viernes, 15 de enero de 2016

EL DUDOSO REINADO DE ROQUE DALTON

Roque Dalton




ENSAYO



E
L DUDOSO REINADO DE ROQUE DALTON


Álvaro Rivera Larios


Nota: He reescrito en gran medida este ensayo que apareció por primera vez en Elfaro.net hace un par de años. Aunque conserva su título original, tiene desarrollos nuevos donde introduzco matices en un concepto como el de “influencia literaria” que es central para esta discusión. Una carencia que se detecta entre quienes hablan con tanta seguridad del influjo del poeta Dalton es que no hay la más mínima fundamentación teórica en sus juicios. A esta carencia súmenle otra y es que sus hipótesis aún no han sido verificadas por medio de una investigación literaria. Una gran parte de nuestra crítica asume hoy una tesis –la de la gran influencia de Roque– a pesar del vacío conceptual y la ausencia de confirmación metódica que hay detrás de esta teoría. Yo diría que, más que ante una teoría, estamos ante una creencia que cumple ciertas funciones ideológicas en el campo literario salvadoreño.

I
Uno de los lugares comunes más correosos de nuestra opinión literaria es aquel que da por supuesta –sin definirla, sin investigarla– la “poderosa influencia de Roque Dalton”. Se dice, se supone, se da por hecho que la poesía salvadoreña del último cuarto del siglo XX estuvo poseída por el fantasma del poeta asesinado en mayo de 1975. Y habría que preguntarse ¿hasta qué punto los hechos (literarios) confirman ese juicio que dan por cierto los simpatizantes y los detractores del presunto rey de nuestra lírica?
Las dudas que plantea la posible influencia de un autor sobre un determinado período de la historia literaria no pueden responderse especulativamente. Hay que fechar textos y reconstruir contextos y demostrar, por medio del análisis y la comparación, la huella poderosa de un escritor sobre el lenguaje de otros. ¡Cuidado¡ Cuando hablo del lenguaje de un literato como Dalton, no me refiero solo a facetas aisladas de su elocuencia o de sus temas que puedan inventariarse en un listado de figuras retóricas y de motivos recurrentes, me refiero también a su manera de concebir el discurso lírico y de situar la poesía en el horizonte de la peculiar modernidad de una cultura como la salvadoreña; me refiero, por lo tanto, a su poética.
¿De qué influjo literario hablamos, si aún no disponemos de una imagen crítica de la poética de Dalton que nos permita valorar hasta qué punto, en su unidad formal y temática, su proyecto literario ha dejado huella en la lírica salvadoreña escrita en las últimas décadas? En este sentido, nuestros juicios sobre el gran impacto del poeta carecen de fundamentación teórica y no están confirmados por una investigación meticulosa.
En los años noventa del siglo pasado, el cambio de la circunstancia histórica que supusieron el final de la guerra civil y la aparición de una conciencia posmoderna nos terminó llevando a la intuición de que algo se había quedado atrás en la voz del poeta. Así fue como algunas figuras del mundo académico y literario empezaron a sentir la necesidad de clarificar el tema del impacto estético de Dalton. Se advirtió que dicha huella no debía confundirse con su ejemplo moral. Sin embargo, tales aclaraciones –hechas en nombre de la autonomía de la literatura– no dieron paso, al menos entre los escritores, a una evaluación lúcida de la obra escrita y el pensamiento poético del presunto rey de nuestra lírica.
Aquí no hablo de la imagen compleja que del poeta vienen levantando y ofreciendo estudiosos como Ricardo Roque Baldovinos, Luis Melgar Brizuela, Rafael Lara Martínez y Luis Alvarenga, por ejemplo. El objeto de mi cuestionamiento son aquellos textos de naturaleza crítica donde los mismos escritores salvadoreños intentan definirse a sí mismos a través de la valoración del presunto rey de nuestra lírica. En esos ensayos donde son los poetas quienes juzgan al ya viejo poeta Dalton suele asomar el mal manejo que algunos creadores hacen de conceptos como “influencia”, “estética”, “política”, etcétera.
En lo referido a la fundamentación teórica de los juicios donde se predica el gran impacto de Roque en nuestra lírica, bastaría con darse un viajecito por internet para advertir que el concepto de “influencia literaria” suele ser acusado de ambigüedad, de linealidad mecanicista, de falta de precisión por autores como Paul Valery, Roland Barthes y Michael Baxandall. Estos señalamientos deberían obligarnos a utilizar con cautela el concepto de “influencia”. Por ejemplo: Cuando se afirma que X ha influido a Y, podemos decir todo y podemos decir nada, en la medida en que no establezcamos qué aspectos formales y temáticos de la compleja obra de X influyen sobre Y.
Y también una visión cerrada de la originalidad literaria puede convertir equivocadamente toda huella de un poeta en otro en un indicio de sumisión. Detectada la influencia se indicaría de inmediato la deuda castrante, pero, dado que ningún literato está libre de influencias (todos los creadores trabajan a partir de ellas), señalarlas no nos dice nada concreto acerca de cómo cada poeta se posiciona frente a ellas. Algunos quedan atrapados en la huella del poeta dominante, otros utilizan dicha huella como trampolín para sus búsquedas creativas personales. Estas y otras dificultades teóricas suelen saltárselas olímpicamente quienes hablan de la gran influencia de Roque.
El poeta del cual hablamos es también una figura difícil de abordar porque, dado el papel central que ha desempeñado en las encrucijadas de nuestra cultura, no resulta fácil separar su impacto ideológico de su influjo literario. Creadores cuyo estilo nunca cedió ante la fuerza del lenguaje del autor de “Taberna” pudieron verse condicionados por su “ejemplo moral”. Así que cuando alguien afirma haber estado influido por Dalton, hay que precisar a qué plano de esa influencia se está refiriendo.
Y la duda tampoco se resuelve indicando que nos referimos a su impacto literario, ya que, por un lado, en la obra del poeta hubo lo que podríamos denominar “periodos” y, dado que, por otra parte, en su obra de madurez asomó una concepción de la literatura en la que la ideología y el estilo desplegaron un baile complejo.
Si Roque fue el presunto modelo poético dominante, cómo determinamos el influjo de una obra susceptible de descomponerse en “períodos”, de una obra cuya trayectoria puede verse como una dialéctica y una metamorfosis ¿Hasta qué punto su heterogeneidad formal nos permite hablar de una voz uniforme? ¿Hasta qué punto podemos referirnos a “la poética de Dalton”?
Como hipótesis, podríamos decir que las formas que adoptó la voz del poeta a lo largo de sus libros fueron las distintas respuestas exploratorias que fue dando a las problemáticas relaciones entre el lenguaje, los temas y los valores que eran centrales para un escritor, intelectual y militante como él. Valorar esta trayectoria en sus diversas voces no puede limitarse a una búsqueda escolar de versos fallidos o a una simple enumeración de rasgos estilísticos.
Si estamos ante una obra en la que pueden vislumbrarse “etapas”, la cautela obliga a precisar las hipótesis sobre su influencia. Así podría decirse que sus textos del período “C” posiblemente marcaron a tales y tales poetas o podría decirse también que el poeta “X” quizás adoptó ciertos aspectos de un período determinado de la lírica de Dalton.
En lo que se refiere a los aspectos semánticos y formales del poeta, por mucho que ciertos temas puedan ser considerados típicos de su obra, lo que la define, como modelo, es la manera en que el creador abordó formalmente esos temas. Conviene recordar esto porque durante la época del conflicto ciertos motivos que impuso la misma experiencia podrían atribuirse equivocadamente a la influencia de Roque. En tal caso, la mejor forma de determinar su huella en la voz de otros sería a través de criterios formales.
Pero de las características formales de la obra de Roque no podemos rendir cuentas con una sencilla enumeración de rasgos estilísticos. Dichas características tienen que observarse bajo la perspectiva de su concepción del lenguaje poético. Esta perspectiva no puede aislarse tampoco de la filosofía social del escritor. Por un lado, Roque hace suyo el legado de la vanguardia literaria, pero, por otro, su concepción dialéctica de la sociedad subsume el lenguaje de la vanguardia en el proyecto de la construcción de una cultura nacional, popular y revolucionaria. Al menos en el Dalton maduro, esto supuso una tensión entre la lírica vanguardista y la intencionalidad retórica. En lo que al Dalton maduro se refiere, estamos ante uno de los escritores más auto-conscientes de nuestra tradición literaria. Era un poeta intelectual. Y este rango de creador intelectual, de creador con una perspectiva estratégica, ha tenido escasos seguidores lúcidos entre los poetas salvadoreños posteriores, a pesar de “la gran influencia” que se atribuye a Roque.
Cuando afirmo que fue un poeta intelectual, no señalo que, además de crear textos líricos, Dalton escribiese una monografía sobre la historia de El Salvador y ensayos sobre literatura y política etcétera, etcétera. Me refiero a otra cosa. Todos esos trabajos le ayudaron al militante y al escritor a formarse una imagen (equivocada o no) de la cultura salvadoreña, pero también, algunos de esos materiales, en un momento determinado, fueron objeto de un trasvase literario como puede verse en ciertas zonas de “Taberna y otros lugares” y en las “Historias prohibidas del Pulgarcito”. Podría ampliar con más ejemplos cómo las facetas intelectuales de Roque pasaron a formar parte de su poesía (en “Los hongos”, por ejemplo), pero basten estas palabras para hacernos una idea de la complejidad del escritor que presuntamente ha influido tanto en nuestra lírica moderna.
Este poeta “que tanto nos ha influido” ha sido ya objeto de estudio para varias generaciones de escritores salvadoreños. Uno de los mecanismos a través de los cuales se realiza la influencia es la lectura. A un lírico joven se le podría decir “Dime cómo lees a los poetas dominantes y te diré cómo te influyen”. En la cultura moderna, que tanto aprecia la novedad y la originalidad, una lectura inteligente –hecha por un escritor– debe hermanar la comprensión y la traición necesaria porque en el acto creativo repetir al modelo dominante es síntoma de falta de talento y originalidad. Las lecturas modernas, si son inteligentes, se mueven entre la comprensión admirativa y el rechazo. Las lecturas modernas, las hechas por los escritores, son parciales. En las lecturas de los creadores hay parcialidades superficiales y parcialidades profundas.
La asunción creativa de determinadas características de un poeta puede ser superficial o profunda. La asimilación superficial de los rasgos literarios de un autor puede ser el producto de una lectura limitada que al desembocar en la imitación creativa se aleja del entendimiento de la complejidad del poeta modélico. Un escritor inteligente no se desvía de un buen modelo recurriendo a la treta de caricaturizarlo. Quien se desvía de un gran poeta simplificándolo de forma tramposa lo que hace es perder una riqueza.
Como hipótesis, podría aventurarse, que entre los poetas salvadoreños, si acaso, lo que han predominado son las lecturas cegatas de Dalton. Unas lecturas que, por lo general, no se han apropiado ni distanciado críticamente, desde la plena comprensión, de las complejas estrategias del lenguaje que articularon la poética del Dalton maduro. Esta recepción limitada del Roque más complejo quizás fue el producto de lecturas hechas en un contexto de insurrección armada.
Muchos lectores y, entre ellos, muchos poetas interpretaron la obra literaria de Roque a través de una lectura superficial de los Poemas Clandestinos. Leyeron ese poemario póstumo e inconcluso confundiendo su naturaleza de táctica retórica con un rasgo estratégico y esencial de la poesía de Dalton. La sencillez metafórica de ese poemario obedecía a un criterio de oportunidad, no fue impuesta por la ideología sino que por una circunstancia comunicativa. Algunos entendieron que esa sencillez era una licencia que legitimaba el descuido y el desprecio estilístico. Pero tal como decía Cicerón: la sencillez estilística puede ser una adecuación retórica a un tema o una situación y esa sencillez no es necesariamente ausencia de estilo, es un estilo. Y, en este caso, en el caso de los “Poemas Clandestinos”, el estilo fue adoptado para un instante determinado de la movilización política y armada.
He dicho que la recepción parcial del Roque más creativo quizás fue el producto de lecturas hechas en un contexto de insurrección armada. Y he dicho “quizás” porque lo cierto es que, acabada la guerra, la mayoría de poetas salvadoreños siguió teniendo dificultades para interpretar al poeta y para apropiarse creativamente de su legado más complejo.
Si no podemos referirnos a la influencia de un autor, sin definir previamente un “modelo” de su poética; tampoco podemos esclarecer su impacto, si no proponemos una visión dialéctica de la influencia literaria. A esta última, entre nosotros, se le da un alcance generacional. Así se dice que los creadores de una determinada generación fueron moldeados por las figuras tutelares de estos o aquellos poetas. A los receptores de tal influjo suele vérseles como sujetos pasivos que hacen suya la voz de otros y permanecen prisioneros de ella durante toda su trayectoria creativa. En algunos casos esta imagen puede ser cierta; en otros, la historia demuestra que no es una nueva generación la que juzga a los poetas dominantes sino que son sus hijos directos quienes acaban cuestionándolos. Si entre el gran maestro y sus presuntos discípulos puede darse una dialéctica interna, hay que proponer una visión menos lineal y mecanicista de la influencia literaria. En nuestro caso, si no hacemos esto, no podremos explicar con rigor los cambios literarios de los años noventa. Críticos como Rafael Lara Martínez y Ricardo Roque Baldovinos y escritores como Miguel Huezo Mixco y Horacio Castellanos Moya iniciaron en la última década del siglo pasado una revisión desacralizadora de la figura de Dalton. Todos ellos, a principios de los 80, eran jóvenes admiradores del “poeta” y todos ellos con el curso del tiempo, el estudio y la experiencia fueron adoptando posiciones más complejas e irónicas frente al ejemplo moral e ideológico de Roque. Dado que las influencias literarias son un proceso en el que pueden gestarse la crítica, el desvío creativo y la mala interpretación, lo más sensato es concebirlas de modo dialéctico. El maestro influye sobre el discípulo, pero las creaciones y las ideas del discípulo con talento pueden acabar alterando la percepción que se tiene del maestro.
Pero la dialéctica entre el maestro y el discípulo, por mucho que tenga cierta lógica generacional, no explica del todo los cambios literarios. El cambio en la percepción de la obra de Roque Dalton en los años 90 del siglo pasado también se debió, como ya dije, a transformaciones de orden local e internacional que se vivieron en esa época. En los últimos años del siglo XX se puso de moda la desacralización de los símbolos de la izquierda.
Como no se ha investigado meticulosamente la huella del poeta en la lírica salvadoreña escrita a finales del siglo XX, no solo ignoramos el grado de profundidad que tuvo, tampoco sabemos cómo los creadores con talento de ese período entablaron un diálogo con esa huella. Y por esta razón no podemos afirmar, de momento, que todos los creadores de esa época fuesen imitadores pasivos del presunto rey de nuestra lírica.
Durante la guerra civil, en la década de los 80, se escribió y se leyó bajo unas circunstancias muy difíciles. La incorporación de muchos escritores a la lucha los confinó en las vivencias y las dinámicas ideológicas del conflicto. Eso medió la relación de bastantes creadores con la literatura y sus posibles destinatarios. En lo que se refiere a los lectores su relación con los textos también se vio condicionada por el conflicto. Poco se ha investigado el funcionamiento de la institucionalidad literaria a lo largo de ese período, pero es de suponer, como hipótesis, que estuvo sometida a presiones y que su condición quizás fue precaria. Una imagen idealista de las influencias literarias invisibiliza el contexto en el que estas operan. La lectura parcial y simplificadora de Dalton que tuvo lugar en esa década remite a una circunstancia en la cual la comunicación política impuso la exigencia de la claridad retórica. Esa mirada selectiva que dominó el marco social y el horizonte de la época no cabría atribuírsela por entero a las ideas de Roque, salvo que uno pretenda mitificarlo.
Algunos críticos han convertido a Dalton en una especie de sinécdoque y han entendido que dejar atrás su obra era dejar atrás el contexto de aquella época. Es cierto que una y otra guardan relación, pero no son equivalentes. No cabe confundir una circunstancia histórica con una obra literaria. Ese contexto que presuntamente fue dominado por la lírica de Roque fue el contexto que volvió difícil la socialización de una lectura compleja de su obra.
He dicho que la recepción parcial del Roque más creativo quizás fue el producto de lecturas hechas en una situación de levantamiento armado. Y he dicho “quizás” porque lo cierto es que, acabada la guerra, la mayoría de poetas salvadoreños siguió teniendo dificultades para interpretar al poeta y para apropiarse creativamente de su legado más complejo.
Las complejidades históricas del panorama literario de los 80 y el cambio de escenario en los 90 se han querido explicar acudiendo a una variante simplista y maniquea de los enfrentamientos generacionales. De esa forma, un Roque que no había sido leído ni asimilado de forma compleja se convirtió en el enemigo del pluralismo literario y en el obstáculo para la aparición de nuevos caminos en nuestra lírica. Cuando el terreno era propicio al fin para una apropiación creativa y crítica del legado más complejo del poeta, lo que algunos hicieron fue levantarle una leyenda negra y maniquea que se vistió con los ropajes de la desacralización posmoderna. Para que esa desacralización maniquea funcionase como rito de paso había que convertir a Dalton en el nefasto Rey de la lírica salvadoreña de los años 70 y 80.
Las tesis de los hagiógrafos y los detractores del poeta que le imputan una gran influencia en nuestra lírica, como ya lo hecho dicho, carecen de fundamentación teórica y no han sido verificadas por la investigación literaria y, en esa medida, son una continuación de las leyendas que rodean a la figura de Dalton.
En resumidas cuentas, aun no estamos en condiciones de presentar un juicio seguro y matizado acerca de cuál ha sido el alcance y la naturaleza de la influencia del presunto rey de los poesía moderna salvadoreña. Si esto es así, gran parte de la crítica que se ha hecho en las últimas décadas sobre la centralidad de Roque en la lírica de los años 70 y 80 se apoya en premisas que aún no están demostradas en el terreno de la investigación literaria. Todo lo que podamos decir al respecto pertenece al ámbito de las hipótesis, a pesar de que nuestras intuiciones nos digan lo contrario.

Álvaro Rivera Larios

Nota: El presente trabajo ha sido reproducido con la debida autorización del autor.

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