sábado, 5 de enero de 2013

CLAUDIA HÉRODIER

Claudia Hérodier, El Salvador





CLAUDIA HÉRODIER



PRADERA ABAJO





Quiero lanzar esta noche
mi corazón a rodar
pradera abajo.
Quiero dejar de mí,
el perfume de la sangre
anudado a todas las sangres.
El sabor de mis huesos,
en el hueso de todos.
Quiero acostumbrarme
a decir ¡NO!
¡NO! a la vergüenza
de no querer a nadie.
¡NO! a la indiferencia.
¡NO! al humano que nada quiere saber de mí,
y se esconde, y muere,
muere solo.
Quiero lanzar mi voz,
esencia de miles de parras
de diminutos y pálidos jazmines;
lanzar la soledad
en barcazas,
rumbo al infinito,
y sólo quedarme con el hombre.
Con él, que nada quiere de mi nombre
y toma de mi nombre
todo lo que es mío.

Quiero que mis aguas
rueden a carcajada fresca,
y se escondan traviesas
en esas melancolías tan humanas
y limpien el río cenagoso,
y brinquen claras por el guijarrerío.

Musgo quiero ser.
Panela de luz entre dos ojos.
Recuerdo alegre, duro,
triste, seco, ardiente, desvalido.
Quiero ser tu recuerdo, planeta desvelado.
Tu seda al sol. Tuya, tierra severa,
tierra mía y de todos,
dentro de lo mío.
Mayo 25/80 S.S.







EL SALVADOR



¡Oh, salvador del mundo!
(Por los jesuitas y sus empleadas
asesinados vilmente...)




En esta ciudad en la que nací

en la que me enseñaron a leer,
aquella en la que hice, como todos,
mi primera comunión,
(aunque ya no sea católica)
en la que fui bautizada,
aprendí a jugar, crecí, menstrué por primera vez...
La ciudad en donde me hice mujer;
la que quedó libre de bombardeos en la Guerra del 69,
la que asiste todos los domingos al fútbol,
la que le gusta echarse sus cervezas,
dormir siesta los sábados,
salir a fiestear, si es posible, desde el jueves por la noche,
la que se ha levantado a pesar de la ceniza de sus volcanes,
la que se alegró de que el Divino Salvador del Mundo
no cayera por tierra
destrozándose
en el terremoto del 86,l
la que se cree bendecida por el nombre que lleva
y a los ciudadanos nos convierte en santos.
La que todos los 6 de agosto sale a las calles
en interminables procesiones...
y ni por eso se transfigura.
La creyente. La golpeadora de pechos. La cristiana.

La que nos ha enseñado que es el ombligo de la patria

y que ésta es nuestra madre
y por ello debemos estar orgullosos de su nombre.

Jurarle nuestras vidas, consagrarnos al bien, a su bien.
Patria que nos dice que escribió su historia con sangre.


La muda. La cómplice. ¡La asesina!

La que permitió
que las enseñanzas de muchos quedaran regadas,
coaguladas, esparcidas en un césped
donde vuelan las moscas...

Madre corrupta, oportunista
engañadora.
La cuenta-cuentos.
Madre hedionda a cadáveres,
manoseando nuestra comida.
La que nos emboba con sus cantos de sirena.


Madre matricida.
Madre de los cuerpos yacientes
en la incultura,
el miedo,
la no-vida acumulada.
La mistificadora.

La que se maquilla con sombras.
La madre de los gusanos...
Y en tí, madre,

hay alas que buscan su puntual matamoscas,
aún aquellas que gobernantes
de un reino de cadáveres
pretenden vestir y ser, y
aparentar y...¡El futuro está escrito
en los pedazos de cráneo regados por el césped,
incrustados en el muro!
En la sangre encharcada, almohada nueva de los rostros,
en los ojos hinchados, desprendidos,
en una cabeza como vejiga desinflada,
en una mano desfloronada,
en aquella mirada que al último suspiro,
buscó en el universo la respuesta
y sólo encontró tus ojos
¡oh, madre!
Diciembre 18/89 S.S


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