que dans l'enceinte humaine
Ce qui est sa vie elle l'irradie dans la nuit :
Elle impose son règne dans la lune des os


L’intuition jaillit de chacune de ses métaphores, semble se permuter et aller au delà de la sérénité, sans ruptures, pour trouver l’ellipse et la dévoiler.

Maison seule déjà. Ombre laconique
Sans habitant, mis à part le silence


Ce pouvoir de reconnaître le caractère sacré de l’écriture l’aiguillonne dans les moments où sa pensée semble tomber dans le plus profond des abîmes, là où peut s’éteindre la voix et où s’observe l’épuisement de toute cette agitation intérieure, jusqu’à baisser la garde et perdre la partie. Mais le poète ne doute pas, connaisseur de chaque fracture, et donc habile et conscient ; il saisit l’espoir à pleines mains face à l’évocation d’une heureuse continuité.

Le sujet lyrique élève sa voix, malgré la mort. Sinon quel but aurait une poésie comme la sienne, qui pose un aussi lourd dilemme ? S’il n’existe aucune autre alternative que celle de rester là pendant que la vie passe et que la raison nous abandonne, que tout est vain même si nous luttons, alors pourquoi insister sur le caractère cyclique de la vie ? Les vers qui suivent nous ramènent avec une grande subtilité au symbolisme du renouvellement.

Une partie de toi demeure dans les poutres de cette maison
Gravée dans le linteau
Ta voix fuse dans la mémoire, malgré que tu sois morte
Tu laisses ici ton âme qui nous regarde
Comme la clef intime de la conscience
Tes adieux ont la douceur de l'attente


André Cruchaga tend un pont sur lequel il y avait une barrière et, dans cette strophe, il semble vivre avec l’idée du retour, ce qui lui permet de ne pas sombrer totalement dans le désespoir…

Dans ce monde où les bras caressent
La pierre osbcure de la mort


Aujourd'hui tu es là toute entière, frondaison d’étreintes
Et de caresses!


En conclusion, l’enracinement et l’attachement dominent le cœur tendre de l’homme avec toutes ses assises, et la voix du poète triomphe, laissant entendre de nouveaux arpèges d’où surgit le sauvetage miraculeux de la foi, l’image qui se soustrait à la désertion et qui replonge ses racines dans un épitaphe dans lequel la mère, malgré son départ, demeure l’axe autour duquel tourne le monde.

Ma mère regarde depuis là-haut
L’émancipation du calendrier

*****************



Viajar de la ceniza d’André Cruchaga est un travail digne de considération lors d’une lecture réfléchie. Ses poèmes sont des poèmes nés de l’expérience, surgis d’une douleur intime, comme l’exprima l’auteur lui-même en les remettant entre mes mains.

J’ai pu apprécié sa valeur littéraire autant qu’humaine, et j’ai voulu rendre justice à sa confiance et sa grande authenticité de poète, d’homme sensible et lumineux, en lui rendant à travers ces lignes issues de l’admiration causée par la lecture de ses strophes, une petite partie de l’émotion et du sentiment qui imprègnent toute son œuvre.

María Eugenia CaseiroMiami, le 7 mai 2006
Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española,
Miembro de la Academia de Historia de Cuba




Traducción de los poemas: Valérie St-Germain
Traducción del prólogo por Julie Couvrette
Traducciones bajo la supervisión de Daniela Trottier



No hay comentarios: