domingo, 10 de abril de 2011

POEMAS DE DANIEL EGUIZÁBAL


Daniel Eguizábal, El Salvador





Guatajiagua 3:45 P.M. Al sur de los recuerdos




Para Carnen González Huguet




Esta calle sombría al sur de los recuerdos
Hace parir tu voz en mi tímpano sin ruta.
Todo lo escucho
Desde el ronroneo implacable de un motor
Hasta la música sin nombre que anida los sentidos.
Fragua la brea de los días la calzada
Reza el alma un estertor de lluvia interna
Lo que fue historia —tu voz sobre mi vaso—
Lo grita un ángel milenario
Desde el fósforo del alba
Hasta el túnel de los ocasos malheridos.
Irreverentes brújulas —las aves—
Inventan formas de leer los cielos
Bajando hasta la fronda de un abecedario azul
Que sangre fiebres de tu mano hasta mi mano
Al compás de algún añoro.
Sobre esta calle sombría al sur de los recuerdos
Arremete con su fibra
El burro indescriptible que pisamos
Junto a los primeros hijos de la tarde.
Un tropo fugaz se vuelve llano
Incendiando en voz alta
Los gritos oscuros
Que no cesan de lagrimar las horas.
Sobre esta calle sombría
—como si un dejo vacía sus ayeres—
Los relojes se agrandan
Y nos alfiletea el alma
La uña diminuta del silencio.
Sobre esta calle sombría
En algún lugar del tiempo
Se desnudó tu paso junto al mío…





Memorial de savia




Si no amara los silencios milenarios
No hablaría con el yodo de mis ojos.
Si de mi boca a tu boca no bebiera tu voz
No reventaría la mía como esperma fértil;
Ni me alzaría ermitaño
Tras la infinita alegoría del silencio.
Y, aunque me trague a copos
La bruma rumorosa de los mares
Y el tañer de las cuerdas de la aurora
Me señale desafiante con el infinito dedo
De su sinfonía de colores;
No sería un coro cotidiano a quien yo escucho
Sino un verdor de algas
Entrelazadamente sangrante
Bajo las aguas impecablemente puras
Como el tacto del recuerdo
Que incrusta su savia y canto
A párpados cerrados en el alma.
Por eso, ahora viajo soledosamente amanecido
Hurdiendo a cafetos; a laurel recién talado,
Este recuerdo que más que arder en la memoria
Es un calendario de bronce
Que despide su luz
Al solo roce de tu acento.

Mas, si yo no amara los vocablos
Que crecen al pie de los horarios
O al pie del vitral de tu existencia;
¿Qué sería de mi oruga a punto de estallar
Perdidamente prendida del velo colorido de tu sangre?
Nada,
Que no fuera una gastada hoja que transita
Triste, muy triste… de la mano del otoño
Destilando a flor de viento
Su última intención de savia.
Por eso, háblame mujer; lo necesito
Incrústate como un botón
En el ojal de mis inicios.
Dame tu influjo
Para encender este gastado fósforo del ansia.
Háblame, abre la urna depositaria de tus lianas
Toda la intención felina
Con que aromas la alfombra de tus sueños.
Háblame con intención de olmo,
Con la palabra bálsamo a toda hora
Creciéndote en las formas
Y ábrete como un capullo madreselva
O como una rosa incendiaria
Y delirantemente virgen cada día.





Esta mano viajera




No sé si es horario que se oculta
O si acaso una voz aquí se agranda.
Si es latir de un recuerdo que resulta
Cuando en vela el ayer me lo demanda.

Cae el lápiz como hoja en un manante,
Muy lejos silba el tren de la nostalgia;
Que por tarde es su luz cuarto menguante
Que atina humedeciendo aquí su estancia.

¡Vaya cielo sin nombre cada paso!
Si no atrapo este cielo me retraso
Y es el peine del alba quien descalza:

A esta mano viajera entre la fronda
A la rosa que punza aquí bien honda
Y al silencio que en alas me rebalsa.





Entendimientos para reencontrar la fuga




Para Claudia Hérodier,
A Volcán de mimbre





El poeta se gasta entre palabras
Y alfileres
Como el vino.
Quiere —no todos ni siempre—
Rebalsar la copa del desvelo
Y morirse boca al cielo si hay estrellas.
En vano intenta serle fiel al sonido
Para ganar tranquilamente el precio de su muerte.
Viaja desde los cielos del hambre
Hasta entregar el beso más inocuo
Y en el fondo de su vaso sin ayeres
Duele una inscripción que no busca ser leída:
“Nací muerto”
Así da las manos a las heridas este duende
Y va diciendo —¡Hola! Entre sonrisas—
Al golpe otorgado por quien lee y relee
Las huellas descalzas
Que sangra en cada fuga.
Y, para más no muere fácilmente
Cada día junto al alba resucita
Enarbolando su geranio virgen con más fuerza.
Y, cuando se va junto a su hora
Quienes le vieron zarpar en algún buque casual
A diario le dan vida
Rebuscando en sus escritos.

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