Carátula de: Un camino Carmesí de Teonilda Madera
TEONILDA MADERA Y EL CARMESÍ DE SUS POEMAS
[Comentario a su libro: Camino Carmesí]
A la poeta Teonilda Madera, la conocí allá por el año 2002, en el marco del Primer Festival Internacional de Poesía, auspiciado por la Fundación poetas de El Salvador. En esa ocasión me tocó compartir lectura con ella en la Embajada de México. Desde entonces, hemos mantenido la amistad y la comunicación. En días recientes ha escrito un estudio introductorio sobre mi libro: Sublimación de la noche, traducido al catalán por mi buen amigo y notable poeta Pere Bessó y que saldrá a caminar por el mundo en el mes de octubre de este año.
En el marco de esta edificante y constructiva amistad, la poeta, —quien además es narradora, ensayista, dramaturga, maestra y doctora en literatura, etc.— me ha hecho llegar su más reciente libro publicado: CAMINO CARMESÍ-CRIMSON PATH, editado por Morris Publisinh, Estados Unidos. Sobre su obra se han hecho buenos comentarios, excelentes, entre los que destaca a través de correspondencia epistolar, don Claudio Guillén, hijo del connotado poeta de la Generación del 27, don Jorge Guillén.
El libro que nos comparte la poeta, contiene ochenta y nueve poemas de contenido diverso. Destaca, sin duda, el “ALFA Y OMEGA”, dedicado a la tierra cuscatleca: “Este pueblo temerariamente se yergue/ desde su semen volcánico/ y se derrama en montañas, praderas,/ ríos y mares sempiternos.” El Salvador es un país interesante: desvelan sus contrastes, lo íntimo se cuela en los aleros. Más adelante y en el mismo poema, la poeta acota: ”Este suelo movedizo/ con sus Cuentos de barro,/ con su faro masferreano,/ con su Dalton dormido/ guarda una historia inquietante.”
Dicho lo anterior, encontramos en la poesía de Teonilda Madera, esa búsqueda incesante del ser humano por desentrañar o, desvelar, si se quiere ese otro mundo que nos circunda, que nos contiene: El yo interior fluyendo en las aguas del alfabeto. Teonilda es poeta de la Esperanza y a través de esta humanidad tan suya, denuncia el proceder mezquino, “el entorno inhóspito que destruye”, que anquilosa al niño, al joven, al anciano. La poeta continuamente redescubre, “la rama amorosa de sus sábanas”, la desmesura torturante de nuestro tiempo. Pero también, como ser humano, matiza esos temas álgidos de nuestro tiempo, con la fosforescencia del tema erótico amoroso. Su erotismo nos convoca, también, a repensar el aljibe misterioso de la historia entre las manos, colándose, destilándote como torrente de agua.
La poesía de Teonilda Madera tiene la claridad de las estrellas. La piel vivaz de los peces del arco iris, las sustancias definitivas de la tierra. De cualquier manera, cada poema suyo, cada verso, cada palabra, tiene la esplendidez de los sueños divinos, los aromas del hastío propios de este mundo, y los aromas del pétalo en su infinito dominio. Ungida de su posesa alba, ilumina la oscuridad sin mayores aspavientos, con gallardía, dueña de las mieles del rocío. Su arquitectura no es noche, sino río de surtidores luminosos.
La poeta está, permanece arraigada a la tierra. Al menos así lo intuyo cuando vuelvo a leer, ya en el libro, un poema suyo de grandes resonancias y, aún inédito, me lo hiciera llegar. Se trata del poema EL CAMINO A SANTIAGO. En principio no lo entendí por mi condición de eremita posmoderno, pero luego, entrado en la lectura del mismo e investigando, se trata de un testimonio vivo de su experiencia peregrina. Con pulso y pecho tembloroso nos dice: “El camino es un llamado de siglos,/ una búsqueda eterna, una exploración,/ una melodía de bordones/que anuncia pueblos sabios.” También, es un “altar de piedras”. Sí, lo imperecedero, la fuerza, lo que la épica del sueño construye más allá del silencio de las grutas y los hierros posesos de la penumbra.
Maestra de honda vena poética. Sus imágenes, la incursión al mundo de lo cotidiano, su lirismo, la sitúan en un lugar preferencial de la literatura universal. Maestra también de envidiable vocación. Sin duda ese contacto permanente con jóvenes se vuelve inspirador para ella, camino de humanidad, incienso y mirra para adobar la ternura. De otro modo, no se podría entender sus “TEMORES INFANTILES”. No los de ella, sino los de la niñez en peligro constante.
Su poesía, toda, está envuelta por esa ternura humana que le es característica a la poeta. Y, aunque haya “AMANTES TORPES”, en este planeta, su capital es el amor en su más amplia expresión. Tal como lo veo en “CANCIÓN DE CUNA”. Donde su vientre respira la ambrosía del mar y el cielo y la tierra.
Confieso, con la lectura de este libro bilingüe, que la autora me ha hecho repensar muchas cosas. Su poesía trasciende el “SÓLO DOLOR”, para albergar un huerto sin escombros.
André Cruchaga
Barataria, 24.VII.2010
*Un Camino Carmesí. Teonilda Madera. Edición bilingüe, editado en Estados Unidos por Morris Publising, 2009.
TEONILDA MADERA Y EL CARMESÍ DE SUS POEMAS
[Comentario a su libro: Camino Carmesí]
A la poeta Teonilda Madera, la conocí allá por el año 2002, en el marco del Primer Festival Internacional de Poesía, auspiciado por la Fundación poetas de El Salvador. En esa ocasión me tocó compartir lectura con ella en la Embajada de México. Desde entonces, hemos mantenido la amistad y la comunicación. En días recientes ha escrito un estudio introductorio sobre mi libro: Sublimación de la noche, traducido al catalán por mi buen amigo y notable poeta Pere Bessó y que saldrá a caminar por el mundo en el mes de octubre de este año.
En el marco de esta edificante y constructiva amistad, la poeta, —quien además es narradora, ensayista, dramaturga, maestra y doctora en literatura, etc.— me ha hecho llegar su más reciente libro publicado: CAMINO CARMESÍ-CRIMSON PATH, editado por Morris Publisinh, Estados Unidos. Sobre su obra se han hecho buenos comentarios, excelentes, entre los que destaca a través de correspondencia epistolar, don Claudio Guillén, hijo del connotado poeta de la Generación del 27, don Jorge Guillén.
El libro que nos comparte la poeta, contiene ochenta y nueve poemas de contenido diverso. Destaca, sin duda, el “ALFA Y OMEGA”, dedicado a la tierra cuscatleca: “Este pueblo temerariamente se yergue/ desde su semen volcánico/ y se derrama en montañas, praderas,/ ríos y mares sempiternos.” El Salvador es un país interesante: desvelan sus contrastes, lo íntimo se cuela en los aleros. Más adelante y en el mismo poema, la poeta acota: ”Este suelo movedizo/ con sus Cuentos de barro,/ con su faro masferreano,/ con su Dalton dormido/ guarda una historia inquietante.”
Dicho lo anterior, encontramos en la poesía de Teonilda Madera, esa búsqueda incesante del ser humano por desentrañar o, desvelar, si se quiere ese otro mundo que nos circunda, que nos contiene: El yo interior fluyendo en las aguas del alfabeto. Teonilda es poeta de la Esperanza y a través de esta humanidad tan suya, denuncia el proceder mezquino, “el entorno inhóspito que destruye”, que anquilosa al niño, al joven, al anciano. La poeta continuamente redescubre, “la rama amorosa de sus sábanas”, la desmesura torturante de nuestro tiempo. Pero también, como ser humano, matiza esos temas álgidos de nuestro tiempo, con la fosforescencia del tema erótico amoroso. Su erotismo nos convoca, también, a repensar el aljibe misterioso de la historia entre las manos, colándose, destilándote como torrente de agua.
La poesía de Teonilda Madera tiene la claridad de las estrellas. La piel vivaz de los peces del arco iris, las sustancias definitivas de la tierra. De cualquier manera, cada poema suyo, cada verso, cada palabra, tiene la esplendidez de los sueños divinos, los aromas del hastío propios de este mundo, y los aromas del pétalo en su infinito dominio. Ungida de su posesa alba, ilumina la oscuridad sin mayores aspavientos, con gallardía, dueña de las mieles del rocío. Su arquitectura no es noche, sino río de surtidores luminosos.
La poeta está, permanece arraigada a la tierra. Al menos así lo intuyo cuando vuelvo a leer, ya en el libro, un poema suyo de grandes resonancias y, aún inédito, me lo hiciera llegar. Se trata del poema EL CAMINO A SANTIAGO. En principio no lo entendí por mi condición de eremita posmoderno, pero luego, entrado en la lectura del mismo e investigando, se trata de un testimonio vivo de su experiencia peregrina. Con pulso y pecho tembloroso nos dice: “El camino es un llamado de siglos,/ una búsqueda eterna, una exploración,/ una melodía de bordones/que anuncia pueblos sabios.” También, es un “altar de piedras”. Sí, lo imperecedero, la fuerza, lo que la épica del sueño construye más allá del silencio de las grutas y los hierros posesos de la penumbra.
Maestra de honda vena poética. Sus imágenes, la incursión al mundo de lo cotidiano, su lirismo, la sitúan en un lugar preferencial de la literatura universal. Maestra también de envidiable vocación. Sin duda ese contacto permanente con jóvenes se vuelve inspirador para ella, camino de humanidad, incienso y mirra para adobar la ternura. De otro modo, no se podría entender sus “TEMORES INFANTILES”. No los de ella, sino los de la niñez en peligro constante.
Su poesía, toda, está envuelta por esa ternura humana que le es característica a la poeta. Y, aunque haya “AMANTES TORPES”, en este planeta, su capital es el amor en su más amplia expresión. Tal como lo veo en “CANCIÓN DE CUNA”. Donde su vientre respira la ambrosía del mar y el cielo y la tierra.
Confieso, con la lectura de este libro bilingüe, que la autora me ha hecho repensar muchas cosas. Su poesía trasciende el “SÓLO DOLOR”, para albergar un huerto sin escombros.
André Cruchaga
Barataria, 24.VII.2010
*Un Camino Carmesí. Teonilda Madera. Edición bilingüe, editado en Estados Unidos por Morris Publising, 2009.
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