sábado, 10 de noviembre de 2012

“UN SÁBADO DESPUÉS DE LA GUERRA”

Alfonso Velis Tobar





“UN SÁBADO DESPUÉS DE LA GUERRA”

                                             
Capitulo Segundo

        

Felizmente Alfonso Garibaldi viviendo por aquellos tiempos en el Barrio “El Calvario” en Apaneca de clima muy frío, un rio de vientos. Muy cerca a un lado de la vieja alcaldía revestida de lámina, y cientos y cientos de golondrinas volando por los cielos, que hacen sus nidos para pasar volando casi todas las tardes del verano. Esa Alcaldía que ya ni existe, más que solo en la imaginación, la tengo en este momento en mi mente, y me recuerda en especial la alta torre de lámina y muy pequeño cuántas veces me subí allá arriba por las escaleras de tabla. Esos grandes galerones hacia arriba para llegar hasta las campanas y el reloj que oía por campanadas sonoras. Esa alta torre donde un reloj con números romanos marca la hora de las tres cuando son casi las seis de la tarde. ... Así oía Alfonso Garibaldi el repicar loco del tiempo de aquel reloj que el alcalde no mandaba nunca a arreglar, el alcalde era tan negligente como el reloj mismo del pueblo, dormido Alfonso  pensaba que alcalde más muela, sirviente y baja la cabeza a todos los ricos de por aquí que lo manejan como títere o pájaro bobo. Primero aquellas campanadas dándose cuenta de la hora desde el interior de su casa que se levanta muy imponente en una esquina de este barrio del Calvario. Como a una cuadra de la Iglesia Colonial, donde asiste toda la que dice ser la feligresía católica de este pueblito, bellísimo por sus parajes montañosos, por sus perennes vientos y ventarrones, que cierran de romplón puertas y ventanas, pueblito que por su frescura verde y por ser mi lugar natal, que te quiero verde que te quiero verde de bosques, colinas y pinares que aunque no son de la gente pobre, si no de los patriarcas del dinero originarios de por aqui. Estos montes revisten de frescura los tiempos de octubre loco para elevar barriletes desde este patio, mi hermosa tierra de clima saludable, acogedor rio de vientos, de los que jamás nos olvidamos y es de lo que el viento se lleva y demás pesares en la vida... 

             En una casa de calicanto, es decir de anchas y resistentes paredes de adobe, piedra, bien repelladas, encaladas color blanco, que con el tiempo parecían grises por el humo de las casas vecinas. En esta casa abundaban las ventanas, las anchas puertas y dos balcones altos que daban a la calle principal del barrio, con persianas de cedro muy eternas, bañadas de un barniz café oscuro, diseñadas por don Miguel Ángel Gallegos, que vive en vista opuesta a su casa.  No era una vivienda muy lujosa que se diga, pero tenía buena apariencia con su presencia, sola, ella, en una esquina, se levantaba muy imponente, cuando aún no habían cerrado la calle para construir la escuelita General “Francisco Menéndez”, ni el kindergarten Nacional; era una gran casona, común y sencilla,  porque en nada se parecía tampoco a las casas de los ricos locales; pero tampoco era como las tristes viviendas de las familias medianamente pobres que vivían en las casitas más chiquitas, lamentablemente los más pobres que no tenían viviendas, vivían en los alrededores y tenían que pagar alquiler en los cuartitos de los enormes mesones de la niña Clarita Rivas y de su querida tía Chabela Castaneda y de Don Quile Viafuerte y la niña Chefita Vallejos, caseríos desperdigados a los alrededores de aquella alta casona de tejas, que se levanta en una esquina del barrio el  Calvario. Para entonces no habían cometido la descabellada, la canallada  idea de cerrar la calle, la cual era muy transitable por el  público, cuando un alcalde para colmo del Partido Oficial con y sin el consentimiento de la gente y acuerdos con don Toño Velis, dispuso cerrar esa calle que daba acceso en dos zancadas  al parquecito, a la Iglesia y a la plaza pública. Además destruyeron la vieja Alcaldía de lámina para construirla tras la cúpula de la Iglesia, de la calle central, con la toma de la calle serviría para construir  los dos mayores centros educativos. Por tanto la Alcaldía nueva que mando a construir el gobierno, la movieron más al centro de la calle pues antes el parque la adornaba, al cerrar la calle importo poco dejar a escondidas aquella hermosa casona de la conocida familia de los Velistobar. Casona que le robaron no solamente su apariencia hermosa, su imponente vista de esquina, sino que robaron también parte de su predio con el consentimiento tonto de Don Toño, quien a veces de tan buena gente que era que se pasaba de muy bueno con su carismática actitud para que donara hasta su corazón a las campanas. Desde entonces aquella esquina que antes se mantenía llena de niños perdió su encanto, su magia, con la ausencia de las rondas y de aquella algarabía fragante de niños y jóvenes locos, sus hermanos y su camada de amigos del barrio, el Negro Oscar Villafuerte, mi primo Ismael, Raúl Melgar, Valentín Guerra, Mario Calderón, Orlando Menjivar, con quien siempre andaba Alfonso dándose verga, siempre que venía de San Salvador a su pueblo, a pesar de que sus mamas habían sido grandes amigas de confianza en su juventud en la escuelita del pueblo, en tiempos que dicen que eran profesoras las Niñas Posada, la niña Evita y la niña Otilia. ¡Que tardes y noches  enteras gozaban todos muy alegres! los habidos  juegos más picarescos de  la calle entre todos los de la camada de su barrio al más pícaro y jodido.

        La casa ocupa un amplio terreno, un cuarto de manzana. Un patio inmenso muy lleno de vegetación, con árboles de naranjos dulces y agrias, tres árboles de duraznos melocotón, un árbol de clavo, de aguacate, casi al centro del patio un enorme árbol de amono,  allá al fondo en una empinadita el excusado de fosa para los grandes y otros dos pequeñitos para los niños; a un lado de aquel inmenso jardín, se levanta una hermosa pila como de metro y medio de profundidad, larga y ancha como pequeña piscina, con dos enormes lavaderos y un baño de madera con regadera, frente al inmenso Jardín distribuido en arriates en forma de estrellas, con gran variedad de flores que adornan el ambiente de todos colores y fragantes, abundaban matas de florifundias, todas plantadas por mamá quien tenía buena mano, altas matas de Izote que florecían. Una mata de Salvia Santa para te de las noches, matas de espinacas, moras, verdolagas, una sombreada mata de güisquiles espinudos, pero muy sabrosos para comer. Así como a un lado un pequeño gallinero con gallos, patos, gallinas ponedoras y muchos patitos y pollitos pillando y pillando. Alfonso Garibaldi recuerda que cuando no habían construido el pequeño gallinero, las quince o veinte gallinas que diariamente picoteaban por el patio y las que corrían al encuentro del cacareo que imitara su mamá con su delantal lleno de maíz tirándoselos a las palomas, gallinas, pollos, patos y un “Pishishe”, que don Otoniel, ese gran contador de cuentos y geniales bromas lo trajo de la Laguna Verde. Estas gallinas que picotean en el patio, se iban a dormir al árbol de anono todos los días como a las seis de la tarde. Después su mamá y su papá decidieron comprar otras cuarenta gallinas con sus gallos mañaneros, se las compraron a la niña Angelina, a la que dicen que le gusta echarse  sus pachitas de guaro muy seguido. Así cuenta su hermano don Luis. Así cuenta su sobrina la Emmita también. Fue cuando don Toño puso a Beto Zetino, con ayuda de su tío  Nancho Tobar,  quien era buen carpintero, Nanchito, hijo, que vive al lado de la casa. Entonces don Toño los contrató, junto con Andrés Mata, otro tío de la familia,  para construir el gallinero a lo largo del tapial de adobe que da a la calle que pasa frente a la casa y que ocupa la cuarta parte del patio junto a la enorme mata de güisquil que sembró su  abuelito don Manuel y que da al jardín en forma de estrellas. Hay una parte también del patio casi en una esquina que da a la calle en lindero con la niña Clarita Rivas. De modo que hacia aquel gallinerito corría Alfonso Garibaldi todos los días, bien voluntariamente o mandado por sus papas, a recoger algunos huevos en un canastito de junco. Para que luego después éstos fueran preparados bien fritos, estrellados, picados con chorizo a la “ranchera” con salsa de tomate, ajo y cebolla picada revueltos en orégano, salsa Perry, con Tabasco, acompañados por aquellos frijolitos tan colochitos de refritos, desayunos que con plátanos fritos, huevos picados con chorizo, con queso crema de la niña Delia, aquella graciosa vendedora que bajaba desde Nahüizalco cada semana, suculentos desayunos que sabían exquisitos desde las maestras manos de mamá y de  la tía Mary, acompañados con tortillas calientes, recién saliditas del comal, que abundaban de rimeros sobre el poyetón, mientras el café sigue borbollando bien caliente, leche espumeante que viene tumbándose, el chocolate hirviendo que la tía trine nos trae, suculentos desayunos que sabían exquisitos desde las maestras manos de mama, acompañados con tortillas bien calientes que brotaban desde las manos de la tía Mary, quien torteando y palmoteando moldeaba la masa en hermosas tortillas que parecían  lunas encendidas, redondas doradas en el comal.  Alfonso Garibaldi, desde que nació tenía en su casa  esa nana tan querida, que más o menos llegaba a los cincuenta, la famosa a quien Garibaldi le llamaba muy cariñosamente y todos sus hermanos y hermanos la “tía Mary”. Ella era, quien bailaba sus caderas cuando amasaba sobre la piedra de moler,  para echar aquellas redondeadas tortillas dentro de un inmenso comal de barro, al mismo tiempo cantando sus himnos y alabados a Dios cada mañana, pues era muy evangélica, decía que no podía vivir sin alabar a Dios y a Jesucristo bendito cada  día,  como siempre entre las comidas le oíamos cantar, cuando con que amor las preparaba para el paladar de todos los de la casa.

      En fin no se podía dejar de hablar de esta casona con su inmenso patio y del cual a través de recorrerlo de punta a punta, si querías ir al instante al parquecito, a la escuela, a la plaza del mercadito, a la alcaldía vieja, a la iglesia, al convento, al telégrafo, inmediatamente solo te atravesabas un portoncito de gradas de madera  y con una sola zancada estabas allí mismo en dichos lugares, más bien dicho en el mero parque, abarcando con una sola mirada todo aquel panorama del pueblo, que se mece entre los vientos, rodeado de altas colinas y viendo aquel Cerrito Texizalt hasta la misma “Z” dibujada por el trajinar de sus visitantes para llegar hasta la cima para tocar  la  enorme cruz en su punta.

       En fin era una hermosa casona muy amplia en su interior, muy ventilada todo el tiempo, dos salas enormes con tragaluces de colores, rozado, rojo, azul y celeste que pendían sobre las puertas y ventanas de las dos enormes salas, separadas por un hermoso arco de madera, con espaldares de ladrillos vistosos de todos los colores, hermosas bases del arco donde hasta nos sentábamos y saltábamos. Dormitorios donde todos dormían separados por canceles de madera, un amplio corredor que daba al comedor a través de otro pequeño arco muy vistoso de cemento de colores encendidos al estilo de Vangoh, una cocina larga de plancha de hierro, de donde salía del horno una chimenea. También si extendías la mirada desde adentro de la casa, allá muy  al fondo de la cocina al lado de otra ventana, mirabas un enorme lavadero de trastos y a un lado del mismo estaban incrustadas las finas piedras de moler donde las muchachas solían bailar sus caderas moliendo rítmicamente toda clase de especies para condimentar las comidas y confeccionar aquellas doradas quesadillas, pupusas de queso con loroco o chicharrón, Chiles rellenos, embutidos de mama, el dulce de camote, el chilate por las tardes, las torrejas de Semana Santa, el café caliente de las tres de la tarde con tamalitos de elote y todo ese sabor para el claror y el paladar de las tardes. Sin olvidar el cereal del arroz con leche todas las mañanas antes de irse a la escuela. En fin aquella hermosa casa que terminamos un DIA dejándole abandonada, sola, muriéndose del olvido,  pero siempre sigue bien ventilada, confortable y mágica para sus sueños bastante acabados en el recuerdo.
                                                      



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